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PLACERES ONÍRICOS

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MANUEL SCORZA, EL GRAN POETA QUE NOS DEJÓ HACE 27 AÑOS

Por Luis Chávez A.

Manuel Scorza (9 de septiembre 1928 – 28 noviembre de 1983) Huancavelicano, del distrito de Acoria, nos dejó un legado literario ejemplar, critico y social, pues nunca trató de desligarse de sus orígenes y de la injusticia social que por mucho tiempo aquejó a  la clase indígena, es por eso que tuvo que exiliarse fuera del país en  1948 dada su calenturienta actividad política, pues no hubiera soportado la nueva dictadura del general Odría. Su destino fue México y posteriormente París, lo cual cambiaría su condición, pues obtuvo un prestigioso empleo como lector de español en la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud.
Hasta ahora recuerdo la rabia que sentí en cada línea que leí, al conocer la perversidad y corrupción del juez Francisco Montenegro en “Redoble por Rancas” (1970) su primera novela y finalista del Premio Internacional Planeta, en Barcelona.
Muchos opinan que no fue muy feliz en su exilio, pues muchas veces fue presa del desaliento y la amargura desde la distancia. El cual fue un ingrediente fundamental para crear muchos de sus versos. “Las imprecaciones” (México 1955), fue su primer poemario y además obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1956. Ya en 1954 había ganado los tres premios de los Juegos Florales convocados por la Universidad Nacional de México, con motivo de su IV Centenario.

El poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño recuerda en esos años de exilio:

“Conocí a Manuel Scorza cuando, desterrado de su patria, alimentaba en la mía sus poderes y sus debilidades. Compañeros fuimos, en la miseria y en el odio. Hermanos de ese sentimiento de náufragos frente al mal, sentimiento que hace envejecer antes de tiempo, que hiere con polvorientas arrugas la piel del alma triste. Ahora, con sólo recordar, comprendo muchos de los significados de sus palabras y de su vida.
El novelista cubano Alejo Carpentier, quien fue uno de sus maestros; daba la noticia: “Este peruano preocupado por la cultura de su pueblo y de América toda, se dio a la tarea un tanto riesgosa pero entusiasta de preparar el Primer Festival del Libro con una selección de diez mil volúmenes de autores clásicos americanos. Las quince mil colecciones a la venta en quiscos situados en distintos lugares de la capital se agotaron en menos de una semana”.

La experiencia se repetiría con el mismo éxito en Venezuela, Colombia y Cuba. Consistía en editar a bajo costo y en poner los volúmenes a la venta evitando intermediarios. Scorza como editor, se volvió muy popular y apertura la empresa Populibros, que se encargaría de promocionar la venta de libros de formato pequeño, cuya venta fue masiva en todo el país.

Ha publicado: Canto a los mineros de Bolivia (México, 1953), Los adioses (1959-1960) Desengaños del mago (1961), Réquiem para un gentilhombre (1962), Poesía amorosa (antología, 1963), El Vals de los reptiles (1970), Poesía incompleta (1970), Garabombo, el invisible (1972), El jinete insomne (1976), Cantar de Agapito Robles (1976), La tumba del relámpago (1978), La danza inmóvil (Barcelona 1983), Poesía (Antología, 1986), Obra poética (1990).

Manuel Scorza, fue un consumado indigenista al igual que Arguedas y Ciro Alegría; tuvo una poesía referente a la del cincuenta, con ligeros ecos en forma de destellos, que en su momento desarrollaron Juan Gonzalo Rose, Jorge Eduardo Eielson, Washington Delgado y Francisco Bendezú; de una lirica entrañable, con imágenes surrealistas y una temática netamente social.
Un 28 de noviembre del año 1983, pocos meses después de haber publicado su última novela “La danza inmóvil”; encontró la muerte en un fatídico vuelo, que colisionó con una colina, un minuto antes de aterrizar en el aeropuerto de Barajas en Madrid.

Del poemario “Las imprecaciones” (1955)

América, no puedo escribir tu nombre sin morirme…
América,
no puedo escribir tu nombre sin morirme.
Aunque aprendí de niño,
no me salen derechos los renglones;
a cada silaba tropiezo con cadáveres,
detrás de cada letra encuentro un hombre ardiendo,
y no puedo ni cerrar la a
porque alguien grita como si se quedara dentro.

Vengo del odio,
vengo del salto mortal de los balazos;
está mi corazón sudando pumas;
sólo oigo el zumbido de la pena.

Yo atravesé negras gargantas,
crucé calles de pobreza,
América, te conozco,
yo mismo tendí la cama
donde expiró mi vida vacía.

Yo tenía dieciocho años
yo vivía
en un pueblo pequeño,
oyendo el dialogo de musgo de las tardes,
pero pasó mi patria cojeando,
los ahogados empezaron a pedir más agua,
salían de mi boca escarabajos.
Sordo, oscuro, batracio, desterrado,
¡era yo quien humeaba en las cocinas!
¡Amargas tierras,
patrias de ceniza,
no me entra el corazón en traje de paloma!
¡Cuando veo la cara de este pueblo
hasta la vida me queda grande!

¡Pobre América!
En vano los poetas
deshojan ruiseñores.
No verán tu rostro mientras no se atrevan
a llamarte por tu nombre, ¡América mendiga,
América de los encarcelados,
América de los perseguidos,
América de los parientes pobres!
¡Nadie te verá si no deshacen
este nudo que tengo en la garganta!

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