El pasado 11 del presente mes, posteé un comentario en mi muro Facebook sobre las serias discrepancias surgidas entre los religiosos de la Provincia de los XII Apóstoles del Perú (Lima) y Prolima, el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de nuestra ciudad, que a golpe de la 1:10 de la madrugada del 5, con ayuda de la Policía Nacional, dio inicio al proyecto de: Mejoramiento y remodelación del servicio de recreación pasiva en la plazuela de San Francisco de la zona de intervención 01: San Francisco del eje estructurante Áncash, en el Centro Histórico de Lima; código único de inversiones Nº 2498290.
El proyecto ha sido elaborado atendiendo las recomendaciones del Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO y autorizado por el Ministerio de Cultura mediante la Resolución 000009-2022-DGPC/MC, especificando que se trata de un proyecto de remodelación integral. Como no podría ser distinto, en tanto que ciudadano limeño y profesional veo con suma complacencia que nuestro municipio emprenda este tipo de obras inscrita en Plan Maestro del Centro Histórico de Lima al 2028 con visión al 2035; sin embargo, me preocupa y haré aquí algunas observaciones y sugerencia al mencionado proyecto; y claro, lamento la manera de proceder de Prolima con los religiosos en consideración a que, en principio, la gestión cultural debe ser participativa y dialogante.
Hecha necesaria abstracción de la planificación, formulación y gestión realizada para ejecutar el proyecto, no conocido en detalle por los religiosos, todo comienza en la madrugada del 5 de los corrientes, cuando el personal de Prolima valiéndose del uso de maquinaria pesada derribó el muro perimétrico de 145 metros que protege el conjunto monumental franciscano, construido el año 1987 por el propio municipio limeño en representación del Estado peruano, a solicitud de Unesco, como condición para declararlo patrimonio de la humanidad. Admitido y cumplido este compromiso, el 9 de diciembre de 1988 el Comité a cargo inscribió a San Francisco en la lista del Patrimonio Mundial, «confirmando el valor excepcional y universal que posee… [y que como tal debía] ser protegido para el beneficio de la humanidad».
Y en efecto, el conjunto monumental del que me ocupo posee el mayor interés histórico y cultural no solo limeño y peruano. Está constituido por el convento que luce una sobria portada reconstruida y modificada en el siglo XVIII, y cuyo interior conserva bienes muebles de excepcional valor patrimonial. Asimismo, la iglesia de San Francisco de Jesús el Grande, de planta basilical realizada por el arquitecto luso Constantino de Vasconcellos, y construida por el notable albañil o aparejador mulato cajatambino, Manuel de Escobar, quien en el periodo 1659-1662 dio inicio a los trabajos que pudo culminar entre los años 1669 y 1674, gracias a la diligentemente actuación del Comisario General de la Orden fray Luis de Cervela. La iglesia destaca por su gran monumentalidad (26 m de largo por 30 m de alto), pétreo imafronte volumétrico expansivo, las dos torres que la franquean y su suntuoso interior.
Esta monumentalidad y originalidad arquitectónica es representativa del nuevo estilo barroco virreinal americano, en conceptos del bate Antonio San Cristóbal Sebastián. Señalo esto sin dejar de recordar que el edificio también influenció a través del grabado de fray Pedro Nolasco (1673) en la construcción de la fachada de la iglesia benedictina del monasterio de Villanueva de Lorenzana, en Galicia (España), estudiado cumplidamente por Folgar de la Calle y García Iglesias. A la basílica, se suma la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad de los hermanos asociados ya en 1571 y reconocidos canónicamente como cofradía penitenciaria en 1603. Tras la construcción de la primitiva capilla en 1604, la iglesia que se conserva fue la levantada entre 1669 y 1672. Custodia en su interior el Cristo yacente o del Descendimiento,articulado, labrado por Pedro de Noguera en 1619, y que procesionaba, como hoy, en Lima en Semana Santa. Además de las anteriores, la iglesia del Milagro, cuya titular Inmaculada durante el terremoto de 1630, rotó, según la tradición para interceder por los limeños; noticia recogida por Juan Antonio Suardo en el Diario de Lima (1629-1639), el primero de nuestra historia capitalina. La iglesia sobrevivió en 1835 al pavoroso incendio que destruyó su capilla mayor, aunque la devoción popular la volvió a levantar entre 1840 y 1843. Finalmente, las catacumbas, descubiertas en 1943, abiertas al público en 1950. Estas criptas fueron lugar de enterramiento de los fieles hasta 1808, año en que el virrey Fernando de Abascal mando construir el Cementerio General, trazado por el presbítero Matías Maestro. Señalamos esto, pero sin olvidar que el conjunto es a la vez un espacio capitalino relevante de prácticas religiosas seculares, que son manifestaciones tangibles de nuestra identidad cultural.
