El film del director austriaco Michael Haneke, «Caché» (2004), nos presenta un thriller de singular performance que deja a algunos confundidos, a otros algo alterados y posiblemente a otros con dudas sobre ¿qué ha querido mostrar el director? La historia se inicia con la toma fija de un hogar de clase acomodada en París, en donde viven Anne (Juliette Binoche) y Georges (Daniel Auteil). Ambos forman una pareja cultivada con un solo hijo, Pierrot (Lester Makedonsky), el cual atraviesa la difícil etapa de la pubertad.
Según el portal de Internet Wikipedia, la memoria caché se define como una pequeña porción de memoria muy rápida, cuyo objetivo es reducir los estados de espera, y estar a la velocidad del procesador. Es de acceso aleatorio (también conocida como acceso directo) y funciona de una manera similar a como lo hace la memoria principal (RAM). Es decir, la memoria caché es veloz e instantánea y sustituye a la memoria “grande” que se utiliza siempre. Aparece y desaparece a veces sin ser detectada. Algo así le debe suceder a cada uno de nosotros al recordar pasajes de nuestra vida agradables, desagradables, traumáticos o tal vez aquellos que siempre nos persiguen en forma de la “mala conciencia” o del “remordimiento de conciencia”. Nuestra memoria justamente nos recuerda siempre esos momentos que desearíamos olvidar y que nos persigue por doquier. Sin embargo, es imposible; debemos convivir con nuestra memoria caché, queramos o no.
Él es un conocido presentador de un programa literario, ella trabaja en una editorial parisina. Ante dicha apacible tranquilidad, se avecina la tormenta que se inicia justamente con videos de origen anónimo mostrando la casa de la familia permanentemente vigilada y que vienen acompañados de dibujos infantiles con figuras que emanan sangre. La pareja, un tanto alterada, recurre a la policía a denunciar el hecho, sin embargo los gendarmes nada pueden hacer ante la ausencia de daños. Con esto, la incertidumbre y desesperación aumentan.
Las cintas posteriores que recibe la familia ya no muestran únicamente la casa del matrimonio, sino escenas de la casa de los padres de George en el campo, una calle desconocida y un departamento en uno de los típicos edificios en las afueras de París. Con esto, las disputas y recriminaciones entre la pareja aumentan, ofreciendo un clima tenso entre la pareja, donde empiezan a surgir las dudas, los cuestionamientos e incluso algunas manifestaciones de racismo.
Es así como en la memoria de George empiezan a desfilar recuerdos traumáticos de su niñez que le hacen suponer quién está detrás de esos videos, asumiendo que se trata de una venganza. El desenlace del film deja algunas interrogantes y muestra también que sí existe un final para la historia, pero un final que simplemente es un alto a la situación actual; lo que viene, es cuestión de cada uno, lo cual no siempre es lo mejor.
El director Haneke filmó en el año 2001 «La Profesora de Piano», basada en la obra de su paisana y Premio Nobel de Literatura, Elfriede Jelinek. En dicha cinta, Haneke nos ofrece la tormentosa vida de una profesora de piano y nos muestra también las desconocidas facetas del hombre, víctima de sus laberintos existenciales. En «La profesora…», la protagonista es incapaz de mostrar sentimientos y solo puede relacionarse con otros a través de la dominación y la opresión. En «Caché» los motivos son distintos: el racismo y la moral.
Al parecer Haneke intenta hacer un llamado a la reflexión y a la toma de conciencia en dos aspectos. Por un lado, cuestiona el poder de los medios y de la tecnología que se inmiscuyen en la vida de los humanos; y por el otro, la cuestión social llevada a contexto que apunta hacia la memoria colectiva. En un país como Francia que tiene actualmente un problema social debido a la gran cantidad de inmigrantes argelinos y otros, procedentes de sus antiguas colonias, se presenta un caldo de cultivo para el levantamiento de las clases menos favorecidas.
Recordemos los disturbios ocasionados por miles de ciudadanos parisinos en las afueras de la capital francesa en el 2005 que produjeron una severa crisis en el país galo. Además, Francia aún no parece procesar el efecto que le produjo el conflicto en los años 60 con su ex colonia, Algeria. Dicho conflicto creó una cierta ambigüedad en la relación con los argelinos. Justamente, uno de los protagonistas de la historia, procede de este país africano.
En el film, Haneke intenta tal vez denunciar un racismo asolapado en una típica familia de tendencia socialista (lo que acá conocemos como la izquierda caviar). En una de las escenas presenciamos el ataque verbal -no muy justificado- hacia un joven negro que muestra rasgos de intolerancia hacia los descendientes de las ex colonias francesas. Las heridas, así como los resentimientos por ambos lados, aún parecen estar abiertos.
Haneke utiliza el suspenso en esta cinta para despertarnos y obligarnos a reflexionar sobre nuestra actitud frente a los otros. El miedo y el trauma se entremezclan ante la incertidumbre de sentirnos vigilados y atacados. Y es que tal vez únicamente podemos tomar conciencia de nuestra conducta ante una amenaza. Mientras todo esté bien, no hay de que temer, ni por qué pensar en nuestra conducta; pero una vez que el orden se quiebra, empiezan los cuestionamientos.
«Caché» es una buena entrega que merece ser vista. Las actuaciones son destacables, y si bien, en algunos momentos se percibe cierta lentitud en el transcurrir del film, su desarrollo mantiene su fuerza como conjunto. Todo final inesperado deja dudas, sin embargo, ¿quién no tiene dudas?
Tal vez no es necesario buscar una explicación ni intentar identificar al autor de las cintas. Quizás nosotros mismos traemos esas escenas a colación en nuestro subconsciente. Es interesante percibir que la calidad y formato de las cintas que recibe la familia parisina, es idéntica a la calidad de la película. ¿No deberían ser distintas? ¿No somos nosotros los que dirigimos nuestra vida?, pero ¿quién dirige nuestra conciencia y nuestros temores?
ENRIQUE ANGULO PRATOLONGO