Este es un artículo que se preparó para ser leído en el Conversatorio con ganadores del Concurso de Gestión Cultural para el Cine y el Audiovisual organizado por el Ministerio de Cultura en el marco del Cinesuyu en Cusco. Pero por diversas razones no se pudo presentar, sin embargo el texto sigue vigente porque ha transcurrido más de un mes de la culminación del X FENACO Perú 2013 y hasta hora no cumplen con entregar el premio de verdad.
Buenas noches
Agradezco al Ministerio de Cultura y los organizadores del Festival “Cinesuyu 2013” por la invitación a la ceremonia de premiación en la ciudad de Cusco. Me parece muy bien y bonito que se organice un acto como este fuera de Lima, pero lo lógico hubiera sido que antes se hubieran hecho entrega del premio anunciado, especialmente para quienes, como nosotros, lo obtuvimos en el mes de octubre, pero por razones legales y burocráticas que solo quienes trabajan en la función pública pueden comprenderlo, hasta el día de hoy no se ha realizado, pese a que el evento para el que se destinaba ese dinero ya se efectuó en el mes de noviembre en Lambayeque.
Para el trabajo en cultura no basta las buenas intenciones, es necesario la planificación y organización del trabajo con anticipación por parte de las instituciones oficiales como de los agentes culturales que participan en el sector. No negamos los loables propósitos que pueden animar a algunos funcionarios del Ministerio de Cultura y la ahora DAFO para llevar adelante los concursos a pesar de los problemas presupuestales, pero debe recordarse que ellos tienen que acatar lo establecido en la ley de cine, y no están haciéndonos ningún favor sino cumpliendo el mandato, el mismo que termina desvirtuándose cuando se llena de trabas y demoras que parecen más que facilitar, obstaculizar con enredos legales y administrativos a eventos y producciones que requieren un manejo más ágil y propositivo.
Eso no quiere decir, por supuesto, que no haya supervisión y fiscalización del uso de los recursos, para evitar en el futuro la falta de control y rendición de cuentas que hubo en el pasado con el ex CONACINE, además del manejo de la institución en beneficio de un pequeño grupo de cineastas y productores, los mismos que luego premiaban a la entonces Presidenta, contratándola para las producciones que debía haber supervisado, o cuando menos mantenerse al margen por impedimentos legales y un mínimo de decoro que requiere un funcionario público. Por suerte eso parece haber quedado en el pasado, aunque falta todavía la investigación y sanciones que merecen los responsables. Sin embargo, hay que tener cuidado que la previsión y el celo fiscalizador no terminen convirtiendo a los que participamos en objeto de sospecha por anticipado y con plazos inflexibles que, por cierto, no se aplican para el caso del Ministerio, como podemos verlo en la demora en el pago.
Por esta razón es que no obstante haber culminado la décima edición de FENACO hace algunas semanas, no podamos entregar en esta oportunidad ni afiches ni programas porque todo ha debido ser pagado por anticipado, y en este momento no tenemos fondos para retirar él envió que se hizo vía terrestre y que contenía los mismos. Es parte de la paradoja de celebrar algo por anticipado, que no llego a entender muy bien, porque si había recursos para una actividad como esta esta, ¿por qué no empezar por saldar las deudas pendientes?
En fin, y más allá de este asunto, saludamos que este año, en aplicación de los cambios en la ley de cine, se haya llevado a cabo por primera vez un concurso para Gestores Culturales cinematográficos. Hay que recordar que hasta hace poco tiempo quienes hacíamos eventos culturales no existíamos para el organismo oficial de cine, incluso el Consejo Directivo del ex CONACINE nos llegó a vetar como “exhibidores culturales” a pesar que había patrocinado con su logo (aunque sin ningún sol) las primeras ediciones de FENACO, como si los festivales de cine fueran algo ajeno al mundo audiovisual. Por suerte eso se corrigió en la modificatoria de la actual Ley de Cine, y como sucede en el resto de países donde existen normas de fomento al cine, el apoyo del Estado ya no se circunscribe solo a la producción de películas sino a la actividad cultural cinematográfica.
Ahora bien, hay que entender que en el cine, como en otras actividades, hay especialidades, y así como quienes trabajamos en la gestión y difusión cinematográfica no somos diestros ni expertos en la producción de películas, tampoco los productores ni realizadores aseguran calidad y sobre todo continuidad en el quehacer de la gestión cultural. Zapatero a tus zapatos, como bien dice el dicho popular. Por esta razón, las bases y disposiciones para los concursos de gestión cultural no pueden hacerse copiando los formatos que se aplican para el caso de la producción, ya que responden a lógicas y plazos diferentes (los festivales son en una fecha y duración determinada) además que su forma de certificar el trabajo difiere radicalmente. Esperamos que eso lo entienda en la DAFO y especialmente la oficina de asesoría legal del Ministerio, para que puedan hacer los cambios que correspondan para los años venideros.
Otro elemento que también deberían considerar es que los festivales se prestigian, entre otros aspectos, por su continuidad y perseverancia. No por nada, los mayores festivales del mundo, como Venecia, Berlín o Cannes, son también los más antiguos; lo que también sucede en América Latina con los festivales de Cartagena de Indias, Mar de Plata y La Habana. Por tanto, no se puede considerar por igual y en las misma condiciones a eventos que han pasado la prueba del tiempo y la persistencia de sus organizadores, como el caso de FENACO, INCAFEST o el Festival de Cine de Lima que organiza la Universidad Católica, con otros que recién están surgiendo o están en sus primeras ediciones. Eso no quiere decir que no se deban apoyar las nuevas actividades, que bienvenidas sean y ojalá se multipliquen en todo el país y especialmente, sobrevivan y crezcan con el tiempo, cada una en su especialidad. Pero debería diferenciarse, en exigencia pero también en cuanto al premio, con quienes por años creemos haber demostrado que lo nuestro no es moda ocasional sino vocación sacrificada, en un país donde tan poco se valora a la cultura, sea desde el Estado nacional, regional o local, o la empresa privada, salvo muy honrosas y contadas excepciones.
