En un mundo aguerrido y materialista, Salomón Valderrama (1979-2023) supo vivir a sus anchas: se impuso una poesía hermética, cuidando la vieja tradición española, así como recuperar el parlar andino actual, con el cuidado de trenzar finos hilos de oro. Podemos citar como ejemplos a Amórfor (2008) y Nigrublancu (2010), dos poemarios ceñidos a una métrica sui generis y a la búsqueda del origen: “La fía azul in il reino ruju/ Di las gracias si ispuma/ Sílex di murmurllus travesía líquida” (pág.17) Vemos un uso singular de las vocales, una flexión al decir el español: así la obra de Valderrama es también de ruptura y de búsqueda de una estética nacional propia. En él habitó la furia y el relámpago, la respiración y la terrible inocencia de los poetas auténticos. Vivió entre la realidad y el deseo, encontrando sus espejos en las madrugadas violentas, como José Pancorvo citaba. Sus puertos de navegación eran los bares, la gran literatura y el corazón de sus amigos. Facción de imperdido arte (2015), tal vez su obra de más envergadura, nos abre una reflexión sobre el poder del lenguaje. Y es que el lenguaje es lo que nos hace humanos y hace posible la liberación interna; en esa ontología, Valderrama afirma: La palabra juega / Para sí misma/ Como juegan/ En sus juegos/ Las bestias sin palabras (página 15) Este poema, llamado Arte Poético con bello epígrafe de Westphalen, nos permite conocer el logos subterráneo del motivo del artista: la palabra como posibilidad infinita. Más adelante, en Repasando el secreto del vidrio, con epígrafe de Rubén Darío, asistimos a un poema vasto que intenta zurcir un itinerario de cómo ese “juego” se desovilla en nosotros: “Y la mamá va aprendiendo/ Como una poesía la canción secreta de su hijo/ Enumerando la memoria (…)/ Traduciendo el infante sin saberlo ya es bilingüe.(…) Y va inventando o descubriendo las palabras (página 51) Lo conocí en el mítico Don Lucho, charlamos de Pessoa, Borges, Vallejo. Pese al Coronavirus y otros agentes destructivos, nunca dejamos de ser amigos de ruta. Hoy este breve homenaje para ti, Salomón.
(Columna publicada en Diario UNO)