Cultura
Año nuevo andino: la fiesta de solsticio de invierno (Inti Raymi)

El 21 de junio se celebra el año nuevo en todos los andes del Perú profundo. Esta festividad, es una práctica ritual ancestral milenaria que tiene como fundamento la regeneración de los ciclos vitales del kay pacha (mundo en que habitamos), seguida de la búsqueda de equilibrio y armonía entre los seres humanos, las deidades primordiales y el mundo circundante (cosmos).
Las culturas prehispánicas desarrollaron sus actividades cotidianas en armonía con el movimiento de los astros, el comportamiento del sol, la luna y las estrellas. Los hechos y acontecimientos astronómicos orientan e influyen en todas sus actividades agrícolas, pecuarias, festivas y rituales generando una relación intrínseca entre todas las divinidades.
Los acontecimientos astronómicos, como los solsticios y equinoccios, son fuerzas vivas y actuantes que dinamizan la capacidad organizacional de los pueblos originarios, hermanando simbólica y relacionalmente en un tejido de hermandad entre todas las nacionalidades.
La celebración festiva del año nuevo andino, se realiza de acuerdo al rango de las deidades. Según Zuidema (2015) el 21 de junio: solsticio de invierno, el sol es la principal deidad que irradia y rige la vida de los seres humanos en comunidad, seguida del trueno, viracocha —de quien los españoles creían era el dios creador—, la tierra y la luna, respectivamente. Cada acontecimiento durante el ciclo anual tiene su propio significado, es decir, cada espacio-temporal del solsticio de invierno (21 de junio), solsticio de verano (21 de diciembre), el equinoccio de primavera y otoño, y las demás temporalidades regidos por el calendario luni-solar, están profundamente interrelacionadas entre sí.

Pero ¿qué es el solsticio? es un fenómeno astronómico cuando la posición del sol se encuentra el ecuador celeste. El nombre proviene del latín solstitium (sol sistere o sol quieto). Según el diccionario de la lengua española, solsticio significa los dos momentos del año en que se producen sendos cambios estacionales y es máxima la diferencia entre día y noche. Así el solsticio de invierno se produce el 21 o 22 de diciembre, y da comienzo al invierno en el hemisferio Norte y al verano en el hemisferio Sur. En cambio, el solsticio de verano se produce el 21 o 22 de junio y da comienzo al verano en el hemisferio Norte y al invierno en el Sur. En el Hemisferio Sur, el 21 de junio de cada año la tierra se encuentra en el punto más alejado del sol, registrándose temperaturas bajas seguida de una noche largo y día más corto del año.
El solsticio de invierno para los pueblos indígenas u originarios, significa el regreso del sol. A partir de esta fecha, las fuerzas regenerativas de la naturaleza empiezan a transformarse, es decir, los indígenas le otorgan un carácter simbólico de renacer y ver la luz del mundo. El sol rige el desempeño de los seres humanos y su entorno, y la fiesta solsticial se celebra por el inicio de una nueva etapa de la vida. La adoración solar del fenómeno cíclico, ha sido y es la base de toda expresión espiritual de los pueblos originarios, donde el sol ejerce el poder total que da sustento a la vida.
A partir de 1492, con la llegada de la cultura europea a las tierras amerindias comienza la colonización y evangelización de la mano con la imposición cultural y una mala interpretación de la realidad y conocimientos milenarios. Los europeos no entendieron el conocimiento y la sabiduría de nuestros pueblos; por eso, cuando los indígenas rendían culto a sus dioses tutelares como la pachamama (madre tierra), al taita inti (padre sol), la yakumama (la madre agua) o los apus, achachilas o wamanis (parajes sagrados), estos fueron arrasados por los extirpadores de idolatrías y tildados de herejes, idólatras, hechiceros y paganos, por lo que sustituyeron las costumbres, los dioses y celebraciones agrofestivas por otras. Por ejemplo, en el mes de mayo los indígenas rendían reverencia a la pachamama y los apus (cerros) en agradecimiento por la abundancia en la cosecha, los indígenas solían subir a la cúspide de los apus, donde ofrendaban los selectos productos agrícolas. Frente a este escenario de la concurrencia masiva de indios, los extirpadores de idolatrías colocaron las cruces como símbolo de adoración y a la vista de toda la comunidad, por ello se celebra en el mes de mayo la fiesta de las cruces en muchos lugares del país. Asimismo, el inti raymi (21 de junio solsticio de invierno) fue remplazado por San Juan, al qapaq raymi (21 de diciembre solsticio de verano) con el nacimiento de Jesús[1] y el calendario andino luni-solar de 13 meses de 28 días con el calendario gregoriano.
Mención especial merece el caso de qapaq raymi (21 de diciembre solsticio de verano), que fue suplantado con el nacimiento de Jesús y cuya celebración es cada 25 de diciembre. Pero esta fecha, tal como se viene celebrando como una costumbre arraigada y que se reproduce de generación en generación, no tiene un origen acertado, pues hasta el momento nadie ha presentado pruebas que avalen la fecha de su nacimiento. Según los filósofos, teólogos, investigadores o expertos en temas bíblicos, aproximan al mes de abril o mayo como fecha tentativo de su natalicio, por tanto, esta supuesta fecha -25 de diciembre- declarada oficialmente por la iglesia católica romana apostólica, es una imposición que tiene lugar en el auge y hegemonía de poder del cristianismo; en otras palabras es una construcción culturalmente aprehendida que tiene un trasfondo histórico, político, social, y sobre todo de orden cultural-religioso.
Este último en nuestro medio es casi generalizado: el nacimiento de Jesús, fiesta más antigua que celebra la Iglesia después de la Pascua y de la de Pentecostés. Según Voltaire, los que trataron de averiguar el día del nacimiento de Jesús se dividieron en dos opiniones: unos decían que nació el 25 del mes egipcio Pachon, que en nuestro calendario corresponde al 20 de mayo, y otros opinaban que nació el 24 o el 25 de Farmuti, cuyos días corresponden al 19 y al 20 de abril. Lo cierto es que en Oriente y en Egipto celebraban la fiesta de la Natividad de Jesús el 6 de enero, el mismo día que la de su bautismo, sin que podamos saber con certeza cuándo empezó esta costumbre.
Siguiendo a Voltaire, algunos sabios conjeturan que los romanos escogieron el solsticio de invierno[2] para colocar en él el nacimiento de Jesús, porque en esa época es cuando el sol comienza a acercarse a nuestro hemisferio. Desde los tiempos de Julio César el solsticio civil político quedó fijado el 25 de diciembre. En Roma se verificaba una fiesta para celebrar el regreso del sol; ese día se llamaba gruma, según refiere Plinio, que lo fija, lo mismo que Servio, el 8 de las kalendas de enero. Puede ser que estos datos formen parte de la elección del día, pero no fue su origen. Hay mucho de maravilloso en esos arreglos. Una de las objeciones que se le pueden hacer consiste en que los cuatro puntos cardinales del año, que son los dos equinoccios y los dos solsticios, como antiguamente los colocaban, se designen como la época de las concepciones y de los nacimientos de Juan Bautista y de Jesús.
La fiesta del solsticio es por excelencia de profunda espiritualidad, ritual y artística donde confluyen todas las vivencias, saberes y sentimientos de las culturas vivas de todo el Tahuantinsuyo. Según Yáñez (2010), el natalicio de los principales dioses Solares de las culturas agrarias precristianas —como Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dionisio/Baco y otros—, se situará durante el Solsticio de Invierno. Más aún, el natalicio de Jesús, el “salvador cristiano” fue ubicado el 25 de diciembre, fecha en la que hasta finales del siglo IV de esta era se conmemoró el nacimiento del Sol Invencible (Natalis Solis Invicti) en el Imperio Romano. De esta forma entre los años 354 y 369, era del Papa Liberio (352-366), se tomó por fecha inmutable la noche del 24 al 25 de diciembre coincidente con el “nacimiento del sol invencible”, la misma fecha en que todos los pueblos contemporáneos festejaban la llegada del Solsticio de Invierno. Es claro que el verdadero origen de la Natividad católica, sobrepuesta al Natalis Solis Invicti, orientó a los creyentes a que ese día no lo dedicase al Sol, sino al “creador del Sol”.
En algunas nacionalidades de nuestro país: anqaras, wankawillkas, qosqos, qollas, y otros, a pesar del proceso de desplazamiento y asimilación de elementos culturales ajenos, las prácticas rituales de solsticios siguen festejándose con mucha solemnidad. Actualmente los indígenas no solamente se han apropiado del dios del occidente, Yahvé o cristos, sino han ensanchado y han enriquecido su acervo cultural-espiritual, en especial con las fiestas patronales que se constituyen en centro de convergencia y de interacción de todas las sangres. A esta realidad cultural, los antropólogos conjeturan como el sincretismo religioso o fusión espiritual entre lo propio y lo ajeno, como un fenómeno intercultural.

