Las Hurdes, tierra sin pan es el documental que Luis Buñuel (1900 – 1983) filmó en 1933, gracias al dinero ganado en una lotería por su amigo Ramón Acín, intelectual anarquista, que acompañó desde el inicio el entusiasmo por el proyecto. La idea de esta película surgió, según se cuenta, de las lecturas que Buñuel hizo delos estudios de Maurice Legendre (un hispanista francés),acerca de una región montañosa de Extremadura (España), en donde las condiciones de vida de sus pobladores estaban marcadas por la pobreza, la miseria, el hambre y la enfermedad.
El descubrimiento de estas comunidades que sobrevivían aisladas, reproduciendo modos de vida de un pasado supuestamente ya superado, llevaron al autor a confrontar los discursos que la oficialidad española de la época sostenía. El tono de denuncia del filme,reforzado con el cartel añadido como último plano en 1936 y cierto realismo clásico que le da forma como material expositivo, son elementos que a su vez se enmarcan dentro de los compromisos políticos y sociales que Buñuel asumiría por esos años (se afilia al PCE). Pero lejos de representar estas opciones una ruptura con su obra anterior, asociada a las corrientes surrealistas, la cintaposeeun carácter muy peculiar, en donde el documental, la distorsión o manipulación para fines dramáticos, de la propia realidad, y el mismo influjo del surrealismo, colaboran para organizar esta pequeña gran obra (de algo menos de media hora), y establecer una continuidad tanto hacia atrás con los tiempos de Un perro andaluz (1929) o hacia adelante con Los olvidados (1950).
Las imágenes de Las Hurdesson crudas, no intentan ser concesivas. Junto al registro casi etnográfico de las costumbres (bailes, festividades) y la vida cotidiana de sus habitantes, Buñuel construyó algunas escenas en donde buscó intencionalmente que los efectos de una realidad con tantas carencias, fuera lo más sentida posible.
Las secuencias del burro atacado por las abejas, el bebé muerto transportado en una canastita de mano en mano a través del río, la cabra desplomándose por una pendiente, o los enanos apareciendo en grupo, fueron organizadas introduciendo elementos de tinte onírico en un contexto que de por sí era difícil de creer o asumir (para sus contemporáneos). Funcionan como efectos de revelación, que extrañamente por su cercanía con lo ficticio, intentan proveer una clase de conciencia acerca de las penurias y dificultades enla vida de aquellos pueblos. Esta suerte de “iluminación profana”[1], emparentada con los procedimientos surrealistas, permitía a Buñuel dotar de fuerza a sus argumentos –la postergación y marginación-y a su vez, politizar las imágenes. Así podemos ver como la pobreza y la dureza del medio afectan a sus pobladores matando los pocos recursos que poseen, como en el caso del burro –el único animal de carga- paradójicamente atacado por la única fuente de ingresos que tienen en cierta época del año, las abejas, proveedoras de la miel que comercializan.
Buñuel acompañó las imágenes con la voz de un narrador (años después de terminada la película, primero en francés, luego en castellano),que sigue el estilo de los reportajes, agregando objetividad y cierto tono solemne, que a ratos se vuelve melancólico. En su relato choca de golpe con la “realidad de las imágenes”, generando situaciones absurdas o en todo caso, haciendo intervenir a la ironía en circunstancias terribles que rozan lo patético. Podemos ver esto en la secuencia en la cual la cámara registra una especie de riachuelo formado por las lluvias, que baja por las ruinosas escalinatas del pueblo, en donde un cerdo se alimentan de unos desperdicios, y más abajo, los niños beben agua y juegan mojando un mendrugo de pan rancio en la raquítica corriente.Mientras esto sucede, el narrador explica que en la región no se conoce el “pan tierno” y cuando alguien lo trae, casi siempre un maestro o viajero de paso, los niños deben devorarlo antes de que algún adulto venga y se los quite, porque el pan es usado como un medio de cambio.
Cuestionamientos explícitos, como aquellos en los que se revisa la educación impartida en los colegios que en una situación de pobreza y carencias inciden en el derecho a la propiedad privada, o la extendida presencia de enfermedades asumidas como algo normal, o el lujo de algunas iglesias que contrasta con el panorama general de aquella región. En palabras del mismo realizador[2]la película contiene un ánimo pedagógico. Estuvo expuesta a muchas críticas, la mayor parte de ellas centradas en etiquetarlacomosimplemanipulación ydesprestigio,al mostrar sólo lo feo y desagradable de aquellas comunidades.
Buñuel criticó el facilismo de la propaganda –de inspiración nacionalista- y proporcionó, a su manera, un retrato sentido y complejo de la vida en Las Hurdes. La cámara no sólo muestra la pobreza de la gente y la dureza del entorno, sino que traduce a través de los gestos en primeros planos, en el rostro serio de algunos o en la ingenua alegría de otros que se ven descubiertos por la lente, cierto orgullo hacia la tierra. Como nos lo dice el narrador, los habitantes hurdanos solían migrar buscando trabajo, pero siempre volvían. El mismo director se encontró con algunos de ellos en una proyección de la película organizada para un público obrero en Francia.
Estos recorridos al paisaje físico, humano y social, propios del documental, no serán abandonados por Buñuel en sus obras posteriores, buena parte de Los Olvidados registra en imágenes la vida de los barrios populares en la ciudad de México. Pero así como Las Hurdes, tierra sin pan, se vuelve el principal antecedente de las técnicas documentales en su obra, siendo una película propia de este género, también resulta el antecedente de procedimientos convergentes en el autor español.