Las tres observaciones
En la presente oportunidad expondré tres observaciones al proyecto.
Primera. – La destrucción del muro perimétrico que protege al conjunto. Prolima la juzga imprescindible para la ejecución del proyecto de «Mejoramiento y remodelación del servicio de recreación pasiva en la plazuela de San Francisco…», porque encuadra sustantivamente su intervención en las obras de peatonalización del Centro Histórico; es decir en potenciar los espacios públicos que lo integran. Sin embargo, lo hace sin calibrar suficientemente el impacto negativo que la citada destrucción tendrá en la preservación del valioso conjunto monumental. La solución supletoria que el Programa Municipal Prolima nos plantea para tal efecto: la reconstrucción de un pretil, es inviable, dado que vulnera principios de la restauración monumental.
Segunda. – Por voz del arquitecto Luis Martín Bogdanovich, Prolima revela un segundo aspecto que interesa al proyecto: “restituir la integridad y la autenticidad del monumento barroco más importante de Lima”. Y es todo, y precisamente preocupante. Aunque el proyecto a partido de una investigación arqueológica e histórica, es del todo manifiesto que se ha limitado al sector de la iglesia de la Soledad y algo del tramo del recorrido del pretil frente a la portería del convento.
Así, sorprendentemente, ha quedado fuera de prospección arqueológica todo un amplio sector de la plazuela, a pesar de tener un carácter básico en este tipo de intervenciones, por dos razones:
Una, la prospección arqueológica en todo el sector de la plazuela nos podría proporcionar información científica y por tanto segura sobre el conjunto monumental virreinal, y en relación de ello, acabar con las especulaciones, y conocer su historia constructiva y social válidamente. Pero hay algo más, y urgente: habiendo sido Lima fundada sobre el pueblo o sitio del asiento prehispánicos del curacazgo de Limac, la prospección arqueológica en la plazuela nos podría ofrecer importante información sobre este mismo, que incluye datos sobre la presencia inca desde 1470, o incluso de periodos anteriores. Practicar este tipo de investigaciones se hace más necesario aún, por la sospecha investigativa actual de que el convento se encontraría situado en lo que habría sido la parte Hanan del curacazgo.
La arqueología pre fundacional española es un tema que con mucho está pendiente en el Centro Histórico de Lima, cubierto secularmente de adobe y cemento, adobe, cemento e indiferencia que hasta ahora nos impiden conocer nuestra historia por entero. En este importante punto, sin embargo, los hallazgos en la casa palacio del armador y mercader Martín de Osambela (1981), en la iglesia de Santa Ana (2009) y en la propia Casa de Gobierno (2009-2010?) , son muy estimulantes y plantean un desafío multidisciplinar en el imprescindible objetivo de desvelar la larga historia limeña; es decir a partir de lo que Raúl Porras llamó en 1953 “La raíz india de Lima”.
