Cultura

Andrea Cruzado, la poesía entre nómades y sedentarios

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En el siglo XVII el escritor Francois de La Rochefoucauld escribió que la gente no se enamoraría si nunca hubiera oído del amor. Posiblemente haya tenido razón. El amor es una ficción, un discurso fragmentado, una exageración, un malentendido que sirve para prolongar la especie (Schopenhauer). El amor nos enferma hasta convertirnos en seres marginales. El amor eterno debe estar prohibido.

Un elemento que está unido al amor es el erotismo, sea cual sea su tipo (transgresor, sagrado, etc.), ya que ambos nos conducen a lo opuesto de un comportamiento “civilizado”. Se emprende, entonces, una búsqueda hacia lo imprevisible, anhelando alcanzar un espacio sin represiones ni censuras.

Estos tópicos han sido utilizados por distintos autores en el transcurrir milenario de la poesía. Nuestro país no ha sido la excepción, mayormente en el caso de escritoras.  Algunos señalan que la vertiente erótica femenina dentro de nuestra tradición se inicia con María Emilia Cornejo en la década de los setentas. Yo, en su lugar, colocaría a César Moro con “La tortuga ecuestre” ya que el hablante lírico que se utiliza en esos poemas,  lo hace desde una postura totalmente femenina, teniendo en cuenta que a quién se dirige constantemente es a un personaje masculino llamado “Antonio. Incluso ciertas autoras que han utilizado el tópico del erotismo han reforzado esta idea, considerando a Moro como el gran precursor de esta corriente.

En el año 2015, la escritora laredina Andrea Cruzado publicó un poemario titulado “Materia” con la editorial  trujillana “Paloma ajena”. Tres años después, este mismo libro formaría parte (junto a “El animal es un acto”) de un proyecto mayor llamado “Museum”, publicado por el Fondo Editorial de la Municipalidad de Trujillo. Sobre Andrea se puede escribir muchas cosas, empezando por su prematura inclinación a la poesía y al desenfreno; de “Materia” también se puede hacer lo mismo, empezando porque los poemas que contienen el libro fueron escritos entre los quince y los dieciochos años. De mi amistad con Andrea también podría decir muchas cosas, desde los eventos poéticos que organizamos durante nuestra época universitaria, hasta las largas conversaciones de madrugada que teníamos con nuestros demás amigos en cualquier parque de la ciudad.

La poesía de Andrea tiene como punto de referencia a la vertiente erótica femenina que se consolidó en Lima durante las décadas de los setentas y ochentas. Tal es el caso de escritoras como, la ya mencionada, María Emilia Cornejo, Carmen Ollé, Rocío Silva Santisteban, Giovanna Pollarolo, Mariela Dreyfuss, entre otras.  Obviamente cada una de estas autoras tienen distintos estilos de escritura respecto al erotismo.

La oposición entre hembra-varón ha sido poetizada desde dos formas: la primera, desde una pasividad femenina, donde solo queda la escritura y la ficción como elemento de resguardo; y la segunda, desde una postura más confrontacional y subversiva. En esta última está la poesía de Carmen Ollé, en la otra la de María Emilia Cornejo. Inclusive el registro poético es distinto, Cornejo utiliza una forma confesional y espiritual, Ollé lo hace desde la transgresión, la experimentación y el salvajismo. Se ha dicho que la vertiente del erotismo femenino tiene como trasfondo reivindicar el papel de la mujer en la sociedad, mostrándola como un ser que también está destinada al goce, pasión y plenitud erótica.  Puede ser que así lo sea, pero desde mi perspectiva la poesía de Cornejo no logra un paradigma de la liberación femenina, pues en sus poemas se percibe que la voz lírica femenina está subordinada a una figura masculina. Se logra una reivindicación social, por el contexto, antes que literaria.

