Actualidad

Luis Fernando Cueto: “De una feria del libro no vas a sacar nada que sea de provecho para la escritura”

Published

on

Hay gente que escribe y publica libros, pero son pocos los que escriben y publican literatura, Luis Fernando Cueto es de los pocos escritores que escriben literatura en el Perú. Desde Chimbote ha logrado posicionarse como uno de los más talentosos escritores peruanos de la actualidad. Entre premios y reconocimientos se ha convertido en uno de los autores más leído y respetado.

En 2011 ganó el Premio Copé con su novela Ese camino existe, pero en su producción literaria tiene libros como Llora corazón, Lancha Varada, El diluvio de Rosaura Albina y recientemente ha publicado su primer libro de cuentos El hereje, bajo el sello editorial Trascender.

Luego de verlo en la Feria del Libro de Nuevo Chimbote, nos volvimos a encontrar en el Queirolo del Centro de Lima. La última vez que lo entrevisté fue en el año 2012 en su ciudad natal. Después de seis años y luego un café volvemos hablar sobre libros, literatura, sobre sus padres, Arguedas, Mario Vargas Losa, Chimbote, las ferias del libro y de sus gustos y disgustos literarios.

En un par de meses Cueto dejará el Perú para irse a vivir a Barcelona, y en esta entrevista nos dice “Cuando tú sales del Perú, no conocen a los regios ni a los plebeyos ni a nadie, entonces te das cuenta, cuando estás afuera, que en el Perú se han inventado unas pequeñas cúpulas que realmente no existen”.

¿Para ti escribir es una forma de vida?

Es una forma de vida pero también es una cuestión casi patológica. Soy una persona que crea historias inconscientemente, mi mente siempre está trabajando organizando historias, y llega un momento en que esas historias me arrastran a la máquina a escribir. Es algo que se produce sin mi control, creo que nunca voy a dejar de escribir porque nunca voy a tener sequia de historias.

¿Cuándo te diste cuenta que tenías esa facilidad para crear historias?

Creo que cuando tenía 14 o 15 años, porque de niño era un lector vicioso. Luego llegó un momento en el que comencé a imaginar mis propias historias y a contarlas en voz alta a mis familiares y amigos, hasta al profesor del colegio; recuerdo que ellos se quedaban sorprendidos. Incluso mi profesor de primaria llamó a mis padres para contarles que yo estaba un poco fuera de la realidad. Por ejemplo, yo iba al cine con mis hermanos y cuando contábamos la película, yo contaba otra versión. “Qué le pasa a este chico que ve otras cosas”, se preguntaban. Y era porque mi imaginación me llevaba a otras historias. Creo que esos fueron mis inicios, y mi padre me comenzó a alimentar con novelas de Charles Dickens, Emilio Salgari y las historias de Julio Verne. Todo eso era un combustible para mi imaginación.

Mencionaste algo importante: tu padre lector.

La imagen que a mí siempre me asalta la mente es ver a mis padres echados en la cama y leyendo los dos. Tenían unos tapaojos que ellos se prestaban, el tapaojos era una especie de venda para que el otro siguiera durmiendo, porque el que se levantaba primero y prendía la luz, leía. Mi padre construyó una casa de tres pisos, y en el tercer piso todo era biblioteca, todas las paredes estaban con sus estantes llenas de libros, después de eso compró un telescopio. Nosotros leíamos libros y mirábamos el firmamento y con eso volábamos más porque observábamos las constelaciones y las estrellas, era algo maravilloso. La biblioteca de mi padre pienso que tenía más de dos mil volúmenes, mi padre era un gran lector.

¿Crees que tu padre heredó eso de tu abuelo?

Mi abuelo era lector, pero mi padre hizo la biblioteca con sus propios peculios. Él estudió ingeniería agrónoma, nunca se tituló. Después fue arqueólogo aficionado, hacía expediciones arqueológicas, hizo un mapa arqueológico y era un autodidacta en el resto. Recuerdo que le gustaban mucho los libros de historia y literatura, y tenía una educación autodidacta erudita.

¿Qué otros recuerdos de tu madre tienes presente?