Así, pues, todas las intervenciones para poner en valor el Centro Histórico deben tener muy presente este pendiente. Es preciso seguir la metodología empleada en las intervenciones de restauración que se operan en las ciudades antiguas no solo europeas; ciudades en que las civilizaciones se sobreponen en el tiempo dejando huellas de enorme valor histórico y cultural que se deben respetar escrupulosamente.
En Sevilla las excavaciones que se han realizado por 10 años han dado magníficos resultados: en el terreno del monasterio de la Encarnación, destruido durante la ocupación francesa, se proyectó levantar un nuevo mirador y un mercado; pero ello obligó a realizar prospecciones arqueológicas que el 2005 ha devuelto a la historia urbana hispalense un hermoso conjunto romano del siglo II a. C., luego integrado como el museo Anticuarium en el subsuelo del Metropol Parasol.
No voy poner aquí una tirada de ejemplos, solo agregaré que el año pasado el proyecto destinado a construir un hotel en la plaza de San Francisco supuso practicar calas arqueológicas que desenterraron una monumental muralla romana que como todos los hallazgos serán visibles y objeto de estudios y visitas turísticas. El Programa Municipal Prolima, el Ministerio de Cultura y la Unesco deben hacer correctivos; y poner la atención que exige el conocimiento de nuestra Lima, y en particular el Centro Histórico cuyo pasado aún está por ser desentrañado. Lima no es una ciudad cualquiera, y hay que tenerlo presente, y elevar la voz. El que conoce de estos temas sabe que el proyecto de «Mejoramiento y remodelación del servicio de recreación pasiva en la plazuela de San Francisco…» debe comenzar por la prospección arqueológica en toda la plazuela; y como debo ser claro, exijo realizar pozos y trincheras equidistantes, y solo sobre sus resultados recién emprender todos los trabajos que sean pertinentes. Con ello se evitará, para comenzar, el hundimiento de la rueda de un pesado camión cargado con sacos de cemento.
Tercera observación. – Me preocupa el empeño insólito de reconstruir el pretil que el citado comisario Luis de Cervela mandó construir concluidas las obras de edificación del conjunto, y todavía sobrevivía en 1867, pero que no ha llegado a estos tiempos. Definitivamente, no se puede sostener que la pretendida reconstrucción responde a un interés histórico artístico de proteger el conjunto monumental y devolverle su esplendor, incluso mediante el empleo de mármol. A decir verdad, si es de aceptar que el pretil daría cierta seguridad puertas adentro al conjunto; también lo es que todo apunta a que el especial interés de Prolima por reconstruirlo radica en marcar los espacios delimitatorios entre ambas propiedades, la monacal y la municipal; aunque, por cierto, este punto no es motivo de controversia alguna, habida cuenta de que la orden seráfica reconoce públicamente que no es su propiedad. Prolima está interesada en remarcar el carácter de espacio público de la plazoleta, y así sentirse en plena libertad de intervenirla a los efectos de potenciarla como espacio público y consolidar la peatonalización del Centro Histórico. Sobre este punto, el día 16 de los corrientes, posteé en mi muro Facebook una exhortación a dicho programa municipal para que no intente reconstruir el pretil; y, detallo ahora, ni total ni parcialmente, por ser en primer término contrario a la teoría de la restauración de monumentos.
Es verdad que la Carta del Icomos Australia para sitios de significación cultural, adoptada en 1979 y con varias actualizaciones posteriores (Carta de Burra), contempla en el capítulo Principios de Conservación, la Reconstrucción (Art. 20); pero también lo es que, en primer término, en la práctica ha sido usado en casos excepcionales (como lo fue la aceptación de la anterior reedificación de los edificios de la ciudad de Varsovia arrasada por los alemanes tras el levantamiento de 1944); en segundo término, aunque a la luz de la Carta existe información suficiente para recrear el pretil, este no es punto importante y decisivo para oponernos a dicha reconstrucción. El problema que plantea la pretendida reconstrucción consiste en que, hoy y en el futuro atenta gravemente contra la visualización del conjunto. Ya el art. 8 de la Carta de comento establece que la conservación que se efectúe «requiere el mantenimiento de un entorno visual apropiado y otras relaciones que contribuyan a la significación cultural del sitio». Esto punto, que es elemental, no ha sido tomado en cuenta al formular el proyecto de intervención de Prolima.