Como ustedes conocen, FENACO nació en esta ciudad hace casi diez años, y varios de los que están en la organización de “Cinesuyu 2013” han participado en sus primeras ediciones y en otras actividades de cine que realicé en esta ciudad antes de echar a andar sin un cobre y solo con ganas y voluntad esta locura festivalera. Es cierto que ello no hubiera sido posible sin el apoyo desinteresado de gente como Joel Evrand, Pepo Cabrera, Rafael Casabonne, entre otros. Pero al cabo de ocho ediciones nos vimos obligados a buscar una nueva región que nos acoja, ante la escasa colaboración e incumplimiento de sus compromisos del “hasta hace dos días” director Regional de Cultura de Cusco, prosiguiendo en Chiclayo los dos años siguientes gracias al entonces Director Regional de Cultura, lamentablemente sacado luego de mala manera del proyecto Especial Naylamp, por esos manejos oscuros en el Estado. Y por esta razón, muy posiblemente el undécimo FENACO tenga una tercera y nueva sede, lo que nos convertiría, a nuestro pesar, en un evento errante y trashumante.
Esta experiencia revela la extrema fragilidad de las instituciones políticas, donde la cultura es, ya lo sabemos, la última rueda del coche, y la palabra empeñada vale muy poco, si al político o funcionario de turno no eres de su agrado o su entorno. Los eventos como los festivales deberían institucionalizarse e incorporarse en los presupuestos anuales de municipios y gobiernos regionales, y no quedar al libre albedrío del humor de quien toma las decisiones, como parte de las actividades que forman parte del quehacer cultural de una zona, además de atractivo particular, porque como se conoce en el mundo, los festivales son también un importante impulso al turismo especializado, como se ha demostrado en las diez ediciones de FENACO, y pese al cambio de lugar que hacia dudar a muchos nuestra permanencia.
En estos diez años nuestro festival amplió la convocatoria de un evento en un inicio solo nacional y muestra internacional, a uno enteramente mundial, con cada vez más participación de producciones de diversas nacionalidades; se admitieron nuevas categorías y se otorgaron más premios y reconocimientos; se incorporaron los largometrajes a la competencia y exhibición, así como retrospectivas y homenajes a cinematografías, realizadores y actores; entre otras acciones.
Todo lo cual nos ubica a lo largo del tiempo, sin falsas modestias, como uno de los festivales de cine con más continuidad y convocatoria, no solo a nivel nacional sino regional, y considerado entre los más importantes en su género en América Latina, lo que explica la masiva convocatoria y participación, año a año, y nos permite vincularnos con otros festivales, oficinas gubernamentales de cine o distribuidoras de películas, que han venido apoyando decididamente en las últimas ediciones.
Sin embargo, el espíritu primigenio de FENACO no ha cambiado sino por el contrario, se mantiene firme en sus principios y actitudes, no importa si ellas no son en la mayoría de veces, bien vistas por todos o incomprendidas por muchos. Defender los espacios para la cultura y el cine en particular, como forma de expresión y comunicación popular y elemento de identidad cultural, es una bandera irrenunciable que nos define como festival y gestores culturales y razón de ser de nuestro trabajo. De ahí el terco esfuerzo por cambiar las cosas en el cine peruano y por hacer su gestión más transparente y democrática, que nos ha enfrentado más de una vez con poderosos intereses por decir abiertamente nuestras verdades, le duela a quien le duela.
Esa misma convicción es la que nos animó y anima para seguir luchando por una nueva legislación cinematográfica en el Perú, soberana, integral y descentralizada, que promueva e impulse la actividad audiovisual en su conjunto, empezando por lo nacional, sin subordinaciones a los intereses comerciales trasnacionales ni a manejos elitistas de los fondos públicos, porque el cine y cultura no es un favor sino un derecho de los creadores y espectadores. Derecho que festivales como FENACO buscan permitir que accedan la mayor cantidad de personas posibles, de forma abierta y gratuita.
Esperamos que el Ministerio de Cultura, y lo decimos abiertamente, no siga dilatando el proyecto de nueva Ley de cinematografía que se elaboró y consensó con los diferentes gremios de cine por primera vez, si es que hay verdadera intención de cambiar las cosas en el cine peruano, y ponernos a la altura de otras cinematografías de América Latina como Colombia, Chile, Argentina o Ecuador; que van adelante con su cine –en todo nivel- mientras aquí seguimos esperando que las cosas cambien algún día por si solas o que a algún político se le ocurra.
No sabemos si FENACO continuará o no, porque a los hijos, aunque muchas veces no paguen muy bien, uno los quiere y cuesta dejarlos. Eso sí, seguiremos apostando por la descentralización, convencidos que el cine y la cultura es más importante que las personas, y que la sonrisa de un niño, la lagrima de una señora o el aplauso de unos jóvenes frente a la pantalla vale más, mucho más, que tanto papeleo burocrático, que convierten a la cultura en expediente legal antes que en representación viva de un país que se respete.
Inés Agresott y Tonanieva Puertas
Comité organizador de FENACO Perú