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Víctor Delfín: “Yo no he apoyado a Toledo»

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Entrevista Luis Felipe Alpaca / Fotos Jorge Fernández

Víctor Delfín está agradecido con la vida, porque desde que vio la luz del mundo no ha dejado de obtener fortuna, aquella que va más allá de la pecuniaria. Él también pertenece a ese valioso canon de artistas que salieron de los claustros de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes. Curiosamente, su vida de creador donde destacó en la pintura, el dibujo y la escultura, ha sido contrastada con otros roles que le cayeron como anillo al dedo; pues, también ha sido: activista social, obrero de construcción civil, agricultor, director de las Escuelas de Bellas Artes de Puno, y de Ayacucho, respectivamente; así como alto funcionario de gobierno con el cargo de Presidente de la Comisión Nacional de Cultura, con la que gestó la idea de crear un Ministerio de Cultura en Perú.

Ingresé al Paraíso (así se le conoce a la mansión de Víctor Delfín) que está encallado en los filos de los acantilados barranquinos; y lo encontré con la mejor lucidez, y con la más sensible ternura de recibir a los amigos. Empezó la charla, mientras observaba su pequeña escultura de arcilla El Beso, la misma que hace 26 años y en aquella misma sala inspirara al alcalde Alberto Andrade pedírsela como encargo y con dimensiones gigantes para que reposara en un parque miraflorino, como hasta ahora lo viene haciendo en el Parque del Amor.

Víctor ¿ya pasaste la barrera de los 90?

Ahora tengo 91 años.

Entonces eres de la época del poeta Romualdo

Fuimos contemporáneos, y nuestros cumpleaños son en diciembre. De esa época quedamos muy pocos; aún queda Carlos Bernasconi.

En Lobitos, gracias a tu padre no le faltó nada a tu familia

Absolutamente. Sobre todo, cariño, ternura, y ética.

Y ¿con respecto a tu educación?

En esa época no había radio ni televisión, entonces llegaban revistas del mar del sur.

¿Tus profesores eran competentes?

Pero por supuesto, la compañía petrolera llevaba a los mejores profesores para los hijos de los obreros, por eso ahora me pregunto: a Lobitos y a Talara de qué les sirvió la revolución y el golpe de Estado. Vayan a verlo ahora, es una miseria. Pero antes era esplendido; quizás la solución hubiera sido cobrarles buenos impuestos a los americanos y a los ingleses, para así adoptar una vida civilizada; en aquella época teníamos un hospital donde venían desde Lima a curarse, porque allí estaban los mejores médicos. Había un staff de gente profesional europea que contrataban; geólogos, y expertos en minería;  y pagarles un seguro médico a tipos como ellos costaba un montón de dinero, aunque los obreros participaban del hospital sin ningún inconveniente, entonces la democracia la conocí ahí, porque los ingleses iban en sus autos y nos recogían cuando andábamos por el campo, y además nos conocían por nuestros nombres. En Lobitos la gente se vestía elegante, había un club de tenis, y un club de golf, y he sido caddie de golf por ocho años.

Entonces ¿Lobitos tuvo esplendor?

El primer cine que hubo en Sudamérica estuvo en Lobitos y no lo digo yo, lo dicen los expertos, y tuve la suerte de ver todo el cine silente gratis. Así fue mi cultura cinematográfica, a mí háblenme del cine antiguo, y los carteles que llegaban de esa época eran hermosos, con sus títulos, como Tarzán el hombre mono, o el Imperio submarino.

No te puedes quejar

No. No me quejo absolutamente de nada; soy el hombre más feliz, he tenido una hermosa infancia, y una sola hermana que me adoraba, con dos padres cariñosos.  El otro día (quiero decir hace años) el periodista César Hildebrandt me dijo: “por qué no escribes una biografía” Pero yo tengo un libro de poemas que se titula: “A las siete en el Palermo”.

¿Acaso el titulo obedece al mítico bar de la avenida La Colmena?

