Opinión

Los “Amantes de Hasanlu”

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Por Raúl Villavicencio

Una tarde del año 800 antes de Cristo, cuentan los historiadores, las fuerzas militares Urartianas ingresaron provistos de armas con puntas de hierro, espadas, dagas y filudos cuchillos al fructífero y próspero poblado de Hasanlu, ubicado al noreste de lo que hoy es Irán, con una sola intención: aniquilar a todas las personas que la habitaban.

Indefensos y apabullados por la potencia bélica de su enemigo, los ciudadanos de Hasanlu trataron de defenderse por todos los medios imaginables, escondiéndose bajo el suelo en pequeños agujeros o en cualquier lugar que vieran razonable (dentro de toda la masacre que se venía dando en las calles) que el enemigo pueda ser burlado al menos por esa ocasión. La pelea fue cruel y desalmada.

Casi tres mil años después de ese aniquilamiento total donde no quedaron vivos ni siquiera los animales, los excavadores encontraron que todas las mujeres de la ciudad fueron asesinadas por golpes punzantes en la cabeza, y que muchos cadáveres se encontraban sin manos ni cabeza. En otra parte de esa ciudad desaparecida por la furia humana se halló el esqueleto de un niño aún con un objeto filudo incrustado en su pequeño cráneo.

Los historiadores teorizan que el motivo de ese salvaje ataque pudo haber sido porque la ciudad de Hasanlu se situaba en la principal ruta comercial hacia el Medio Oriente, y como parte de su necesidad de expansión de los Urartianos era demostrar su capacidad aniquiladora al para ese entonces ya venido a menos Imperio Asirio.

Los Urartianos, no satisfechos de asesinar a todos los civiles de Hasanlu y viendo que muchos empezaban a escaparse, empezaron a quemar la ciudad. Entre el griterío aterrador por las llamas y el humo asfixiante que iba cubriendo la ciudad una pareja (hasta la fecha no se determina con certeza científica el sexo de uno de ellos) vio conveniente esconderse en un reducido contenedor sin saber que ahí serían encontrados luego de casi tres mil años.

Atrapados en esa trampa mortal, uno de ellos sujeta con ternura el mentón del otro, casi acariciándolo, como queriendo darle ese último beso de despedida que los libere a ambos del dolor y el sufrimiento infernal desatado por sus enemigos. Ahí quedaron durante milenios, olvidados y enterrados los ‘Amantes de Hasanlu’.

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