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Literatura en Perú: de la hegemonía de la PUCP al ascenso de la Universidad de Lima

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“Para mí este es el momento cultural: estos jóvenes caníbales que empiezan a surgir del fondo de la jungla o de los edificios. Jóvenes lobos.”
Roberto Bolaño

En 2024 se cumplirán 30 años de Salón de belleza, del mexicano Mario Bellatin, un autor formado en la ULima, y cuya irrupción simbolizó también la irrupción de toda una nueva camada de escritores en el ecosistema literario peruano, hasta ahora dominado por autores de la PUCP. A diferencia de los escritores de la Católica, estos autores son un fenómeno reciente, pero persistente, que no se puede suscribir a una generación o a una corriente literaria, como grupo son inclasificables y raros. Más que individualistas son personalistas. Nada los une, salvo una cosa, el origen: la Universidad de Lima.

Y tú, escritor, ¿de qué universidad eres?

Agremiar a escritores por su origen universitario parece más práctico que cualquier otra catalogación como puede ser la clase, afiliación política, raza, sexo o incluso procedencia regional. La universidad era, y aún lo es, pero en muy pocas universidades, un formador de personas. Y he ahí que favorece el desarrollo del arte, pero también una conciencia sobre la condición humana.

La universidad como tal, y por encima de otras circunstancias o contextos, propició un espacio de debate, encuentro y motivación en el desarrollo de la vocación de muchos escritores. Luego, entonces en una gran medida la universidad marcó   el derrotero por el que transita la literatura. Ningún otro espacio organizado ha brindado lo que brindó la universidad en el panorama literario peruano. En un país desorganizado cómo es Perú, y además alérgico a la literatura, la universidad fue esa madre comprensiva que estimuló la vida de miles de escritores. Sin la universidad, os digo hermanos, seríamos más pobres de lo que ya somos.

Es a lo que queda de ese espíritu de universidad, y a lo que fue, al que dedico este artículo.

En el pasado fue San Marcos

Universidad de cholos, comunistas y  ateos. Así la llamaron los bien pensantes de la primera mitad del siglo XX. Entre revolucionarios y académicos fue el primer nicho de escritores peruanos.

Cabe recordar que la Decana de América fue durante siglos la que monopolizó el origen de la gran mayoría de autores peruanos. Hasta mediados del siglo XX muchos de los nombres escritos en bronce de la literatura en lengua española en Perú vinieron de San Marcos: Vallejo (primero en la de Trujillo y luego en San Marcos), Arguedas, Scorza, Ricardo Palma, Valdelomar, Bryce, Blanca Varela, María Emilia Cornejo, la aprista Magda Portal, Eielson, Martín Adán, Verástegui, Ollé. No obstante hubieron notables excepciones provenientes de universidades de provincia, como Reynoso de la San Agustín, y algunos otros más con no menor talento que los sanmarquinos, pero con menor alcance y difusión.

El autor por antonomasia de San Marcos es Mario Vargas Llosa, el último dinosaurio sanmarquino, del Perú para el mundo. Cómo él, la mayoría de futuras vocaciones literarias se formaron en la facultad de Derecho, madriguera de poetas y novelistas, que para lo único que resultaban útiles para la miopía de sus familias, que veían con sospecha su fascinación por la lectura, era la redención de ser abogados.

Sin embargo, esta égida sanmarquina empezó a entrar en declive desde 1960, cuando otra universidad empezó a relevarla como nicho de futuras vocaciones de escritores.

A partir de 1970 comenzaban a ser menos los nombres de autores nativos de la San Marcos, destacaban Verástegui y Ollé, en los ochentas Cromwell Jara y después de los 90s poco menos. Pero sin lugar a duda el mejor novelista que a revitalizado el panorama narrativo peruano de los últimos diez años, sea sin lugar a dudas, Francisco Ángeles, el último sanmarquino joven que aún campea en la arena de la literatura. Salvo está excepción podemos hablar de San Marcos como un geriátrico que va camino a ser cementerio de grandes nombres, porque en San Marcos ya no hay escritores, hay críticos, y nada más.

PUCP, como los masones pero más evidentes

Si crees que el Opus Dei solo se contratan y promocionan entre ellos, es porque no has conocido todavía la PUCP. Quien no conoce a Dios le reza a cualquier santo.

Ribeyro, Fernando Ampuero del Bosque, Alonso Cueto, Iván Thays (durante varios años conductor del programa de tv Vano oficio), Rossella Di Paolo Ferrarini, Isabel Sabogal (la única traductora peruana de literatura polaca al español), Eduardo Chirinos, Santiago Roncagliolo Lohmann, Fernando Iwasaki, Gabriela Wienner, Enrique Prochazka, Luis Palomino, o el matrimonio Montalbetti-Chirif son solo algunos de los nombres que llenan la literatura en Perú de la actualidad. No solo son buenos escritores, sino que son los autores hegemónicos que el lector peruano verá en todas partes. No solo aparecen en página completa de Luces, están sobre todo en tu librero mirándote a la cara con una sonrisa y la pose de un café de París.