La intervención debe tener presente la visualización general o facilitar los estudios científicos que se hagan del conjunto franciscano; tiene que contribuir a la mejor apreciación, disfrute o compresión histórico cultural de este mismo; bajo ningún pretexto debe convertirse en factor perturbador. La reconstrucción del pretil a cercana distancia de los muros, fachadas y portadas de las iglesias y el convento conspiran ostensiblemente con tan fundamental principio de la conservación, y Prolima lo debe comprender. Para hacerlo entender más fácilmente, seré aquí más didáctico. Propongo observar y analizar brevemente el material gráfico que se conserva sobre pretil; tres figuras serán suficientes.
La primera es una perspectiva del proyecto de Prolima, que deja apreciar con claridad lo alto que sería necesariamente el pretil reconstruido.
La segunda es un grabado coloreado de un artista tripulante de la expedición científica francesa a bordo de La Bonite, que circunda el mundo en el segundo tercio del siglo xix. Está inserto en el libro Voyage autour du Monde executé pendant les années 1836 et 1837 sur la Corvette la Bonite. Observemos bien: el artista se ha tenido que subir a un caballo o un coche, para sortear —solo hasta donde pudo—, la dificultad que le planteó la altura del pretil. O sea, ha tenido que elevar su punto de vista, para describir lo mejor que se podía el conjunto monumental franciscano.
Y la tercera es una foto, y como documento probatorio, formidable; porque nos permite inferir con bastante exactitud, lo alto que era el pretil, y por tanto el que debería reconstruir Prolima. En 1867, el fotógrafo Rafael Casto y Ordóñez retrata en los exteriores de la iglesia de San Francisco a un transportista subido en la carreta con que labora, de pie, sujetando las riendas de la brida con que gobierna a su burro.
Y como vemos, en segundo plano, tras él, aparece el alto pretil franciscano, que a ojo de buen cubero desde el talón hasta el alzado o cuerpo tendrá algo más de 2.50 m., a lo que de tramo en tramo hay que sumar el montante de la Cruz, a manera de Calvario. En conclusión, reconstruir el pretil significaría el absurdo de obstaculizar la visualización del conjunto monumental, Patrimonio Cultural de la Humanidad. De ser reconstruido el pretil, quien esté interesado en admirar el conjunto monumental, de cerca o de lejos, enfrentará con desventaja irremediable el mismo problema del pintor de la corbeta La Bonite por los años 1837 – 1840.
Recomendaciones:
1.- Prolima debe comenzar los trabajos intervención para el «Mejoramiento y remodelación del servicio de recreación pasiva en la plazuela de San Francisco de la zona de intervención 01», por los de prospección arqueológica en toda el área de la plazuela, en busca de información concerniente al monumento colonial y periodo prehispánico.
2.- No reconstruir el pretil, ni siquiera parte de él; en particular por obstaculizar la visualización del conjunto monumental.
3.- Si se insiste en retirar el muro perimétrico y visto que no se debe reconstruir el pretil, colocar un par casetas de vigilancia permanente (las 24 horas del día), ubicadas en los jirones Ancash y Lampa; para evitar que el conjunto sea utilizado como urinario, lugar para pernoctar o cualquier otra suerte de inconductas cívicas.
4.- Queda claro que tratándose de que la plazuela de San Francisco es un espacio por definición relacionado a las prácticas religiosas masivas y turísticas, la colocación de bancas debe sin embargo reducirse al máximo y ser perimétricas; asimismo, dado que existe colocada una fuente de agua decorativa, debe activarse de manera controlada; y, por último, no es recomendable solería de lajas.