Cultura

Los 100 años de Chabuca Granda

Un día como hoy hace un centenario vio por primera vez la luz del mundo María Isabel Granda y Larco, más conocida como Chabuca Granda, la prolífica letrista universal que con sus maravillosas composiciones dio la vuelta al mundo.

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Ella prácticamente tuvo tres etapas en su vida musical; entre ellas, la de compositora costumbrista por sus canciones El puente de los Suspiros, Fina Estampa, José Antonio y La Flor de la canela. En su segunda etapa por su gran influencia de los poetas de la generación del sesenta y en su tercera etapa con gran apego a la musica negra. Chabuca nació en la sierra en una mina de Cotabambas, Apurímac a 4,800 metros de altura; de ahí que decía: “Soy pues hermana orgullosa de los cóndores”.

Sus inclinaciones musicales y artísticas le vinieron de familia porque su padre y su abuelo paterno fueron integrantes de grupos musicales filarmónicos. Ella se bautizó en la Parroquia del Sagrado Corazon de Jesús, más conocida como la iglesia de los Huérfanos durante el oncenio de Leguía, en julio de 1921, justamente en la antesala de una gran fiesta nacional, pues se venían las celebraciones por el centenario de la Independencia del Perú; pero luego volvió a la sierra y desde pequeña vistió polleras y cantaba huaynos en quechua.

Aún de niña, a su regreso a Lima vivieron en pleno centro histórico, primero en una casona de la segunda cuadra del jirón Azángaro y luego en el tercer piso del edificio que albergaba al legendario Café Mario (esquinas de Colmena con Tacna). Posteriormente se mudaron al tradicional barrio de Barranco y vivieron durante seis años debajo del puente de los Suspiros, en la Bajada de los Baños N° 344. En esas épocas cuando el vanguardismo cumplía su ciclo y el indigenismo cobraba auge, los raspadilleros barranquinos tocaban con sus armónicas el charlestón para que Chabuca y su hermano Eduardo bailaran y como premio les otorgaban sus respectivas raspadillas con tifoidea… así pensaban sus padres. Entre esas escapadas, la niña Chabuca desde que escuchó en persona, precisamente en la playa de Barranco al músico Carlos Saco Herrera, no paró de escuchar musica criolla, aunque también era amante de la musica de la lírica italiana Amelita Galli-Curci.

Ya de adolescente volvió al centro de Lima y vivió en el número 100 de la Plaza Dos de Mayo y desde su habitación salía curiosa a su ventana que justo daba a un solar y escuchaba las jaranas criollas que allí se armaban hasta altas horas de la noche donde los cantantes a pecho retumbaban todo alrededor. Como buena deportista le gustaba nadar y jugaba tenis en el Lawn Tennis de la Exposición; también veraneaba en las playas de Ancón y en la Herradura. Chabuca era tan versátil que en el año 1938 en una función en el Teatro Municipal representó a Dulcinea en la obra Don Quijote. Es por eso que luego se volvió dramaturga.

La mudanza no paraba y luego vivió en Carlos Arrieta N° 1025 en el tradicional barrio de Santa Beatriz, hasta que en el futuro se afincó finalmente en Miraflores. En 1937 el dúo Luz y sombra que conformó con Pilar Chamaca Mujica Álvarez Calderón cantaron en Radio Nacional y en radio Miraflores y en el programa musical que inauguró, se puso como seudónimo Conchita Cuello Largo.

Su matrimonio lo consideró un fracasó y recién compuso cancioncitas como ella las llamaba, después de su divorcio, porque antes solo cantaba. En los años cincuenta los valses eran muy severos y estaban provistos en su mayoría de letras machistas que generalmente despotricaban contra las mujeres y de pronto, Los Morochucos, Los Trovadores Criollos y posteriormente Los Chamas en 1956 interpretaron La Flor de la canela que revolucionó el concepto del vals por su letra poética que ensalzaba a la mujer, porque evocaba la sabrosura y belleza de una insigne dama trabajadora que residía bajo el puente, en el Rímac, doña Victoria Ángulo de Loyola, que curiosamente durante sus jironazos comía helados en la emblemática Botica Francesa del jirón de la Unión, mientras Chabuca trabajaba allí como consultora de la línea de belleza Helena Rubinstein, y luego de concluir las ultimas estrofas de aquel vals, la cantautora se la cantó a doña Victoria el 21 de julio de 1950.

Bajada de los Baños 344 barrio barranquino donde vivió Chabuca Granda.

Como bien nos cuenta Juanita Loyola, hija de doña Victoria: ella y su madre cruzaban desde la Alameda, el puente sobre el río hablador hasta llegar a Lima para visitar a Chabuca para saludarla y de paso para disfrutar de los helados y para que a escondidas en el baño de la botica les cante los avances de la composición. Chabuca era una mujer contestataria pero no feminista como muchos creen y su admiración por la raza negra era eminentemente sagrada, porque consideraba que a pesar de los horrores que antiguamente habían padecido, ellos devolvieron al mundo y transformaron ese horror en todo lo contrario: la musica, la danza y la alegría.