La celebración de solsticio para las culturas milenarias, es muy peculiar, como fenómeno natural representa el verdadero nacimiento del sol y con ella toda la naturaleza. Según Yánez (Ibíd.), en todas las culturas ancestrales se festejaban el retorno del nuevo sol y las fuerzas vegetativas de la naturaleza. Siguiendo a Yánez, el sol rige el desempeño del hombre y su entorno y esta fiesta solsticial se celebra por el inicio de una nueva etapa de la vida. En tal sentido, la adoración solar ha sido la base de toda expresión religiosa de los pueblos originarios donde el sol ejerce el poder total que da sustento, no sólo como fuente vital de la naturaleza, sino como alimento espiritual de renovación.
Por su naturaleza cíclica, el solsticio marca el fin y el inicio de una nueva temporalidad. Las formas rituales de la ceremonia solsticial varían de pueblo en pueblo, sin embargo, existe algo en común, la renovación espiritual junto con la energía del cosmos y los ciclos naturales de solsticios y equinoccios, se festejan de manera colectiva.
El solsticio para los indígenas es un espacio donde se revitaliza las energías internas de todos los ayllus y suyus (nacionalidades). Se rinde pleitesía principalmente al tayta inti que alumbra y nos da su calor a todos los seres en general. Es el momento oportuno para quienes han tenido ciertas vicisitudes de la vida puedan equilibrar sobre todo la armonía interna y de hermandad con los integrantes de los ayllus. Pues se trata de conmemorar y poner en práctica un legado ancestral que se caracterizaba por la convivencia armónica, practicando la reciprocidad y complementariedad en todos los quehaceres de la vida comunal e individual.
Esta fiesta de carácter cósmico, también sirve para reafirmar lazos de amistad, construir compadrazgos y demás formas de confraternizar. Generalmente es una fiesta apoteósica y trascendental para los indígenas de todos los suyus, que se congregan no solamente para rendirle pleitesía como muestra de reciprocidad por el calor que nos da, sino, como una forma de regenerarse y revitalizar la propia vida en la perspectiva del pachakutiq (eterno retorno).
En esta parte del continente, la fiesta solsticial tradicional y milenaria no tiene fronteras. En Perú, Ecuador, Bolivia[3], Chile y Argentina, por ejemplo, en la víspera del 20 de junio en Bolivia (solsticio de invierno), los ayllus pasan la noche con gran júbilo alrededor de fogatas mantenidas durante toda la noche. El 21 de junio se produce el año nuevo solar, los presentes festejan este hecho trascendental con cantos, danzas, brindis y con la infaltable akulliku o pikcheo (masticar) de la hoja de coca. La ceremonia central empieza a partir de las 5 a.m., se colocan las ofrendas de todo lo que ha producido la pachamama. Los elementos rituales que se utilizan en la ceremonia central son diversos y varían de acuerdo al contexto, generalmente suelen utilizar el sullu (feto de llama), cereales, llampu (cal), carne, frutas, aqa (chicha), vino, caña, toqra o llipta, cigarrillos, coca, etc. Mientras se espera los primeros rayos solares se pasa la coca para seguir masticando, lo cual será echado al fuego. Luego se humea con el incienso copal para transformar las energías negativas en positivas de los concurrentes. Los asistentes continúan esperando con mucha emoción y devoción la salida del tayta inti, que se expresa a través de las primeras radiaciones; los rayos solares irrumpen luminosamente el denso friaje de la madrugada, mientras los presentes levantan sus brazos mostrando el centro de la palma de sus manos, dichos rayos penetran e irradian todos sus cuerpos, lo que significa para los indígenas la renovación total de la vida. El yatiri, yachaq, paqu o sacerdote andino, con toda reverencia inicia su invocación al taita Inti, extendiendo sus brazos con cuatro hojas de coca en la mano, ofrenda en nombre de tawa inti suyus (cuatro suyus=Tahuantinsuyo), de las wawas (niños y niñas), de los sapis (abuelos), y otros entes, los cuales son ubicados en una lliklla (manta). A la resonancia de los pututus (instrumento nativo de viento) las ofrendas se juntan y luego son entregados al fuego para su incineración. Concluida la ceremonia, y al son de los instrumentos musicales se danza colectivamente, y se pasa a compartir los platos típicos de la zona preparados con productos predominantemente agropecuarios, acompañados de brindis con licores exóticos.

