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La Noche del Cazador (The Night of the Hunter, 1955), de Charles Laughton.

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El único filme que realizó Charles Laughton (1899 – 1962), La Noche del Cazador, no tuvo el  recibimiento del público que esperaba, y fue tachado de incomprensible por la crítica de su tiempo. Las deudas contraídas durante el rodaje de la película y el escaso apoyo, alejaron del todo a Laughton de la dirección, quien desde ese momento volvió a concentrarse en su carrera de actor, la cual sí le había traído fama y el reconocimiento de crítica y colegas. Sin embargo, muchos años después, será La Noche del Cazador la que inmortalice la obra de Laughton, afirmándola, con más o menos divergencias, como una de las mejores películas de la historia.

No haré un análisis exhaustivo del filme, mi objetivo es plantear algunos temas, y de paso, incentivar su visión o revisión, según sea el caso. Primero, empecemos con la historia que Laughton y su equipo[1] nos ofrece.

La historia. Sur de Estados Unidos, años treintas, el predicador Harry Powell (Robert Mitchum) asesina viudas y les roba sus ahorros, mientras habla con Dios, convencido de que sólo sigue el   camino que su creador le ha designado. Lleva en las falanges de cada mano las palabras tatuadas “Hate” (odio) y “Love” (amor), que le sirven de recurso retórico para sus sermones, pero también son signos que se acentúan, a través de planos de acercamiento, al mostrar sus cambios de ánimo.(Aunque el “amor” sólo se resalta en los momentos en los está engañando a sus víctimas).

En uno de sus  viajes es detenido por la policía, y llevado a prisión por el auto robado que conducía. Encerrado, conoce a Ben Harper (Peter Graves) que ha sido sentenciado a morir ahorcado por robo y asesinato. Ahí se entera que Harper ha dejado a su esposa-viuda Willa (Shelley Winters) y a sus dos hijos John y Pearl (Billy Chapin y Sally Jane Bruce), y que estos últimos conocen el escondite de los diez mil dólares que Harper hurtó. Curiosa resulta la manera en que Powell se enterará de eso: vigilando los sueños del condenado, aprovechando que este habla cuando duerme.

Al salir de la cárcel, Powell se encamina hacia la casa de Willa y sus hijos. Presentándose como ex trabajador de la prisión, y que entabló una amistad con Harper, dice llevar sus últimas palabras y traer consuelo a su familia. También afirma, que le confió que el dinero fue arrojado al río. De esa manera inicia su estrategia para convencer a Willa, quien lleva tiempo lamentándose de las cargas que significan mantener a sus hijos sola y del incierto futuro que le espera. Para sus propósitos, Powell encuentra ocasionales aliados en Icey y Walt Spoon (Evelyn Varden y Don Beddoe), una pareja de ancianos que empujan a Willa para que acepte la propuesta del predicador, como remedio a su situación. (Creen ciegamente en Powell). Por su parte, los niños tienen reacciones diversas: la menor, Pearl, le toma afecto rápidamente, y comienza a verlo como una figura paterna (llega a decirle “papá”), pero John, que le juró a su padre jamás decir dónde está el dinero y a quien la detención del mismo lo marcó definitivamente, sospecha de las intenciones del predicador y lo trata con distancia.

Una vez casado, Powell interroga a los niños acerca del botín, primero con sutileza, pero luego, al no ver que eso funcione, empieza a violentarlos. John le opondrá resistencia cada vez que el predicador quiera sonsacarle la información y le recordará a su hermana que cumpla la promesa que hicieron al padre. Willa se mantendrá incrédula a los alegatos de su hijo sobre la verdadera identidad de Powell, hasta que ella misma escucha uno de los interrogatorios. Al echárselo en cara al predicador, este, poseído por un mandato divino, la mata, escondiendo su cuerpo en lo profundo del río. El mismo río, que será la vía de escape de los niños, una vez descubran la desaparición de la madre. (Al pueblo, y en particular a los Spoon, Powell les contará una historia sobre la dudosa moral de Willa).