La poesía de Andrea Cruzada se sitúa en la vereda de María Emilia Cornejo, pues sus poemas van a reflejar un total condicionamiento de la voz femenina hacia la figura masculina, inclusive se utiliza la confesión como recurso poético.

Como ya lo he mencionado, el libro “Museum” está formado por dos poemarios: “Materia” y “El animal es un acto”.  Voy a argumentar lo mencionado respecto a la subordinación de la voz femenina, teniendo en cuenta los poemas que conforman “Materia”, para luego hacer un breve comentario acerca del otro poemario.

Para poder analizar los poemas, voy a tener en consideración las ideas que plantea el semiólogo Roland Barthes en su libro “Fragmentos de un discurso amoroso”. Aquí, el francés plantea que toda situación amorosa trae consigo un “discurso” de extrema soledad que existe por arrebatos de lenguaje, utilizado como tributo por el enamorado (a) para reconciliarse con el mundo.

Es natural que en toda relación amorosa encontramos a alguien que da más que el otro, entregándose irremediablemente al triste destino que le depara la vida. En el discurso amoroso que plantea Barthes, encontramos a dos sujetos:

  • El sujeto amoroso: vive en una irrealidad por culpa de la ilusión que ha tejido entorno al objeto amado. Es el que entrega sin escrúpulos por los tormentosos caminos del amor. Vive entre el júbilo, la angustia y el desamparo. Es un prisionero de sí mismo
  • El ser u objeto amado: centro de adoración y de entrega por parte del sujeto amoroso. Se le conoce también como “atopos”, porque es inclasificable e imprevisible. Es considerado como inocente de cualquier reacción o respuesta ocasionada por el otro sujeto, ya que desconoce el daño y mal que ocasiona.

Al no conseguir nombrar la singularidad de su deseo por el ser amado, el sujeto amoroso desemboca en esta palabra un poco tonta: ¡adorable!

No puedo clasificarlo puesto que es precisamente el único, la imagen singular que ha venido milagrosamente a responder a la especifidad de mi deseo.

Hay que tener en cuenta que la poesía y la literatura es un medio de salvación que utilizará el sujeto amoroso ante la violencia del amor y de la soledad.  Entre el sujeto amoroso y el objeto amado, se esparcen distintos tópicos que ayudarán a complementar la idea inicial por Barthes.

Estos elementos temáticos vamos a encontrar claramente en “Materia”. Andrea Cruzado utiliza distintos recursos que van abriendo el camino para la confrontación entre el sujeto y el objeto amado. El libro contiene diecinueve poemas donde ronda la figura del eros como un fantasma que engrandece la tristeza del sujeto amoroso.

El libro se abre con el poema “Sobre la limpieza”. Texto corto, simple y confesional, donde el elemento central es el sentimiento de culpabilidad respecto a una mala acción. Se puede deducir que está representada desde un plano sexual. Nos hace recordar a la “muchacha mala de la historia” de María Emilia Cornejo. El siguiente poema “Inocencia interrumpida” prosigue con este tópico de maldad y culpabilidad:

Debe ser difícil para mi padre/ escuchar a los vecinos/ tildarme de niña malvada/ debe ser difícil, aun así, mi padre/ puede tomarme de la mano/ y llevarme a misa todos los domingos/ …

En estos poemas aún no aparece consolidada la figura del objeto amado, pero igual hacen referencia a la pasividad femenina ante la figura masculina, en este caso se trataría de la paterna.

Esta subordinación seguirá en el transcurso de todo el poemario, cambiando la figura subordinante del padre por la del objeto amado, es el caso de “Sobre el olvido”:

Podré cambiar las sábanas de mi cama/ culpándome de puta/ podré vestirme frente al espejo/ mirando lo sucio de mi carne/ podré limpiar la mugre incrustada entre /mi almohada y mi boca/ golpeándome una y otra vez el pecho/ …

Es a partir del poema “Mujer arqueóloga”, que se va a utilizar de forma prolongada el recurso del erotismo, logrando una mayor subordinación del sujeto amoroso ante el objeto amado. Es curioso que en todos los poemas que conforman el libro, se utilice una locutora femenina en primera persona que dirige su discurso poético hacia un hombre. Esto marca una semejanza con las ideas propuestas por Barthes, ya que en su libro se utiliza la voz de sujeto amoroso para reflexionar acerca del objeto amado.