Dos aspectos centrales significan esta fiesta solsticial, en primer lugar está el sentido cósmico de recibimiento y celebración del año nuevo andino (el 21 de junio, para las culturas del Hemisferio Sur), es la fiesta de la familia, de niños y niñas, de ayllus y suyus; se dan cita para realizar el gran kacharpari (baile o fiesta colectiva) que se transforma en calor humano, lo cual es enviado simbólicamente al tayta inti como muestra de agradecimiento y reciprocidad por el calor que nos brindó durante el año. Dicho de otro modo, es una forma de ayudarle al tayta inti a retomar su vitalidad y punto de equilibrio, mediante la práctica de la espiritualidad que actúa como eje articulador de las energías de las colectividades. De esta manera se logra la cohesión social de la diversidad en la unidad del kay pacha (mundo en que vivimos) de todos los ayllus y suyus, para la renovación espiritual y existencial.
En segundo lugar, la búsqueda de armonía colectiva y equilibrio personal entre los integrantes de la colectividad; estimula a los indígenas a resolver sus problemas sociales o individuales de toda índole. El rito de reconciliación lo lleva acabo el sacerdote andino, pues invoca a las partes en conflicto para la liberación de los problemas existenciales o sociales ante el tayta inti, quien restablece la vida armónica del individuo o del grupo. Todo perjuicio o maltrato, sea visible o invisible es percibido por el colectivo, de manera que afecta a toda la colectividad si es que no se resuelve el problema. Según (Heidegger) “Lo visible se sustenta en lo invisible”, esto significa para los indígenas que la superación de las diferencias se da en el plano invisible, la espiritual a través de la mediación del dios tutelar, el tayta inti. A partir de este rito la vida interna de los miembros de la comunidad empieza a restaurarse en una verdadera hermandad de paz con armonía. Es decir, la superación de las taras o conflictos internos y externos han quedado sepultados. Un “pueblo que no está en perfecta coordinación con su mundo circundante y que no ha creado la armonía dentro de su propio pensamiento no puede estar en equilibrio” (Francovich, 1945, p. 164).
En la perspectiva de construir una sociedad intercultural, tolerante y respetuosa, es obligación moral detener el proceso de extinción de éstos valores culturales. Y que las autoridades y la sociedad civil, impulsen políticas de reconocimiento y revitalización cultural, de preservación y mantenimiento de las prácticas rituales, conocimientos y saberes tradicionales, no solamente para fortalecer y diversificar nuestra identidad cultural, sino como alimento para la renovación espiritual de las generaciones.
En suma, la fiesta solsticial es parte de la sapiencia y vivencia de los indígenas, que connota la interacción cósmica de reciprocidad y complementariedad, que los caracterizan como pueblos originarios que practican la hermandad y afirmación de la vida. En ese sentido, el encuentro entre lo propio y lo ajeno; entre los dioses amerindios, como el taita inti (el padre sol) y el dios del occidente (Yahvé-Cristo); fiesta solsticial y la fiesta de San Juan, se confluyen en una suerte de aprendizaje y de compartir los símbolos, y los motivos espirituales de todas las sangres en la dimensión de la interculturalidad.
Kay musuq watapi, kawsayninchik,
yuyayninchik, yachayninchik,
ruwayninchikpiwan,
chiqapta wiñachun
REFERENCIA
Francovich, G. (1945). La Filosofía en Bolivia. Buenos Aires: LOSADA.
Fornet-Betancourt. (2001). Transformación intercultural de la filosofía,
España: DESCLÉE DE BROUWER.
Peña, C. (2003). Racionalidad Occidental y Racionalidad Andina. Cuzco: CIDSA.
Voltaire (1938). Diccionario filosófico, Tomo III. Buenos Aires: Editorial Araujo. P. 218-
222.
Yáñez, L. A. (2010).“Solsticio en la historia y la masonería”. R. L. S: Pleno Día No. 3,
Gran Logia Unida Mexicana de LL. AA. MM: Gr. Or: De Veracruz. En línea:
http://www.freemasons-freemasonry.com/solsticio_masoneria.html
Zuidema, T. (2015). Códigos del tiempo. Espacios rituales en el mundo andino. Lima: apus
Graph Editores.
[1] Ver el artículo “Solsticio en la historia y la masonería” de Luis Alejandro Yáñez-Arancibia, R:.L:.S: Pleno Día No. 3, Gran Logia Unida Mexicana de LL: AA. MM: Gr:.Or: de Veracruz. En línea: http://www.freemasons-freemasonry.com/indiceespanol.html.
[2] Tener en cuenta la ubicación del hemisferio. Aquí el solsticio de invierno es vista desde el hemisferio del norte.
[3] En Bolivia, el 21 de junio es feriado nacional por ser el año nuevo aymara. Uno de los centros ceremoniales más importantes de la celebración del solsticio de invierno es Tiwanaku, que se localiza en la provincia Ingavi de La Paz, a 70 Kms. de la ciudad de La Paz y 10 Kms. de orillas del Titicaca, a una altitud de 3485 m.s.n.m. Del Desaguadero (Perú), está aproximadamente a 30’ en auto.
Cultura
Bellas Artes en un limbo: escándalo millonario, demandas internas y silencio del MINEDU [VIDEO]
Una institución centenaria atrapada en litigios millonarios: el docente César Fernández denuncia el limbo en el que se encuentra Bellas Artes.

La Escuela Nacional de Bellas Artes, hoy convertida en universidad autónoma, atraviesa uno de los episodios más oscuros de su centenaria historia. Ya no se trata de carencias académicas ni del deterioro de su infraestructura, sino de algo mucho más grave: una serie de litigios internos, bonos judicializados y conflictos de interés que amenazan con desangrar su presupuesto y quebrar su institucionalidad.
En el más reciente episodio del podcast de Lima Gris en Neo TV, conversamos con el docente César Fernández, quien lanzó duras críticas contra la gestión actual de la UNABAP y calificó la situación de la institución como un verdadero “limbo jurídico y administrativo”.
Según Fernández, más de 5 millones de soles han sido reclamados por un grupo de docentes y funcionarios —entre ellos, la propia directora general— a través de demandas laborales por homologación de sueldos, bonificaciones y reconocimientos académicos que no cumplirían los requisitos legales. Algunas de estas demandas se amparan en leyes como la Reforma Magisterial o la Ley del Profesorado, sin que los beneficiarios tengan título pedagógico, lo que ha generado graves cuestionamientos jurídicos.
Parte del dinero para cubrir estas demandas proviene de saldos presupuestales no ejecutados del año 2023, lo cual ha dejado desprotegidas áreas clave como infraestructura, servicios estudiantiles y proyectos académicos. Mientras tanto, la ejecución presupuestal de 2024 es una de las más bajas del sector: apenas un 30 % en lo que va del año.
Pero lo más preocupante —según el docente— es que varios de los demandantes forman parte de la misma administración que gestiona los fondos. Es decir, funcionarios que litigan contra la institución que ellos mismos dirigen.
En medio de esta tormenta, la comunidad académica permanece desinformada, los estudiantes carecen de condiciones dignas, y el Ministerio de Educación se mantiene al margen. La UNABAP no es hoy una universidad, es un campo de batalla judicial donde la formación artística ha pasado a segundo plano.
Esta entrevista exclusiva revela una crisis de fondo que compromete no solo el futuro de Bellas Artes, sino el sentido mismo de lo público. Porque si la cultura y la educación pueden ser capturadas desde dentro, con aval legal y complicidad política, entonces estamos ante una amenaza mayor.
Escucha la entrevista completa en el nuevo episodio de Lima Gris por Neo TV.
Cultura
Entrevista con los actores de la obra Frenesí, dirigida por Herbert Corimanya [VIDEO]
Una obra que nace del encierro y florece en libertad: Frenesí pone en escena el poder redentor del teatro con exreclusos que hoy transforman sus historias en arte vivo.

