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LAS RAZAS NO EXISTEN, CHINO… PERO YO SOY MESTIZO

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Dos lugares comunes infestan los medios en estos días censales y censurables: el primero, las razas no existen en seres humanos; el segundo, soy mestizo.

1.- Que las razas en seres humanos existen, y por tanto el abominable racismo, es una verdad constatable por el ADN (un autócrata enfrentado al medioambiente y peculiaridades individuales) y las frecuencias génicas.  Si colocamos individuos de Homo sapiens representativos de los pueblos de Suecia al costado de otros de Rhodesia, Pekín, Bolivia y el sur de Italia, el fenotipo, los olores, humores y otras singularidades dependientes de los genes y el medio dejarán mal parado a los que niegan la existencia de las razas (etnia para las sensitivas, entendiendo este concepto como raza más cultura), por pretenderse politically correct.

Cuando los supremacistas blancos decidieron importar negros del África para las plantaciones de algodón y caña de azúcar en América, lo hicieron por tres factores circunstanciales.  

En primer lugar, África estaba más cerca, de modo que resultaba más barato traer esclavos de Camerún que de Indonesia o China Continental.  

En segundo lugar, en África ya existía un comercio de esclavos bien desarrollado, mientras que en Europa la esclavitud era muy rara.  

En tercer lugar y más determinante aún, las plantaciones americanas en lugares como Virginia, Haití y Brasil estaban infestadas de malaria y fiebre amarilla, originadas en África.  Los negros africanos habían adquirido a lo largo de generaciones, una inmunidad genética parcial a estas plagas, mientras que los europeos se hallaban completamente indefensos y morían masivamente.  

En consecuencia, era más sensato para el dueño de una plantación invertir su dinero en un esclavo africano que en un esclavo chino o en un trabajador contratado. Paradójicamente, la superioridad genética, ergo racial (en términos de inmunidad), de los negros se tradujo en inferioridad social: precisamente porque los africanos eran más aptos en los climas tropicales que los europeos, terminaron como esclavos de esos amos europeos.  

Debido a estos factores circunstanciales, las sociedades emergentes de América se dividirían en una casta dominante (etnoclase) de europeos blancos y una casta subyugada de africanos negros y, en América del Sur, amerindios y sus diferentes mezclas con las razas subyugadas.

En esta confrontación entre cultura y biología, aunque nos arda seguimos siendo animales y nuestras capacidades físicas, emocionales y cognitivas son dependientes de nuestro ADN.  

2.- El rollo del mestizaje: nadie en su sano juicio podría negar que el Homo sapiens moderno, originado en África hace 2.5 millones de años, procede de una mezcla ancestral de razas de diferentes colores de piel, texturas de cabello, inmunidades y peculiaridades desarrolladas en zonas geográficas insulares a lo largo de cientos de miles de años.  Incluso, tal como lo demostraron el 2010 los resultados de un estudio que duró cuatro años para cartografiar el genoma de los neandertales, los Homo sapiens actuales de Oriente Próximo y Europa conservan entre 1 a  4% de genes de Homo neandertalensis (declarado extinto hace apenas 30 mil años, en lo que seguramente fue el primer gran genocidio en el planeta Tierra),  y los melanesios y australianos nativos modernos hasta un 6% de ADN del Homo denisovanus, otras especies del género Homo que hace 50,000 años se encontraban completamente separadas. ¿Se imaginan las implicancias que esto tiene para el futuro de la humanidad como especie?

En Perú el floro del mestizaje es un rollo “bacán”, cool, gastronómico, políticamente correcto, pero funcional al Sistema y al Poder. Este rollo, tan cacareado por la izquierda rojimia simultáneamente con el de la negación de la existencia de razas humanas al influjo del neomarxismo, asume diferentes variantes, desde alucinarse kechua y comprar en Vivanda hasta pegarla de inca para ligar gringas. El negacionismo de la existencia de razas y por tanto el racismo, reemplazándolo por el anhelado mestizaje ideal, pretende atenuar el peso del porcentaje poblacional nativo, en aras de lo que afirman es un constructo social igual al del género, sin asidero objetivo ni demostrable científicamente.

