Cine

The lost daughter, de Maggie Gyllenhaal (2021)

Lee la crítica de cine de la semana de Mario Castro Cobos.

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¿Cuál es la fascinación irresistible, y cuál es la limitación no tan visible? Películas que me imagino y casi veo (porque ellas mismas se hacen presentes así, porque emiten los signos correspondientes) como obras de teatro. Sin negar la alta funcionalidad de su -digamos- aterrizaje en lo cinematográfico. O guiones cual suaves máquinas perfectas. O actores inspirados que dan siempre con la nota. Sí. Películas intensamente de actores. Películas donde el ‘paisaje humano’ es casi todo. Son ellos, en cierto modo, la puesta en escena. Las pieles de un rostro. En tensión y distensión. La transmutación de un gesto en otro. Las capas verbales como una arqueología de lo inmediato.

Flashbacks con la adorable comparación de la nada o semi nada del viaje presente con la riqueza tortuosa del repaso del pasado que la protagonista lleva dentro -y a flor de piel- ante cada roce de la actualidad de sus sentidos. Las mismas escenas, o muy parecidas, se repiten en otras vidas, en otros cuerpos, aquí y ahora. Planos cerrados, cercanos, incluyendo planos que casi se meten en los cuerpos (desenfocados ‘sensibles’). Películas en las que el entorno, en efecto, podría estar (y está) en un segundo plano, un fondo, un ruido de fondo, en una especie de desenfocado, o dicho más claro, entornos que bien podrían no existir. Prescindibles. Abstracción, concentración, ‘teatro’.

La exposición de la idea que se pasea por casi cada cuadro parece obvia. Nos han contado el cuento o el mito o el relato sólido y ejemplar (muchas veces, y ahora es menos tragable que antes y cada vez lo será menos) sobre nuestras madres singulares e incansables santas o heroicas o seres sacrificiales tan especiales y colocadas o colocables en fantásticos pedestales. Pedestales fabricados de la manera más tramposa. Idealización que encubre y descubre una esclavización. Entonces qué fácil asumir que se trata de una madre ‘desnaturalizada’ una que dude sinceramente de su ‘vocación’ o de su papel (y ya casi de su misión en el cosmos) o de qué sea LO NATURAL. Ante eso siquiera la rebelión parcial contra ‘el destino’, el vulgar poder patriarcal.

Para terminar una breves palabras sobre la obsesión. Eso largamente reprimido, rechazado y cuidadosamente aislado, y su regreso triunfal para mostrarnos cuánto tenemos (al fin y al cabo) de marionetas (por ejemplo la cereza irracional de robarse la muñeca de la niña). Hay una conexión con Muerte en Venecia, de Visconti, lo que importa o lo que determina las cosas es aquello que escapa, que puede ser lo más auténtico de un ser, y lo más inalcanzable, e incontrolable. Y sucede en el interior. Con todo, el modesto delirio está bastante domesticado.

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