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DOS PERSONAJES EN ENTIERRO DEL SOL

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 Nagisa Oshima el mismo director de El Imperio de los sentidos, realiza en 1960, Entierro del Sol, una historia ubicada en los barrios pobres del Japón de posguerra (la película transcurre en la ciudad de Osaka), eligiendo para su cuadro, a ladrones, prostitutas, pandilleros, mafiosos y vividores como personajes. Entre ellos, la principal, aunque no exclusivamente, es Hanako, una prostituta y a su vez traficante de sangre –las vende a clínicas privadas-, labores que no le impiden, además, ser una especia de conspiradora entre las bandas locales. El otro personaje del que hablaremos aquí, es Takeshi, joven que personifica valores contradictorios con el mundo en que se mueve, como la amistad, la lealtad, el horror ante la muerte, el amor –incluso, pero en un registro diferente a lo consensualmente entendido. A través de ellos revisaremos los vínculos con otros personajes, permitiéndonos reconocer algunas líneas argumentales paralelas en la película.

Hanako representa la inclemencia del medio en que se desenvuelve. Su dureza, cinismo y falta de escrúpulos –sólo puestos en suspenso cuando tiene el encuentro con Takeshi- ejemplifican al contexto. Es el personaje que siempre sale bien librado, con la cualidad de ubicar rápidamente caminos alternativos cuando alguno de sus planes ha fracasado. Ella se mantiene al margen de cualquier banda, teniendo acuerdos, o tratos, con unos y otros, sin que ninguno lo sepa, aunque los jefes de las bandas, particularmente Shin (líder de la pandilla Shinei-kai), lo sospeche.

La relación que tiene con su padre, al inicio parte del negocio sanguíneo, es más la de un jefe con su subalterno que el de padre e hija. En el pasaje donde el padre (Yotsematsu), es descubierto espiándola con deseo, la reacción de Hanako es la de una llamada de atención en tono de burla, a la que el padre rápidamente responde volviendo a su lugar, buscando excusas vanas, reprimiendo el deseo, exponiendo su soledad y al mismo tiempo, sugiriendo un problema de impotencia. Hanako establece relaciones precarias con todos los personajes masculinos,  y es importante notar esto, pues no se relaciona con ninguno femenino. Sus vínculos parten de la transacción comercial del cuerpo, la sangre, pero no implican posesión. Nadie puede tener claro a quien le es leal; lo que si saben es que ella está relacionada con jefes de más alto rango, lo cual la protege hasta cierto punto. Incluso en lo que al sexo se trata, ella parece decidir con quién estar, aun siendo prostituta, sus intercambios están dirigidos con el fin de buscar poder, posición, -aparte del dinero claro-, y  consolidar su negocio  de tráfico sanguíneo. En ese ambiente, el resto de mujeres están excluidas de las decisiones y no tienen voluntad propia.

Los demás personajes femeninos, prostitutas y la mujer madura del barrio de Hanako -que se acuesta con quien le garantice sustento-, se encuentran aplastados por el poder y la voluntad masculinos. (La prostituta que trata de escapar con Yosehei, por ejemplo, es masacrada como escarmiento, mientras que Yosehei es asesinado. Un dato: A las mujeres no se les mata, salvo a la muchacha violada que Hanako empuja a la fosa cuando defiende a Takeshi. Ellas venden su cuerpo, una mercancía, que es administrada por los pandilleros y mafiosos, por lo cual se les cuida, se les amedrenta, pero no se les elimina. En cambio, los hombres, miembros de las bandas, son reemplazables –salvo los jefes). En ese marco, Hanako parece tener un estatus similar al de otros hombres y diferenciado del resto de mujeres, pero esto es relativo. (Ella tiene miedo igual que todos –y cómo no tenerlo en un medio tan hostil  para la mujer). La figura que la cuestiona será Takeshi, el muchacho que se une a la banda de Shinei-kai, junto a su amigo, un poco para dejar de andar a la deriva y de paso conseguir dinero.

 

Takeshi con su aire poético, desvalido, “seduce” a Hanako, mostrando ese otro lado que todos habrían olvidado: la sensibilidad, la compasión, la bondad, elementos que ponen en peligro a Hanako, -debilitan su dureza, o su máscara-, llevándolaa traicionar a la banda de Shin, aunque al final logre darle vuelta a los sucesos. Después del deceso de Shin y de los tumultos en el barrio donde vive, que acaban enfrentando a los desharrapados con los traficantes de documentos de identidad, retomará sus labores habituales y reorganizará su negocio. La destrucción, trae paradójicamente, el momento ideal para reconstituirse y de los escombros surgen nuevas oportunidades. Así Hanako se ve libre de quienes la amenazaban y encuentra un nuevo comienzo, que no implicará un cambio de rubro. (Por cierto, y como nota aparte, excelente secuencia de la revuelta de los indigentes contra los mafiosos que vendían sus identidades a los inmigrantes).

Es por ello que tampoco hay que creerse demasiado esta “caída” sentimental de la protagonista por Takeshi. Lo que la mueve es más parecido a la compasión, que al amor –si se piensa en su difundida versión romántica. Quizás sólo sea un poner entre paréntesis, o una breve interrupción  en el círculo de violencia y muerte en que viven. Así, sea un descanso, la parada que recuerda que hay algo más que tanta miseria, o el punto que los reconcilia con su humanidad, el acto de su unión no rompe la estructura, más bien reafirma la estrategia de cada personaje:  los devuelve a su horror, o en todo caso, los hace más conscientes de sus elecciones.