Barthes plantea que un tópico recurrente en el discurso amoroso es el de la ausencia. Entre los dos sujetos siempre existe la ausencia por parte del objeto amado (sea cual sea la causa), esto ocasiona una transformación en el pensamiento y la acción del sujeto amoroso. En algunos casos ocasiona hasta la locura.

En el poemario, este tópico está bien consolidado, ya que en casi todos los poemas siempre el objeto amado está ausente. Es el caso del poema “Caminante enamorada”

Camino despacio/ por los lugares/ que hemos recorrido/, pronunciando tu nombre en mi vientre/ bautizando a cada árbol/ otorgándole un nombre nuevo/ los beso/ y deseo/ que ningún perro/ se anime a mearlos/ despacito/ contándote una historia/ aunque no la escuches/ ….

En este poema el sujeto amoroso recurre a la ficción para apaciguar el desamparo en el cual se encuentra debido al abandono del objeto amado. Es más, se recurre a un utópico embarazo que el sujeto amoroso tanto anhela.

En “He mirado” se consolida la relación entre ausencia, sujeto amoroso y objeto amado.

El exilio de hombres salvajes/ en la frontera de mi pelvis/ de mujer con complejo de antílope/ y te he hablado del amor/ en setiembre/ mitómano/ ¿Por qué huyes cuando hablamos de amor?

Este último verso resulta muy pertinente para el análisis. Se menciona tres términos claves: exilio, salvaje, huyes.

Roland Barthes plantea lo siguiente desde el discurso del sujeto amoroso:

Es el otro quien parte, soy yo quien me quedo. El otro se encuentra en estado de perpetua partida, de viaje; es , por vocación, migratorio, huidizo; soy yo, yo que amo, por vocación inversa, sedentario, inmóvil, predispuesto, en espera, encogido en mi lugar, en sufrimiento, como un bulto en un rincón perdido de una estación.

Según el francés, el sujeto amoroso se ve representado en la figura del sedentario, y el objeto amado en la del nómade, ya que siempre anda en constantes desplazamientos. Además, el discurso de la ausencia lo pronuncia siempre una figura femenina

(…) la mujer es fiel (espera), el hombre es honrador (navega).

La mujer es quien le da distintas formas a la ausencia, elaborado una ficción de su propia historia, haciendo del amor una figura hiperbólica y exagerada. En otros poemas también se evidencia lo expuesto.

La figura del nómade, representado en la figura masculina también se deja entrever en “Un poema” que tiene la siguiente dedicatoria A mi chico futurista. Al inicio se colocan adjetivos que fortalecen la semejanza entre objeto amado – masculinidad-nomadismo:

Animal ciego /rutinario, rústico/ …/ tú eres el animal ciego/ que inventé con mis besos/ animal ciego/ escribe /escribe /escribe/ escríbeme un poema/ sobre tu viaje de exploración a los espacios/

El eros que utiliza Andrea Cruzado en el poemario entra a la clasificación de lo sagrado, ya que el cuerpo del objeto amado, es un completo objeto de deseo que no reduce solo a saciar lo carnal, sino que busca cierta espiritualidad, eliminando la cosificación del cuerpo.

Para Barthes, el abrazo es un gesto que cumple el sujeto amoroso con el sueño de una unión total con el objeto amado.

