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Cultura

“Copas antes de la fiesta”, un relato de Paco Moreno

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Es de noche. Falta aún una hora. Al parecer hay un gran alboroto abajo. Me dijeron que empezaría a las ocho en punto. Desde este piso 17, la ciudad se ve espléndida: avisos gigantes de empresas multinacionales, niños y niñas sonrientes en los paneles publicitarios, lúdicas luces de neón interactuando con la indiferencia de la ciudad y sus miles de autos de lujo, como si en esta ciudad estuviese prohibida la tristeza y más prohibido aún el fracaso. Oigo el sonido tenue de un claxon y pienso en lo mucho que tuve que viajar para llegar hasta aquí. «Se parece a mí», digo no con vanidad, sino con orgullo. Fue muy largo el camino que tuve que vencer para llegar estar aquí: de Cangallo a Nueva York. Ya que odio el aire acondicionado, son las ventanas abiertas las que calman el calor de esta noche. Hay un silencio sordo. Veo que las cortinas se entienden bien con el viento neoyorquino, desde esta altura pueden contemplarse mejor las cosas. Me acompaña una botella de vino. Cada vez que bebo escucho huaynos, aunque diga que solo me gustan los boleros. Los huaynos ayacuchanos llevan el ángel de la melancolía, sobre todo cuando estás fuera del Perú. Pero no hay motivo para estar triste ahora. La inauguración será a las ocho.

Dicen que no es bueno hablar de los logros propios, pero no importa. Estoy solo. Además, este logro no es solo mío, sino de todos aquellos que cierto día escapamos de las garras de la muerte y evitamos que la sonrisa nos dejara para siempre. ¡Ah!, también es de otros, claro. Me propusieron dar un discurso esta noche. Digamos que esta charla a solas es un ensayo para este discurso. Quien siempre haya sido rico nunca sentirá la riqueza como yo; digo, tal como la sentiré yo, porque después de esta apertura estoy seguro de que vendrán más y más, hasta llegar a Europa. Salud por eso. Salud.

Intuyo que este palabreo sin orden es el resultado del vino, aunque ahora creo que hubiesen sido mejor unas copas de pisco. Tengo la rara costumbre de anticiparme a las celebraciones, y nadie comparte eso conmigo, de modo que, como siempre, estoy celebrando solo. Mejor así porque no tengo a ningún aguafiestas cerca que pueda lanzarme esa frase pesimista: «No cantes victoria antes de tiempo».

Es inevitable que el tiempo pase. Falta muy poco para que llegue la hora, pero no quiero que se me acerque todavía. Una copa más. Salud. Siento casi los mismos nervios que sentí aquel día en que inauguramos el primer local en Miraflores, o cuando empezamos a vender comida a los obreros en San Borja. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces: 25 años, más o menos. Debo confesar que lo siento como si hubiese sido ayer. Debe ser porque todo este tiempo he trabajado como mula. Salud por las mulas que nos sirven de ejemplo. Salud con este vino que, aún sin marca registrada, es de Chincha, ¡carajo! Un vino casero, hecho por una familia amiga. Es tan bueno que, si le pusieran marca, con diseñito y todo, su publicidad en la televisión, la Internet, la radio y lo vendiesen en las grandes ciudades como Nueva York, Madrid, París, mis amigos se harían ricos. Pero ahora lo bebo solo y feliz, y no sé por qué siento una vaga tristeza, como si mi orgullo se convirtiese en pena.

Es curioso: el vino y la música nos regresan siempre a la infancia. Es como si la infancia fuese la única etapa de la vida que anhelamos, a pesar la imposibilidad. Un anhelo infinito. Alguien dijo —no recuerdo quién— que después de los nueve años no le había ocurrido nada importante. Mi infancia… yo vestía con camisa de cuadros y jeans, de esos con tirantes largos y hebillas de metal. Todo un vaquero andino, con esa ropa enviada desde Lima. Corría alegremente por las colinas verdes donde se dibujaban los caminos que daban a mi casa de adobe y grandes tejas rojas y chacras de maíz, papas, ollucos, arvejas y habas; con corral de animales caballos, vacas, cerdos, toros, terneros, gallinas y patos. Cangallo era entonces un pueblo sin luz eléctrica ni agua potable, pero con un hermoso río como los que ahora solo se ven en las fotografías.

Lo que más me gustaba de la casa era la cocina. Detestaba ir a labrar la tierra del campo, pero tenía que hacerlo pues las reglas están para cumplirlas. Por eso me gustaban las tardes, tardes de cielo azul, de viento fresco, de silencio con música de pajaritos. Me encantaba mirar desde la ventana de la cocina a las orugas que buscaban refugio cerca del marco de la ventana; la lluvia cayendo de los tejados, y la sobria tranquilidad de los animales en el corral, acostumbrados a la lluvia y el frío, felices.

Yo tenía siete años y ya sentía un gusto extraño por la cocina. Quería estar ahí, a cada momento hacer combinaciones, jugar con los ingredientes. Así, la cocina, de pasatiempo se convirtió en una forma de vida para mí; luego en un don que a veces me asustaba. Intuyo que todo esto empezó por mi gusto por la comida de mamá, por el aroma de las humitas, los ajíes, por el sabor de las carnes, de los guisos. Disfrutaba mirándola en su cocina, cómo se movía, con ritmo, como si estuviera practicando una danza oriental. A veces, pensaba que, aunque mamá estuviese ciega, no tendría problemas para prepararnos algo.

– ¿Qué tantas miras, Paquito? -decía.

–Algún día tendré mi propia cocina.

Papá no entendía esas cosas. En aquel tiempo creía él, como la mayoría en Cangallo, que la cocina era labor de mujeres, que los hombres habían nacido para el trabajo rudo, como si cocinar fuera para débiles.

Cierto día, me escondí y no fui al campo. Me quedé a ayudar a mamá. Papá volvió antes de la hora de costumbre, con el ceño fruncidos golpeando cosas, vociferando, y me dijo clavando sus ojos en mis ojos: «Carajo, ya te he dicho, la cocina es para las mujeres», y yo me metí entre los brazos de mi madre y lloré ahí, quietecito, hasta que papá volvió a gritar. Mamá no decía nada y me miraba con esos ojos donde yo podía leer la resignación.

–Tranquilo, mi hijo, tú eres tan valiente que ni las cebollas te hacen llorar.

Somos cinco hermanos. Yo soy el tercero. Aquel tiempo a mis hermanos mayores no les gustaba la cocina. Entendían muy bien sus funciones de hijos varones: el campo, la chacra, la pala, el pico, los animales. Cuando llegamos a Lima, en la medida en que mis hermanos fueron creciendo, empezaron a seguir mis pasos, primero por necesidad y después por placer. En Lima, a diferencia de Cangallo, los hombres podían cobrar por «divertirse» en la cocina. Nada hubiese podido hacer sin la ayuda de mis hermanos. En este momento, mientras suelto estas palabras mirando las luces de la ciudad, deben de estar buscándome, aunque ellos saben de esta rara costumbre de celebrar antes de tiempo.

