Las imágenes dramáticas y angustiantes de modestas familias que pierden sus casas o padecen la inundación de las viviendas que construyeron con enorme esfuerzo, eran posibles de evitar al igual que la destrucción de carreteras, puentes, calles y plazas.
Lo que estamos viendo tiene varios autores. No es solamente la furia de la naturaleza. Es la clase política que, además de ejercer la corrupción, tiene en común el infame rasgo de despreciar a los que más necesitan.
Recordemos una escena ocurrida en el verano de 2017. El fenómeno del Niño Costero abatía a las regiones de Tumbes, Piura y Lambayeque. El 13 de marzo los despachos periodísticos informaban que las lluvias no se detenían. Ya habían 75 muertos y más de 700 mil damnificados. En la mañana de ese 13 de marzo de 2017, mientras las inundaciones destruían el norte del país, el entonces presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, se refrescaba, ajeno al drama, en la piscina del Lima Golf Club. Una escena de desprecio hacia el país que él mismo había pedido gobernar.
A PPK y su gobierno de lujo —así se autodenominaron— no les interesó el drama de las poblaciones norteñas. El Niño Costero había empezado en enero y la mañana del piscinazo presidencial ya era marzo. En los dos meses perdidos, el ministro de Transportes y Comunicaciones tuvo a su cargo “liderar” las acciones. ¿Quién era? Martín Vizcarra. El 22 de marzo, el primer ministro Fernando Zavala, lo anunció como el posible “Zar de la reconstrucción”. Así eran los del gobierno de lujo: ostentaban con frases huecas su ineptitud.
El último día de aquel marzo, Defensa Civil informó cifras mayores. 101 fallecidos, 353 heridos, 19 desaparecidos y casi un millón de afectados. Padres, hijos, nietos y abuelos refugiados en carpas y en improvisadas viviendas de esteras y triplay, con necesidades de agua, alimentos, vestimenta y bajo un agobiante calor por encima de los 30 grados centígrados.
¿Qué hicieron PPK y su gobierno de lujo? Nada. Recién el 4 de mayo de 2017 —cuatro meses después de iniciado el fenómeno climático— se les ocurrió nombrar como Director Ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, eso sí, con rango de ministro de Estado, a Pablo de la Flor. ¿Era un experto en materia de desastres y reconstrucción de poblaciones devastadas? No. Venía de ser gerente de la División de Asuntos Corporativos del Banco de Crédito del Perú. Apenas cinco meses después, De la Flor —que nunca se instaló en el Norte— renunció.
La tragedia que hoy los peruanos vuelven a padecer, se originó en el gobierno de PPK y su desprecio por los más necesitados.
Luego vino Martín Vizcarra. Este sujeto nombró como jefe de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios a un miembro de su corrupta camarilla de gobernadores, Nelson Chui Mejía. Venía de ser Gobernador de Lima y al asumir el cargo declaró, como anuncio de su impunidad: “Todo fue una sorpresa para mí; no conozco los detalles de cada región”. Tenía una denuncia penal por el presunto delito de peculado en agravio del Estado y Vizcarra le entregó 7 mil millones de soles “para invertir en obras”. Fue el año 2019.
En diciembre del 2020, Francisco Sagasti, el poeta, fue a Piura y declaró: “Vamos a dejar al país, a Piura y otras regiones enrumbadas hacia el Bicentenario. Lo importante de estos proyectos es que sean una infraestructura para los próximos decenios y hasta centurias”. Apenas tres años después, Piura está inundada. Sobre Castillo solo cabe decir que tuvo informes a la mano pero el pro-senderista deseaba la destrucción del país.
Las escenas que estamos viendo con los desbordes de ríos y activación de quebradas, tienen un manto de infamia que abarca a Kuczynski, Vizcarra, Sagasti y Castillo. Con ellos, la llamada Autoridad para la Reconstrucción con Cambios se convirtió en un ente burocrático con millones de millones de soles a disposición. Si se levanta la alfombra de podredumbre que la cubre se podrá hallar lo anunciado por el portal Infobae en una reciente entrevista al Contralor de la Republica: “Contraloría halló más de 840 funcionarios con responsabilidades penales y civiles en la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios. Según el contralor Nelson Shack, la entidad creada tras el Niño Costero del 2017 ha tenido un gasto de 25 mil millones de soles”.
Ineptitud y corrupción criminal si vemos las dolorosas imágenes de miles de familias afectadas por el ciclón Yaku. Seis años después el mismo drama de 2017.
Escucho decir: “No estamos preparados para los desastres”. No es verdad. Los desastres pueden ser evitados o mitigados porque existe dinero. Pero se desvía, se malgasta y se roba. ¿Qué se pudo hacer? Defensas ribereñas, sistemas de drenaje, descolmatación de ríos. Nada se hizo.
Los que arriban al poder, sean de derecha o de izquierda, no se conmueven con el dolor de los que padecen y, además, los une la miserable ambición del dinero mal habido. Lástima que frente a ellos están los ciudadanos empeñados en dividirse y odiarse en lugar de controlar y exigir lo que necesita el país. Las marchas para exigir obras no existen. Las marchas para el odio y la violencia sí.
Diversos personajes del “gobierno de lujo” de PPK y varios de sus allegados que obtuvieron ventajas, ya tenían la mancha imborrable de ser responsables del surgimiento de Martín Vizcarra y la avalancha de informalidad y corrupción. Ahora, con la destrucción causada por el ciclón Yaku, se les añade otro sello de deshonra. Desde la comodidad de sus casas ¿sentirán algo al ver a las poblaciones desesperadas, ellos, que nada hicieron el 2017? ¿Seguirán creyendo que eran profesionales de lujo?
En cuanto a sus sucesores, Vizcarra, Sagasti, Castillo, a ellos también los alcanza un huayco que enloda sus nombres en la historia nacional de la infamia.