Takeshi, es la figura antagónica de la película de Oshima. Es el contrapunto que el autor coloca para remarcar los comportamientos del resto de sus personajes, así funciona, como elemento de conflicto dentro del curso de los hechos. (Aunque el contexto no está exento de otros conflictos). Takeshi, -arriesgo- no es parte del sistema,  sino un intruso. El personaje incluso evoca circunstancias que todos han olvidado –o que nunca conocieron- como en la secuencia en que canta una canción que al resto de la banda les parece ridícula, pero a medida que Takeshi sigue con su canto, la canción va abriendo fisuras en la mirada cínica e implacable de los maleantes. Quien es particularmente afectado por esta tonada es Shin, que establecerá con Takeshi una relación muy particular, cuestionada por el resto de la banda, criticando a su jefe por haberse vuelto “blando”, por no tratar al novato, con la misma dureza que a los demás. (Aunque al inicio Takeshi obtendrá una paliza por no haber cumplido una orden. En todo caso, digamos que aquello puede interpretarse como su “iniciación”).

Takeshi, busca constantemente escapar de la ciudad, y esto aunque también es mencionado por el resto de personajes, resulta ser tabú para todos los demás. A estos delincuentes y a sus víctimas los liga al sistema el miedo, los negocios, y en el caso de los desharrapados que trabajan para el padre de Hanako y de su socio vividor –que luego lo traiciona- la simple incapacidad para ir más allá que el embriagarse y tener un plato de arroz que comer. Takeshi despertará no sólo la sospecha, sino también la confianza. Lo hará con Yosehei, el delincuente que tras un robo frustrado, introduce a Takeshi y a su amigo en la pandilla Shinei-kai, y que recibe una golpiza de la que el mismo Takeshi se salva. Esta secuencia –en donde se desliza la culpa y el arrepentimiento- los ligará definitivamente.

Nagisa Oshima

 

Takeshi será testigo de los castigos y humillaciones que sufre Yosehei, y será quien le aconseje que se marche. La huida que intenta junto a una de las prostitutas de la banda no resulta y el castigo será inevitable: Yosehei es asesinado y su cuerpo abandonado en un basural, en donde un carretillero –o su símil- le quita toda la ropa al cadáver. Su compañera de escape será golpeada. Takeshi observará los sucesos sintiéndose responsable, pero seguro de que no puede hacer nada más. Esa misma situación de impotencia lo persigue cuando presencia cómo su amigo de la infancia, (su protector, es él quien se enfrenta con Yosehei y su compinche, en las primeras escenas del filme, y lo defiende también en otras secuencias), viola a una muchacha a la que asaltan, luego de deshacerse de su novio –desmayado, es lanzado al río. Tiempo después, Takeshi se enterará que el novio se suicidó debido a la violación de su compañera. (Al discutirlo con Hanako y culparse él mismo de la muerte, ella le mostrará cuál es la lógica del contexto: es una estupidez morir por una violación). Takeshi condena la agresión del amigo de la infancia y lo mata durante una gresca.

Los cuerpos revolcándose en un terral sugieren la culpa y el despecho, pero también nos recuerda a una pelea entre amantes. El amigo entiende que Takeshi es un desagradecido con él y con quienes lo han cobijado-amado. Algo parecido sucederá con Hanako. Ella asesinará para salvarle la vida. Recordemos que la joven violada reconoce a Takeshi, pero este cuando la ve irse contra él se queda parado al borde de la zanja sin hacer nada, hasta que Hanako empuja a la joven. Así, Takeshi se verá otra vez frustrado tratando de enmendar algo del mundo en que vive, pero de nuevo la muerte –como en el caso de Yosehei- es la única salida. El personaje de Takeshi rechaza el medio al que parece estar condenado. Incluso, la inalcanzable Hanako, que se acostará con él, no le genera confianza (el  amor o la ternura, son pasajeros, duran solo el momento en que están juntos).Ella lo instará a mantenerse dentro de los límites, como la voz del orden, que aconseja, recomienda, pero como ella es parte del ambiente del que trata de huir, finalmente la desprecia. En una de las últimas escenas, Takeshi levanta la voz, casi grita, para cantar su triste canción, a pesar de las protestas de Shin. Y es justo él quien lo mata, al verse traicionado por su protegido. El tipo que lo ablandara, con el que despertaron sentimientos fraternos, será quien en su último hálito, atrapa la pierna del jefe de la pandilla Shinei-kai, inmovilizándolo en las vías del tren, hasta ser los dos aplastados por la fila de vagones.

En la película de Oshima, donde la dureza del contexto es la manifestación de las rígidas estructuras jerárquicas del Japón pobre que se nos muestra, los personajes de Hanako y Takeshi, refuerzan su singularidad. (Aunque también puede ser  parte de la opción narrativa del autor). Ella juega con las reglas instituidas y sale bien parada, incluso puede empezar de nuevo luego de la crisis y destrucción,  de las escenas finales. Takeshi, con la imposibilidad de escapar, de adaptarse, perece, llevándose en su camino a otros personajes, justamente aquellos que denotan las fisuras del sistema (Yosehei -el ladrón frustrado-, la pareja que asaltan, el amigo de la infancia, y  Shin, el jefe que se debilita). Si Hanako significa continuidad y Takeshi, ruptura, en esa especie de conflicto, triunfa la permanencia. El final no ofrece ningún signo reconciliatorio, nada cambia, y como la misma metáfora del título, todo termina por sepultarse, pero sin avizorar una nueva etapa, según propuesta de Oshima, en la época en que fue filmada.

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