—Ya es una cábala que Paquito llegue picadito a las fiestas —dijo uno de mis hermanos en nuestra última inauguración en Caracas, después lo dijo en la inauguración en Bogotá, así como en la de Buenos Aires, Santiago y Quito.

 Es innecesario decir que, para llegar hasta aquí, tuve que gastar muchos zapatos, amistades y hasta amores. Una copa más por ellos: ¡salud! La botella no se resiste a quedarse vacía. La música es precisa, exacta, y llega adonde debe llegar, a ese espacio donde los sonidos se graban y despiertan cuando la música vuelve a vibrar. Una botella de vino jamás me ha emborrachado. Jamás. Bebo porque beber es un placer delicioso como hacer el amor, solo que se practica más seguido.

A pesar de que vi a mis padres esta mañana, me gustaría verlos ahora, en este instante. Quiero abrazarlos, estamparles besos, brindar con ellos; pero a ellos les gusta la chicha de jora. Bueno, a papá, también la cerveza. Mis padres tienen la misma edad. Cuando tenían treinta años, ya tenían cinco hijos. Todo un mérito en Cangallo. Pero, claro está, en Lima es una desgracia. A pesar de todo, ellos supieron criarnos a los cinco. Nos dieron el ejemplo del tesón y el trabajo. Tremendos viejos. Ahora deben estar abajo ayudando; sobre todo mamá, que se ha ganado el apodo de «La Coronela» por la voz de mando que tiene en los restaurantes. Uno de los trabajadores, que tiene vena artística –como todos los cocineros–, ha hecho una caricatura de ella, dio la vuelta por todos los locales. Es ella, como una coronela, con las tres puntas en la mano guiando para que todo salga bien.

En Cangallo, cierta noche, papá llegó borracho a casa y nos reunió a todos en su cuarto. Él, que hablaba poco, esa noche habló tanto que terminó haciéndonos llorar a todos. Yo no entendía mucho lo que decía, pero mis hermanos mayores me lo explicaron después. Papá trabajaba haciendo carreteras, y en una de esas jornadas en un pueblo cercano presenció cómo unos encapuchados raptaron a personas del pueblo poco antes de la cosecha. Papá lloraba por el temor de que esos encapuchados llegasen a nuestro pueblo. Llegaron muy rápido, como plagas, como una maldición del cielo. Pero papá y otros hombres del pueblo ya habían huido a Lima. Nosotros escapamos después en un camión.

Por suerte, llegamos a San Borja, a un lugar que papá había conseguido con ayuda de unos parientes. Era un almacén de materiales de construcción de una compañía en la que él había empezado a trabajar como peón. El lugar era muy amplio y estaba frente a un parque, en medio de lo que sería una urbanización de lujo en plena construcción. Lo primero que compramos para nuestra nueva casa fue un televisor. La confusión era lo que más entendía en esa época. Mis padres lloraban viendo las noticias, Habían tomado Cangallo la gente desaparecía en Ayacucho. Decenas de campesinos lloraban en la pantalla: «Son los encapuchados los que hacen desaparecer a la gente», «No, son los sinchis los que hacen desaparecer a la gente». Todo era confuso y a mí no me gustaba escuchar esas cosas. Mis hermanos y papá callaban. Mamá se ponía triste.

En San Borja, éramos una familia extraña. Pobres en medio de ricos, cetrinos entre blancos. Los gringuitos se nos acercaban para jugar con nosotros. Mis hermanos mayores y yo nos burlábamos de ellos tanto como ellos se burlaban de nosotros, pero hicimos más amigos que enemigos. Ver la opulencia de ellos, sus mansiones y sus autos de lujo, me hicieron saber que con trabajo se podía lograr todo eso. Aunque papá había ascendido a albañil, mamá, para ayudarlo con los gastos de la casa, comenzó a vender comida a los señores de la compañía en la que trabajaba papá.

Creo que tuvimos mucha suerte porque mis primos, cuya suerte en Cangallo era casi la misma que la de nosotros, se perdían en los inhóspitos arenales de entonces: Villa El Salvador, Villa María del Triunfo, San Juan de Miraflores, San Juan de Lurigancho. Eran tiempos duros.  Al presidente de la República, el gobierno se le iba de las manos; y las cosas empeoraban con los cambios mando. Mis hermanos y yo hacíamos colas interminables en los centros comerciales para comprar azúcar y arroz. Pero mis primos la pasaban peor. Ellos ni siquiera sabían que era un centro comercial. Ahora son trabajadores exitosos de nuestra cadena de restaurantes. Este departamento, por ejemplo, lo alquiló uno de ellos que, en este momento, debe estar abajo en todo el ajetreo de la inauguración.

Mis hermanos y yo estudiamos por las mañanas en un colegio público de Surquillo. Volvíamos caminando a casa. En Cangallo estábamos acostumbrados a caminar y caminábamos por donde queríamos.  En Lima quisimos hacer lo mismo, pero no tuvimos suerte. Las calles, las avenidas, las casas nos parecían todas iguales. Cierta tarde aparecimos en la avenida Pardo de Miraflores. No supimos cómo llegamos hasta ahí porque no recordábamos en qué momento habíamos cruzado la Vía Expresa. Ese día llegamos a casa como a las seis, y papá ya había llegado de trabajar. Fue la primera vez que mamá no nos defendió cuando papá nos castigó con las tres puntas que el abuelo había hecho en Cangallo poco antes de morir. Nosotros nos persignamos ante esas tres puntas: las hemos traído como amuleto hasta Nueva York y hemos dejado réplicas en los otros restaurantes. Salud por las tres puntas. Salud. Desde aquella tarde del golpe, nunca más volvimos a casa después de papá; pero seguimos caminando por toda la ciudad, y con eso aprendí que en Lima la comida puede un rito que se celebra en casas, en quintas, picanterías, cebicherías, chifas y hasta en la propia calle. Mis hermanos y yo disfrutábamos de suculentos anticuchos y picarones. Aquellos tiempos, carajo, buenos y bellos tiempos. Jamás me los robará el olvido. Salud. Menos mal que esta copa es pequeña y me permite tomar más tragos.

Observar fue lo primero que hice para aprender a cocinar. Mamá fue mi ejemplo; es mi ejemplo todavía. Ella, que cocinaba para campesinos de Cangallo, tuvo que ingeniárselas para satisfacer los gustos de los obreros de construcción civil en San Borja. Pero no se crea que no comen bien. Ellos exigen mucho. Quizá porque la hora de la comida es uno de sus pocos placeres del día. Al principio preparábamos lomo saltado, arroz con pollo, seco con frejoles, ají de gallina, pero los obreros pedían variedad. Yo imaginaba algunas combinaciones con las cuales mi madre y los obreros se sorprendían.

Partía del sentido común. Por ejemplo, pensaba que el guardián de la obra necesitaba una dieta distinta de la que requería quien llenaba techos o quien cargaba ladrillos. Todo obrero necesitaba un menú distinto de acuerdo con su trabajo, y yo me daba el trabajo de explicarles por qué.

