El estreno de la película peruana “La piel más temida” del cineasta huancaíno Joel Calero Gamarra, continúa despertando un acalorado debate en redes sociales tras sus primeras críticas por la manera en que aborda el tema del terrorismo. Para algunos, Calero romantiza el terrorismo, para otros, es nuestro Martín Scorsese de los andes —entiéndase el sarcasmo—. En un país sin educación cinematográfica se dice cualquier barbaridad, pero lo cierto es que el director de “Cielo oscuro”, “La última tarde” y “La piel más temida” aún tiene grandes limitaciones como director de cine. Tal vez en su décima película podamos observar algo mejor.
Pero hay un tema mucho más importante que la película de Calero Gamarra, y se trata de lo mencionado por el presentador de Canal N, Francisco de Piérola, me refiero al financiamiento que reciben las películas peruanas por parte del Ministerio de Cultura, un tema importante que poca gente en los medios de comunicación ha problematizado.
Para que la gente se ubique, hay que ser claros, desde la época de CONACINE, existe una mafia que durante años direccionó el financiamiento para un grupo de amigos, una argolla de cineastas que se acostumbró a mamar del Estado, y por ser amigos de políticos o funcionarios de turno, se les tenía que financiar sus caprichos llamados “proyectos cinematográficos». Muchos de ellos malgastaron el dinero de la película en compras frívolas, incluso se habla de autos, camionetas y departamentos, entre otras “necesidades” de cineastas independientes. Como resultado de esto, varios directores de cine que han sido financiados por el Ministerio de Cultura, no han entregado su proyecto cinematográfico finalizado.
El problema del uso y abuso del financiamiento no solo es exclusivo del rubro cine, también ha pasado lo mismo con el financiamiento para las editoriales independientes y otras hierbas. Tan grave es el tema, que el área legal del MINCUL envió cartas notariales a todos aquellos que no cumplieron con el buen uso de los recursos públicos.
Actualmente, la Dirección Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del MINCUL, se parece cada vez más al CONACINE. El financiamiento cae repetidas veces en las mismas manos, como si en este país solo un grupo de diez personas fueran los únicos que saben filmar una película. Y lo peor es que son películas mediocres, como la que acabo de ver: y esa es la mediocridad más temida.
(Columna publicada en Diario UNO)