Cuando en los años 60, el padre McGregor era rector de la PUCP, él nunca soñó que tan lejos llegaría su sueño, y que tan hegemónico sería la presencia de sus estudiantes en el ámbito cultural peruano.

La hegemonía de la PUCP es aplastante. No hay otra casa de estudio o agremiación con una presencia tan fuerte en todos los aspectos de la vida literaria. La omnipresencia de la PUCP en el ecosistema literario y cultural peruano es arrolladora, están en las principales editoriales y en las que emergen, son miembros de los jurados de premios, gran parte del ministerio de cultura tiene una evidente presencia de ellos, y su red de contactos en el exterior ayuda a posicionar nombres, por lo general siempre de la PUCP. A esto súmese el fino aparato crítico que promueve y difunde escritores y editores, una telaraña de prensa que va de El Comercio, el diario de la derecha, a La República, el diario de la izquierda, pasando por revistas, gerencias de tv, blogs, portales web, etc. Por ejemplo Gonzalo Villamonte, egresado de la Especialidad de Historia de la PUCP, formó parte del equipo organizador de Wayka cuando buscaban financiamiento, y el portal de la PUCP les dio apoyo en difusión para lograr concretar el proyecto; o Rolando Toledo, el fundador de La Mula, quien estudió antropología en la PUCP. Entonces, lo que tenemos es algo muy interesante, algo muy a lo House of cards, de la cultura: puertas giratorias. De las aulas a redactores de prensa, de editores a directivos de medios, de docentes en la universidad a figuras de opinión, y en medio ser escritores. Todo atado y bien atado.

Otro indicador de su hegemonía son los puestos de honor en instituciones aparentemente irrelevantes pero de peso institucional internacional como lo es la Academia Peruana de la Lengua, la cual está asociada con las academias de la lengua de casi una veintena de países y bajo la égida de la toda poderosa Real Academia de la Lengua.

De los 23 académicos de número de la Academia Peruana de la Lengua, que se incorporaron desde 1971, 11 son egresados de la PUCP, y otros dos más trabajan para esta universidad. Tenemos a Ferdinand Carlos Léopold de Trazegnies Granda, José Antonio León Herrera, Ricardo González Vigil, Ricardo Silva-Santisteban, Salomón Lerner Febres, Alberto Varillas, Harry Belevan-McBride, Alonso Cueto, Víctor Oswaldo Holguín Callo, al decano de Estudios Generales Letras de la PUCP Carlos Garatea Grau, y hasta el mismísimo ex rector Marcial Rubio. Otros dos miembros de número son el experto en lenguas indígenas, Rodolfo Marcial Cerrón-Palomino de San Marcos, pero desde 1998 trabaja a tiempo completo como docente en la PUCP, y Eduardo Francisco Hopkins Rodríguez, también empleado de la PUCP.

Cabe mencionar que el último miembro de número de la Academia nombrado fue hace poco Eliana González Cruz, docente de la Universidad de Piura, quien es la segunda mujer en formar parte de la academia desde el ingreso de Martha Hildebrandt 46 años antes. No viene al caso, pero lo menciono porque en su momento muy pocos medios rescataron su nombre.

Otro indicador es la Casa de la Literatura Peruana, que es un órgano de línea del Viceministerio de Gestión Pedagógica del Ministerio de Educación del Perú, el cual entrega, desde 2010, un premio a destacados escritores e investigadores de las letras peruanas como reconocimiento a su contribución a la reflexión y la creación en torno a la literatura nacional, es decir institucionalización de la cultura a través del poder. Este premio es de carácter gerontocrático, y por ende es el que mejor expresa el paso del poder y la presencia de la literatura de San Marcos a la Católica. Sus ganadores, personas de la tercera edad, son sanmarquinos cómo Vargas Llosa, Ollé, etc. Pero Recientemente también empiezan a ganarlo los escritores de la PUCP cómo José Miguel Oviedo, Rossella Di Paolo. A medida que literalmente muere la literatura de San Marcos, también aquí la PUCP la viene reemplazando.

Fuera de evidentes obvias envidias, la PUCP ha hecho muy bien su trabajo, en un país desorganizado la Universidad Católica ha creado su propio orden y ha hecho de las humanidades su principal músculo. De ahí el peso de sus autores en la literatura, de ahí la colocación en el extranjero de sus autores, que ya no son de la PUCP sino los rostros de la literatura del Perú actual. Si, cuesta creer que el rostro de Perú en Madrid o en México DF sea Mariana de Althaus, pero ni modo. Lo que ves es lo que hay.