Mi madre era una gran lectora, pero era una persona que imponía el orden en casa.  Era muy amorosa pero a la vez nos hacía entrar en rigor muchas veces. Ella se preocupaba por los estudios, por los progresos en las clases. Con mi padre era más el relajo, la lectura y las expediciones a las ruinas arqueológicas y al campo. En cambio mi madre nos ponía el punto a tierra, era la que nos ponía las cosas dentro de la realidad. Mi madre tenía siempre la idea del progreso, es decir, estudiar para el futuro. Cuando todos los chicos del barrio nos contentábamos con estudiar la primaria, la secundaria y gozar las vacaciones, ella estaba siempre queriendo algo más. Nos decía “estudien inglés, porque eso le va servir para el futuro, estudien un oficio porque eso les va servir si es que no son profesionales”. Recuerdo que en unas vacaciones me mandó a estudiar taquigrafía, las siguientes vacaciones mecanografía, y siempre todos los veranos estudiando inglés. A ella le gustaba la lectura, pero era más racional en ese aspecto.

¿Culturalmente, qué diferencias encuentras entre el Chimbote de esa época y el Chimbote actual?

Chimbote en el ámbito cultural es todo un proceso. A Chimbote lo hicieron los migrantes, y los chimbotanos de primera generación tuvieron una camada muy importante de intelectuales como Juan Ojeda, Mario Luna, Miguel Rodríguez Paz, grandes poetas y hombres de una gran erudición y una cultura enorme, conocedores del mundo clásico, la filosofía clásica y medieval. Estos tres poetas están cortados por la misma tijera, grandes admiradores de los griegos y de los filósofos medievales, y los tres tuvieron la mala suerte de morirse muy jóvenes, al borde de los treinta años. Creo que ahí se perdió una oportunidad brillante. Después ya vienen Julio Ortega, Óscar Colchado, y Jaime Guzmán. Cada uno siguió su camino, y después ya vienen los de mi generación. La literatura de Chimbote se ha gestado desde hace mucho tiempo pero salió a la luz con la llegada de Arguedas a esa ciudad, y con el libro El zorro de arriba y el zorro de abajo recién el Perú supo que existía Chimbote y que ahí se hacía literatura.

¿Arguedas encendió la luz en Chimbote?

Obviamente, pero retrató un Chimbote que no existía, el inventó una ciudad y los chimbotanos creen que nos ha retratado, pero los creadores no están para retratar si no para inventar. Yo como chimbotano no reconozco esa ciudad, es una ciudad muy caótica, el lenguaje que empleó no es el lenguaje de los chimbotanos. Su lenguaje es el de un hombre que tiene el quechua como lengua materna y aprendió después el castellano. El lenguaje de los chimbotanos y de los pobladores del norte del Perú es distinto. Pero él hizo un esfuerzo y eso se reconoce. Como dices, el prendió la luz, encendió la chispa, de ahí empezó todo un proceso. Yo recuerdo a un Chimbote muy distinto al que retrató Arguedas, porque a mí me marcó mucho el terremoto del setenta, lo que recuerdo es un Chimbote en ruinas, con gente moviéndose sobre los escombros, con una ciudad empobrecida totalmente y comenzando de la nada. Ese es el  Chimbote que yo recuerdo, Arguedas no lo vivió porque él se murió un año antes.

Dentro de los nombres que has mencionado de poetas y escritores, ¿por qué crees que algunos se han posicionado en Lima y otros no?, por ejemplo, Julio Ortega.

Julio Ortega tuvo un paseo muy rápido por Lima, porque se fue al extranjero muy joven, sus primeros libros los escribió en Chimbote y después él se fue a Estados Unidos e ingresó a la docencia universitaria y se hizo muy conocido por su libro de crítica literaria. Después Óscar Colchado llegó a Lima, creo que a los cuarenta años, él siguió su carrera, pero yo lo que veo acá es un fenómeno que en otra parte no se da, por ejemplo un escritor francés no necesita irse a París para posicionarse y ser conocido.  Cada uno escribe desde el lugar que le corresponde, y no pasan necesariamente por París para ser reconocidos. Tampoco eso pasa en España, donde la capital literaria es Barcelona, y Madrid puede ser como la provincia, pero acá en el Perú todos quieren venir a Lima y eso a mí me parece absurdo. Para mí no es una necesidad venir a Lima para escribir, quizá para salir en dos o tres periódicos, el resto no me interesa.