Abrazándote con estos/ dos brazos aunque no los sientas/ y otros más/ que se agregan en el acto/ …

Siento que he desayunado 48 horas antes/ que me pesan los párpados/ tanto o más/ que estas ganas de abrazarte/ tengo adormecida la boca/ y el cuerpo fracturado/ …

Otro tópico que considera Barthes es el de la catástrofe, que consiste en una destrucción de sí misma en un acto de desesperación. Esta se puede dividir en lenta y violenta.

En el poemario se percibe que el sujeto amoroso recurre a una lenta desesperación y destrucción de sí misma, ya que encontramos cierta resignación:

Voltear a mirar el espacio roto/ ubicado a mi lado derecho/ sin extrañarte/ y llorar de angustia/ porque la soledad/ ya no me ha dado miedo/ porque la soledad se ha atrevido a acompañarme/ en esta procesión. (Del poema Sobre el olvido)

Mirar los abismos de la locura/ y fundirme en tres segundos/ de cobardía/ pintar los espejos/ …

Hay algunos fragmentos que se recurre a la descomposición de lo corporal, pero utilizando un tono sensible y muy pasivo:

Toma esta lata/ llena de carne/ fría y estropeada/ ponle una etiqueta nueva/ cámbiale la fecha de vencimiento/ no dejes que se pudra/ t/r/a/z/a/ una línea/ … (del poema “Conserva”)

A veces siento/ la exagerada necesidad/ de verter mi cuerpo/ sobre la sopa/ des/com/po/ner/me/ en ella si es posible/ …

La forma de violentarse a sí mismo está unida al tópico de la ascesis (otro tópico propuesto por Barthes). El sujeto amoroso se siente culpable con respecto al ser amado, para ello recurre a sorprenderlo representando un total infortunio y autocastigo, por medio del erotismo y del encuentro sexual:

Dejo que aprieten vibrosos en mí/ en mis diecinueve costras arrancables/ en los diecinueves comisuras/ que surcaron silvestres/ tus ramas en mi boca/ dejo que aprieten vibrosos en mí/ (…)/ a tus raíces/ crece despiadado en mí/ en mi piel cicatrizada.  (del poema “Silvestre”)

Como ya lo he mencionado anteriormente, aquí también se puede visualizar una total subordinación de la figura femenina (sujeto amoroso) ante la figura masculina (objeto amado).

Aprovecha mis sectores/ analfabetos, faltos de razón/ siémbrate en mí/ juro nadie vendrá a cosechar/ en este terreno. (Del poema “Mujer fértil”)

En todo el poemario se utilizan otros tópicos, como es el caso de la masturbación, el conflicto familiar, los vicios, la reinvención del amor, etc. Andrea Cruzado ha elaborado su propio discurso amoroso lleno de conflictos, culpas, tristezas, aventuras, pero sobre todo, de amor.

Los dos últimos poemas establecen un puente con el otro poemario “El animal es un acto”, donde se va a explorar la figura de la maternidad, y que servirá como análisis para otro texto. El poemario consta de dieciocho poemas donde se va a poetizar desde el alumbramiento hasta el crecimiento del hijo. Todo en una atmósfera de alegres y dolorosos descubrimientos, de soledad y compañía, de muerte y de renacimiento. 

Con “Materia”, Andrea Cruzado prosigue una tradición ya establecida por escritoras de generaciones anteriores. Esto tiene sus ventajas y desventajas. Esperemos que el poemario represente una etapa cerrada de su inclinación hacia la vertiente de lo érotico, lo cual le permita explorar otros espacios que demuestren el gran talento que tiene, y así pueda alcanzar una madurez poética que le haría muy bien a la literatura trujillana y también a la nacional (¿por qué no?). Aún tiene mucho por vivir, corregir y escribir. Esperemos que no sea una más de esas voces que se diluyen en el tormentoso camino de la poesía. Estoy seguro de que no, valentía le sobra, eso lo sabemos todos, en especial sus amigos.

Ojalá este pequeño, pero significativo análisis de su poemario “Materia” sirva en algo para que pueda tener mayor difusión de la que ya tiene.  

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