Opinión

Violencia política, deshonor y posverdad en el Perú contemporáneo

Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra.

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I.

Una de las cosas mas difíciles en el Perú es reconocer en nuestros enemigos su valor real y su mérito. Así, existen quienes no pueden admitir valor en Mariátegui ni, muchos menos, en Haya de la Torre, cuyo aniversario luctuoso fue el 02 de Agosto. Este acontecimiento pasó como si apenas pasaran las olas sobre cualquier orilla absorta en la ignorancia y el desinterés. Entonces, si esto pasa con un individuo que durante medio siglo fue el primer hombre del país, ¿qué será de aquella multitud de personajillos que pueblan la escena política actual?

Luego, está la ceguera ideológica y la desvergüenza que provocan expresiones tan contradictorias como denominar dictadura al gobierno de Fujimori, al mismo tiempo que ensalzan las virtudes pseudodemocráticas de la dictadura de Fidel Castro, ¡vaya hipócritas sin honor! La verdad es que ambos regímenes son y serán ampliamente despreciables por multitud de motivos que no corresponden a esta página, pero que sí hemos expuesto en diversos ensayos y artículos.

Entremos en detalle:

El Perú tiene la mala suerte de parecer no contar con honor y, lo peor es que, tampoco, parece querer contar con él. Cualquiera que vea y estudie el curso de los últimos dos siglos, encontrará en ellos tanta liviandad como estupidez, tanta malicia como desinterés respecto del bienestar nacional, el honor nacional y la dignidad nacional.  Sin embargo, hubo episodios excepcionales en los que algunos pocos individuos famosos y otros más o menos desconocidos, impidieron que toda nuestra historia sea solo una suma de vergüenzas y fracasos aun en medio de las derrotas más cruentas. Esos individuos pudieron llamarse Grau, Cáceres o Bolognesi y sus cuerpos pueden yacer en una suma de escombros o en una infinidad de tumbas sin nombre.

II.

Se dice que todo depende del cristal con que se mire, pero, existen hechos y realidades que no pueden soslayarse ni aún en la interpretación más impresionista. Por ejemplo, respecto de la cruenta pugna entre los movimientos terroristas de izquierda como Sendero Luminoso y el MRTA y las Fuerzas Armadas nadie se pone de acuerdo en torno a la gravedad de las acciones de unos y otros cuando el conflicto contra el terrorismo y eso es un desacierto tremendo de todos los involucrados.

En este sentido, hubo una toma de rehenes por un colectivo terrorista en contra del país entero y Japón (pues su embajada en Perú fue siniestrada con todo y el embajador japonés) y eso el Perú ya sea bajo una democracia o una dictadura no lo podía permitir.

Luego, si accedemos al discurso consecuente desde un entendimiento de las FF.AA. como elemento vertebrador de honor  e identidad como sucede en los países más importantes del mundo, el horizonte se hace mucho más claro. Pero, si se halla uno en desacuerdo con esta estructura tradicional y se prefiere a un elemento subversivo terrorista por pura enajenación romántica o por convicción militante no siempre expuesta en publico de modos valientes es obvio que la misma interpretación de los hechos estará contaminada de escoria ideológica.

En este sentido, los comandos actuaron en defensa del país contra una amenaza terrorista de izquierda que afectaba no solo los intereses nacionales a nivel interno, sino, incluso a nivel del extranjero. La democracia y otras formas de gobierno no sirven como materia de análisis pues los militares tienen que obedecer y punto (aunque, aquí, muchas veces, hayan obrado de más). En lo personal, habría preferido a unas Fuerzas Armadas legítimamente insurrectas ante el Golpe del 05 de Abril de 1992 en lugar de la pandilla genuflexa ante Montesinos y la infama (y supuesta) Acta de Sujeción, pero eso es otra historia.

Por todo ello, la acción de los comandos fue valiosa en tanto puso cerco y fin a una amenaza terrorista izquierdista y deben ser defendidos en tanto se les ha atacado una y mil veces como al resto de las FF.AA. por cuenta de gente de izquierda que considera a los militares como terroristas mucho más dañinos que cualquier elemento senderista o emerretista  y dignos de las peores condenas en tanto que a los subversivos terroristas izquierdistas los miman, entienden y hasta justifican pese a que ni siquiera en un orden revolucionario habrían tenido justificación alguna pues no tenían ni gozaban de condiciones objetivas para intentar la revolución en los años ochenta, etc.

Por otro lado, toda crítica a Fujimori es bienvenida. Lo mismo respecto de Montesinos. Sin embargo, dichas críticas deben estar fundamentadas pues no todo lo que se orientó en aquellas épocas fue nefasto. El ordenamiento económico, por ejemplo, es positivo aunque con los consiguientes elementos contrarios al país que, sí creo, demuestran la nula cercanía sentimental de Fujimori con el Perú.

En este orden de cosas, Fujimori caminó entre los cadáveres de los terroristas sin ningún tipo de piedad. Eso no se le puede olvidar a un comunista y tampoco a un militar cuyos amigos y compañeros, hermanos de armas, hayan sido asesinados por la metralla terrorista de izquierda en aquellos aciagos años  de la lucha contra la subversión. Obviamente, el repudio o ensalzamiento dependerá de cada intérprete y debemos preguntarnos, por lo tanto,  cuál de estas dos posiciones le sirve más al país y a la nación.