Así como resulta insolente hablar de Nación y no contar con soberanía monetaria, militar y alimentaria, también resulta gracioso y en ciertos casos, desvergonzado, hablar de identidad étnica si no se cuenta por lo menos con tres factores, territorio, idioma y un sistema de creencias y prácticas económicas y de trabajo que aglutinen a la población.  

Los pueblos nativos de la Amazonía, expoliados y diezmados antes por los caucheros y hoy por las trasnacionales del petróleo, la minería, los monocultivos (café, cacao y palma aceitera) y los traficantes de germoplasma y agua, cuentan cada vez menos con territorio, idioma y religión propios.  Sometidos y alienados, hoy se enorgullecen de contar entre sus hijos con Toledos funcionales al Poder, artesanías parlantes para gringos sedientos de exotismo y ayawaska.

Definirse “mestizo” a secas en el Perú de estos días para congraciarse con la mayoría es hacer de loro de hombro de quienes pretenden borrar de un plumazo la mayoritaria carga genética aborígen (sea por back cross, endogamia o insularidad, los peruanos tenemos alrededor de un 80% de ADN amerindio, según el perfil genético de la National Geographic, 2015-2016) que llevamos en nuestras venas y todo lo que eso significa.  De lo que se trata es de homogenizar a través del discurso del mestizaje un territorio con población aplastantemente aborígen y caer adrede en el negacionismo de las comunidades nativas y por tanto del territorio inalienable, el cual quedaría liberado definitivamente para las grandes concesiones a las transnacionales.

Un dato premonitorio de lo que se nos viene es que en un censo realizado en el 2010 en Puerto Rico (Anakaona, india de raza cautiva, cantaba el sonero portorro Cheo Feliciano), el 75.8% de ciudadanos ¡se definieron como blancos! Esperable en el Estado Libre Asociado (sic) en que han convertido a Puerto Rico, pueblo afrodescendiente por donde se le mire.

En Brasil, más conocido como Belindia (un cuarto Bélgica, tres cuartos la India),el censo del 2008, arrojó que 48 % de la población de Brasil se consideraba blanca, 44 % se identificaba como parda, y 7 % se consideraba negra.

En Perú, en donde el blanco (sic) quiere ser europeo, el mestizo se pretende blanco y el indígena aspira a ser mestizo, un censo con preguntas tan cojudamente formuladas ¿a quién sirve?

En el año 1896 la Corte Suprema de Estados Unidos suscribió la ideología racista con la frase “Una sola gota de sangre negra basta para colorear un océano de blancura caucasiana”. Esta sentencia, difundida luego como “En Estados Unidos una sola gota de sangre negra basta para ser considerado negro”, encuentra su antípoda en el Perú, en donde la abrumadora realidad demuestra día a día que “una sola gota de sangre blanca basta para que el peruano se crea blanco”.

La etnoclase dominante peruana hoy travestida con el disfraz del liberalismo encontró su máxima expresión de sinceridad en el cholo blanco Alan García cuando bautizó como ciudadanos de segunda categoría a los índigenas que se oponían al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Y los tiroteó desde el aire, provocando en este etnocidio más de un millar de víctimas entre muertos, heridos y desaparecidos.

Un censo nacional ilegal, oneroso y confuso, digitado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el mismo que declara oficialmente que las familias peruanas ya no son pobres si tienen ingresos mensuales superiores a 340 soles, solamente tiene un objetivo: conocer mejor a la población, sí, pero para planificar mejor la expoliación, el robo y el engaño.

 

*Rafael Inocente es narrador y autor de la novela “La Ciudad de los Culpables” (segunda edición, 2012), el libro de cuentos “No todas van al Paraíso (considerado entre lo mejor de la narrativa del 2013 por Ricardo Gonzáles Vigil) y el tripartito manifiesto “Discursos contra la Bestia Tricéfala”, con Arturo Delgado Galimberti y Rodolfo Ybarra. Colabora con la Revista del Instituto de Defensa Legal y con diferentes medios electrónicos a nivel mundial, como www.rebelion.org.  Es ingeniero zootecnista en ejercicio, con una maestría en Nutrición por la UNALM. Ejerce la docencia universitaria y es investigador y miembro de directorio de Urku Estudios Amazónicos.

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