El primero de agosto en la Sala Tovar de Miraflores se alza una obra que no solo conmueve por su intensidad dramática, sino por la vida que arde detrás de cada palabra, de cada gesto, de cada silencio. Frenesí, dirigida por el sensible y audaz Herbert Corimanya, es una puesta en escena que no teme explorar las profundidades del alma humana: la culpa, la redención, la violencia contenida y el deseo irrefrenable de libertad. Pero su mayor potencia no está solo en el texto o en la dirección, sino en la piel y la historia de quienes la interpretan.
Martín Velásquez, Giancarlos Almonte y Juan Pablo Mejía no son actores formados en conservatorios tradicionales. Su escuela ha sido el encierro, el margen, la sombra del sistema penitenciario peruano. En prisión descubrieron el teatro como una forma de sobrevivir, de resistir, de transformar el dolor en arte. Hoy, con Frenesí, regresan no a la sociedad sino al mundo, con una propuesta actoral que vibra con crudeza, verdad y humanidad.
En esta edición de Lima Gris Radio, conversamos con ellos: tres voces que han transitado el abismo y hoy nos invitan a mirar, sin filtros, esa otra realidad que el teatro, con toda su potencia catártica, puede transformar. La entrevista nos permite no solo conocer su proceso personal, sino comprender cómo el arte puede abrir grietas en el muro del prejuicio. Una conversación que va más allá del escenario. Una lección de vida que se representa noche a noche, entre aplausos y emociones contenidas.
Cultura
Albert Zavaleta Zamudio y su libro Dolaje [VIDEO]
En Lima Gris radio conversamos con el escritor Albert Zavaleta, autor de Dolaje.

Entre el abismo íntimo y el vértigo del lenguaje, “Dolaje” se alza como un artefacto literario insólito en la narrativa peruana contemporánea. Albert Zavaleta no escribe, fermenta; su verbo no construye mundos, los absorbe. En un libro que oscila entre el relato filosófico, el ensayo disfrazado y la autobiografía lírica, el autor encarna la figura del escritor total: aquel que vive, duda, se enfrenta a sí mismo y convierte esa batalla en literatura.
Lejos del confort de las fórmulas narrativas, Dolaje es un mosaico de ficciones y pensamientos atravesado por la espiritualidad, la memoria, el determinismo y una obsesión constante por la libertad que nunca llega. Cada cuento —desde el alegórico “Ese otro”, hasta el melancólico “El plan inca”— es una cámara de espejos donde Zavaleta se mira y nos obliga a mirarnos. El autor hace de su experiencia vital y religiosa una búsqueda de sentido que lo emparenta con los místicos, pero también con los iconoclastas: su tono recuerda a Ribeyro en la confesión, a Borges en la estructura, y a Vallejo en la gravedad.
Este no es un libro para el lector apurado. “Dolaje” requiere ser bebido con lentitud, como el vino al que alude su título. Solo así se perciben sus notas ocultas: el duelo personal, la ironía culta, la ternura escondida. En este sentido, Zavaleta escribe como si cada frase fuese una forma de redención, una invitación a confrontar nuestras máscaras más queridas.
En conversación con Lima Gris, Albert Zavaleta nos habló de todo esto: del origen de su obra, de su militancia en el lenguaje, de su paso por el movimiento Big Bang Literario y del desvelo que implica escribir en tiempos donde pensar ya es un acto subversivo. Esta entrevista no es solo un diálogo con un autor, sino con un espíritu que —como Enoc en uno de sus relatos— ha decidido habitar los intersticios entre lo visible y lo sagrado.
Bienvenidos a Dolaje. Aquí la entrevista completa.
Cultura
Este viernes inicia la FIL 2025, ¿será mejor que la del año pasado?
Feria del Libro irá hasta el 6 de agosto, apostando nuevamente por personajes mediáticos que por difusores de nuestra cultura.

Mes patrio y ya es casi una sana costumbre que por estas fechas la Feria Internacional del Libro (FIL) de Lima se asiente en algún punto céntrico de nuestra capital. Como los años anteriores, bien hicieron los organizadores en elegir nuevamente el distrito de Jesús María como el epicentro de la literatura. Desde este viernes 18 de julio hasta el 6 de agosto, el parque Próceres de la Independencia del mencionado distrito recibirá a escritores nacionales e internacionales para deleite de sus miles de seguidores.
En esta ocasión, la Cámara Peruana del Libro (CPL) indicó que la tarifa costará S/10 los fines de semana (viernes, sábado y domingo) y feriados; y S/7.50 de lunes a jueves, detallando que este incremento responde al alza de los costos logísticos y la necesidad de mantener la calidad de la programación. Sin embargo, los vecinos de Jesús María podrán ingresar de manera gratuita a la FIL 2025 presentando su documento de identidad. Asimismo, las personas con discapacidad podrán acceder pagando S/6 de lunes a jueves y S/8 los fines de semana y feriados presentando su carné de Conadis. Finalmente, docentes y estudiantes pagarán S/5 cualquier dia.
Se espera, por lo tanto, una considerable mejoría respecto a la edición anterior, donde cientos de asistentes reclamaron sobre una mejor zonificación y señalización, así como mantener el verdadero significado de una feria, en cuanto uno acude a encontrar libros a precios accesibles, y evitar que por el contrario una finalidad más lucrativa.
Homenajes
Uno de los principales homenajes a realizarse será para nuestro premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien recientemente falleciera el pasado 13 de abril. Por su parte, la agenda incluye cinco homenajes literarios: cuatro de carácter póstumo y uno en vida. Recibirá el Premio FIL el poeta Leoncio Bueno Barrantes, figura clave de la poesía social peruana, en reconocimiento a su trayectoria a sus 105 años. Los homenajes póstumos recordarán al humorista Nicolás Yerovi, al poeta Carlos Germán Belli, a la editora Teresa Orbegoso y al investigador afroperuano Nicomedes Santa Cruz.

Invitados internacionales
La 29° Feria Internacional del Libro de Lima contará con una destacada lista de invitados nacionales e internacionales que enriquecerán su variada programación. Entre los invitados internacionales figuran reconocidos autores, periodistas, ilustradores y artistas. Destacan Javier Cercas, novelista español autor de “El loco de Dios en el fin del mundo”; Rosa Montero, referente de la novela contemporánea y el periodismo narrativo español; Laura Restrepo y Piedad Bonnett, escritoras colombianas de amplia trayectoria; Kevin Johansen y Liniers, músico y artista visual argentinos; Guillermo Arriaga, escritor y guionista mexicano y Ray Lóriga, novelista y cineasta español.