Asimismo, es fundamental entender que no todos los comandos violentaron los derechos humanos de los terroristas emerretistas. Del mismo modo, es necesario admitir que aquellos que lo hicieron pueden ser vituperados, pero, no así, los demás patriotas. Este discernimiento es casi lo mismo que diferenciar a un guerrillero o a un rebelde patriota respecto de un terrorista o un subversivo enajenado por la ideología y el mal, solo es cuestión de abrir los ojos y ver de verdad.

III.

Lo de la caída de Fujimori, siendo bastante prácticos, no se hubiera dado nunca si no se empecinaba en continuar en ejercicio de la presidencia al iniciar el nuevo siglo. Atribuirle tanto mérito a las marchas es el engaño de los populistas. De hecho, si no era por los vladivideos, no pasaba nada más. Tampoco debe olvidarse que Fujimori llegó al poder, en gran parte, por el apoyo aprista e izquierdista y que, este último, sobre todo,  no tuvo mejor disposición que renegar de una opción saludable y franca como la de Mario Vargas Llosa por puros celos y mezquindades ideológicas.

La marcha de los 4 suyos solo sirvió para empoderar a un pobre diablo cómo fue, es y será Alejandro Toledo y no debe ser engrandecida por los sueños y utopías de los marchantes. Seamos objetivos, el legado de Toledo reside en el oportunismo de Sheput, malicias baladíes.

IV.

Es de vital importancia rescatar los fines benéficos de instituciones como las FF.AA. en un país tan fatalmente desprovisto de una identidad nacional contundente y férrea. Si se insiste en desacreditar al estamento militar, lo único que se consigue es minar la tradición patriótica del Perú que quizás haya legado a sus mejores prohombres en la milicia (pese al ineficiente militarismo decimonónico y las dictaduras del siglo XX).

V.

Finalmente, la ciudadanía tiene el pleno derecho de elegir, en último término, a las FF.AA.  sobre cualquier colectivo terrorista. Ese sería el tema de fondo y que cada uno responda como mejor le parezca, pero de modos muy claros y sin subterfugios.

VI.

Desde luego, Castillo ha estado en su derecho respecto de impedir la participación de los Comandos en el desfile, pues hubo y hay algunos de sus integrantes que son abiertamente contrarios a su persona y son solícitos hasta con faltarle el respeto al presidente y eso tampoco puede ser. Ello no niega que, de todos modos, haya sido un veto y un evento indeseable y una muestra de suprema enajenación. Si Castillo fuera un individuo más o menos presentable nadie tendría porqué estar en contra suya, pero como es un desastre ….

VII.

Al hablar de las FF.AA estamos hablando de una institución que padeció los malos manejos de los gobernantes del país desde antes de la Guerra con Chile y hasta ahora.

Por otro lado, los emerretistas que tomaron la Embajada de Japón buscaban la liberación de sus líderes muy justamente presos. Eso es algo que no debe olvidarse. No se les puede denominar “presos políticos”, por ejemplo, pese a las diferencias de todo orden que existen entre SL y MRTA.

VIII.

La identidad de una nación depende de quien sabiamente en el ejercicio de poder orienta dicho concepto sobre la ciudadanía, una labor que no se ha realizado hasta la fecha. La dignidad es otro tema y depende, también, en gran medida de aquellos que gobiernan cuyo reflejo es la colectividad que representan y viceversa.

Si vamos a la idea de que el pueblo debe gobernar, coincidiremos, si y solo si el pueblo, primero, está educado y, luego, si tiene líderes representativos lúcidos y actualizados, no anclados en utopías ni en pasados irrealizables.

IX.

Toda la responsabilidad del mundo no compromete a la objetividad. Veamos:

El Fujimorato, desde luego, es el capítulo más espurio de la historia de las FF.AA. debido al accionar de no pocos elementos nocivos en su seno a tal extremo que este período solo es  comparable en términos de individuos abyectos  a los que estuvieron en contra de Cáceres cuando la campana de la Breña. Sin embargo, estas FF AA. son una institución estatal y un pilar primordial del gobierno. No en balde el Presidente de la República es el Jefe Supremo de las FF.AA.

Malos elementos hay hasta en cónclaves de santos.

Es imposible negar las acciones condenables de muchos militares, pero esas sanciones individualizadas no tienen por qué afectar a la institución. En este sentido, es insostenible atacar a las FF.AA., máxime cuando se libraba una guerra contra el terrorismo y una izquierda enajenada que no advertía lo inapropiado de sus planteamientos.

Finalmente, ¿acaso toda la izquierda se ve responsabilizada por las acciones de la izquierda revolucionaria y, del mismo modo, acaso toda la izquierda revolucionaria se ve contaminada por la responsabilidad en la que ha incidido la izquierda terrorista de SL y MRTA?  Si advertimos los matices y discernimos, solo podremos concluir en que se mantienen escindidas las responsabilidades tanto en las izquierdas como en las Fuerzas Armadas.

Por último, no todo se acaba en una simple crítica o repudio del Fujimorismo, ni cualquier cosa que se le oponga al Fujimorismo deviene en un elemento virtuoso. Castillo es la mejor prueba de este detalle último.

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