En ese tiempo, los obreros de construcción eran, por lo general, provincianos con experiencias similares a la de papá; entonces preparábamos un menú distinto para los de la selva, otro para los de la sierra y otro para los de la costa; y también platos especiales para los que eran del mismo departamento.

Así, siempre pensando en la cocina, empecé a estudiar, viajar, experimentar, combinar, crear. Inventaba nuevos platos con nombres curiosos que divertían a los obreros: el guiso del carpintero chelero, frejoles a la techera, ensalada para pintores frescos, dieta fresca para el día de los acabados, plato especial para la resaca, cebiche sanborjino levantamuertos, sopa para chóferes. Se me ocurrían tantas cosas. Algunos platos eran rechazados desde el saque. Mamá, a veces, no quería ofrecer a los obreros las combinaciones inventadas por mí. Fue acostumbrándose poco a poco.

Yo trabajaba y estudiaba, y a los 16 años, concluí la secundaria. Papá quería que yo estudiase ingeniería civil porque admiraba a su jefe. Soñaba con que al menos uno de sus hijos se pusiera un reluciente casco blanco, mirase planos y guiara a los maestros de obra. Mis hermanos mayores entraron en las academias preuniversitarias para saltar a la universidad y lograr el sueño de papá. Yo no quería seguir sus pasos. A mi mamá tampoco le gustaba la idea de que yo fuese cocinero. Poco a poco se le fue esa idea, hasta el punto de que me matriculó en una escuela de cocina. Se reía cuando me veía con mi traje blanco y con esa cosa rara en mi cabeza.

—Si te sacaras eso de la cabeza, pasarías por doctor.

—Soy cocinero, mamá.

Después de un tiempo, mamá se convirtió en mi aliada principal. Papá dejó de hablarme, pero mejoró su trato conmigo cuando gané un concurso gastronómico y fui felicitado en la escuela de cocina frente a decenas de alumnos y profesores. Papá entendió: ya estábamos en otro mundo, donde la diferencia de sexos en los trabajos tendía a desaparecer, donde las cosas cambiaban para bien de todos, donde a los hombres les pagaban por cocinar, y donde las mujeres —en muchos casos— solo cocinaban en sus casas.

Más o menos así empezó nuestra aventura, como si todo estuviese escrito. Me gusta creer en el destino cuando me conviene, y cuando no me conviene, lo cambio a punta de persistencia. Creo que todo lo que estoy haciendo en este piso 17 ya está escrito. Salud por eso. Salud.

Mis hermanos mayores dejaron de lado el sueño de papá. Dejaron los números para seguir el camino de los sabores. Nuestras armas eran el estudio y la persistencia. Poco a poco, preguntando, leyendo recetas que salían en los diarios, interrogando a los profesores, visitando a las vecinas del barrio de buena sazón, viajando por todo el país recabando recetas y, en fin, así pues, fuimos abriéndonos un campo en el mercado de la cocina. Cierto día, mis hermanos y yo fuimos a ver cómo se cocinaba en un comedor popular de un asentamiento humano, en San Juan de Lurigancho. Fue una experiencia maravillosa. Recordamos entonces las épocas en la que teníamos que dar de comer a cientos de obreros con bajo presupuesto.

La cuestión empresarial vino después. Las ideas de mis hermanos menores fueron imprescindibles. Ellos crecieron viendo nuestro esfuerzo, de sol a sol, nuestros ahorros en cajitas de zapatos con monedas y billetes humildes. Ellos saltaron con mayor facilidad las redes que a nosotros nos hicieron sufrir. Aprendieron más cosas, no cometieron nuestros errores e hicieron lo que nosotros dejamos de hacer. Querían hacer empresa aprovechando las habilidades que nosotros íbamos perfeccionando. «Todo trabajo tiene que profesionalizarse para que luego se integre a una empresa”, decía uno de ellos, y el otro asentía con la cabeza.

Así, después de una reunión familiar alrededor de una mesa, nació la idea de hacer un restaurante donde debían estar todos los sabores de nuestra comida. «Hay que aprovechar que nosotros, los peruanos, todo nos entra por la boca. Solo podemos ser peruanos a través de un placer tan elemental como la comida. Lo acabo de leer en una revista», decía uno de mis manos menores, y el otro, que también había leído aquella revista, agregaba: «claro, hay que aprovecharlo. Nosotros vemos comida en todas partes. Cuando vemos piernas decimos yucas, cuando vernos tetas pensamos en melones, cuando vemos un trasero imaginamos un queque; y nos hacemos paltas cuando estamos en problemas y tiramos arroz cuando queremos zafar de un compromiso», decía con aires de experto.

Nosotros, que habíamos empezado dando de comer a obreros de construcción civil, fuimos ampliando el número de nuestros clientes. A mí se me ocurrió que debíamos poner un quiosco en las entradas de las playas, pero sin dejar a nuestros clientes engreídos: los obreros. También pusimos un quiosco cerca de las Torres de Limatambo donde se planificaba construir un coliseo de básquet. Papá nos había avisado de ese proyecto, y nos fue muy bien. Ganamos tanto dinero que podíamos poner un restaurante con permiso de la Municipalidad y todo. Yo quería que fuese en San Borja, en la avenida Aviación, en nuestro barrio. Pero a mi hermano mayor se le ocurrió una mejor idea.

—Que sea en Miraflores.

— ¿Por qué en Miraflores? —le preguntamos.

—Es el centro de Lima y, además, en ese distrito la gente paga muy bien.

Todos sabíamos que la brillante idea no era solo de él, sino de su enamorada, a quien había conocido cuando atendía en nuestro quiosco en la playa. En ese entonces, Carla estudiaba Turismo y Hotelería en una prestigiosa universidad; después estudió también cocina, gastronomía, nutrición y tantas cosas más que ahora anda diciendo que es una artista culinaria integral. Ahora ella es la administradora de nuestra cadena de restaurantes, y nos ha animado a todos para que estudiemos más, para tener éxito en los negocios, en el mercado, en la marca y todo eso. Hacen un buen equipo mis hermanos menores y ella. Trabajan duro. Hoy nuestra empresa tiene tantos empleados que ni conozco a todos, a pesar de que siempre nos reunamos con ellos. ¡Qué bueno que papá y mamá nos enseñaron la virtud del ahorro! Sin ello, no hubiéramos abierto ni siquiera el quiosco. Salud por eso. ¡Salud!

Aquella vez que inauguramos el primer restaurante en Miraflores, un crítico de la revista «Caretas» escribió: «Esa familia ha juntado en un solo lugar todos los sabores exóticos y exquisitos de la comida peruana». Salud por eso, ¡carajo! Fue el inicio del éxito. Luego vinieron los otros locales, en San Isidro, Surco, La Molina, y el tiempo nos fue trayendo más sorpresas todavía. Así como las cosas malas, las buenas también pasan en serie.