Cultura
Ministerio de Cultura en Cajamarca autoriza destrucción de ‘muro Inca’ para construcción de puente
¿De patrimonio a escombros? La Dirección Desconcentrada de Cultura de Cajamarca validó un muro inca vinculado al Qhapaq Ñan, pero años después autorizó una obra que terminó destruyéndolo por completo.

En 2017, los cajamarquinos celebraban un descubrimiento inesperado: tras una crecida del río San Lucas, afluente que corre paralelo al antiguo camino incaico entre Cajamarca y Los Baños del Inca, quedó al descubierto un muro de piedra perfectamente ensamblado. Las autoridades culturales de ese entonces no tardaron en confirmar lo evidente. La arquitecta Carla Díaz García, entonces directora de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Cajamarca, junto al arqueólogo Luis Francisco Esquerre Fernández, acudieron al lugar y validaron su autenticidad: era un muro inca, posiblemente parte del Qhapaq Ñan, el sistema vial andino declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Muro Inca, bañado por el río San Lucas en Cajamarca ya no existe.
La respuesta es tan indignante como alarmante: la misma entidad encargada de proteger el patrimonio cultural —la DDC de Cajamarca— autorizó su desaparición bajo el amparo de informes técnicos con inconsistencias, aprobados con inusitada celeridad.
Un muro validado y luego ignorado
En marzo de 2017, el muro fue formalmente reportado por la DDC. En 2023, el arqueólogo Luis Francisco Esquerre Fernández retomó el caso mediante el Informe N.º 000431-2023-SDDPCICIDDCCAJ LEF/MC, confirmando su origen incaico. En febrero de 2024, la Secretaría Técnica del Qhapaq Ñan también reconoció su valor patrimonial en conjunto con los arqueólogos Esquerre Fernández y Henry Joel Chávarri García, como consta en el Informe N.º 000010-2024-QHAP-QÑAN-DM-ABE/MC.
Pese a todo esto, la directora actual de la DDC, Roxana Judith Padilla Malca, emitió en tiempo récord dos resoluciones (N.º 000122-2024-DDC CAJ/MC y N.º 000368-2024-DDC CAJ/MC), autorizando el “monitoreo arqueológico” en la zona, paso previo para la construcción de un puente vecinal que terminó por destruir el muro.

Roxana Judith Padilla Malca, tiene más de 7 años en el cargo de directora de la DDC Cajamarca.
El informe que autoriza lo inaceptable
El documento clave que avala esta intervención es el Informe N.º 000085-2024-DDC CAJ-HCG/MC, elaborado por el arqueólogo Henry Chávarri García.

Informe N.º 000085-2024-DDC CAJ-HCG/MC, elaborado por el arqueólogo Henry Chávarri García.
Este informe plantea, en un mismo cuadro, que no hay ‘infraestructura preexistente’, y en otro que sí la hay. Una contradicción grave, ya que cuando no existe infraestructura preexistente —como en este caso, donde había un vestigio arqueológico en pie—, la normativa exige tramitar previamente un Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos (CIRA), lo cual no se hizo.

Fuente: Ministerio de Cultura.
Peor aún: el registro fotográfico que sustenta el expediente es de septiembre de 2023, mientras que el ingreso formal del expediente se hizo el 26 de febrero de 2024. Sin embargo, la autorización se dio el 27 de febrero, solo un día después, lo que hace dudar de que haya habido una inspección real o evaluación técnica rigurosa.


Fuente: Ministerio de Cultura.
¿Un error de forma? ¿Un descuido? Lo dudoso no es solo la calidad del informe, sino la prisa con la que fue aprobado. La directora Padilla Malca no solo omitió observar estas irregularidades, sino que dio luz verde a un proceso que terminó destruyendo la única evidencia material incaica a lo largo del tramo Cajamarca–Baños del Inca del Qhapaq Ñan.
¿Complicidad o negligencia?
El diario Panorama Cajamarquino ha venido reportando presuntas irregularidades en la gestión de Padilla Malca, quien ocupa la dirección de la DDC desde hace más de siete años. Sin embargo, este caso marca un punto de quiebre: no se trata solo de mala administración, sino de una decisión institucional que permitió un atentado contra el patrimonio cultural.
Hasta ahora, ningún arqueólogo de la DDC ha presentado denuncia alguna. ¿Por qué callan? ¿Acaso temen represalias? ¿O son parte de una estructura complaciente con la destrucción del legado prehispánico?
El Colegio de Arqueólogos del Perú, así como el Ministerio de Cultura, deben pronunciarse. Y más aún: deben investigar y sancionar a los responsables de permitir este atentado patrimonial. No se puede permitir que decisiones administrativas, basadas en informes mal elaborados y resueltos en tiempo récord, justifiquen la pérdida irreversible de evidencias arqueológicas.
En Cajamarca, el Ministerio de Cultura no solo brilla por su ausencia: parece haberse convertido en un facilitador del olvido.
Cultura
Chincha: con maquinaria pesada destruyen el Sector B de Huaca Grande
El hecho revela no solo el intento de apropiación ilegal de terrenos con valor histórico, sino también la negligencia sistemática del Ministerio de Cultura y las autoridades locales.

Por Luis Huertas
Durante la mañana de ayer, vecinos del centro poblado Huaca Grande alertaron sobre un nuevo atentado contra el patrimonio cultural. Maquinaria pesada venía destruyendo y nivelando el sector norte del monumento arqueológico conocido como Huaca Grande – Sector “B”, declarado Patrimonio Cultural de la Nación.
Tras la denuncia ciudadana, personal de la Municipalidad Distrital de Sunampe, junto con efectivos de Serenazgo y la Policía Nacional del Perú, acudieron al lugar para constatar in situ los daños. Al llegar, las máquinas ya se habían retirado, pero se logró registrar fotográficamente la placa del vehículo involucrado: P2T-915, correspondiente a la empresa de Servicios Múltiples V.G. E.I.R.L., con domicilio legal en el centro poblado San Francisco (Sunampe), dedicada al transporte de carga.

Maquinaria pesada extrayendo el lado norte del sector B de Huaca Grande.
Según información recogida en el lugar, las maquinarias habrían sido contratadas por un poblador de la zona, quien se presenta como supuesto propietario del terreno, con el aparente objetivo de habilitarlo para venta. Durante nuestro recorrido, pudimos hallar fragmentos de cerámica, restos textiles y fragmentos óseos humanos —evidencia clara del valor arqueológico del sitio. Además, de algunos tapiales de barro destruidos.

Servicios Multiples V.G. EIRL. Empresa contratada para atentar contra el Patrimonio arqueológico.

Trabajos de remoción en pleno sitio arqueológico, considerado Patrimonio cultural de la Nación.
Una tragedia que se repite
Este acto no es aislado. Huaca Grande (Sector B) ya ha sido afectada en anteriores gestiones municipales. En el periodo del ex alcalde Carlos Grimaldi (2011-2014), se intentó ejecutar una obra denominada “Anillo vial” que impactó el sector sur del sitio. Resultado de dicha acción: ningún castigo por parte del Ministerio de Cultura. Muy raro, ¿no? Posteriormente, en la gestión del ex alcalde David Matías (2015-2018), se adquirió un predio a la familia Muñante con la intención de construir un centro de salud, sin embargo, se descubrió que dicho terreno incluía parte de la huaca, por lo que el proyecto fue descartado.