Finalmente la PUCP llena no solo los estantes de las librerías sino la lista  también el canon. Sea esto inocente o no, la literatura en Perú ahora es de la PUCP.

Bueno, hasta ahora…

Universidad de Lima, una extraña suerte

Si, más caras blancas, pero menos masonería.

Lo de la Universidad de Lima en los últimos 20 años no hay quien lo explique. A diferencia de ese orden existente en la PUCP, en la ULima parece que esto de los escritores surgió sin ningún orden o meta. Como Lima misma: de repente y sin ningún planeamiento. De ahí su sabor a originalidad.

Mario Bellatin, Sergio Galarza, Diego Trelles, Jeremías Gamboa y el Best seller peruano, Renato Cisneros son algunos de los nombres que han emergido con fuerza desde mediados de los 90 y todo el 2000 en adelante.

A diferencia de lo que pasa entre autores de la Cato, dónde encuentras vasos comunicantes en cuanto temática o estilo, aquí ocurre algo distinto, ninguno de estos autores se parece a ninguno. Y la razón podría estar en su propio origen, escriben porque quieren, y surgieron por generación espontánea.

Si me pongo a explicar diría que la respuesta está en una pregunta maliciosa ¿Un escritor de la ULima tiene conciencia social? La sola pregunta es una broma que se hacen los mismos estudiantes y egresados, los estereotipos que provienen de afuera tienen cierto asidero de verdad. No la tienen, no por frívolos , que también pueden serlo, sino por una mejor y más rara  excusa. Los de la de Lima cuando escriben, escriben no para ganar un premio y obtener una buena reseña. No es un tema político el que les preocupa, o la justicia social o de género lo que buscan expresar. Lo suyo no es propio de un  bienpensante. Sus prioridades narrativas son ellos mismos. .

Los de la de Lima va más por una Literatura personalista. En parte todavía contaminada por la lepra de la autoficción, pero con marcadas diferencias. Un autor de la de Lima se parece a otro de la de Lima precisamente en que no se parecen en nada, es ahí su acierto. No hay una mirada ideológica o sesgada de la realidad, no hay una corrección política sumida en un comando de pensamiento progresista o conservador, es más bien lo que la literatura tiene que ser: un ejercicio limpio y honesto de libertad.

Entonces un cuento o una novela de la de Lima por lo general es una película en cámara man, sin juicios ni adoctrinamientos. Es una observación minuciosa y a veces exagerada en egoísmo de sus propios sentimientos, emociones y observaciones de un mundo que solo podemos ver y sentir a través de su autor. Esa es la ley de Lima: Ven y mira.

La mayoría de los autores de esta universidad provienen de la facultad de comunicaciones, pero también de Derecho, psicología y varios más de ingeniería. Las causas de su vocación se desconocen pero se sospechan. Tal vez la ausencia de estudios de género o de literatura etnográfica impulsa a que ellos mismos se busquen sus referentes. Eso ya es especular. Lo que si es un hecho es el aumento en el número de publicados y la mayor relevancia que con los años van ganando en el ecosistema literario peruano e internacional, y todo de manera espontánea. En promedio un escritor de la Lima es alguien joven, de 27 a 47 años. En la flor de su vida, parecen ellos estar determinados a lanzarse a escribir. La respuesta de por qué, es una respuesta personal.

Entre más nuevas voces que emergen están Juma Paredes, Oscar Rengifo (apareció en la antología Hastío en 2020), también hay promesas que se empecinan a no cumplirse como el poeta Rodrigo Ahumada, editores y periodistas culturales cómo Diego Arévalo, o Eugenio Vidal, estos últimos tres tercamente inéditos, hasta ahora.

Leer a uno de estos autores es tener esperanza, y refresca saber que no todo es la literatura canónica de una sola universidad.

Pero, y las escritoras de la ULima ¿Existen?

Bonus track: Los sniper

Pero no todo son un par de universidades. Hay autores aparapetados en los techos empolvados de Lima, esperando su momento para disparar. Son los snipers, huérfanos de instituciones o contactos. Son los apátridas. Escriben en la soledad de dos. Escriben de noche hasta amanecer, con hambre, con frío, con cansancio y el sueño salvaje de solo escribir. Escritores cómo estos fueron en otros tiempos y latitudes: Roberto Bolaño, el desertor del colegio, Juan Manuel de Prada, ese estudiante de Derecho que a los 25 años se propuso ser escritor y nunca abogado. En Perú solo conozco una, se llama Kareen Spano.

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