Lima tiene su propio tráfico. En la cebichería Tabú, la mesera Shirley Rojas natural de Chota, me está ofreciendo una oferta marina, cebiches y parihuelas más dos cocteles, todo por cincuenta soles. “Y le damos una oferta en el hostal Kuelap que tiene sauna en la habitación”, agrega. Tabú está ubicada frente a la Estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima en la esquina de Wiese con Héroes del Cenepa en las estribaciones de San Juan de Lurigancho. Es un viernes de agosto pasada la mañana y hace frío en este distrito de Lima, el más poblado de todos con más de un millón de habitantes. Acepto la oferta y desde mi mesa observo como con orden, los pasajeros toman la terraza de la estación, la mayoría tiene audífonos y no le prestan atención a la banderola que anuncia en el pub La Jarana la actuación de Sosimo Sacramento y Los Galácticos del Amor esa noche. Lima tiene su propio tráfico.
En julio de este año se inauguró el Tramo 2 del Metro de Lima que viene desde los Barrios Altos y trepa hasta el final de este valle de la llamada Lima Este. Los diez vagones del tren verde y blancos son cómodos, con pocos asientos y lo que prima es el silencio en un recorrido que alcanza los 34 kilómetros a lo largo de 26 estaciones y discurre por nueve distritos de Lima: Villa el Salvador, Villa María, San Juan de Miraflores, Surco, San Borja, La Victoria, Cercado de Lima, El Agustino y San Juan de Lurigancho mismo. El trayecto dura exactamente 54 minutos de cabo a rabo y tiene su tramo espectacular cuando se cruza el río Rímac sobre los 45 metros en un puente de 240 metros. Entonces arriba, cerca al cielo gris, la modernidad, abajo, la ciudad del caos.
El Metro de Lima, según cifras oficiales, está trasladando un promedio de 240,000 pasajeros por día desde las 6 de la mañana y hasta las 10 de la noche con intervalos de 6 y 10 minutos entre tren y tren. El trayecto recorre un gran fragmento de la capital que se robustece cada vez más. El transporte calza en la dimensión más basta de lo que hoy se llama La Nueva Clase Media. Es decir, los limeños con poder adquisitivo, emprendedores, prácticos, trabajadores y versátiles. En Lima son más del 60 % y aunque son pragmáticos les importa un pito lo formal, lo tradicional y la cultura. Con eso no se come ni se gasta. Rolando Arellano describe mejor sus características importadas todas: “como la comunicación es muy grande, traen directamente modas que no pasaron por las clases altas. Por ejemplo, traen música coreana y llenan el Jockey, en los centros comerciales venden ropa hindú y los chicos bailan tipo Bollywood, convierten el reggeaton en perreo. En cuanto a la religión, la mayoría es católica, pero hay un poco más de participación de otras corrientes religiosas”.
2.
Y si esta franja social de modernidad ‘chicha’ tiene su tren eléctrico, posee también el poder de forjar su propia cultura. Lo que destaca desde el interior del Metro de Lima es la escenografía electoral de estos días. Todo se sienten con el derecho de ser alcaldes y sus ideas políticas están registradas en aquel marketing gráfico e icónico de sus propuestas en paneles, letreros, carteles y hasta anuncios luminosos. Desde la amplia ventana del primer vagón que ya llega a la Estación Los Postes destaca una palabra: honradez. En una ciudad que se desborda con ejemplos de corrupción, autoritarismo y economía delincuencial, el término honrado sirve de émbolo para arribar al cargo político. La ideología no existe. Los conceptos derecha o izquierda no producen ganancias. Entre el Mc Donald’s de Los Jardines y la estación Pirámides del Sol solo se oyen los murmullos del populismo y campaña de intriga de Castañeda Lossio y el ritmo del “Ras tas tas” de Fernán Altuve.
Cuando una baja en la estación de Caja de Agua se encuentra con una oferta de negocios de toda calaña. Pollerías y farmacias, una funeraria y una bodega. Los limeños de esta zona cruzan raudos. Una hilera de autos de la Asociación de Transportista Unidos en Cristo nos explica el por qué el tráfico automotor en Lima está más cerca del infirmo que de las trámites celestiales. La capital del Perú no está fija, como diría Galileo: “eppur si muove, sin embargo, se mueve”. La movilidad social empuja el desarrollo y arriman el crecimiento. No obstante, he observado que todos viajan acompañados de un sombrío espíritu de congoja y amargor. Será que esta ciudad no es suya, que parecen invitados.
