“Porque una lengua hablará por
tu lengua. Y otra mano guiará a tu mano si te quedas en mi país” nos dicen los
últimos versos de un célebre poema de los -Extramuros del Mundo (1971)-, libro
liminal para entender a Enrique Verástegui Peláez quien naciera un 24 abril de
1950 en la cálida Cañete. Es considerado por la crítica nacional e
internacional como uno de los mejores exponentes de las letras en el Perú. Ha
escrito poesía, ensayo, filosofía cuento, novela, teatro, guión, física y
matemática. Fue parte del Movimiento Hora Zero, junto a los poetas Jorge
Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Carmen Ollé, Jorge Nájar, Eloy Jáuregui entre
tanto otros nombre ya legendarios para la poesía peruana.
Un 27 de julio del año pasado,
un paro cardiaco lo alejó de entre nosotros. En el aniversario de su deceso en
distintas partes del Perú se han realizado homenajes, lecturas y puestas en
escena. Se recordaron los célebres títulos de sus grandes libros como son los
poemarios Agregado sin corrección a los estudios de poesía (1977)”; Typewriter
concerto. Londres (1977); Praxis, asalto y destrucción del Infierno (1980);
Angelus novus (Tomo I, 1989) y Angelus novus (Tomo II, 1990). Cómo no recordar
Monte de goce (1991), Ángel con laud sideral (2013) o su antología más grande
“Splendor” publicada en México
el años 2013. Su obra es vasta e inquietante, solo refiero los títulos que
alcancé acariciar. Tuve la suerte de conocerlo en el VII Festival de Poesía de
Lima (2017) al cual fue invitado y donde él era el poeta homenajeado. La
vibración, los ojos dilatados como un niño por el mundo. Sentí lo mismo cuando
conocí a los poetas Arturo Corcuera (1935-2017) y Rodolfo Hinostroza
(1941-2016). Maestros de esa poesía que en los últimos años nos ha dejado una
alta barrera. El Cusco al no contar con una Facultad de Letras y Literatura,
hizo del Festival de Poesía Enero en la Palabra, una tribuna para aprender de
los grandes como también de los jóvenes. En enero del 2018 se invitó al gran
Enrique Verástegui a nuestra ciudad y “Cusco Mágico y Milenario” es uno de sus
testimonios publicado el 4 de febrero del 2018 pocos meses antes de partir:
“Acabo de llegar de Cusco, donde estuve unos días, dedicado a pasear por el valle sagrado del Urubamba, en el Cusco, retomando energías universales, comunicándome con la naturaleza, y conversando –de tú a tú– con los dioses del Ande. Me dijeron que estuve brillantísimo –como no lo había estado en Lima– y que el público (fueron varias centenas de público deseoso de saber) llegó al mismo cielo, donde en esa noche del bar del Ángel Caído –un sillón con enormes alas blancas apuntando a los cielos– los poetas, uno a uno, y empleando gran tono de voz, manifestaban su amor por una naturaleza que me/nos había producido y creado.
Por allí había desfilado Soledad Aráoz –verdadera Diosa del Ande, en contacto inmediato con los espíritus del mundo–, Virginia Benavides, Pavel Ugarte, Américo Yabar, Rocío Fernández, y 120 más de poetas invitados, como Domingo de Ramos, por ejemplo, o Katherine Estrada. Aquella noche de mi recital donde se me homenajeaba había empezado con un evento en Casa del Inca Garcilaso, donde los jóvenes del siglo XXI –y he momentáneamente olvidado sus nombres– un bellísimo documental inspirado en El Jardín de las Delicias, y mi poesía. Aplausos, y luego interpreté algo inédito: mis “Aires de Machu Picchu”, algo mejor que los Jaivas pero sin Vargas Llosa; un aire magistral en aquella noche cusqueña. No obstante, aquí no solo terminaba sino que aquí, sobre todo, empezaba la fiesta. Hablé entonces de mi defensa de los derechos humanos en Chile, Argentina, y Brasil. El aire y la fiesta de esta noche me recordaron, de inmediato, las espléndidas noches convulsas y mágicas de París, rock’n’roll a todo volumen, y las masas que saludan la presencia de José Carlos Rodríguez Najar y sus acompañantes; una noche para el recuerdo de lo que es vivir la vida. Después vendría mi comunicación con los Apus de Machu Picchu, y el Ángel Illapa pero eso es otro cantar.”
Gracias, nos dice al final
este poeta al cual un nutrido grupo de amantes de las letras rendiremos
homenaje el día de mañana sábado 11 de agosto desde las 7 pm en el ya conocido
Wasicleta de la Calle San Andrés N° 481. El recital se llama “Constelación
Krisol” y sabemos que Enrique Verástegui ya es una pléyade que ilumina el
camino de los nuevos poetas.