Claro pues, donde íbamos con Hugo Bravo, además ahí vi a Vargas Llosa, Martin Adán, y Sérvulo Gutiérrez que terminó siendo íntimo amigo mío. Pregúntame por quién sea, porque los conozco a todos sin excepción. A Sérvulo lo conocí desde muchacho porque su sobrino Máximo Gutiérrez era mi amigo, porque ambos vivíamos apenas a cuatro cuadras, en la calle Tigre, y Sérvulo llegaba los días sábados a esa casa y se armaban unas jaranas tremendas. Allí todos iban, incluso este famoso barranquino Estuardo Nuñez, con Cota Carvallo, Doris Gibson, las viejas del Karamanduka, la Piedad de la Jara, y Rosa Alarco que era mi íntima amiga. Eran mis épocas difíciles, porque vivía pésimo en un cuchitril.

¿Algo semejante a Humareda?

Humareda vivía así porque le daba la gana, pero él ya ganaba sus “frejoles”, y yo no ganaba ni “miércoles”, pero me las arreglaba como sea. De pronto, durante el día las pasaba negras, y en la noche estaba en el Karamanduka brindando con Sérvulo. Eso es algo que yo no entendía, y de pronto me encontraba con Rosa Alarco que me decía: ¿qué cosa vas a hacer esta noche? nada, le respondía, porque era un vago.

Fuiste el estudiante eterno de Bellas Artes ¿Cuántos años estudiaste en la escuela?

Entré a la Escuela de Bellas Artes a los 18 años como por un tubo porque yo dibujaba desde niño, y en la escuela me decían el dibujante porque no se les ocurría la palabra artista. De entrada, en la escuela me gané la beca, pero las becas no eran de beneficencia, porque uno tenía que rajarse, y de 300 muchachos solamente tenían derecho a ganar beca 18 estudiantes, aunque ellos decían que eran 21 becas, pero nunca hubo 21 sinceramente. De ahí salieron Ángel Chávez, Humareda, Tilsa Tsuchiya, y Quintanilla. Lo mejor de ese régimen estricto y con unos profesores increíbles.

Volviendo a los profesores ¿cómo era Apu-Rimak tu maestro en Bellas Artes?

El mejor maestro para mí. Él me enseñó a amar al Perú, a pintar el Perú, porque había dos vertientes: una que te decía que deberías ir a Europa, porque allí estaba lo mejor del arte; y había otra vertiente de los indigenistas que te decían que había que pintar lo nuestro.

¿Te refieres a la dicotomía que existía en las influencias de los maestros Daniel Hernández, y José Sabogal, respectivamente?

Totalmente. La de Hernández era europeizada, y la de Sabogal y Julia Codesido era indigenista.

Y, ¿es verdad que el maestro Apu-Rimak tomó distancia de Sabogal?

No tomó distancia, sino, fue otro tipo de indigenismo. Fue un neo-indigenismo como el de Vinatea Reinoso, porque además eran íntimos amigos. El background de los profesores en ese momento era extraordinario. Por ejemplo, Ricardo Grau se había educado en Bruselas con uno de los mejores profesores de arte de ese momento, André Lhote, que además había escrito un libro “El tratado del paisaje”, que nosotros lo leíamos. Apu-Rimak junto al viejo Ismael Pozo que enseñaba escultura (el autor de los toros), se fueron a recorrer el pabellón de Sevilla con Carlos Quizpez Asín, el hermano de César Moro, nada menos…

Se dice que César Moro era un gran pintor, además de poeta

No. Gran pintor no era, César pintaba bien, pero gran pintor fue su hermano Carlos, que además era un gran muralista. Entonces, luego de Sevilla llegaron a París y allí se encontraron con Sérvulo, y César Vallejo, y en ese momento se quedaron ahí. Apu-Rimak hablaba quechua y también el francés, y además tenía amor al arte precolombino. Antes los antropólogos y arqueólogos dibujaban. Antonio Raimondi también dibujaba, por eso los pintores no tenían trabajo con ellos, pero como Julio C. Tello no sabía dibujar, entonces lo llevaba a Apu-Rimak, y así empezó a ilustrar todos los hallazgos de Tello.