Crees que los medios de comunicación de Lima tienen un sesgo, ya que no miran lo que sucede con la producción literaria fuera de Lima…

Sí, pero eso no me interesa mucho. Yo veo que hay polémicas entre los limeños y los provincianos, entre los costeños y los serranos, y yo creo que estoy ajeno a esas controversias. En mi escritura y el proceso que tengo para escribir no interfiere en nada. Pienso que un creador está por encima de eso, lo que aprecio de un escritor es su obra, y no la portada que tengan en los periódicos, ya que puede haber un escritor muy conocido que tenga mucha cobertura en los periódicos, pero si yo leo su libro y no me gusta, sencillamente no me interesa.

Luis Fernando Cueto en Munich, Alemania.

Curiosamente los denominados “regios” ocupan portadas de gran parte de la prensa limeña.

Así los llaman y yo casi ni los conozco, no me interesa tampoco relacionarme con ellos ni con los antiregios. Me parece que están peleándose por una torta que es muy chiquita, el mundo editorial en el Perú, el libresco y los escritores, se pelean por unas migajas. Cuando tú sales del Perú, no conocen a los regios ni a los plebeyos ni a nadie, entonces te das cuenta, cuando estás afuera, que en el Perú se han inventado unas pequeñas cúpulas que realmente no existen. Yo soy amigo de los que se acercan y soy admirador de los que escriben bien. Si hay un regio que escribe bien, yo lo admiro, y si hay un plebeyo que escribe bien, también lo admiro.

Uno de los temas que se critica en Lima son las invitaciones a escritores seleccionados a dedo para participar en ferias internacionales. Lo que molesta es que no se convoca a escritores peruanos que deberían ir, es decir, si tenemos un Ministerio de Cultura del Perú, deberían ir escritores de todo el Perú, pero muchas veces invitan solo a escritores de Lima.

Ahí el problema está en que el ministerio maneja la plata de todos los peruanos. Si maneja la plata de todos los peruanos, me parece que es justo que los que consideran que no está bien representada una delegación, reclamen. A mí como creador, yendo al otro extremo, no me afecta en nada.  Pienso que un escritor que escribe pensando en una feria o en una invitación, está haciendo un trabajo ridículo. Yo nunca pienso en eso, no estoy pensando en escribir un libro para que me inviten a una feria. Como ciudadano uno puede reclamar que la plata no esté bien dirigida, pero como creador, no.

Entiendo tu posición Luis Fernando, pero los lectores lo piden, porque si una selección de escritores nos va a representar, se discute quiénes deberían ir, y si van, tiene que ir los mejores. El asunto es que deseamos que nos representen los escritores más talentosos, es decir, escritores que estén haciendo literatura.

Y eso pasa por otra cosa, por ver quién es el que decide quiénes son los buenos y los malos escritores, y ahí estamos pasando por algo que a mí no me interesa mucho, porque nunca le he prestado importancia, pero tenemos que reconocer que hay dos o tres personas que hacen el canon literario en este país. Porque hay mentalidades muy chiquitas, creemos que hay personas que tiene la capacidad de pontificar y señalar esto sí y esto no. Me parece que esas selecciones pasan por el criterio de esas personas. Yo no creo en esas cosas. Me parece legítimo que los lectores tengan su preferencia, y que ellos quizá reclamen que exista mayor apertura, pero como creador no me molesto, no me interesa que me inviten a ninguna feria, y si es que me invitan pues asisto, porque las ferias son como una fiesta, y los que organizan sus fiestas saben a quién invitan. Si la FIL  de Lima invita a X, que lo invite, y si no me invita a mí no me interesa, no soy de su agrado y no estoy para su fiesta, y si hay una delegación que sale del Perú y no estoy en su lista, no me importa.

Entonces las ferias de libros son un espectáculo extraliterario…

Es casi un espectáculo extraliterario, de una feria del libro no vas a sacar nada que sea de provecho para la escritura. Una feria es un espectáculo comercial, y es un espectáculo que encubre lo que en el fondo es: una rueda de negocios para las editoriales. Pensar que de una feria va salir un buen escritor, o va salir algo bueno para la escritura, es ilusorio. Las ferias no tienen ninguna incidencia en relevar el nivel cultural o el nivel de la literatura. Quién ha dicho que de una feria se va sacar un provecho sustancial para la literatura, eso es absurdo.

