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Mario Delgado en el engranaje

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ESCRIBE ALBERTO MEGO

“Detrás del pretexto de la sobrevivencia, nos vemos obligados hacer “el teatro que el público quiere”, y dejamos de ser honestos con nuestro impulso creativo, que por naturaleza tiene que ser subversivo, es decir, que subvierta las costumbres conservadoras, los estereotipos, los clichés y los mecanicismos de una sociedad cada vez más inhumana. Ser subversivo en el arte, es reclamarle a la verdad la verdad y a la libertad la libertad”.

MARIO DELGADO (1)

 

En 1959, con Fidel Castro al mando, un conjunto de audaces barbudos defenestró al dictador Batista y tomó el poder en Cuba. La influencia de la guerrilla cubana se extendió en toda Latinoamérica. Aparecieron experiencias similares en varios países. En el Perú, los intentos del ELN (1963) y del MIR (1965) fueron pronto sofocados. En ese contexto, partícipes de la sensibilidad generacional y contestataria que protagonizaba el país, y agitados por los movimientos sociales que estremecían el Perú y el mundo (París, mayo del 68; la derrota del ejército norteamericano en Vietnam, mismo año), un grupo de talentosos jóvenes actores se unió en Lima para montar un espectáculo teatral de protesta que llamaron «Tu país está feliz», basado en la obra del brasileño Antonio Miranda (2) que dio inicio a una de las experiencias más intensas del teatro nacional. En 1971, bajo ese espíritu, nació el grupo peruano CUATROTABLAS con el ímpetu de Mario Delgado.

Con una definida línea poética, expresada principalmente en el énfasis de la experimentación corporal y verbal, constante a lo largo de su extenso accionar en el teatro, Cuatrotablas realizó obras como “!Oye¡”(inspirada en «Venezuela tuya», de Luis Britto García), y “El sol bajo las patas de los caballos” (del ecuatoriano Jorge Adoum, sobre la conquista española) que impactaron en la juventud por su mensaje identificado con aquella sensibilidad generacional, reclamando una mirada crítica a la realidad. Destacados actores y actrices como Soledad Mújica, Alberto «Chino» Chávez, Hilda Collantes, Enrique Avilés, Marco Iriarte, Tito Falvy, Carlos Cueva, Luis Nieto, Oscar Lozano, Aurora Mendieta, Lucho Ramírez, Ricardo Santa Cruz, entre otros, acompañaron a su director Mario Delgado en esas primeras jornadas. Recientemente fallecido, Mario Delgado es sin duda un maestro del teatro peruano.

En 1968, las fuerzas armadas con el general Velasco Alvarado a la cabeza habían dado un golpe de estado al gobierno del arquitecto Belaunde Terry e inaugurado una peculiar “revolución”. Una corriente populista recorría todos los ambientes. Después de la amnistía que se había decretado en 1970, los presos políticos fueron liberados y la memoria del poeta guerrillero Javier Heraud cobró una real dimensión. Para la juventud, era el compromiso social el carné de identidad para acceder a la ciudadanía de la sociedad superior que todos querían construir. Justamente en 1970, el grupo teatral más conocido entre los jóvenes YEGO, Teatro Comprometido, con la dirección de Carlos Clavo, había terminado un intenso período e iniciado otro, dejando en el público urbano la necesidad de un teatro dinámico, musical, siempre reflexivo.

En medio de nuevas situaciones en el ámbito cultural, el gobierno de Velasco creó en 1973 un elenco de teatro oficial: el Teatro Nacional Popular (TNP), con la dirección de Alonso Alegría (3). Es pues la búsqueda de lo nacional y lo popular que caracteriza este período, aunque para las certidumbres de los numerosos grupos de teatro que aparecieron a lo largo del país y que se reclamaban comprometidos y populares, el TNP estaba muy lejos de aquello. Sin embargo, ahora el grupo Cuatrotablas es alentado ya no solo por el enorme caudal de juventud que los sigue, sino también por el flamante Instituto Nacional de Cultura y por el TNP.

Es principalmente por su mensaje juvenil y su disciplina en la escena que recibe la acogida del público, y pronto realizan muchas giras por capitales de América y Europa. En su afán de participar en la formación del nuevo teatro latinoamericano y en la búsqueda de una técnica propia (4), proponen la creación colectiva como método –es decir, los actores crean sus propias obras, forma que ya venía desarrollando el Libre Teatro Libre de Córdoba (Argentina)– así como asumen la influencia del polaco Jerzy Grotowski y del italiano Eugenio Barba, quienes desde el horizonte escéptico del teatro europeo renunciaron al teatro convencional, el de cámara y taquilla, para sugerir un espectáculo de pulsiones libres y de emociones estilizadas, donde los conceptos estén al servicio de la expresividad corporal. Un teatro en sí y para sí.