De tal forma que siempre reconoció las bondades de sus músicos, entre ellos Óscar Avilés, Eusebio Sirio Pititi, Lucho González, Félix Casaverde y Caitro Soto a quien consideraba un hijo. Recordemos la anécdota que contaba Augusto Polo Campos cuando Perú Negro se presentó en España, justamente Chabuca Granda llegó por esos días a esa ciudad, y se hospedó en un hotel elegante; de pronto Caitro Soto se enteró porque la vio en la televisión y aprovechó para visitarla, y cuando se presentó en el lobby del hotel dijo: “Vengo a ver mi mamá” y el recepcionista le preguntó si su mamá trabajaba en el hotel, y Caitro insistió: “No, mi mamá está alojada aquí y se llama Chabuca Granda”, inmediatamente el recepcionista algo extrañado llamó por el anexo a la habitación de la artista y le comunicó que había un señor que decía que era su hijo; entonces Chabuca preguntó: ¿Es un negro grande? Sí, ese es, respondió el empleado del hotel; “Claro que es mi hijo” replicó Chabuca… y luego Caitro subió a la habitación a ver a su mamá.

Chabuca en su casa con Julio Ramón Ribeyro y el poeta César Calvo.

Chabuca también era de carácter fuerte, porque sin perder tiempo respondió a sus detractores que cuestionaban sus letras porque decían que reflejaban una Lima que no existe. Y ella contestó: “Yo conocí una Lima distinta, mis letras están siempre en pasado… airosa caminaba. Yo conocí Lima cuando tenía dos pisos y estaba empedradita”, e incluso antes de fallecer decía: “Yo a Lima la amo, pero con ese cariño que se le tienen a las cosas perdidas… se me ha muerto Lima como se me murieron mis padres, por eso odio a los alcaldes… han bombardeado la ciudad con su estupidez. Hay cosas que me deprimen tanto”.  

Con respecto a sus temas que hablaban sobre sus personajes cercanos, compuso El dueño ausente en homenaje a la señora Aurelia Canchari que había sido cocinera en la casa de su madre Isabelita.  Con respecto a su gran amigo y padre, el ingeniero de Minas Eduardo Antonio Granda, lo homenajeó para la posteridad con Fina estampa, y a su madre le compuso Gracia por sus coloridos labios rojos. 

Amiga de los poetas sesenteros como César Calvo, Juan Gonzalo Rose, Arturo Corcuera y Toño Cisneros que le contaban sobre Javier Heraud en sus tertulias de su departamento de la avenida 28 de julio, ya que ella no llegó a conocer al poeta desaparecido que había vivido a espaldas de ella, en la calle San Martin, de ahí escribió una saga en honor al poeta Heraud. Luego Chabuca se izquierdeó y le compuso al pueblo; así asumió las culpas de su clase oligarca que muchas veces era imperturbable ante las fracturas e injusticias sociales; pero ella también le escribió al boxeador Mauro Mina la canción Puño de Oro, que la redactó en una carta menú de la peña Karamanduka, incluso le hizo una entrevista en su gimnasio surquillano de la calle Los Paujiles.

Chabuca en la Alameda de los Descalzos en el barrio bajopontino.

A ella la amaban los de arriba y los de abajo, porque era testigo de las más fastuosas reuniones sociales de la clase limeña, pero también acudía a los solares y a las quintas de todos los barrios populares para hacer musica y para vivir a plenitud. Finalmente, luego de innumerables giras mundiales y de haber participado en importantes festivales internacionales, se afincó musicalmente en nuestra tierra y desde 1979 inauguró en el Centro Comercial La Aldea en Miraflores su propia peña y café-concert Zeño Manue (igual que la canción, en homenaje al cronista Manuel Solari Swayne), justo al costado de lo que después sería el Café Teatro Cholibiris de propiedad del cómico Tulio Loza.

Hoy nos preguntamos, que a pesar de haber llenado grandes teatros con sus maravillosos recitales en España, México y Argentina, ¿En Perú el público realmente la trató bien? Creo que mal tampoco, sin embargo, en el exterior recibía una ovación que traspasaba lo apoteósico y esa frialdad que sin querer lanzamos a nuestros artistas, es un maldito estigma que aún nos flagela como público. 

En agosto de 1982 Chabuca sufrió un infarto en su casa y felizmente sus amigos Augusto Polo Campos y el actor argentino Vinko la trasladaron a una clínica y logró recuperarse; sin embargo, a los siete meses, el 08 de marzo de 1983 falleció en una clínica de Miami luego de una complicación en una operación a corazón abierto, a los 63 años.

Ella vivió del corazón, pero murió del corazón y la repercusión de su desaparición fue tan grande que su cortejo fúnebre fue acompañado por todos los artistas nacionales e internacionales y por miles de admiradores que siguieron su recorrido desde la Alameda de los Descalzos, pasando por la casa de su amiga la Flor de la Canela, Victoria Angulo y después por la Plaza de Armas, hasta llegar a su morada final el cementerio El Ángel.

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