Creo que ya hablé demasiado. Debo bajar. Deben estar esperándome. Pero faltan diez minutos todavía. Me gusta recordar Cangallo desde aquí, con este vino amigo. iUff! falta solo un trago. Mejor. Esta última copa será en honor de mi amigo Víctor Hurtado Oviedo que disfruta de la felicidad en Costa Rica. Un hombre de letras que es también muy exquisito en el buen comer, todo un sibarita. Él me lanzó por correo electrónico este mensaje alucinante: «La lista de platos peruanos equivaldría a un diccionario de exotismos: las carnes de cabrito, cuy, venado, chancho, cordero, sajino; los ríos y el populoso mar con lindos los cebiches, el pejerrey, el suche, el tiradito, el pulpo, el mero, el paiche, los choros; el seco de chabelo y la desbordante pachamanca; el ají de gallina, los juanes y el hornado de pavo; la carapulca, la ocopa, la fritanga, el ajiaco, la ensalada de chonta y la patasca; el locro de gallina, el conejo a la ayacuchana y el tacu tacu; el cielo goloso de los dulces: la mazamorra morada y la del chuño, el arroz zambito, las tejas de Ica, el King Kong, el sanguito de pasas, los guargüeros, los voladores, el polvorón, el camotillo, las acuñas de maíz, la patilla, el suspiro de la limeña, la chancaca y las humitas; los brindis habladores con la chicha morada, de jora y de maní; la algarrobina, el chapo de aguaje, el chilcano de guinda y el pisco inspirador».

Salud Víctor, salud por esa lista maravillosa. Todo eso y más se servirá en el nuevo restaurante. Salud, otra vez, porque «el tiempo se pone cada día más hermoso». ¡Salud!

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Cultura

Braedt lanza “Este Fin de Año, El Junte lo Pone Braedt”, campaña que busca revalorizar la experiencia de compartir y conectar con el público

La reconocida marca peruana líder de embutidos Braedt regresa con una propuesta única en esta temporada colmada de reuniones y celebraciones: “Este Fin de Año, El Junte lo Pone Braedt”. Campaña que busca darle un sabor especial a cada reencuentro donde apuesta por revalorizar la experiencia de compartir, conectando con el público de una manera auténtica y significativa en esta época del año.

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Desde 1885, Braedt forma parte de una tradición de calidad y sabor que llegó desde Alemania y se ha renovado constantemente para consolidarse como una de las marcas de embutidos y quesos favoritas de las familias peruanas. Hoy, sus productos están presentes en las mesas de todo el país, aportando sabor y tradición a cada celebración.

Braedt ha vuelto su mirada hacia sus consumidores, otorgando el “junte” un rol especial en su estrategia siendo hace unos meses, proclamados «Líderes del Junte».

Con la convicción de celebrar la esencia de estar juntos, Braedt invita a sus consumidores a vivir experiencias diseñadas para conectar, celebrar y disfrutar. ¡Este fin de año, el «junte» lo pone Braedt! y que estará vigente hasta diciembre del 2024, desplegándose en un formato 360° que incluye televisión, medios exteriores (OOH), plataformas digitales y puntos de venta.

Un Junte para cada ocasión

Braedt entiende que noviembre y diciembre es el mes de los reencuentros, y lo importante de esta temporada no son los regalos, sino los momentos compartidos. En Perú, disfrutamos desde parrillas con amigos hasta reuniones laborales y momentos familiares. Por eso, Braedt ha pensado en soluciones para cada ocasión, presentando propuestas como el Junte Parrillero, el Junte Amigo Secreto y el Junte Familiar, celebrando así la diversidad de nuestros encuentros en esta temporada especial.

Una dinámica de participación que acerca a todos

La campaña incluye una promoción especial: al comprar S/29.90 en productos Braedt y enviar el ticket de compra al WhatsApp de la marca, los consumidores ingresarán automáticamente al sorteo para ganar uno de los tres «juntes». Además, podrán obtener un Raspa y Gana para la oportunidad de ganar al instante entre más de mil premios.

Braedt ha diseñado tres opciones de «junte» para esta temporada: el Junte Amigo Secreto, ideal para compartir con compañeros de trabajo; el Junte Familiar, perfecto para esos momentos en casa; y el Junte Parrillero, pensado para disfrutar con amigos. Cada opción incluye una selección de productos Braedt, asegurando momentos únicos, llenos de sabor y conexión.

«Juntos, sabe mejor»

La esencia de la campaña se alinea con el claim de Braedt, “Juntos, sabe mejor”. Porque, al fin y al cabo, el fin de año sabe mejor cuando estamos juntos. Braedt reafirma así su compromiso de ser la marca que potencia los momentos compartidos. “Queremos ser quienes faciliten esos momentos de conexión y alegría que son tan importantes en estas fechas y en la vida cotidiana. Desde Braedt, nuestra misión es inspirar nuevas formas de estar juntos,” afirma el equipo de Marketing de Braedt.

Para más información: IG: https://www.instagram.com/braedt.peru/ y

 https://www.youtube.com/watch?v=Dm83Y7FKGYg . Una campaña liderada por Sergio Serván Del Valle, Gerente de Marketing y Liliana Mondragón, Brand Manager.

NDP Se ruega su difusión Paola Suárez Rey | 946285140

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Cultura

Carta pública al ministro de Cultura sr. Fabricio Alfredo Valencia Gibaja

“Señor ministro de Cultura, salvemos Kuélap” ¿Ya retiró el horrible cerco de fierro y cemento que rodea a Kuélap?

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Mediante esta carta pública, y como ciudadanos amazonenses, nos dirigimos a usted Ministro de Cultura, Sr. Fabricio Alfredo Valencia Gibaja, para manifestarle nuestra preocupación por nuestro principal monumento histórico-cultural y recurso turístico de Amazonas, el Complejo Arqueológico Kuélap. Señor Ministro, lo que viene ocurriendo con Kuélap es una agonía ininterrumpida por malas gestiones de los últimos 30 años, y que tuvo como corolario, la caída de sus muros en abril del 2022.

Desde esa fecha, se han agudizado las pésimas gestiones en nuestro principal monumento cultural y turístico. Usted señor Ministro, antes de ocupar su cargo, también tuvo una opinión EN CONTRA de las acciones que se vienen realizando en este ícono cultural. El 10 de abril del presente año, en la Revista Lima Gris, usted con gran acierto manifestó que “las estructuras de metal y concreto instaladas por el Ministerio de Cultura en la fortaleza Kuélap, son un DESPROPÓSITO NEFASTO, porque no se integran visualmente con el monumento y es groseramente discordante con la arquitectura original”. (Para hacerle recordar, su opinión completa en el siguiente enlace de la Revista Lima Gris: https://limagris.com/fabricio-valencia-sobre-kuelap-las-estructuras-de-metal-y-concreto-atentan-contra-la-carta-de-conservacion-de-venecia/)

En dicha oportunidad usted agregó: “no entiendo cuál es la necesidad de utilizar estructuras de concreto y acero inoxidable, porque al parecer son estructuras de acero inoxidable. No se integran visualmente bien con el monumento, es groseramente discordante con la arquitectura original.