Pero los acontecimientos de la realidad precipitan cambios inesperados. Grandes movilizaciones de la población en todo el Perú hicieron caer primero a Velasco Alvarado (febrero, 1975) y sobre todo a Morales Bermúdez (junio, 1977). La participación de éste en el “plan cóndor”, instrumentado por Estados Unidos para desaparecer y asesinar a dirigentes sociales de varios países latinoamericanos, fue puesta al descubierto y denunciada. El golpe fascista de Pinochet había caído sobre el gobierno de Unidad Popular y Salvador Allende en Chile (1973), mientras en Argentina Videla torturaba y asesinaba sin piedad a sus oponentes. La inconformidad de las multitudes contra el gobierno, y más allá de este, contra el sistema, se agudizaba día a día.

En esa atmósfera polarizada, en narrativa como en poesía, los grupos Narración (1966) y Hora Zero (1970) reclamaban del arte un posicionamiento político a favor de los más oprimidos. Y con el concurso de destacados hombres y mujeres de teatro como Jorge Acuña, Edgar Guillen, Aurora Colina y Sara Jofreé, entre muchos otros integrantes de los tantos grupos de teatro popular (5),  se movilizaron masivamente los jóvenes actores del teatro peruano de entonces. El grupo Cuatrotablas, con Mario Delgado, estuvo allí, participando en la fundación de ese incipiente movimiento teatral.

El debate sobre el destino de la sociedad peruana en aquel momento, y de manera especial sobre el papel del arte y la literatura, fue enriquecedor en muchos aspectos. Y siendo fundamentales los altos propósitos de la labor teatral, de la labor cultural, los grupos adquirieron una gran responsabilidad y, en consecuencia, mucha rectitud en sus presentaciones. El público era su más respetable destinatario. Es verdad que los autores se vieron relegados en su representación escénica. Pocos años atrás, la MESA DE TEATRO, un importante esfuerzo por unir a los escritores teatrales dirigido por Juan Rivera Saavedra, se había desintegrado. Al calor de la modalidad en boga, los grupos eran autores colectivos de sus propias obras, y en algunos casos, como el grupo YUYACHKANI (1971), pronto se representaron los conflictos más complejos de la actualidad, aquellos donde los intereses sociales se veían más enfrentados. Ellos provenían de YEGO, teatro comprometido, y poniéndose a la cabeza de tal movimiento demandaron que el teatro marchara compaginado con las luchas de los obreros, de los campesinos, trasmitiendo un mensaje redentor, revolucionario, como entonces expresaban sus obras.

Mario Delgado y el grupo Cuatrotablas no cedieron un ápice en su propuesta artística de laboratorio y experimentación teatral, reflejando la realidad a su manera. Su mística por el teatro como estética era indoblegable, y a todas luces Delgado es director y dramaturgo de sus puestas, que en los debates defiende con pasión. Con mucho éxito, presentaron la obra «Encuentro». Era el año 78. Con el auspicio de la UNESCO organizan el 1er Taller Latinoamericano de Teatro de Grupo en Huamanga, Ayacucho, donde llega el ODIN TEATRET de Dinamarca con su director en persona, Eugenio Barba, el alumno predilecto de Grotowsky. Bajo esta influencia, muchos pasaron de la “creación colectiva” al teatro de grupo y seguidamente al “tercer teatro” (6) según la nueva antropología teatral de Barba. Cuatrotablas estrena «Equilibrios» y «Los Cómicos». El Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) les entrega en Caracas el premio OLLANTAY, en mérito a su despliegue creativo, siendo el primer grupo peruano en recibir tal distinción. Auspiciados por el Goethe Institut de Lima, participan en importantes festivales europeos donde comparten experiencias con los hombres y mujeres de teatro más reconocidos del mundo.

Mientras tanto, en el Perú se inicia el período más convulsionado de su historia. En los años 80, con su ya anunciado signo de ardiente contradicción y muerte (7), muchos grupos hacen del teatro una burbuja y de la técnica su baluarte, indagando en las raíces, en los orígenes, sumergidos en el Perú profundo. Con estas influencias, aquel movimiento de teatro popular gira hacia un teatro independiente. Mario Delgado es por supuesto uno de sus mejores representantes. Preside el Movimiento de Teatro Independiente (MOTIN). Sus propuestas indagatorias sobre la expresividad corporal, así como su inmenso amor por el teatro como género artístico, dominan el nuevo ambiente teatral. Mario Delgado es un virtuoso de la forma, aporta al teatro peruano su sentido de la disciplina, y en un lugar tan inhóspito para los artistas, su cabal persistencia.