¿Cómo fue tu paso para dirigir la Escuela de Bellas Artes de Puno?

Yo me gané una beca para ir a Francia, pero a la par había un concurso para ser director de la Escuela de Bellas Artes de Puno, y además ya tenía familia, entonces dije: yo me quedo aquí, y le conté la novedad a Ricardo Grau, que iba a dirigir esa escuela, y yo estaba feliz. Le dije que me iba a Puno en una mesa del Viena en el centro de Lima frente al hotel Bolívar, donde nos reuníamos después de las clases. Había un fanatismo increíble, porque todo el día hablábamos de arte y cultura, de Hemingway, de cine, de la nueva ola francesa, de Pasolini. Ahí también llegaban Sebastián Salazar Bondy, Alejandro Romualdo, Arturo Corcuera que lo conocía desde “cachimbo”, algunos arquitectos, y había mujeres pitucas muy bonitas, y que se mezclaban con nosotros porque para ellas no había diferencias sociales.

Yo conversaba con gente más vieja, porque los de mi edad me aburrían, porque hablaban cojudeces y yo quería saber otras cosas. Era amigo de los viejos porque te trataban con mucho respeto y nunca te tuteaban, ellos me decían: “Mire Delfín, cuando usted se vaya a Europa lleve algo de acá; Vallejo se fue ya hecho, él no fue a Europa a aprender nada”.

Ahora que lo mencionas, hubiera sido interesante haber conocido a César Vallejo

Vallejo murió cuando yo era niño. Él residía en París, entonces Apu-Rimak (Alejandro Gonzáles Trujillo) y un grupo viajaron allí aprovechando que estaban a un paso de España; así mi profesor se hizo amigo de César Vallejo, y en esos meses el poeta cayó enfermo y murió, entonces él se enteró y fue a verlo. Él mismo me contó que al verlo tendido en una cama de perfil, cogió un papel e hizo un dibujo rápido: era el retrato de Vallejo fallecido. Ese retrato lo tengo aquí, y lo hizo el mismo día de su muerte. Apu-Rimak cuando me lo obsequió me dijo: “Esto es para usted, porque usted lo va a cuidar”.

Los poetas e intelectuales nos están dejando; Enrique Verástegui el año pasado, y Tulio Mora este año

No hay una placa que diga aquí se reunía Sérvulo, y otra que diga aquí vivió César Moro, o aquí se creó el grupo Espacio, y aquí se fundó la Casa de la poesía. Y cuando quieren hacer una placa las instituciones quieren que nosotros demos la plata.

En ese sentido, ¿Por qué el Ministerio de Cultura se ha convertido en el velatorio de los artistas?

Porque no se reclama pues. El ministerio de Cultura es un ente que no existía, yo lo he creado con un grupo de personas aquí.

Precisamente, en 2001 el presidente Toledo te nombró como Presidente de la Comisión Nacional de Cultura

El cholo Toledo me encomendó esa misión, y me nombró Presidente de la Comisión de Cultura, entonces yo aquí mismo con Walter Alva, Lucho Lumbreras, Nelson Manrique, Modesto Montoya, Benjamín Marticorena, y el cineasta Armando Robles Godoy, entre otros periodistas y científicos, que eran lo mejorcito que optaron por venir, porque yo cuando convoco, lo hago abiertamente, y cuando se trata de armar un equipo se puede hacer hasta con el más antipático con tal de que ponga su energía. Entonces quisimos crear la casa de Cultura, y el viejo Robles Godoy que era el más frio dijo: ¡no! hay que crear un ministerio de Ciencia y Cultura, pero como siempre te recortan las ideas y la plata, se quedó como ministerio de Cultura, cuando debió llamarse ministerio de Ciencia y Cultura. Porque la cultura es una red que abarca todas las actividades, como la ciencia, la cultura, y la ecología, pero eso no lo entienden todavía.