Entonces, ¿cuál crees que es el efecto positivo de organizar una feria del libro?

Puede ser acercar a la gente al producto literario, pero detrás de todo ello es una rueda de negocio, es como una feria de autos, acercas a la gente a los últimos modelos. Y la gente se ilusiona con tener un auto alguna vez, pero detrás de esa ilusión lo que hay es una rueda de negocios de los que fabrican y de los que distribuyen, por qué crees que los que organizan las ferias se esfuerzan de tener algún personaje mediático que jale gente. No veo una conexión entre una feria de libros y de que ahí vaya a salir un gran producto literario, o una gran obra que marque un hito en la historia de la literatura de un país.

¿Ganar el premio Copé te ha servido para abrirte un camino más amplio o para traspasar fronteras?

En lo económico, sí, pero en el aspecto de la creación, muy poco, porque no influye en nada de lo que yo escribo. El premio te hace ser más conocido, nada más, pero si alguien cree que con el premio va a haber un antes y un después en tu escritura, es absurdo, y el que ha nacido para escribir lo hará con premios o sin ellos. El premio Copé es muy bueno porque los escritores no tienen reconocimiento ni incentivo, y eso es lo que te da el premio, y es una pena que sea el único premio y sea una entidad privada el que lo haga. Es una pena que un país que tiene más de 30 millones de peruanos, saquen un libro con un tiraje de mil ejemplares, y esos mil ejemplares se vendan en dos o tres años. Eso crea una industria editorial minúscula, ¡y por eso se pelean! Cuando tú ves eso de lejos, te das cuenta que son como pequeños ratones que están peleando por un pedacito de queso.

Te escucho y me doy cuenta que tienes las cosas bien claras, pero es importante también saber que no te ha afectado ganar un premio o no te ha afectado ser un escritor reconocido, leído y respetado por muchas personas. Creo que pocos escritores son respetados en la actualidad, mucha gente te respeta y admira tu literatura.

Muchas gracias, no lo sabía. Es que una cosa es tu forma de pensar, tu forma de conducirte como ciudadano —obviamente todos los ciudadanos la tenemos— y otra cosa es tu creación, tu producto literario. Yo creo que conocen más lo que escribo que lo que pienso. Quizá si supieran lo que pienso a la vez, no me respetarían más, o quizá menos. Yo creo que me esfuerzo por escribir, hago un trabajo con cierta honestidad por escribir y tengo un gran respeto por las personas que me van a leer, y por eso trato de entregarles un producto que en primer lugar a mí me guste. No tengo ningún reparo de que alguien que no guste de mis libros me lo diga también, no me disgusta.

No te peleas por Facebook, como muchos escritores (risas)

No, no les gusta mi libro y no tengo porqué pelearme con ellos. No tengo cuerito de súper estrella, eso no va conmigo. Yo también soy muy práctico a la hora de leer. Si hay un libro que no me gusta, así el escritor sea un premio Nobel o inunde los mercados del Perú, simplemente no me gusta. Acá en el Perú hay muchos autores que no me gustan y son mediáticos, son conocidos, pero lamentablemente para mi gusto escriben mal. Pueden ser mis amigos, pero sus libros no me atraen.

Hace poco han salido algunos escritores a criticar a los escritores que escriben sobre la violencia en el Perú ¿qué opinas de eso?

Es una tontería, los creadores y cualquier intelectual está en el derecho de crear y hacer trabajos académicos e intelectuales acerca de los procesos históricos de su país. En México la revolución fue hace muchísimos años, ya más de un siglo, y hasta ahora se sigue escribiendo de la revolución mexicana; aparte, no se le puede poner camisa de fuerza a la creación. Si un escritor tiene una buena historia ambientada hace cien o doscientos años, tiene todo el derecho de escribirla, con la única condición que lo escriba bien. En el arte y la creación no hay parámetros. No sé quién ha dicho que ya se agotó la literatura de la violencia. Si alguien quiere puede escribir la literatura de la violencia de la época de los incas y eso es muy válido, eso no se agota nunca, porque la imaginación y las historias son inagotables. Toda sociedad tiene el derecho y la obligación de recrear sus procesos históricos. En el Perú la gran literatura está relacionada con la violencia.