Ante estas oportunas y acertadas declaraciones suyas, nos dirigimos para manifestarle lo siguiente:

  1. La mayoría de ciudadanos amazonenses, estuvimos de acuerdo con su opinión técnica, y nos sirvió como defensa para abordar la construcción innecesaria de esos cercos de fierro y concreto al frente de las murallas de Kuélap; por tal razón, y ahora que está dirigiendo el máximo sector en cuanto a Cultura, solicitamos y exigimos a usted RETIRAR DICHAS ESTRUCTURAS DE CONCRETO Y FIERRO, porque como manifestó en su momento y estamos de acuerdo con su análisis técnico, “son un despropósito nefasto, porque no se integran visualmente con el monumento y es groseramente discordante con la arquitectura original”. Palabras de usted Sr. Ministro.
  • Sabemos que usted y su gestión, están realizando cambios en su sector, es la oportunidad para realice los ajustes necesarios en cuanto a los funcionarios del Sector Cultura que tienen que ver con nuestros recursos arqueológicos y quienes gestionan el Complejo Arqueológico Kuélap. No es posible que las mismas personas que han sido funcionarios en anteriores oportunidades, y han llevado a la situación lamentable de lo que hoy es Kuélap, sigan CIRCULANDO Y LABORANDO, en diversas áreas de gestión, que tiene que ver con el Sector Cultura en Amazonas y principalmente el PRIAK. Señor Ministro, con estos funcionarios/as, padecemos malas experiencias, no siga ratificándolos a pesar de sus pésimas gestiones.
  • Esperamos Sr. Ministro que la gestión cultural en Amazonas y la gestión de nuestro Complejo Arqueológico, sea llevada a cabo por personas conocedoras de la cultura, historia y gestión cultural. Así como se invierte para promover el comercio y desarrollo turístico, con la misma dedicación y fortaleza, deberían invertir en nuestras manifestaciones culturales, su respeto y puesta en valor, como lo necesitan Kuélap, Ciudad de los Muertos, Carajía y muchos otros. Para ello se necesita de PERSONAS IDÓNEAS Y CON EXPERIENCIA EN GESTIÓN CULTURAL. Elegir funcionarios Sr. Ministro, que estén comprometidos con nuestra cultura, y no sólo la explotación turística.
  • Señor Ministro, también le solicitamos que los trabajos que se viene realizando en el Complejo Arqueológico Kuélap, se realicen oportunamente y que no tengan retrasos. Nosotros como ciudadanos, vemos todos los años agonizar a Kuélap, porque los trabajos se retrasan, se solicitan ampliaciones de presupuesto sin ningún tipo de control, muchos personajes con “consultorías y planillas doradas”, vegetan en sus puestos sin hacer nada en favor de nuestro Complejo Arqueológico. Solicitamos mayor presupuesto y acelerar los trabajos de recuperación y puesta en valor de Kuélap y otros monumentos arqueológicos.
  • Adjuntamos a esta carta, imágenes de las innecesarias acciones que se viene realizando en Kuélap, por ejemplo: paraderos que esconden la grandiosidad de las murallas en Kuélap o insertar elementos exógenos, como “tapitas fosforescentes” que rompen con el escenario cultural e histórico que representa el Complejo Arqueológico Kuélap. Acciones innecesarias que ya usted en su debido momento ESTUVO EN TOTAL DESACUERDO, y esperamos que siga con esa línea de opinión técnica, para aplicar las correcciones ahora que está en el cargo máximo del sector Cultura.

ORGULLOSAMENTE AMAZONENSES

RUDECINDO VEGA CARREAZO
DNI: 08585154
ELMER ANTONIO TORREJÓN PIZARRO DNI: 10166020

JINDLEY VARGAS ZUMAETA

DNI: 33407029

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Cultura

«Meses de Incertidumbre y Aversión», nuevo libro de Hélard Fuentes se presenta en Arequipa

La nueva publicación cuenta con dos fechas de presentación en la ciudad blanca.

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Arequipa invita a todos los interesados a conocer la obra “Meses de incertidumbre y aversión. La ocupación chilena en Arequipa” del historiador Hélard Fuentes. Este libro ha sido galardonado con los Estímulos Económicos 2024 del Ministerio de Cultura del Perú, y será presentado en dos fechas especiales en la ciudad de Arequipa.

La presentación del libro se llevará a cabo en los siguientes lugares y horarios:

  • Jueves 21 de noviembre, 11:00 h
    Primer Patio de la Municipalidad Provincial de Arequipa
    Participarán como comentaristas: Jorge Bedregal, Carlos Meneses Cornejo y Patricia Roberts.
  • Viernes 22 de noviembre, 19:00 h
    Biblioteca Mario Vargas Llosa (Sala 308)
    Comentarios a cargo de Raúl Fernández Llerena, Pablo Nicoli Segura y Alfredo Herrera Flores.

Sobre el libro

En «Meses de Incertidumbre y Aversión», Hélard Fuentes ofrece un análisis detallado de los meses de ocupación chilena en Arequipa tras la firma del Tratado de Ancón, abordando la complejidad política, social y militar de esa época. A través de sus 13 capítulos, Fuentes destaca la resistencia del pueblo arequipeño frente a la ocupación y las tensiones generadas en la ciudad.

Historiadores como Cristóbal Aljovín de Losada señalan que la obra «enriquece nuestra lectura del complejo y contradictorio fenómeno de la Guerra del Pacífico, en clave regional». Por su parte, Juan Castañeda Murga resalta que el libro «revindica el rol del pueblo arequipeño en esos días aciagos», mientras que Raúl Fernández Llerena considera que Fuentes «nos entrega la verdad de un pueblo con dignidad».

Con este trabajo, Fuentes contribuye significativamente al entendimiento del impacto de la ocupación chilena en la región y la historia de Arequipa durante la Guerra del Pacífico.

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Cultura

Kinra, la premiada película cusqueña llegó a los cines

La premiada película peruana llega a la pantalla grande en varias regiones del Perú.

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KINRA, el viaje de Atoqcha, la ópera prima del cineasta cusqueño Marco Panatonic, ya se puede ver en cines de Lima, Cusco y Arequipa. La película que obtuvo el trofeo Astor Piazzola en el Festival de Mar del Plata y se llevó seis premios en el último Festival de Cine de Lima, se estrenó respaldada por excelentes comentarios de la crítica local e internacional. El film fue realizado por un equipo quechuahablante, íntegramente regional y con equidad de género.

Protagonizada por actores naturales de Chumbivilcas, la película narra la historia de Atoqcha (zorrito en quechua), un joven quechuahablante astuto e inquieto, que deja la casa donde vive con su madre en Chumbivilcas, para viajar a Cusco en busca de nuevas oportunidades. En la ciudad, es acogido por un amigo que lo ayuda; encuentra trabajo y está dispuesto a estudiar para ser ingeniero. Pese a que las cosas empiezan a acomodarse en su vida, Atoqcha siente que hay algo que no encaja; tiene el corazón dividido. También quiere estar con su madre y su hermana en su terruño. Sus raíces lo llaman. Tendrá que tomar una decisión para definir su futuro y afirmar su identidad.