Material textil encontrado dentro de la remoción del terreno por maquinaria pesada.

Huellas de los trabajos con maquinaria pesada al lado norte del sector B de Huaca Grande.

Perfil norte donde se muestra evidencia arqueológica.
Patrimonio en peligro
Huaca Grande es considerada una mansión o palacio de la élite rural del Señorío Chincha. En 2009 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación mediante la Resolución directoral nacional N.° 626-INC, y recientemente, en enero de 2024, se determinó su protección provisional (sectores A y B) por medio de la Resolución Directoral N.º 000001-2024-DGPA-VMPCIC/MC por dos años.
Dicho documento establece que el área arqueológica debe contar con señalización adecuada e hitos de delimitación. Sin embargo, durante nuestra inspección en el terreno no se hallaron los hitos, y el único panel informativo —que advierte sobre su condición de patrimonio protegido— está deteriorado y próximo al colapso.
El sitio prácticamente se encuentra abandonado y no solo por el Ministerio de Cultura, sino también por las autoridades de turno que, por cierto, solo aparecen para la foto y no destinan fondos para su cuidado. La población aledaña, intenta con sus propios recursos, mantener en pie este monumento arqueológico como legado de nuestra historia.

Panel en mal estado de conservación. Fue colocado en el 2018. Actualmente, el Ministerio de Cultura se resiste a cambiarlo.
Este hecho no solo refleja el accionar irresponsable de algunos ciudadanos que buscan apropiarse de terrenos culturales, sino también la inacción del Ministerio de Cultura, que en más de un año no ha implementado medidas mínimas de protección en el lugar. ¿Acaso no hay presupuesto para elaborar hitos? ¿Dónde queda la capacidad de gestión de los que lideran la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ica?
El Estado no puede limitarse a emitir declaratorias desde un escritorio; urge una articulación real entre la comunidad, la municipalidad y el ministerio, que hasta ahora parecen actuar de forma aislada. Falta salir al campo y evaluar cómo está nuestro patrimonio, no solo en nuestro valle sino, en los cinco valles de la región Ica. Cada día se va destruyendo parte de nuestro Patrimonio. Con el aval y complicidad del Ministerio de Cultura que poco o nada hace por preservarlo.
El patrimonio no puede esperar. El abandono y la negligencia están siendo cómplices silenciosos de su destrucción.
Cultura
Asociación de Anselmo Pi, usaría convenio con Mincul para escanear irregularmente territorio nacional
Otra incongruencia del Ministerio de cultura que pone en peligro la seguridad y soberanía nacional. Especialistas se pronuncian sobre convenio con Asociación de Anselmo Pi Rambla.

Anselmo Pi Rambla y su asociación sorprendieron a la reconocida empresa italiana KHAFRE PROJECT al decirles que, junto a su equipo, podrán escanear satelitalmente territorio peruano, específicamente el cusqueño, para buscar laberintos subterráneos es así que, en reciente conferencia de prensa, el cuestionado Pi Rambla, junto a funcionarios de la empresa, anunció que pronto se escanearía Cusco en búsqueda de pasajes subterráneos.
In Malta with @Filippobiondi_1 @meimor08 of KHAFRE PROJECT viewing their discoveries that will change history. We had the pleasure to announce that Pi Rambla foundation will work with them to seek Sacsayhuamán labyrinths & the Cusco underground @TheProjectUnity pic.twitter.com/Zfviuw3zvR
— Anselm Pi Rambla (@PiRambla) June 15, 2025
Al respecto, el entonces director del Ministerio de Cultura Cusco, Jorge Luis Moya refiriéndose a permisos de investigaciones arqueológicas obtenidos por la Asociación Pi Rambla, refirió que, a la fecha, no cuentan con ningún permiso de investigación arqueológica y la solicitud que ha presentado dicha asociación está siendo observada por diferentes incongruencias en los informes y por el producto que están presentando para su calificación. Asimismo, refirió que el convenio, firmado por la Asociación Pi Rambla y el Ministerio de Cultura, se encuentra en un proceso de nulidad en la sede central del Ministerio de Cultura en Lima.
Moya también manifestó que el Ministro de Cultura no ha dado permiso alguno a la Asociación Pi Rambla para escanear satelitalmente territorio cusqueño, recalcando que la Asociación en cuestión no cuenta con ningún tipo de permiso otorgado por el Ministerio de Cultura – Cusco y que este hecho violaría nuestra soberanía nacional.
Asimismo, el Decano del Colegio de Arqueólogos del Perú, Dr. Pieter Van Dalen, se pronunció referente al anuncio de la Asociación Pi Rambla que escaneará satelitalmente territorio cusqueño para buscar laberintos subterráneos. “Es una situación muy preocupante y alarmante el hecho de que se escanee satelitalmente territorio peruano sin consentimiento de los ministerios pertinentes, y que el Estado peruano, a través de las instituciones que deben velar por la protección de la seguridad nacional, permita que instituciones extranjeras estén realizando vuelos o utilizando satélites en nuestro territorio nacional. El Ministerio de Defensa debe intervenir inmediatamente, tomar acciones, convocar a esas instituciones y enviar un documento para que cesen este tipo de acciones ilegales”.
Con lo expresado e informado por el entonces director del Ministerio de Cultura Cusco, Jorge Luis Moya, queda demostrado que Anselmo Pi Rambla y su asociación no contaría con ningún tipo de permiso, evidenciando que estos supuestos investigadores profesionales habrían sorprendido a la empresa KHAFRE PROJECT. Aquí la falta de ética sería desbordante; ya que se cree que el Perú es un feudo o sigue siendo colonia española, además se piensa que las condiciones políticas que se tenían en la dictadura fujimorista siguen siendo las mismas, donde con un fajo de billetes se conseguía cualquier cosa, entre ellas poner en riesgo el patrimonio cultural de la nación y el saqueo de yacimientos arqueológicos.
El día domingo, el programa Política y Poder emitido por IMPECABLE TV realizó varios destapes referentes a la figura de Anselmo Pi Rambla, este cuestionado personaje que pretende volver a obtener permisos del Ministerio de Cultura. Al respecto fue consultado el alcalde del Cusco, quien, refiriéndose a la solicitud de la Asociación Pi Rambla para excavar la Chincana de Cusco, fue tajante: “Como alcalde del Cusco quiero ser claro y tajante: Nadie va a tocar una piedra mientras no tengan la autorización de la comuna provincial”.
https://www.facebook.com/inpecable.peru/videos/4152160415059718