Se dice que la mejor literatura peruana fue escrita por escritores que no son de Lima, ¿cuál es tu mirada sobre eso?

La literatura peruana comprende todo, pensar que solo hay buena literatura fuera de Lima es un error, y pensar que solo se hace literatura dentro de Lima es otro error. Todo es un cuerpo, hay algunos que dicen que no hay literatura peruana porque tendría que integrarse la literatura de la selva, de los negros y chinos, eso es también irse por la atomización de la literatura, es como decir que no hay literatura española porque tendríamos que ver la literatura de los andaluces, catalanes y aragoneses, eso sería otra tontería. Hay un cuerpo social que es el Perú, y ese cuerpo social produce literatura. A mí me gusta por ejemplo la literatura de Ribeyro, creo que es un gran escritor de Lima, y de un barrio de Lima como Miraflores. Obviamente los grandes escritores del Perú no son de Lima, Ciro Alegría por ejemplo es de La Libertad, Arguedas de Andahuaylas, Vargas Llosa y Reynoso de Arequipa. Pero eso no significa que no pueda surgir un gran escritor de la capital.

¿Ser de Lima ayuda?

Los que son de Lima y que tengan cierta notoriedad y tenga buenas relaciones con los medios están bien, tienen, como se dice, su cuarto de hora. Pero yo no veo gran literatura ahora en Lima, no veo a nadie que esté a la altura de un Arguedas o un Ciro Alegría.

¿Existe una crisis literaria en Lima actualmente?

Para mí, sí. Se están produciendo libros que son muy sencillos, muy superfluos, nadie apuesta por una gran novela, apuestan por cuestiones muy comerciales o por cuestiones que llaman ahora autoficción.

La literatura del yo…

Creen que están inventando, pero por más que escriban nadie va superar a Proust en esto.  Eso es algo que ya se ha dado hace muchísimo tiempo. Además son libros muy absurdos, donde el escritor no se toma ni siquiera la molestia de conocer el lugar. Hace un par de años leí Loreto, de Fernando Ampuero, que para mí es uno de los peores libros construidos. Como relato es malísimo. Entonces ese es un libro de un haragán, de una persona que no se toma la molestia de ir al lugar e investigar cómo son las bandas delincuenciales y cuáles son los códigos que ellos manejan.

Recuerdo que ese libro fue celebrado por gente de El Comercio

Para mí debe ser el peor libro del Perú de los últimos años. Hay un libro por ejemplo de Alonso Cueto que me gusta mucho, que es La hora azul, es un gran libro de relatos. Después, leí El susurro de la mujer ballena, que es un libro aburridísimo. Cuando leo un libro tapo el nombre del autor y leo el libro, después veo quién es el autor. No tengo ningún problema en decirlo. No me interesa ser amigo o enemigo de nadie, solamente me apego con el producto literario. Si no les gusta, que se esmeren en escribir bien.

Has tenido alguna anécdota por el apellido Cueto, dos escritores que se apelliden igual en el Perú no es común.

Me han preguntado muchas veces, pero para mí no hay ningún inconveniente, yo le tengo mucho respeto a Alonso Cueto, y las veces que he podido conversar con él me ha parecido una persona muy educada, muy gentil, siempre me ha tratado con mucha gentileza, lo respeto mucho porque es una persona mayor y me gustan mucho sus comentarios sobre libros que hace en los periódicos.

Nunca te han dado un libro de Alonso Cueto para que lo firmes…

No (Risas). Nunca ha sucedido esa confusión, pero sí me han preguntado si soy familia con él, hasta ahora no lo sé.

Conozco tu admiración por Mario Vargas Llosa, ¿qué es lo que más rescatas de su literatura?