El director Marco Panatonic recuerda que KINRA, el viaje de Atoqcha surgió inspirada en la experiencia de vida de su abuelo, quien trabajando en la ciudad optó por volver a su tierra, decepcionado al ser injustamente acusado de ladrón. “A partir de la reforma agraria quechuas, aymaras, amazónicos nos hemos asimilado culturalmente hasta cuestionar nuestra identidad con la excusa de la modernidad, creciendo así en un medio que contradice nuestro modo de vida, nuestras raíces, nuestros idiomas, nuestros colores de piel. Afectados por el racismo y el clasismo, algunos viven ajenos a ciertos espacios, otros llegan a conquistarlos a su modo, de ambas maneras el Perú es un país fracturado con un visible conflicto entre lo occidental y lo andino. Kinra retrata el viaje de Atoqcha para sentirse tranquilo con sus decisiones, que son las mías también porque soy un desplazado de segunda generación que felizmente aún hablo quechua”, comenta.

Marco Panatonic, al igual que el personaje de su película, nació en Kinra, Chumbivilcas y es quechuahablante. Estudió Ciencias de la Comunicación (UNSAAC), participó en la gestión de cineclubes, fue asistente de producción de cortometrajes y videoclips. Ha realizado los cortometrajes Q’ellucha (2017) y Cuando ya no estemos aquí (2016). Aprendió cine en espacios como TransLAB, Corriente, Talents Buenos Aires, EdocLAB, EICTV, Escuela Transfrontera. Participó en los cortometrajes La Final (César Venero, 2014) y Heroínas (Marina Herrera, 2022). Fue parte de la coproducción Fiebre (2022), de Elisa Eliash. Kinra es su primer largometraje y ha sorprendido por su mirada honesta y auténtica.

“En el contexto peruano, el cine y la televisión tienen la tendencia de retratar el universo andino desde la bondad e inocencia, vestidos con trajes típicos y una relación armoniosa con la naturaleza o en una situación de pobreza extrema y una tristeza genética. La mirada paternalista e idealizada no propone una mirada más compleja ni cercana. KINRA busca contradecir estos estereotipos reconociendo a las personas no solo como personajes en la película sino tomando en cuenta sus experiencias de vida como parte de la narrativa de la película, buscando la autorepresentación”, explica Panatonic acerca de cómo su película nos acerca al universo andino.

La vida cotidiana en las comunidades andinas, el espíritu colectivo, la solidaridad, los rituales, la fuerza de la mujer, y la conexión con la tierra y la naturaleza, están retratados en la película con gran honestidad. Los actores quechuahablantes, sin experiencia actoral previa, pero con una buena dirección, han logrado una interpretación que contribuye a darle una autenticidad especial a la película.

Cabe destacar el trabajo colectivo del equipo diverso que se formó para la película, con participación desde Arequipa, Puno, Cusco y Lima. Integran el elenco: Raúl Challa como Atocha; Yuri Choa, Tomasa Sivincha Huamaní, Marcosa Huamaní, Aurelio Quispe, Lisbeth Cabrera y Jorge González. En la parte técnica: Dirección y guión, Marco Panatonic; Producción General, Walter Manrique; Producción, Gladis Florez, Maykon Lope; fotografía, Alberto Flores y Pierre Pastor, y la distribución está a cargo de V&R Films.

Mira el tráiler aquí:

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Cultura

Offscreen: Un puñado de historias de guerra

Perú se hace presente en el Festival Internacional con proyecto de largometraje.

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En la 35ª edición del Festival de Cine de Estocolmo nuestro país se hará presente gracias al trabajo de los cineastas peruanos Oscar Zemarti y Ursula Pizarro, seleccionados para presentar su proyecto de largometraje titulado Offscreen: Un Puñado de Historias de Guerra (título original: Offscreen: Kourallinen Sotatarinoita) en la competición Nordic Wave del evento cinematográfico. La jornada de pitch se llevará a cabo el jueves 14 de noviembre de 16:00 a 17:30 (hora de Suecia).

Esta coproducción de Finlandia y Perú, que actualmente se encuentra en fase de desarrollo, es una película de ficción que combina comedia negra y fantasía. El proyecto será presentado ante un jurado y un público de profesionales del sector, compitiendo por un premio destinado a la postproducción de la película. Entre los cinco proyectos seleccionados, Offscreen es la única propuesta en representación de Finlandia y gestado por cineastas peruanos.

Escrita por Oscar Zemarti y la escritora y periodista finlandesa Kukka-Maria Ahokas – quien debuta en el guion cinematográfico con esta obra- nos cuenta la historia de Kasimir (27) y Arno (33), un director y un camarógrafo que, al explorar un bosque para filmar un documental sobre los remanentes de una guerra pasada, se encontrarán con un tanque abandonado. Su curiosidad los lleva a filmarlo, pero son interrumpidos por Charlotte (55) una refugiada francoparlante que vive dentro del tanque. A medida que los conflictos se intensifican, el grupo se ve envuelto en una trama más profunda que involucra a veteranos de guerra que patrullan el área, lo que los obliga a colaborar de maneras inesperadas.

Oscar Zemarti, director del proyecto, comenta: “la guerra ha sido retratada en el cine durante mucho tiempo, planteando importantes preguntas éticas. En Offscreen: A Handful of War Tales, mi intención es explorar el papel que juegan los cineastas en mostrar las duras realidades del posconflicto, utilizando la comedia negra y el realismo mágico como herramientas para examinar la delgada línea entre la ética y el arte desde perspectivas poco convencionales”.

Por su parte, Ursula Pizarro, productora del proyecto, agrega: “nuestra película busca cuestionar las miradas tradicionales sobre la guerra, enfocándose en las experiencias de aquellos que han quedado al margen, resistiendo en los vestigios de la violencia pasada. Este enfoque invita a la audiencia a reflexionar sobre las implicaciones éticas de la representación artística en entornos marcados por un conflicto bélico. Ante las tensiones inminentes en Europa, Offscreen adquiere relevancia como un comentario sobre el legado persistente de la guerra y la violencia en nuestra sociedad contemporánea”.

Esta selección no solo destaca el talento peruano en el ámbito cinematográfico internacional, sino que también resalta la importancia de la colaboración internacional en la creación de narrativas que resuenan a nivel global. La revista del Festival (Stockholm Industry Guide, página 31) les brinda un espacio en su edición de este año.

El Festival de Cine de Estocolmo es conocido por celebrar la diversidad y la innovación en el cine, y ha contado en su programación con directores de renombre como Quentin Tarantino, Yorgos Lanthimos, Lars von Trier y Roy Andersson,consolidando su reputación como un espacio internacional para el talento cinematográfico. Este año, el festival también reconocerá a Sean Baker y Steve McQueen con el premio ‘Visionary Award’, destacando su compromiso con una cinematografía que desafía los límites convencionales.

La sección Nordic Wave es una plataforma de proyección para talentos emergentes de los países nórdicos, dentro de los Industry Days del Festival de Estocolmo. La jornada de pitch para Offscreen se llevará a cabo el jueves 14 de noviembre, de 16:00 a 17:30 (hora de Suecia), ofreciendo una oportunidad única de interacción entre profesionales de la industria y nuevos talentos del cine.

