Cine

Mi amigo Iván Lapshin (1984), de Aleksei German

Lee la columna de Rodolfo E. Acevedo Palomino

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Una cámara “flota” al interior de una casa. Miramos fotos sobre paredes opacas, muebles,  objetos diversos, aparentes vestigios de un pasado. Allí un hombre mayor (Alexander), recuerda como era su pueblo hace cincuenta años, cuando era un niño y vivía con su padre en una pensión, junto a un pequeño grupo de amigos, entre ellos el jefe de la policía local, Iván Lapshin. Ese recuerdo es la reconstrucción ficcional que nos propone Aleksei German (1938 – 2013, San Petersburgo, Rusia),  –y su equipo-, de la vida de una localidad de provincia en la Rusia de los años treinta del siglo XX.

La voz del narrador inicia los segmentos, divide etapas en el transcurrir del relato. (Incluye su parecer sobre los cambios naturales y de infraestructura que ocurren en su pueblo). Luego, en la mayor parte del metraje, la voz parece retirarse, aunque su punto de vista mudo acompaña a Lapshin en todo lo que acontece, pero siempre a un costado, o cerca, o detrás de los personajes en una escena poblada, o entre la gente, como si estuviera haciéndose lugar, captando una serie de conversaciones fragmentarias, “historias a medias”. La cámara sigue a esos personajes, comentando los últimos sucesos, bromeando, quejándose o criticando las condiciones de vida –y sus carencias-, intentando así un registro detallado del colectivo, como un conjunto polifónico de distintas intensidades. Después, la película opta por dos argumentos que reducen su primera diversidad y trata de centrar sus conflictos en unos pocos personajes -el círculo inmediato a Lapshin. (Un triángulo amoroso y la persecución a un criminal).

La risa y la ironía son medios que permiten sobrellevar los problemas cotidianos, pero una soterrada tristeza se percibe en casi todas las conversaciones y encuentros. Imposible de ocultar, incluso en el aparente gesto despreocupado de Khanin, el amigo escritor de Lapshin, al narrar la muerte de su esposa por la difteria, ocurrida cuando él estaba de viaje. Por ello no es de extrañar que el tono de la película, en muy buena parte, vaya de lo burlesco a lo trágico. (Khanin, culpándose, fallará en su intento de suicidio).

Un sentido de comunidad aflora en varios planos y secuencias. Un “nosotros” visto en las formas de convivencia, en la ayuda mutua, las reuniones, en la distención de las jerarquías, en cierta confianza –si bien desigual-, en la construcción de un orden nuevo, de un futuro. Lo vemos en los momentos de chanza y fiesta, y en el trabajo de los actores de la compañía de teatro sacando  adelante una obra para todos. (También en la labor de la policía contra la delincuencia, en especial en la captura del jefe de una banda local –Solovyov-, conocido por sus crímenes violentos). Sin embargo, es en este punto donde observamos una contradicción entre los ideales del progreso soviético y la visible precariedad material. Esas contradicciones se extienden sobre lo real –pasado- a medida que la película se torna en una reflexión sobre el proceso estalinista, aunque no haya algún tipo de proclama o una condena evidente. Lapshin ejemplifica la confianza  en ese proceso, mientras que otros, colegas y amigos, siguen esas convicciones de manera ambivalente. A menudo estos personajes se ven como figuras cansadas en un paisaje en donde sus esfuerzos apenas les deparan alegrías. (Sus asuntos personales son muestra de ello. La actriz Adashova rechazará los avances románticos de Lapshin, aunque ella no podrá irse con Khanin –él no está interesado-, y este por su parte, retornará deprimido a Moscú).

El director German propone una ficción inscrita en un determinado momento histórico, visto desde sus actores de base, alejados de los grandes centros urbanos. Sus comportamientos y creencias por erigir una sociedad diferente, chocan con incertidumbres, cuestionamientos, con su propia pobreza. Quizás por ello, a pesar de la esperanza y de cierto desarrollo que se describe como la “multiplicación de casas y de líneas de tranvía”, asoma el antiguo contexto real, aquel de las carencias –hambrunas-, la colectivización y las purgas.

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