Pero ahora en la cartera de Cultura existe un grupito de amigos que cobran grandes salarios

No hacen más que cobrar, y están sin ningún plan, ni proyecto, como debería hacerse. La Unesco por ejemplo trabaja así; tiene expertos en todos los campos, como en política, en derechos humanos, en ciencia, y en todas las artes; y si no se llega a eso, entonces se está perdiendo tiempo y dinero. 

Con la caída del Fujimorato, vino la marcha de los cuatro suyos que fue la antesala del gobierno de Alejandro Toledo ¿Qué piensas ahora de todo eso a sabiendas que el ex presidente está prófugo? ¿Fue un error?

Lo vamos a cometer siempre, eso de que no haya una ética como base de la educación de los niños. Ética en la casa, ética en el colegio, ética en todas partes. Como una especie de inyección contra un cáncer que es la corrupción. Ahora cuando un hijo ingresa a un partido político y luego de haberle dado un puesto, se aparece con una 4×4 y el padre no le dice nada, ni le pregunta cuánto gana, y solo le dice qué bien; y después se aparece con un Mercedes Benz, y ese mismo padre solo le dice: “eres exitoso”. Todo se puede enseñar cuando hay corrección interior. A mí me preguntan por mi salud, tengo 91 años, estoy tranquilo, tengo un libro de poesía y no me atormenta nada; no he estafado a nadie, no he engañado a nadie, y conservo a mis amigos desde hace 60 años, y nunca he tenido envidia, más bien me alegraba cuando veía que otros ganaban becas, y les hacia una fiesta en mi casa taller, porque era como si yo me la hubiera ganado con éxito. La mezquindad no la conozco para nada, y eso se lo debo a mi infancia.

Entonces eres un hombre agradecido ¿con la vida, o con Dios?

Yo no creo en Dios absolutamente.

¿Y quién creó a Dios?

¡El hombre pues! hay que leer a Nietzsche. Dios es una gran patraña inventada para hacernos tener miedo.

Probablemente hace 50 años no hubieras podido afirmar eso

Ya se podía decir; precisamente Nietzsche ya había escrito que Dios no existía; y todos los pensadores sabían eso, incluso Sartre, pero la iglesia los sataniza.

Volviendo al tema de Alejandro Toledo, entonces ¿no te arrepientes de haberlo apoyado en su momento?

Un momentito, yo no he apoyado a Toledo, y no lo estoy negando, pero históricamente es así. Cuando Fujimori, el cobarde asesino sinvergüenza y ladrón renunció por fax, mi mujer y yo salimos a las calles todos los días para protestar. Aquí en mi casa se creó todas las artes, aquí se creó todas las sangres, aquí se creó el No a Keiko, aunque había otros colectivos como Lava la bandera, pero aquí venían y se reunían 400 muchachos. Yo no estuve en la época de Paniagua y ahora me pesa haberme ido porque en ese momento se podía haber corregido muchas cosas. Yo me fui a Quito porque tenía que hacer un gran trabajo para la capilla del nombre de Guayasamín, un Túpac Amaru de hierro de ocho metros. Y de repente un día me llamó Gustavo Gorriti y me dijo: “Oye Víctor vente al Perú porque Alejandro Toledo acaba de decir en París que ya tiene una persona que se va a dedicar a eso de la cultura”. Así fueron las palabras del cholo, y cuando le llamé: Me dijo: “qué haces allí trabajando para los monos, quiero que vengas a trabajar conmigo”, le pregunté “en qué”; “En esa cosa de la cultura que tú conoces bien” me respondió. Y  cuando volví a Perú él me tuvo algo de 15 días dando vueltas, y le  dije a Fernando Rospigliosi: “Ya me estoy aburriendo porque no hago nada”, entonces alguien me llamó no recuerdo bien quién fue y me dijo: “Oye Víctor, no te vayas porque a cualquiera le pueden dar tu cargo que es importantísimo”, entonces me tuve que esperar, y Lumbreras que era el director del INC en esa época le dijo a Toledo: “Hay que nombrarlo a él”, se refería a mí, y le explicaba que yo tenía que ir a reuniones sociales a encontrarme con ministros, entonces ahí recién me asignaron un sueldo. Toledo salió de chiripa, yo no sé cómo salió presidente, pero él me llamó.