En un anterior artículo de Lima Gris titulado “Escándalo en el Ministerio de Cultura: ¿Un Convenio Extraterrestre?” (https://limagris.com/escandalo-en-el-ministerio-de-cultura-un-convenio-extraterrestre/), donde pusimos en conocimiento de la opinión pública que diferentes grupos humanos del Cusco exigen la anulación del convenio entre el Ministerio de Cultura y la Asociación Pi Rambla y denuncian la incongruencia del Ministerio de Cultura al vulnerar los fines para los que ha sido creado, entre ellos fortalecer la identidad nacional.
Luego de leer este artículo, el Ministro de Cultura, Fabricio Valencia, seguirá protegiendo dicho convenio que, según las comunidades aledañas al parque arqueológico de Sacsayhuamán, atenta contra nuestra identidad cultural. Ellos no son los únicos, pues el reportaje del programa cusqueño Política y Poder mostró una serie de evidencias que muestran que Anselmo Pi atentaría contra la historia e identidad de los peruanos.
Una dato importante para el ministro Fabricio Valencia, hijo del distinguido arqueólogo y antropólogo Alfredo Valencia Zegarra, es que Anselmo Pi Rambla afirma reescribir la historia de la humanidad y que los muros del Coricancha no son incas. ¿Qué diría de esto el padre del Ministro de Cultura? Y una más para el Ministro: el señor Pi Rambla afirmó que los muros del Coricancha tienen una antigüedad de 4000 años, cuando los estudios de arqueólogos cusqueños, peruanos y extranjeros entre ellos sus señores padres, afirman con evidencias científicas que el Coricancha es de la época inca.
Esperemos que el Ministerio de Cultura tome cartas en este asunto y no vuelva a firmar convenios irresponsables, y que cuyo objetivo es minimizar nuestro glorioso pasado.
Cultura
Entre el alma y los muertos: entrevista a Orlando Mazeyra Guillén, Premio FILAY 2025
Hablamos con el autor de ‘El mar que nos espera’ sobre literatura y resistencia’

Por José Emilio Caro Gómez
Ayacucho tiene dos traducciones: una que me gusta, derivada de lo poético, «Rincón del alma», y otra que proviene de la historia, «Rincón de los muertos». La Plaza de Armas, diseñada en un modelo de damero, está ahora llena de feriantes de libros. Sobre ella, el cielo azul se extiende, salpicado de nubes blancas y grises. De vez en cuando, alguna nube se cuela en los portales con arquerías que rodean el centro, donde se encuentra la estatua del héroe de la independencia, el Mariscal Sucre. Sin embargo, esta figura es una de las tantas mentiras que la historia oficial nos impone: un héroe de barro. No entiendo por qué no colocan una estatua del General La Mar, quien sí estuvo y dio la cara a los masones españoles. Quizá en la firma del tratado de independencia se intercambiaron el santo y la seña de su logia: “¿Qué hora es?”, preguntó uno, y el otro respondió: “Es hora de trabajar”.
Huamanga, a esta hora de la tarde, la observo desde lo alto de un balcón. Espero al ganador del Premio de Novela Corta de la Feria Internacional de Ayacucho. La calma de la ciudad, con su arquitectura morisca-andaluza y su historia llena de contrastes, se mezcla con las voces del público que se incrementa al pasar las horas.
Orlando llega puntual. Nos saludamos afectuosamente, pues la última vez que lo vi fue al pie del Misti, en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, en Arequipa. Nos sentamos, y siento una gran premura por hacerle unas preguntas que siempre me rondaron al leerlo.
-Tomo un sorbo amargo de café y sin miramientos-.

¿Cómo y cuándo comenzaste tu camino en la literatura?
Casi sin darme cuenta, creo. Escribiendo cuentos de fútbol en la primaria y conociendo la obra de Antoine de Saint-Exupéry, Ribeyro, Reynoso, Arguedas, Horacio Quiroga, Sabato, Osvaldo Soriano, Fontanarrosa, entre otros. Recuerdo que en quinto de secundaria le informé a mi madre que quería ser periodista y se rió de mí. Según ella, las carreras decentes eran (o son) Medicina, Derecho e Ingenierías. Por eso, a pesar de que ingresé a Ciencias de la Comunicación en la Unsa, ella me obligó a estudiar ingeniería en la Universidad Católica de Santa María. Desde muy joven supe que tenía que remar contra la corriente y lo sigo haciendo. Mi vida ha consistido en darle la contra a los demás.
Cuando publicaste tus primeros relatos, ¿cómo era el panorama narrativo peruano?
Realmente desolador. Yo terminé la universidad hace más de 20 años y en Arequipa no existían las editoriales independientes. Apenas recuerdo a un editor y escritor de cuentos fantásticos que me explicó, muy a su manera, lo costoso que era publicar un libro de relatos; por eso me desmotivé y, a pesar de que seguía escribiendo, pensé que jamás podría publicar mi primer libro.
Por suerte, justo en el último semestre de la universidad, encontré una convocatoria a un Premio Nacional de Cuento Largo organizado por la Universidad Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque: la historia tenía que ser de no menos de 25 páginas y de no más de 50. Así, muy influenciado por «El túnel» de Sabato, escribí furiosamente «Todo comenzó en la Universidad». Fui co-ganador del primer lugar, así que nos repartimos el premio con un estudiante de Piura. No obstante, el verdadero premio fue saber que los jurados fueron dos grandes como Colchado y Oswaldo Reynoso. Así pude conocerlo y entrevistarlo en su casa de Jesús María. Nos volvimos patas, fue una entrañable amistad. Yo le sugerí el título del último libro que publicó en su tierra natal: «Arequipa lámpara incandescente» y también me lo dedicó. Ese quizá sea mi mayor e inmerecido premio. O haber leído los borradores de sus últimos libros para luego almorzar comentando sus historias. ¡Qué privilegio! Creo que por eso, desde que él murió, ya no quiero ir a Lima. Ir a la capital representaba la posibilidad de ir al parque Alberti de Jesús María, tocar la puerta y pasar jornadas espléndidas con ese querido amigo.
-Claro, él siempre me dijo: mira, ese es un verdadero escritor-.
En tu opinión, ¿el arte puede ser un medio de resistencia frente a la anomia que vivimos actualmente?
Antes que escribir, leer es resistir. Los escritores somos lectores que damos un paso más y nos ponemos a contar historias con la ilusión de hacerlo con el talento de los maestros. Por eso es tan necesario fomentar la lectura desde la infancia y evitar la censura de autores incómodos. El arte debe introducirse en nuestras vidas, modificarlas y permanecer para siempre.
Un escritor, según tú, ¿puede realmente apartarse de lo ideológico?
Creo que ningún escritor puede hacerlo porque publicar un libro ya es un acto político. En nuestras historias asoman nuestras filias y nuestras fobias, nuestra mirada del mundo y nuestra ideología, equivocada o no, ese ya es otro cantar.
Para quienes aún no hemos tenido el placer de leer El mar que nos espera, ¿cómo definirías en tres palabras?
Una novela atípica.
Escribir una novela corta; ¿cómo fue para ti ese paso?
El libro tiene varias partes. Primero, una historia breve que Fernando Rivera analiza muy acertadamente cuando señala: “El sueño y la condena de vivir se narran y desnarran en esta implacable nouvelle que con una velocidad alucinante recorre el otro lado de las cosas. Orlando Mazeyra Guillén ha escrito en El mar que nos espera una historia extraordinaria donde los personajes miran desde el vértigo de la pesadilla y el acecho de la muerte, las posibilidades de la vida”. Pero luego asoma el deseo de construir «la casa de la novela» como señaló Luis Hernán Castañeda: «Orlando Mazeyra Guillén se sumerge en un mar cuyas profundidades ocultan las ruinas de una tragedia. Con una prosa directa y precisa, recupera los fragmentos de un pasado traumático. Y los devuelve a la superficie, donde intenta construir la casa de la novela. Su proyecto, a la vez literario y sanador, busca hacer habitable —respirable— el océano de sombras que asfixia a sus personajes. De allí que El mar que nos espera sea una historia resquebrajada, que no deja de perseguir, a través de sus giros de voz, perspectiva y género, una cierta unidad perdida. Sin embargo, el intento por anclar su relato en una verdad revela que la escritura ofrece un camino engañoso. Y que las motivaciones del escritor, lejos de ser redentoras, pueden estar contaminadas por el deseo y la traición”.
Es una novela sobre cómo yo escribí mi primera novela. O sea, ficción sobre la ficción y al final otro libro más que parece ser de otro autor. Mi novela es un reflejo de mi vida: imperfecta. Es como yo: con baches, vacíos, puntos ciegos.
Sé que estuviste en la capital, pero luego regresaste a vivir en Arequipa, ¿lo haces por elección o es un tipo de autoexilio?
Arequipa es mi patria. O si quieres, mi patria chica. He vivido y he trabajo haciendo prensa en Lima y es una ciudad que detesto desde los forros. Y esto no me impide aceptar con mucha pena y angustia que Arequipa cada vez se parece más a Lima. ¡Es espantoso!
-Oswaldo Reynoso te consideró un narrador prometedor.-
Oswaldo para mí es un hermano mayor. Un ejemplo a seguir. Y sobre todo un maestro. En mi novela hay ciertos guiños a él como mentor, creador y guía. Nunca estaré a su altura, pero sigo sus pasos con mis limitaciones y con muchísima pasión, algo que también aprendí de él.

