Opinión

La presencia de Dante Lecca

Lee la columna de Julio Barco

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Cuando se habla de Áncash, todos hablamos de recuperar la voz de Juan Ojeda, pero pocos la de Dante Lecca. Sin duda, esta zona costeña-andina del Perú representa un gran bastión literario, con autores como Octavio Hinostroza (padre de Rodolfo), Óscar Colchado o, gente más joven, como Manuel Cerna o Mautino. Hablamos de una tradición que florece al pie del río Santa, que inspiró versos inolvidables a Heraud y de inolvidables nevados. En ese bosque simbólico, la obra de Lecca representa una ínsula extraña. Tras leer Cosecha de invierno (2023, ediciones Santa Tierra-Diario Real) -recopilación de toda su obra poética (15 poemarios), con más de 500 páginas-, tuve la dicha de encontrarme con una voz bohemia pero realista, con esa ternura del que se sabe lejos de la inocencia, pero la busca, la persigue entre las mareas que divagan, entre amores y cervezas.

     Su lírica nos recuerda a Jorge Teiller: una voz peregrina, lejos del Poder, buscando asir sentimientos banales con la hondura de un respirar propio. Su periplo principia con la obra Adolescere (1973), pasando por los bien logrados Oh cabeza clava de Chavín (2006) y Breve tratado de ternura (2015). Así, esta recopilación general nos pone en la mesa una obra consecuente y vasta. Con prólogo de Bethoven Medina, nos muestra toda su aventura poética a lo largo de cincuenta años: Tu carne huele a flores delicadas recién sacadas del invernadero /Enfermiza. Y te levanto. Y un pozo de fuego, a mis pies / se abre.

     Vemos que irrumpe en una década luminosa para la poesía peruana y seguramente a eso se deba su poca difusión, teniendo a figuras como los Hora Zero (Verástegui, JRR, Pimentel, Mora) y a otros insulares (Watanabe, Málaga) como coetáneos. Sin embargo, su obra da un equilibrio al juicio sobrevalorado de clásicos (Ojeda), o de anecdóticos (Raúl Deustua). Fácilmente, le hace frente vital a Juan Cristóbal, pero con menos densidad estética. Cristóbal es bullero, con jergas; Lecca es contenido y lírico. Sin embargo, deja a las nubes en su sitio y su lirismo es urbano. Mientras más se aleja de lo lírico, queda su obra esencial: la de un hombre sereno pero sensible en la diaria tragedia de existir. La cosecha de este autor es fecunda: degustemos de sus frutos.

(Columna publicada en Diario UNO)

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