El ritmo lento de los planos —y su concatenación—, en la película de Sharunas Bartas (Siauliai, Lituania, 1964), Paz en nuestros sueños (2015), transmite una sensación de malestar, desamparo, de peligro. Con causas evidentes en algunos casos y menos definibles en otros, los personajes sobrellevan su difícil existencia tratando de manejar sus propios dramas individuales, familiares o colectivos, mientras se encuentran atrapados en el silencio, impedidos de poder procesar sus conflictos. (Como preámbulo, en la secuencia inicial veremos un par de ciervos nervioso, mirando a todas partes, mientras los acechan unos cazadores ocultos entre los árboles. Muy cerca, un muchacho también parece esconderse de sus persecutores).
Personajes incomunicados, marcados por la incapacidad de verbalizar aquello que los aqueja. Un padre decide ir a su casa de campo con su hija y su novia, para escapar del recuerdo de la esposa fallecida. Una hija no puede hablar con su padre porque no encuentra las palabras y cuando las escucha, le suenan vacías, peroratas inútiles que no tranquilizan su dolor, su soledad. Una violinista encuentra un escape a su depresión en la familia de su novio y en el alcohol. Y de otro lado, un joven deambula por los bosques cercanos a su casa, intentando alejarse del alcoholismo de su madre y de la violencia de la pareja de esta.
El plano quieto se concentra en los rostros, en las vistas del paisaje boscoso y sus cursos de agua —aprovechados por una pulida fotografía en tonos fríos. Los pausados desplazamientos de la cámara producen una conjunción casi orgánica entre las figuras humanas y la naturaleza, evocando una especie de distanciamiento físico y emocional, como si miráramos un ambiente lejano, aislado, propicio para el ensimismamiento, la reflexión o la evasión. Pero esa es una ilusión. Los personajes se encuentran entre sí —algunos— pero no se reconocen (como admisión del otro), o se escuchan sin creerse —o eso parece—, o simplemente no se dan importancia.
En el desarrollo de estos dramas encerrados en la foresta, sus formas de resolución, o de término, están marcados por las divisiones sociales y los recursos de cada grupo familiar. Deliberado o no, el papel del padre (viudo) se posiciona como guía de la familia burguesa que intenta salir adelante, configurado en una especie de patriarca argumentativo que no se sabe bien si ayuda realmente a su hija y a la novia o no, pues los rostros de ellas, filmados en primeros planos, nunca dejan de mostrar cierta perplejidad, cierta incomprensión. Así, el duelo, la insatisfacción y el marasmo en el que transcurre la vida del trío padre-hija-novia, queda suspendido, frustrado en sus búsquedas (de felicidad, reconciliación), y cerrado en un discurso que propugna cierto egoísmo autocomplaciente, explicitado en la voz del padre viudo.
En contraste, la familia del joven, que viven de pequeños empleos y del propio bosque, encontrará la tragedia al final de sus conflictos. La palabra, fuera del insulto o el delirio, está ausente por lo general. (La excepción sería apenas, el trato diario con los clientes). Tampoco existe algún rol mediador, que intente tranquilizar sus angustias, sus problemas. La película nos muestra a esta familia envuelta en la violencia y el dolor que se ocasionan ellos mismos, con lo cual sus faltas, sus limitaciones —afectivas, cognitivas, materiales—, parecieran condenarlos desde el principio. La muerte aparece casi como una consecuencia inevitable: la muerte del esposo de la madre en manos del joven —cansado de los abusos—, y la muerte de este último atropellado por un grupo de otros jóvenes que regresan de un paseo.
En el registro de estas vidas fracturadas, dañadas, sobrevuela la visión de un mundo carente de sentido, sin un horizonte vital que lo pueda redimir. La belleza del ambiente y de las imágenes acoge a unos personajes que expresan sus crisis a través de largas contemplaciones, actos gratuitos o huidas desesperadas a ninguna parte. Su sobrevivencia, por comparación, parece depender de su posición en la estructura social. En la última secuencia de la película vemos como una familia se refugia de una lluvia o tormenta en su cómoda casa de campo, luego de un monólogo, poco persuasivo, del padre. Pero unos planos antes, dos cuerpos quedarán abandonados en el bosque.