Lucho Bender fue un director rosarino que tenía todo el talento para seguir haciendo joyitas, para seguir contando historias intensas, pero la muerte lo esperaba, sin importar su talento. Murió de un infarto en España.
‘Felicidades’ (2000) es la otra cara de la moneda, una historia Argentina que viaja en la noche del 24 de diciembre, horas antes de celebrar la navidad. Bender se interesó más por aquellos personajes que intentan ser parte de la navidad, pero que durante toda la noche no llegan a eso, ni mucho menos a pronunciar felicidades, pero ¿Qué es la felicidad? Todos tenemos distinta visión sobre está, ya que todos tenemos distintas necesidades, y esas necesidades son contadas sobriamente con un ritmo encantador en cada escena. Bender utiliza como hilo conductor la soledad y la búsqueda, soledad que en una noche como está se multiplica. Con personajes acertados como el medico, el odontólogo, un escritor, una española y el cómico animador de fiestas.
Rodolfo (Pablo Cedrón) encarna al medico, un apasionado en su profesión, que al salir a la calle observa el vestido rojo de una hermosa mujer, es su intento por conquistarla juega al niño inquieto y nervioso, se encuentra en su camino de conquista al personaje en silla de ruedas que al final se ayudan mutuamente, uno con acciones y el otro con palabras. Bender recorre la noche interconectando las historias sutilmente, noche donde el amor y el perro saltaron por la ventana para morir. La búsqueda es continua en todos ellos, todos buscan algo, un juegue, una reconciliación, una sonrisa, un cigarro o solo una compañía.
Bender luego de trabajar en publicidad y ganar varios premios internacionales entre ellos Cannes, lo tenía claro todo, saber provocar, jugar con el espectador y hacer reír con ese humor inteligente. Tragicomedia de todos aquellos que no llegaron a casa a las 12, aquellos que no saborearon la champaña, ni el paneton, personajes de la vida cotidiana que sin querer terminaron viendo las luces en el cielo lejos de su hogar, vivos o muertos igual la vieron. El filme se desarrolla al aire libre en la mayor parte de la historia, la calle es el otro personaje que tímidamente acompaña en silencio, el mundo es un gran escenario y lo que hizo Bender es solo observar con pasión, los distintos comportamientos, trasmitiéndonos la frustración de una noche, donde el cielo olvida la luna para llenarse de colores. Primeros planos bien desarrollados, movimientos de cámara que contagian sensaciones y deseo de ser parte de la historia; acertada iluminación en los ambientes cerrados, que hacen respirar de cerca los problemas de una sociedad argentina en busca del cambio.
El odontólogo Julio (Gastón Pauls), que busca solo un robot muy peculiar deseado por su hijo. Pero la hora avanza y su angustia crece, también su desesperación cuando es elegido como testigo por la policía para ser parte de un cateo, la noche avanza con pies agigantados y la familia sigue lejos, y el continua en una de sus peores pesadillas, la cual intenta tomárselo respirando con tranquilidad y resignación.
El final es la contemplación a distancia de sonrisas ajenas en el cielo, de la miseria impregnada en la piel de todos aquellos solitarios.
Creo que la mejor forma de recordar a este gran director es viendo su trabajo, su segundo largometraje iba ser ‘Chon’ filme que estaba grabando en el 2004, pero que debido a su muerte quedo inconclusa. Sin duda su vida misma parece ser guión de una película, para realizar ‘felicidades’ metió la mano al bolsillo y desempolvo sus 15 años de ahorro, invirtió el 70 % del capital desarrollándolo con su productora ‘Cinebender’ sus amigos y personas cercanas a él les sorprendió mucho su muerte, ya que el único vició que tenía era el cigarro y el cine.