En 1986 recibe el «Premio Nacional de Teatro» del Instituto Nacional de Cultura del Perú.

En los 90, ya derrotado el movimiento insurreccional, y sobre todo después del 2000, el neoliberalismo se impone en todos los frentes. Los artistas del teatro, arrinconados frente al mercado, ven que los nuevos criterios de valoración escénica provienen de los medios de comunicación, la tv, el cine, donde se distorsionan verdades y se fomenta la estupidez.

“En el 2008 el teatro de grupo estaba sepultado, no por el teatro de grupo, no por el teatro sino por el grupo, la sociedad había decidido sepultar en el consumo al grupo, eliminarlo de la naturaleza humana y fomentar el individualismo”, afirma con desencanto Mario Delgado (8). En medio de muchas dificultades, dueño de un gran optimismo, continúa con sus discípulos, con sus montajes. Ha adquirido una mayor valoración por los conceptos, por las palabras, y se apoya en los autores clásicos, experimentando siempre, o en Mariátegui, Vallejo, Arguedas, que para el actual momento son nuestros clásicos. Los recrea y a través de ellos se expresa políticamente. Comprende que en esta nueva vitrina, el teatro no tiene salida. Y se rebela frente a la situación: “No queremos hacer espectáculos para sobrevivir en esta sociedad canalla, en la que no hay esperanza de que las autoridades políticas cambien y se transformen en seres humanos alfabetos y cultos. Basta leer los periódicos y ver la televisión diariamente, para corroborar todo esto; no estoy exagerando… Hay que hacer un trato directo con “el público”, que está dispuesto a ver «el teatro que nosotros queremos hacer”, un teatro vital y urgente, para cambiar de raíz el ser peruano que somos. No estamos de acuerdo que este sea un problema total de la sociedad, creo que hay un pueblo generoso. Este es un problema creado por la clase social que fundó la República y sus herederos, quienes han usufructuado el poder, hasta hoy.” (9) Y finalmente, propone un arte rebelde: “Hacer un arte incorruptible es hacer un arte subversivo en un mundo donde la esencia del poder, es decir la acción de los poderosos, ha sido en toda la historia el aprovechamiento de la corruptible fragilidad humana” (10).

No sabemos cuánto demande poner al descubierto las verdades ocultas de la historia del Perú, pero estamos seguros que Mario Delgado es un gran protagonista del teatro peruano, una rueda dentada del engranaje, como tuvimos hace poco oportunidad de decírselo personalmente, después de presenciar su “Hamlet” en la Casa de la Literatura, donde lo saludamos y abrazamos por primera vez y para siempre.
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Notas

1.- http://www.cuatrotablas.net/?q=content/los-escollosos-burocraticos

2.- http://www.antoniomiranda.com.br/obras_publicadas/obrascomentarios/tpais_esp.pdf

3.- https://journals.ku.edu/index.php/latr/article/viewFile/168/143

4.- http://www.cuatrotablas.net/?q=node/156

5.- “El teatro popular y de aficionados en Lima (1970-1980)”. Alberto Mego. Publicación del Club de Teatro de Lima y el Plan de Teatros Pilotos. Lima, 1983.

6.- En este texto Eugenio Barba formula la idea de un Tercer Teatro. La marginalidad, el autodidactismo, la dimensión ética y existencial del oficio, así como la nueva vocación social, le parecen las características fundamentales de una realidad teatral compuesta por grupos que no se vinculan ni al teatro tradicional ni al teatro de vanguardia.

http://www.odinteatretarchives.com/MEDIA/DOCUMENTS/EB_THIRD_TEATRE_SP.pdf

7.- Entonces, casi la totalidad de los partidos de izquierda defendían las armas como la única vía para la transformación social: ROCHABRUN (1988): «Izquierda, democracia y crisis en el Perú», revista Márgenes; RÉNIQUE (2003): La voluntad encarcelada. Las ‘luminosas trincheras de combate’ de Sendero Luminoso del Perú, Lima: IEP; SANDOVAL (2005): Radicalismo estudiantil y los orígenes de la universidad clasista «popular». Lima: IEP.

8.- http://teatroclub.pe/portal/especiales/mario-delgado

9.- http://www.cuatrotablas.net/?q=content/los-escollosos-burocraticos

10.-http://www.cuatrotablas.net/?q=content/el-mal-del-teatro-peruano-es-el-mal-de-un-pais-suicidado

 

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