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Cultura

Abdulrazak Gurnah: crecer para entender la vida

Lima Gris conversò con el Premio Nobel de Literatura Abdulrazak Gurnah, en la ciudad de Arequipa donde se realizò el Hay Festvial.

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Por: Hélard Fuentes Pastor

Abdulrazak Gurnah es un hombre astuto, de mirada firme y penetrante, cuyas respuestas resolutivas y determinantes revelan a un escritor que guarda los recuerdos más íntimos de su vida en la subjetividad de su mente. Los demás deberíamos ser un poco como Abdulrazak: cautelosos, pero receptivos; profundos, pero precisos; pacientes, pero sinceros. Así fue nuestro diálogo, en una esquina del lobby del hotel Casa Andina Premium con motivo del Hay Festival Arequipa, bajo la tenue iluminación de las sombras del día, con un par de dispositivos que tanto él como yo no sabíamos cómo manejar, y que llevaba consigo una traductora limeña, con quien minutos antes establecí un entretenido diálogo sobre algunos menesteres de la educación y la cultura en el país.

Mi función en una entrevista es poner en aprietos a la gente ―ratifiqué de principio a fin―. Así que, al finalizar nuestra conversación, le entregué un libro sobre Arequipa. Me dijo que no sabía castellano, que no lo podría leer, pero respondí que las imágenes también hablarían. No hubo más que decir, solo agradecer y despedirse.

En el momento en que nos dábamos la mano, pensé que aquella situación, cotidiana en Abdulrazak y bastante especial para mí, comenzó de la misma manera en que acabó: en una suerte de confesión del entrevistador sobre los tópicos comunes de la memoria, la búsqueda de identidad y los duelos personales. Y solo un buen entrevistado puede lograr esa sensación.

Cuando preparé las preguntas, decidí enfocarme en un aspecto muy curioso y poco conocido del Premio Nobel de Literatura 2021: su niñez y su familia. Por ese motivo, comencé planteando que la niñez es una etapa fundamental en la persona, donde surgen heridas, e incluso hay quienes consideran que define al hombre.

―La niñez ―me dijo― es un momento importante. No estoy seguro de que defina a la persona, pero simplemente creo que los acontecimientos que le ocurren a un niño, las memorias de un niño, duran para siempre ―afirma Gurnah en un acto de interiorización que marcó la entrevista―. Sin embargo, a mí me parece que a medida que vamos creciendo como persona, volvemos a examinar nuestra niñez y la reinterpretamos, la entendemos de manera diferente también. Entonces, no estoy seguro de que sea lo que define a la persona, porque la persona crece hasta el punto en que puede entender su propia vida viendo atrás, revisando lo que le ha pasado. Pero sí, la niñez es de suma importancia.

Es públicamente conocido que Abdulrazak abandonó su tierra natal, Zanzíbar, cuando solo tenía 17 años; es decir, apenas era un adolescente cuando se aventuró en suelo inglés. Pero, ¿cómo fue su niñez? Le preguntamos al autor de Paraíso, un libro que, a grandes rasgos, ha inspirado este diálogo.

―Fue como la de cualquier niño ―sonríe―. Mi niñez estuvo bien. ¡Jugar, jugar, jugar! Todas las cosas que se esperarían de un niño, que dan alegría, que dan un aprendizaje, y no entender muchos asuntos también.

―¿Y recuerdas algún juego en especial?

―Recuerdo ir correteando, jugando a los policías y ladrones, entre otros, nada en especial. Mi niñez fue perfectamente bien. De niño, uno no entiende completamente lo que está ocurriendo. Uno no se da cuenta de los peligros. Justamente a eso me refiero cuando digo que al mirar hacia atrás vemos cosas de las que no nos dábamos cuenta. Bueno, lo veíamos, pero no lo entendíamos.

Me detengo un momento aquí, porque, a pesar de los kilómetros de distancia, de las diferencias culturales, del idioma y de la brecha etaria —Abdulrazak ronda los 75 años y yo los 34—, hemos jugado, relativamente, lo mismo: a los policías y ladrones. Con sus variantes, sí; pero al fin y al cabo, todos nos correteamos en la niñez. La niñez es una carrera, y por definición, esta carrera implica muchos tropezones.

—Abdulrazak, ¿y si pudieras encontrarte con el niño que fuiste, qué le dirías?

—Yo le diría que sea más duro —respondió.

—¿¡Cómo a tus personajes!? —pensé—. A lo largo de tus novelas has creado protagonistas complejos, marcados por el sufrimiento, la pérdida o esa búsqueda de identidad. ¿Cuál de todos crees que mejor refleja estas experiencias?

Abdulrazak, como buen oyente, me devolvió la pregunta: “¿Qué personaje?”, me dijo con perspicacia.

—¡Yasuf! —mencioné—. En “Paraíso”.

—No, exactamente, porque creo que tiene diferentes circunstancias y cuestiones. Pongamos a Yusuf como ejemplo. Para mí, él es un niño. Como dije antes, a menudo los niños no entienden lo que está sucediendo; él no está entendiendo lo que pasa. Entonces, yo hablaría de esa sorpresa, que es una palabra importante. Por su propia naturaleza, era una persona gentil, amable, que tenía que aprender a lidiar con estas dificultades. Es tierno, más o menos, por decirlo así, en su relación con las personas. Él no piensa en ambiciones ni dice ‘quiero ser esto’, pero su búsqueda es encontrarse a sí mismo, encontrar una forma de salvarse a través de eso, sin hacer de ello un sufrimiento enorme. Más bien, él quiere realmente atravesar las circunstancias que se le interpongan. Se trata de examinar, de tratar de entender cómo los adultos, especialmente los padres, tratan a los niños; los patriarcas, por decirlo de alguna manera. A lo que me refiero con esto no es que esté estableciendo su identidad, sino que busca quedarse con algo que aún le pertenezca a medida que avanza.

—¿Es tu personaje más logrado?

—Me gustaría poder decir que también he tenido personajes igual de logrados que este, pero en diferentes temas.

—¿Y cuál es el personaje más difícil que has creado en una historia?

—Todos tienen sus propias dificultades. Hay que llegar a entender a las personas de las que estoy tratando de escribir. Algunas te caen bien y otras no te caen bien, pero aun así, las tenemos que entender. Tenemos que entender lo que motiva el bien y el mal. Todos tienen sus dificultades específicas.

Gurnah ha tenido que enfrentar múltiples dificultades en su vida. Según lo que hemos indagado, vivió momentos de opresión y persecución de los ciudadanos de origen árabe en Zanzíbar, su tierra natal, y muy probablemente experimentó el abuso racial en un país como Inglaterra, donde comenzó su carrera de escritor. Pero una cosa es saberlo y asumirlo como una realidad porque lo hemos leído en La Vanguardia o The New York Times. Entonces, abordamos este aspecto, y la primera premisa que surgió fue: ¿cómo escritor o como ser humano? Y yo le insistí: “Como escritor”.

—Posiblemente, fue cuando regresé a mi parte del mundo después de muchos años y luego escribir acerca de ese período. Fue así que surgió “Paraíso”. Yo creo que esto me llevó a una dirección ligeramente distinta en mi escritura. Entonces, no fue una decisión difícil, pero sí importante.