Powell caza a los niños sin descanso. John llegará a decir “acaso nunca duerme”, sorprendido por el tesón de su perseguidor. Después de varios días, los hermanos son encontrados por Rachel Cooper (Lillian Gish), una mujer entrada en años, que cuida niños sin padres o de madres solteras con empleos. Ella los protegerá de Powell, quien primero intentará convencerla y así llevarse a los niños, pero al verse frustrado, usará la violencia yla manipulación(como con una de las adolescentes del albergue). Al final, Powell será reducido por la señorita Cooper, quien dará aviso a la policía. Detenido y encerrado en la cárcel local, una turba de pobladores (entre los que destacan los Spoon), clamarán por el predicador para su linchamiento. Los niños se irán a vivir con la señorita Cooper, lejos del horror pasado.

Los niños. Desde la primera escena, (un grupo de infantes encuentran el cadáver de una de las víctimas de Powell), la historia de la película se canaliza a través de los niños. Sobre ellos, el predicador-cazador ejerce su terror; a partir de su desamparo, se denota el contexto de pobreza del sur rural estadounidense (en esa época),al señalarlos como las víctimas principales. La resolución de la historia es el mensaje de como ellos debe ser protegidos del mal (el cazador), pero también de las manifestaciones de venganza e incoherencia (los pobladores engañados por Powell).

Los niños están expuestos al peligro y los adultos parecen incapacitados para evitarlo. El padre muere colgado dejando a John y Pearl, la carga de un dinero que será el motivo de la persecución y la muerte de su madre. Ni el tío Birdie (James Gleason) podrá ayudarlos, a pesar de que descubre el cadáver de Willa. (Sumergido en la embriaguez, reforzara su impotencia, confundiendo a la víctima con otra pérdida de su propio pasado). De tal manera que los adultos aparecen como figuras irresponsables, ingenuas, miserables, o son asesinos, a excepción de la señorita Cooper, la única capaz de  mirar tras las apariencias y de ayudar realmente a  los niños.

El mal. Powelles el “mal” encarnado en una especie de fanático puritano, que recorre la campiña buscando a sus víctimas. Como para Powell cada uno de sus asesinatos es parte de un plan divino, es pertinente observar el ambiguo papel que la religión cumple en el filme: usada tanto para el odio y el crimen, como para la redención y la bondad(en el caso de la señorita Cooper).

Reacio a todo aquello que lo desvíe de sus objetivos (parece reprimir su deseo sexual), adquiere características sobrehumanas durante la persecución: infatigable, se vuelve una figura de pesadilla, siempre a poca distancia de John y Pearl. (En la secuencia donde es herido por la señorita Cooper, descubrimos que sus chillidos no son humanos).

Powell se mueve con cierta impunidad, permitida por el contexto ideológico planteado en la película. Tanto la familia nuclear, la figura del padre, el rol subordinado de la mujer, la moral cristiana, son elementos del discurso con el que engaña, pero a su vez, son signos arraigados del  universo diegético, así que de algún modo, Powell podría ser una perversión del contexto o el monstruo consustancial al mismo. (Esto nos conduce, de nuevo, al contrapunto que plantea el personaje de la señorita Cooper: una mujer madura, soltera, que cuida niños abandonados, y que no necesita a una figura masculina para protegerlos, inclusive de los mismos pobladores, como cuando aleja a John y a Pearl, de la turba violenta que quiere vengarse de Powell).

Apunte final. La película de Laughton precisa también un comentario sobre sus aspectos técnicos. Particularmente, la excelente fotografía en blanco y negro y cierta ambientación que recuerda a los decorados expresionistas, y que producen el efecto de estar contemplando un sueño, como en la secuencia de los niños escapando por el río; o en la misma persecución, cuando la silueta de Powell se ve recortada a lo lejos, y junto a los sonidos que emite (silbidos, cantos), deja constancia de su presencia; o la imagen de Willa con su auto en el fondo del río y todas las algas, trocos y otras cosas, flotando sobre ella. (Así también, Las sombras altas que cubren casi todos los planos, en las habitaciones cerradas y en los escampados,aúnan al tono onírico y hasta tenebroso,de la obra).

La Noche del Cazador, es una película que no se agota en estos rápidos apuntes. Habría mucho más para comentar, pero por ahora concluyo, no sin antes, enfatizar una de las virtudes de los llamados clásicos, su permanente apertura al análisis y a sus revisiones.



[1] Mencionemos rápidamente, que en el proyecto estuvieron, Paul Gregory, como productor, el fotógrafo Stanley Cortez y Walter Schumann, autor de la partitura.

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