Mario Vargas Llosa es un monstruo de la literatura, para mí es el maestro de las técnicas literarias, es quizá el que más las domina. Yo comencé a leer a Vargas Llosa con un lápiz y un block, anotando y extrayendo todo, porque es un maestro.  Y es uno de los que inventan los lenguajes, no solo es transcribir el lenguaje como lo hacía Arguedas o Gálvez Ronceros, que es como si tú pusieras una grabadora y transcribes eso al libro con todos los barbarismos. Vargas Llosa cree que el trabajo del creador es incluso inventar un lenguaje que se adecue a la idiosincrasia y a la forma de pensar de ciertos pobladores de ciertas regiones del país, y eso a mí me ha servido mucho a la hora de captar el lenguaje, porque me ha enseñado a ser un lector con el oído muy atento. Entonces, si yo quiero escribir algo sobre la selva, tengo que estar en la selva y captar el lenguaje, pero no tengo que transcribirlo, sino que tengo que inventar un lenguaje para ese poblador, y así he hecho siempre, entonces esa enseñanza es muy valiosa, porque me da una herramienta para sentirme fuerte en cualquier parte del mundo. Ahora estoy en España y estoy pensando escribir una historia en Madrid, y mi oído sin que yo le diga nada, capta los modismos en el aire, porque de ahí viene la forma de pensar, tú tienes que captar la forma de pensar, y eso es algo que yo lo he aprendido leyendo a Vargas Llosa.

¿Qué otro escritor es al que siempre regresas?

Yo regreso siempre a Arguedas, por ejemplo, regreso a Ciro Alegría, Reynoso, Carlos Eduardo Zavaleta, Gregorio Martínez. Me gusta Gregorio Martínez porque él trataba de darnos la idiosincrasia del poblador del sur del país a través del habla. Creo que si somos una nación hecha de comunidades, deben de haber varias idiosincrasias, y esas formas de pensar deben transformarse en varias hablas, por eso es que hay mucha riqueza allí. A mí muchas veces me dicen “por qué no te vas a vivir a Lima”. Yo digo, irme a vivir a Lima para escribir es absurdo, si la belleza no está en Lima para mí, la riqueza de las historias está fuera de Lima. Yo no necesito venir a Lima para escribir ni para conocer el Perú. Yo tengo que alejarme de Lima, porque para mí Lima es como una cárcel.  Acabo de escribir una novela ambientada en la selva, no puedo comparar la riqueza que encuentro en la selva con lo que encuentro en Lima. Si yo quiero ser un escritor, si realmente quiero ser un creador, para mí está claro, tengo que alejarme de Lima. Quizá Lima puede ayudarme a ser conocido o a que me inviten a dos o tres ferias, o estar en una selección de escritores para representar al Perú, pero eso no me interesa como creador.

En una semanas viajarás a Barcelona para estudiar, pero también me imagino que para escribir…

Sí, tengo historias, mi mente ya va organizando historias. Tengo una historia en Madrid, también tengo muchas historias en Barcelona, además tengo algunas invitaciones para estar en Francia, Alemania, y los días que he estado por ahí mi mente va armando historias. Yo podría fácilmente dedicarme a escribir, sentarme frente al papel en blanco y no quedarme estático, porque siempre tengo historias por llevar al papel. Creo que eso es casi como una patología, algo así como un don, no me preocupo en qué voy a escribir mañana, porque siempre tengo cosas que escribir.

Luis Fernando Cueto se hizo conocido por sus novelas, pero hace poco acabas de publicar El hereje, un libro de cuentos. Qué te ha dado el cuento que no te dio la novela.

Ha sido un cambio que ha sido muy difícil y traumático para mí. No estaba ambientado al cuento y ya me había acostumbrado a un registro más largo, casi como una tarea de maratonista. Adecuarme al cuento me ha exigido mucho, pero creo que logré un registro de un corredor de cien metros planos para poder explotar la integridad de las historias. Para mí está claro que una novela agota la historia, pero un cuento no se debe agotar cuando se acaba la historia, sino que el cuento tiene que seguir produciendo otras emociones o quizá otra historia en la mente del lector. Como cuentista el creador tiene que trabajar con la mente del lector y tiene que dar un producto que esté orientado a interactuar con el lector, es decir, que sea el lector quien complete la historia, o quizá la prolongue indefinidamente. Incluso ya estoy escribiendo nuevos cuentos porque me ha gustado, porque he cogido el registro y el aliento para hacer historias cortas pero dejando puntos suspensivos en la mente del lector.