¿Qué opinión tienes sobre las ferias regionales como la que se realiza en Ayacucho?
Que tienen un auténtico espíritu independiente y sobre todo plural. Déjame, por favor, agradecer una vez más a los jurados del Primer Premio Internacional de Novela de la FIL Ayacucho por elegir mi trabajo. La vida es como un juego de azar y creo que los premios también. Esta modesta gratificación, más que económica, tiene un carácter espiritual inmarcesible. Los escritores del interior del Perú tenemos que sacrificarnos en demasía para difundir nuestros libros. Por suerte, ahora contamos con un nuevo evento literario independiente en Ayacucho y eso me alegra muchísimo. Sé que cada año habrá mejores obras que la mía, no me cabe la menor duda.
Además de Reynoso, ¿qué otros escritores nacionales o extranjeros han sido referentes para ti?
De Arequipa: Oswaldo Reynoso, Vargas Llosa, Edmundo de los Ríos. También respeto y sigo con atención la obra de Yuri Vásquez, Alex Rivera de los Ríos, Jorge Monteza, Victoria Vargas, Dennis Arias, entre otros. Creo que es necesario, primero, conocer lo propio.
Además están obviamente Ribeyro, Arguedas, Valdelomar pero también Claudia Ulloa, Laura Riesco, Juan Manuel Robles, Luis Hernán Castañeda y un largo etcétera.
De los extranjeros no puedo olvidar a Camus, Sabato, Rubem Fonseca, Clarice Lispector, García Márquez, Lucia Berlin, Borges, Henry Miller, Richard Ford, Cheever, Volpi, Leonardo Padura, Ricardo Piglia y muchos más.
Al inicio de tu carrera, ¿cómo fue tu relación con los medios literarios y editoriales en el Perú?
Distante. Soy un escritor insular. Escribir historias en el semanario de César Hildebrandt me hizo ganar muchos lectores. Pero es sabido que en las editoriales que Oswaldo Reynoso llamaba «transnacionales» más que el mérito o el talento, prima la patería, el lustrabotismo y la argolla.

El reconocimiento institucional, como el Premio de Novela Corta que ganaste, ¿cambia algo en tu visión como escritor?
No, para nada. Me emociona mucho, eso sí. Me permite publicar mi novela y encontrarle un espacio en los medios. Pero ya te dije que los premios son un juego de azar y a veces los ganan los que menos lo merecen. Sean grandes o pequeños.
¿Cómo defines el tono de tus relatos?
Mi narrativa es autobiográfica e intimista. Pero en mi novela escapa del realismo a secas y «juego» con la novela «policial», con el terror, lo sobrenatural, etcétera. Ha sido todo un reto para mí y espero que el resultado sea alentador para todos aquellos que se animen a leerla.
¿Has considerado explorar otros géneros como la poesía, el ensayo o el teatro?
Garabateé poemitas en mi juventud pero no pasó de eso: meros garabatos. Una vez recibí un reconocimiento en El Búho por un modesto ensayo sobre Arequipa. Y me encantaría escribir una obra teatral, así que no lo descarto. Ojalá algún día lo haga.
¿En qué proyectos literarios estás trabajando actualmente?
Un libro con una mirada acuciante, dolorosa pero también esperanzadora del Perú: un libro peruano en el mejor de los sentidos y escrito con compromiso, por supuesto.
¿Qué consejo le darías a jóvenes narradores que, como tú, empiezan desde regiones como Arequipa, lejos de los grandes centros editoriales?
Que se olviden de todo lo «grande» (y grande entre comillas): ciudades, editoriales. Que no escriban llevados por modas literarias o temas que «vendan», que no piensen en los premios. Yo por ejemplo no he podido terminar de leer a Premios Alfaguara porque se me ha terminado de caer el pelo y las muelas también.
Uno debe escribir sobre lo que le revuelve las tripas y no casarse con nadie.
¿Prefieres trabajar en comunidad con otros escritores o te identificas más con un proceso individual y silencioso?
Como te dije: soy muy insular. Detesto las argollitas y manchitas «nice». Esa gentita que juega en pared y se devuelve favores.
Pasar del relato breve a la novela corta, ¿qué reto representó para ti?
Ponerme a prueba, intentar reinventarme. Es mi libro más audaz sin dejar de ser íntimo. En realidad no es una novela sino una antinovela. Espero que te guste. Yo creo que a Oswaldo le hubiera llamado la atención: la terminé el día de su cumpleaños, el 10 de abril.
Reynoso es un león arequipeño que sigue más vivo que nunca.
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