Hay algo en su prosa que maravilla. Al principio cuesta identificarlo; porque las frases de sus libros resultan hipnóticas; atrapan desde el principio y, conforme avanzamos, vamos descubriendo una gama de personajes tan diversos y a la vez tan símiles, cuyas vidas comparten algo en común: una marcada soledad.
En la vida de Leo Gursy y Alma Singer, de Lotte Berg, Daniel Varsky o Leah Weisz hay un velo de melancolía que esconde sus vidas pasadas, develadas lentamente por una técnica sutil que cala hondo en todo aquel que se sumerge entre las páginas de sus vidas. Nicole Krauss (Nueva York, 1974), intenta dejar el corazón en cada una de sus obras y, en una trayectoria tan breve como escritora, ha logrado encumbrarse como una de las mejores voces literarias contemporáneas.
Uno no sabe que pensar después de leer las primeras páginas de sus obras: Lo primero que uno hace es regresar a la contratapa y reparar en la belleza y juventud de la autora. El contraste abruma, porque al retomar la lectura uno siente que la historia está contada por alguien mucho mayor. Las diferentes voces de sus personajes empiezan entonces a retroceder en el tiempo, para ir mostrando pequeños atisbos de su pasado; para relatar los hechos que los han llevado al momento en el cual los encontramos al principio, a la devastación o soledad, al fracaso consumado de sus vidas, a conflicto o al coqueteo temeroso con la muerte. Nicole Krauss escribe con un misticismo propio de los viejos narradores latinoamericanos, con una belleza taciturna y melancólica que oprime el corazón de los lectores, y une los cabos de las vidas de sus personajes con una sutileza tan fina y a la vez tan fuerte como el hilo que echa una araña.
Elegida por la revista ‘Granta’ entre los 20 mejores escritores norteamericanos menores de 40 años, Nicole Krauss confiesa que su escritura es una forma de enfrentarse al pasado e intentar salir victoriosa. “Se necesita el pasado para empatizar con otra gente, para conectarnos, para hallar nuestra identidad”. De madre inglesa y padre judío, defiende la idea de que los vientos de la historia mueven a las personas a rumbos inesperados, y de que el pasado marca, pero no condiciona. Sus personajes son seres que atraviesan un momento de debilidad, que han fallado, que dudan y sufren. Es el conflicto interno de cada personaje lo que nos permite conectar con su lado humano y nos conecta con ellos. La historia de cada personaje está construida con tal detalle que uno logra casi vestir el pellejo de cada uno de ellos y es posible sentir en viva piel los problemas que aquejan sus vidas. Nicole Krauss se esmera en crear personajes que viven un ocaso, o que están cubiertos bajo una bruma, como adivinando que es en esas circunstancias en las que logran tocar el lado sensible del lector y volcarlo a pensar en sus propios temores. Conectar con Leo Gursky, con Aron, con Samsom Greene no sólo nos permite ahondar en sus vidas, sino hacerle frente a nuestros propios problemas; a arrostrar el peso de nuestra existencia en el silencio que sólo la lectura puede brindarnos. Las obras de Nicole Krauss socavan todo aquello que hemos enterrado en nuestro quehacer cotidiano y nos permiten vivir un momento confesional, en el que nuestra psique y nuestra conciencia se alinean en la vida de los personajes, en donde formamos parte de una simbiosis directa.
“Si tu convences a un lector con tu novela, de que una única persona es un mundo que nunca antes existió, de que una sola vida tiene un valor infinito, entonces le estás enseñando algo”.
Debutó a los 25 años con su premiada novela “Un hombre entra en una habitación”, la historia de Samson Greene, un joven profesor de la universidad de Columbia que es encontrado errante en el desierto de nevada, y que acusa un tumor que al ser sustraído le hace perder 24 años de su memoria. La novela fue aclamada por la crítica, recibiendo elogios de escritores como Susan Sontag y J.M Coetzee, e incluso evaluada por Alfonso Cuarón para ser llevada a la pantalla grande.
Su segunda novela, “La historia del amor”, confirma su talento y la eleva entre las voces más destacadas de la narrativa norteamericana. La historia del amor es el nombre de un libro escrito en Chile por un tal Litvinoff, y es también el motivo que entrelaza las vidas de Leo Gursky, un solitario anciano de 70 años que aguarda con paciencia la muerte y de Alma Singer, una muchacha de 20 que busca con desesperación una conexión con sus orígenes. La historia atraviesa escenarios desde la Segunda Guerra Mundial hasta el Nueva York de la guerra fría, pasando por Valparaíso y el Buenos Aires de Perón. Para muchos la novela supone una obra maestra, una lucha constante por el amor con toques de novela policíaca por las formas en que los personajes intentan hurgar a toda costa en su pasado con el fin de poder darle sentido a sus vidas.
La literatura de Nicole Krauss se concentra en las cosas serias. Ella misma declara en diversas entrevistas, que son las cosas serias de la vida lo que más le interesan. “Cuando leo, todo el ruido de la vida, la banalidad, la mezquinad y todas las cosas que no son esenciales se van lejos”, dice.