Entonces ¿al principio el cargo fue Ad honorem?

Claro, durante 6 meses nunca dieron un cobre para la Comisión. Y voy a decirlo: Yo pagaba a mi secretaria con lo que ellos me pagaban. Eso es triste.

La maravillosa casa donde vives ¿qué representa para ti?

Un sueño. A veces digo: ¿yo vivo aquí? La idea es dejarla tal como está para que la gente venga a verla. Un día mi amigo Antonio Urrutia que lo conozco desde la época en que me compraba mis cuadritos, vino y me dijo: “pucha qué bien vives, y todo esto es sin cocaína” (risas). Por eso la declaré patrimonio cultural, y escucho buenos comentarios, que dicen que es una casa mágica. Un español que llegó hace 15 días, me confesó: “he venido porque me dijeron, cuando vayas a Lima hay un lugar que se llama Barranco, y ahí vas a encontrar un lugar mágico”. De repente un periodista de Caretas me llamó por teléfono para hacerme una entrevista, y me preguntó ¿usted cree en el paraíso? Respondí que sí —Pero si usted es agnóstico— me dijo el periodista —Eso no tiene nada que ver, el paraíso existe— —¿Y dónde queda?— insistió, entonces le respondí: “tome un lápiz y apunte la dirección, el paraíso es en Domeyer 366”.

Veo tu pequeña escultura original El Beso que es de arcilla, y pienso que uno de los buenos alcaldes que tuvo Lima fue Alberto Andrade

Él limpió la ciudad de los ambulantes, y desde las seis de la mañana caminaba por los acantilados viendo si habían crecido las campanillas.

Sin embargo, no te pagaron mucho por la enorme escultura El Beso del Parque del Amor

Yo no creo que sea un negocio; pero me pagaron, no la suma que la gente se imagina. Me pagaron 30 mil dólares.

Eso es una suma simbólica por tremendo monumento

Pero me dieron la oportunidad de realizarla.

¿Sigues trabajando intenso?

Yo no trabajo, yo me divierto.

¿Algún proyecto próximo?

Eso ya no me interesa. La gente viene aquí y me dice: “señor Delfín tiene usted una exposición en San Juan de Lurigancho”; y solo les digo: llévense la obra, hagan un buen catálogo, y cuando terminen me traen las obras tal como estuvieron y encárguense de desmontar. Y si es en el extranjero me dan un pasaje de ida y vuelta con una compañera, porque yo no puedo viajar solo, y estadía en un hotel con sus estrellas. Pero yo no necesito estar más, eso es para los chicos, y si los chicos lo logran, formidable.

Para terminar, ¿Le sonríes a la muerte?

Pero, qué cosa es la muerte. Nosotros solo somos una energía, nada más; una energía que está cargando como una batería, y mientras la carguemos con buenas ondas se mantiene bien y ocupada, pensando no en uno, sino, en los demás. Hay un consejo del existencialista Sartre, la receta es simple y me gustaría que lo sepan todos los jóvenes. Una de ellas es que somos únicos, e intransferibles, y que nuestras actitudes deben ser respetadas porque son sagradas. Si tú piensas así, estás pensando que lo que hace Ramiro Llona es único porque es Ramiro Llona, y que el señor Szyszlo hizo lo que hizo porque era único, y que el señor Revilla lo ha hecho porque también es único, y no tienen que envidiar a nadie. Tampoco tú no tienes que competir con ellos, porque es como competir con un fantasma, y no puedes hacer nada, porque son únicos e intransferibles.

(Entrevista publicada en la revista impresa Lima Gris N° 16)

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