¿Cómo te llevas con la poesía?

Yo escribo poesía todo el tiempo.

Pero no la publicas…

No la publico porque los editores no me buscan para la poesía, tengo como tres o cuatro poemarios inéditos. Tengo un poemario que se llama Poemas clandestinos en Barcelona. Aunque no he estado como clandestino me gusta ese título porque he visto muchas cosas y hay mucha gente que vive al margen. Escribí sobre esas cosas porque eran como flashes que yo recibía y me motivaba en ese momento a escribir algo rápido, colorido y luminoso. Tengo como veinte poemas ambientados en Europa. En los campos de concentración en Alemania me venía a la mente algo repentino y lo escribía para que no se perdiera. También tengo un poemario inédito que se llama El árbol de la abundancia, que me gusta mucho, es sobre los días de Arguedas, Juan Ojeda y Mario Luna, de los grandes poetas chimbotanos que murieron jóvenes, todo eso lo he hecho en un registro de poesía, no sé si alguien quiera publicarlo.

Lo complicado no solo es publicar poesía, sino también venderla.

Tengo esa facilidad, hago poesía y hago novelas como cuestiones más reposadas y porque me da la facilidad de recrear mucho y de imaginar mucho. En la novela soy completamente libre, no tanto en el cuento, porque en el cuento tienes que regirte más por la intensidad, por el golpe que estás dando. Ahora quiero hacer un ensayo un poco grande sobre la obra de Oswaldo Reynoso y sobre la poesía de Juan Ojeda, pero no tengo todavía esa disciplina, tendría que acostumbrarme a llevar ficheros, a sacar datos y volverme más metódico.

¿Lees a tus contemporáneos? ¿Qué escritores chimbotanos nos recomiendas?

Leo a los que tengo a la mano. A veces me recomiendan un joven escritor y lo leo y muchas veces no puedo acabar sus libros, otras veces encuentro un libro de un joven no es muy conocido y me gusta mucho y lo acabo. Yo no tengo nada contra los jóvenes, creo que los jóvenes están en todos los campos de la creación para cuestionarlo todo y para darle vuelta a todo. Si hay algún joven que empieza con una nueva propuesta o con nuevo estilo, que lo haga y que lo haga con valentía y que luche por lo que piensa. No tengo nada contra los jóvenes que apuestan por la autoficción o por los libros de detectives y cosas así, o a los que les gusta Bolaño y creen que están inventado el género detectivesco, que lo hagan, que apuesten por ello y si se van contra la pared pues que se vayan.

¿Te animas en mencionar algunos nombres?

Mira, en la Feria del Libro de Nuevo Chimbote, me dieron el libro de Elvis Herrada, es un escritor brutal pero estremecedor, conoce mucho de las bandas y del mundo lumpen, quizá le falta técnica narrativa pero tiene material, tiene madera, no sé cómo hacer para que este chico haga una obra de mayor recreación literaria, y así publicar un libro de mayor solidez. A mí siempre me han gustado los libros de Diego Trelles, me gusta porque es un narrador que cree en la palabra, su libro Hudson el redentor, me gustó mucho. Después Bioy me gustó pero menos que Hudson. Su último libro no lo he leído. Por ejemplo Pedro Novoa me gusta como escritor, él ha apostado por ser un escritor duro, como Rubem Fonseca, y esa es su apuesta, pero tiene un cuento que se llama Inmersión... Me gustan los escritores que creen en su propuesta y luchan por eso, aunque su camino sea difícil, son valientes. También me gusta Sandro Bossio, porque cree en la palabra y sus trabajos son obras de orfebrería, me gusta también Cayo Vásquez porque es un escritor mágico, y yo rescato a esos jóvenes escritores porque tiene su propuesta y creen en lo que escriben, para mí son escritores valientes. También me gusta Karina Pacheco, es una escritora talentosa. Si eres un escritor que no cree en la palabra estás muerto, gracias a Dios estos escritores creen en la palabra y eso me da una satisfacción porque me hace ver que hay salud en la literatura peruana. El ejercicio de escribir es el ejercicio de la libertad.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version