Inspirada por la obra de Borges, admiradora ferviente de Roberto Bolaño, ha encontrado en los autores latinoamericanos lo que ya no podía encontrar en la literatura sajona, atreviéndose a decir, incluso, que aquella literatura ha muerto. Destaca los trabajos de César Aira, Gabriela Mistral, Jorge Donoso y Nicanor Parra, y confiesa cierta obsesión por la historia de Chile en los tiempos de la dictadura de Pinochet. Krauss cree que todos los verdaderos escritores tienen una vena política, que el hecho constante de buscar en una novela el triunfo del individuo sobre las masas (desde la trama en sí, hasta el hecho de que una persona pueda abstraerse leyendo una obra y disfrutar de un momento a solas) convierte al escritor en un ser político. Nicole Krauss se ciñe a una pregunta constante que es la que motiva sus obras: ¿Qué puede hacer la literatura por nosotros que ninguna otra cosa en el mundo puede hacer?
La respuesta la entrega en su tercera obra “La gran casa”. Donde evidencia su nutrido interés por la dictadura en Chile y su amor por la literatura. La obra usa de base un objeto, un escritorio amplio, de muchos cajones, que uno encuentra a través de la historia y el tiempo de diversos personajes, todos atravesando una vez más un momento complejo en sus vidas, muchos de ellos volcados a la pasión de la escritura. Mientras la trama se va ampliando y los personajes van conectando entre sí, se va descubriendo el origen y el destino de ese escritorio, que no es más que un punto de referencia para poder sumergirnos en la vida de cada uno de los personajes que integra esa gran casa que resulta una alusión al complejo mundo en el cual nos desenvolvemos y, al mismo tiempo, a ese inmenso espacio de soledad que no resulta imposible de llenar por más esfuerzo que hagamos. Personajes con relaciones misteriosas como Daniel Varksy y Nadia; Aaron y su hijo Dov, al que aborrece; Lotte Berg, afectada por el Alzheimer y su abnegado esposo Arthur, nos llevan a pensar en el andamiaje de nuestras propias vidas, y en el horror de pensar en la posibilidad de que toda esa estructura se derrumbe. Las líneas que Nicole Krauss compone están cargadas de melancólica nostalgia, de impotencia. Vemos el fracaso en primer plano, somos testigos en primera fila de la zozobra de los personajes, y sin embargo, al empezar a hurgar en el pasado que los vincula, no podemos evitar descubrir cierto sabor a triunfo en cada momento que han vivido, en cada pequeño gesto de amor. “No es la soledad lo que me interesa”, dice Nicole, “sino la trascendencia a esa soledad; la posibilidad de un contacto más profundo entre dos seres humanos, de una comunicación más profunda entre dos personas”.
Las obras de Nicole tienen un extraño sabor agridulce, y tienden un puente hacia la empatía como elemento redentor. ¿Qué puede hacer la literatura que ninguna otra cosa en el mundo puede hacer?: nos da la oportunidad de estar ahí, frente a la vida de otras personas, y de sentir lo que es ser él o ella. Ser Daniel Varksy o Alma Singer, y nutrirnos de ellos de la forma más intensa. No hay otra cosa en la vida que pueda darnos esa oportunidad del contacto; de comprender y sentir compasión por nuestros semejantes. La prosa de Nicole Krauss habla de personas que viven una batalla eterna contra sí mismas, que buscan librarse de las ataduras que el pasado les ha impuesto, que buscan reinventarse y seguir adelante. Eso ha sido lo que, en resumidas cuentas, la motivó para convertirse en escritora. Su obra ha restituido el gastado brillo del realismo, lo ha traído de vuelta con el espíritu renovado y lo ha puesto al servicio de todo aquel que, en este mundo donde todo transcurre tan rápido, sea capaz de entrar en una librería y encontrar aún un libro que le cambie la vida; de alguien que aún pueda disfrutar de un momento calmo para poder leer y sentir. Nicole cree que es a través de una lectura profunda que el ser humano puede ponerse en contacto con esas emociones tan complejas y encontrar un significado a su vida, para no perderse en el quehacer rutinario y desgastante de estos tiempos modernos.
La fama no la ha levantado del suelo. Vive una vida discreta en Long Beach y está casada con el no menos famoso escritor Jonathan Safran Foer (autor de “Todo está iluminado”, “Tan fuerte, tan cerca”). Dice no temerle al fracaso, sino todo lo contrario: que es la posibilidad del fracaso lo que hace que una novela sea real, y que por ello uno no debe dejar de intentarlo a pesar de ello. Ese es su ideal como escritora.
“La vida, mientras envejecemos, se vuelve más profunda: llegan los hijos, la gente empieza a morir alrededor tuyo, tus padres enferman. La vida no es tan ligera como cuando eras joven. Si uno quiere escribir sobre estas cosas, siempre habrá un camino abriéndose constantemente; tierra nueva bajo nuestros pies, nuevos abismos en los que hay que perderse. Eso es lo que continuamente me motiva”.
Esperemos que nunca deje de encontrar tierra nueva.
(Articulo publicado en la revista impresa Lima Gris N°6)