—¡Tus novelas tienen contenido histórico!

—”Paraíso” tiene contenido histórico, es probable que “Deserción” o “La vida, después”, también sea así; pero los otros son relativamente contemporáneos. No solo escribo cosas históricas. Eso es lo que he dicho, justamente porque he regresado y he viajado, por eso quería escribir sobre ese panorama, de ese tiempo. Yo escribo también acerca de otros temas.

Siempre tengo la mala costumbre de preguntar a los entrevistados, qué mejor aún, a un Premio Nobel, qué anécdota podría contar, cuál elegiría para este momento de diálogo. Abdulrazak, riendo y pensativo a la vez, dijo algo para asombro mío y de la traductora:

—¡Esa es una pregunta imposible! La memoria, especialmente para un escritor, es un recurso; es un volumen enorme que está en mi mente, entonces ni siquiera podría escoger.

—¿Y cuál crees que fue el periodo más interesante de tu vida?

—Todos han tenido su propia belleza. Quizás entre los veintitantos e inicios de los treinta, cuando tienes claro qué vas a hacer con tu vida, hacia dónde la vas a dirigir.

Arequipa es una ciudad especial para todos los visitantes. En ese contexto, y cerrando este inolvidable diálogo, no pude dejar de preguntar sobre su percepción. Bien es cierto que Abdulrazak apenas ha estado en el hotel y ha caminado por la Plaza de Armas, como él mismo manifestó, pero no dejó de asaltarnos aquella curiosidad:

—Ahora que estoy viajando mucho, lo primero que la gente me pregunta es: «¿Es tu primera vez aquí?» Y la segunda pregunta que me hacen es: «¿Qué te parece?» Y solamente vine por un día. Me voy a quedar aquí hasta ir a Machu Picchu y a Lima. Pregúntame cuando me haya quedado dos semanas; después de eso, te cuento —comenzó a reír—. Porque ahora estoy disfrutando el momento, la comida es muy buena, he caminado por la plaza, todo aquí es muy bonito. Es lo único que te puedo decir.

—Esto significa que tendremos un diálogo pendiente.

Abdulrazak no dijo mucho, aunque pensándolo bien, lo dijo todo.

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Cultura

¡LA ZARZUELA VUELVE A LIMA! DESDE ESPAÑA LLEGA EL BARBERILLO DE LAVAPIÉS

La Municipalidad de Lima presenta El Barberillo de Lavapiés, una de las zarzuelas más populares, en el icónico Teatro Principal Manuel A. Segura.

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Conmemorando 150 años desde su estreno, la Municipalidad Metropolitana de Lima presenta El Barberillo de Lavapiés, en el Teatro Principal Manuel A. Segura.

Concluyendo una temporada de grandes presentaciones, la Municipalidad Metropolitana de Lima trae de vuelta la zarzuela al Centro Histórico, con un espectáculo de primer nivel.

El Teatro de la Zarzuela de Madrid llega con El Barberillo de Lavapiés, zarzuela en tres actos, con música del maestro Francisco Asenjo Barbieri y libreto de Luis Mariano de Larra.

Historias de intriga, amor y política que se desarrollan de manera expresiva a través de las impecables coreografías y un notable elenco internacional con más de 100 artistas en escena.

De España llegan Javier Franco, Cristina del Barrio, Pancho Corujo, Begoña Quiñones, Verónica Garzón, con la dirección de escena de Alfredo Sanzol y coreografía de Antonio Ruz, Tania Solís y Rodrigo Urrutia.

Acompañados por la Orquesta Sinfónica del Teatro Municipal de Lima, bajo la dirección de Matteo Pagliari y el Coro del Teatro Municipal de Lima, con la dirección de Armando Vértiz.

Una extraordinaria producción del Teatro de la Zarzuela de Madrid, para cerrar a lo grande la exitosa temporada 2024 de los Teatros Municipales de Lima. Los invitamos a disfrutar de un espectáculo inigualable los días 13, 15 y 17 de noviembre con El Barberillo de Lavapiés en el Teatro Principal Manuel A. Segura, el teatro de la zarzuela en el Perú.

Consigue tus entradas vía Teleticket: https://teleticket.com.pe/barberillo-de-lavapies

REEL PROMOCIONAL EL BARBERILLO DE LAVAPIÉS: https://bit.ly/4hmpQdz | https://bit.ly/3UyHTDl

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Cultura

El latido de las ‘Ruinas Circulares’: Manongo Mujica presenta shows gratuitos en Lambayeque y Lima

Dos conciertos con toda la magia de uno de los percusionista más importante del país.

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Manongo Mujica, músico, percusionista y un explorador de lo intangible, presenta Ruinas Circulares, ciclo de conciertos gratuitos y al aire libre, un encuentro profundo con la historia a través de la música en dos escenarios icónicos: las pirámides de Túcume en Lambayeque y el complejo de Mateo Salado en Lima. Con cada presentación, Mujica busca hacer que estos espacios ancestrales se conviertan en el epicentro de una experiencia sensorial que traspasa lo visual y lo auditivo.

Estos lugares no solo actúan como escenarios; son protagonistas silenciosos. Manongo, junto a músicos como Fil Uno, Gabriela Ezeta y Terje Evensen, crea una atmósfera en la que los sonidos dialogan con el entorno, como si cada interpretación trajera consigo fragmentos de épocas pasadas, permitiendo que el espectador sienta una conexión íntima con esas voces que aún parecen susurrar en el viento.

Inspirado en el cuento de Borges, Mujica convierte la creación musical en un ritual de memoria y presencia, donde cada interpretación establece un diálogo entre el pasado y el presente. Mujica invita al oyente a no solo escuchar, sino a percibir cómo la música se convierte en un vehículo para entender y recordar, con cada compás cargado de simbolismo y propósito.

Este ciclo de conciertos, impulsado por Luis Alvarado de Buh Records y en colaboración con el Complejo Arqueológico de Túcume, representa un compromiso por difundir el arte en entornos patrimoniales, fusionando conservación y creatividad. Los asistentes también podrán explorar los sitios a través de actividades complementarias que los ayudarán a vivir el lugar en toda su dimensión histórica.

Proyección de cortometrajes 

Como complemento, entre septiembre y noviembre se realizarán proyecciones itinerantes de los cortometrajes «Escucha Paisaje Escucha» y «Ruinas Circulares». Estos trabajos, producidos por Mujica y dirigidos por V. Checa y Diego Cendra W., serán presentados en ciudades como Chachapoyas, Trujillo, Chiclayo, Puno, Cusco, Arequipa e Ica, gracias a una alianza con Edward De Ybarra, director de Corriente – Encuentro Latinoamericano de Cine No Ficción.

FECHAS CLAVE 

Concierto «Ruinas Circulares»  

-Túcume (Lambayeque): 17 de noviembre  

– Mateo Salado (Lima): 21 de noviembre  

“Proyecciones de cortometrajes”  

-Lima: 8 de noviembre (CCPUCP)

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