Ernesto Gamarra es de Huancayo y hoy administra un kiosco de periódicos en la esquina de la avenida Tumi. “Soy empresario, ya tengo tres kioscos”, dice. La mayoría de limeños del nuevo sector económico es independiente o tiene su propia empresa, su profesión o su oficio. Pocos son empleados formales. Poe ello no cargan con el peso tradición en la ciudad. Arellano asegura que al ser casi todos migrantes no tienen que defender ningún tipo de estatus anterior. “Ellos no dice ‘mi padre fue alcalde ¿Cómo voy a vender tamales? ¿Qué dirá la gente? Es muy trabajadora y versátil. En la mañana puede ser albañil y en la tarde puede vender algo”.
3.
El tren ha dejado la zona comercial y de fábricas de reciclajes. El color que prima es el terracota, en su gama de ladrillos varios que así son todas las casas del ejido, sin acabado, sin tarrajeos, ni maquillajes. La viviendas convertidas al comercio con la fórmula el padre pone el techo y los hijos van construyendo los pisos. Y luego en el primer nivel la bodega, en el segundo piso el dentista, en el tercero el estudio contable y más arriba la notaría. Desde la avenida, uno levanta la vista y pasa el Metro de Lima a 60 Km y parece una escena de Hong Kong entre tejida a la Calle Real de Huancayo y la Av. Larco de Miraflores. Así se yuxtaponen los hijos del desborde popular en medio del menú a 5 soles y el mini market con oferta de electrodomésticos de fabricación china.
El área de San Juan de Lurigancho es estridentemente comercial compara con el otros extremos en Villa El Salvador donde el parque industrial le arrebata el desarrollo y donde oficialmente viven 445,200 habitantes. Cuando leo en la última estación de VES un afiche que habla sobre las bondades del transporte le doy la razón: “La Línea 1 cuida tu salud porque reducirá anualmente más de 32,000 toneladas de CO2. Es un sistema de transporte que no genera contaminación sonora. Funciona con energía eléctrica; por tanto no genera emisiones GEI (gases de efecto invernadero). No ocasiona daños externos como alteraciones en el funcionamiento de marcapasos, artefactos eléctricos, internet, tv cable, etc. Tendrás más tiempo para ti y tu familia”.
Cada tren del Metro de Lima transporta mil pasajeros en promedio lo que equivale a la capacidad de 50 cústeres y 100 combis. Uno es investigador. Hice el mismo recorrido en una cúster de la Ruta 10-E desde San Juan de Lurigancho Av.Tacna, Av. Brasil, Av. Ejército, Av. Pardo, Óvalo de Miraflores, Óvalo de Higuereta, Av. Los Héroes, Av. Pachacútec, Villa El Salvador. El pasaje vale 2. 50 Nuevos Soles y en esa heroica travesía pestífera y dramática me demoré 3 horas 44 minutos. Toda una vida. Por ahí leí que mi siquiatra favorito, el Dr. Aitor Castillo había explicado que la reducción de tiempo de viaje ganada con el metro combatirá el estrés crónico que el tráfico de Lima conlleva. “Ese estrés produce irritabilidad, agresividad y depresión. Es muy positivo el ahorro de tiempo”.
Lima es una ciudad que ha crecido como un fibroma o trauma oncológico, sin orden ni concierto. La ciudad es expansiva como una bomba de gas sarín, lenta y mortal. Sin embargo en este invierno gris, el lugareño baja en la estación Gamarra y Lima le ofrece otra ciudad. La más perturbada y caótica. El ambiente se funde entre el temor y el desorden. Fundidos también aparecen el empresario ladino y los negociantes arteros. La damita hábil y el cocinero malandrín. No hay violencia pero el hedor descompuesto contraste incluso con los viajantes que llegan desde los páramos del sur. El Metro de Lima es un observatorio de contrates y el laboratorio de la vanidades contrapuestas. Lima no tenía un tren eléctrico donde se muestre las tripas de la esta nueva ciudad. Hoy todos nos podemos mirar las venas abiertas de nuestras calamidades desde la comodidad de mi vagón.
El sueño del tren eléctrico
Los ingenieros Neydo Hidalgo del Museo de la Electricidad y César Jiménez de la Autoridad Autónoma del Tren Eléctrico, han realizado un estudio que fue publicado con el título “Los Tranvías de Lima: 1878 – 1965”. Es una investigación histórica – técnica sobre este popular medio de transporte desde su aparición en 1878 hasta su supresión en 1965. Pero en el libro se puede encontrar los estudios precursores sobre la necesidad de que Lima tuviera un metro (tren subterráneo). La falta de decisión política impidió contar hasta hoy con este masivo medio. Si se hubiera concretado al menos uno de esos estudios, la capital tendría en este momento cuatro líneas que permitirían un transporte más veloz y cómodo que viajar en las cúster y combis. Han pasado 60 años y recién Lima tiene un sistema de transportes mucho más moderno y que necesita urgente que se amplié.