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«La Hora Final» o el triunfo de la caricatura y la ingenuidad

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Nadie es inocente*

I.

La memoria histórica nacional ha sido interpretada en el cine de modo tangencial y pobre. La Hora Final, en teoría, intentaría transgredir esta pésima praxis de los realizadores peruanos al abarcar uno de los episodios de mayor orgullo para el Perú contemporáneo, la captura del líder izquierdista-extremista-terrorista Abimael Guzmán a quien sus seguidores llamaban Presidente Gonzalo o Puka Inti y cuyos captores apodaron, menos pomposamente, Cachetón. Veamos si logró su propósito o si es solo otra pantomima de sombras sobre una pared.

En primer lugar, las críticas han sido demasiado exageradas. Francamente desproporcionados ante una película que si bien no es una pieza digna de Cannes tampoco es un absoluto bodrio como no pocos han supuesto. Sin duda, presenta numerosas fallas argumentales y no genera ningún tipo de problematización respecto a la época que aborda además de solo sugerir la mayor valía del GEIN respecto del resto de las fuerzas del orden y respecto de los superiores inmediatos a su célula que inclusive obstaculizaron el desarrollo de sus investigaciones.

En realidad, La Hora Final es solo un entretenimiento soft y no produce mayores reflexiones salvo en los inconformes que están bien enterados de lo sucedido en ese oscuro período de la Historia del Perú.

II.

Todo el que sabe lo que era la PIP, los “rayas”, su mitología y lo radical de la conducta de no pocos de sus integrantes no puede tragarse el distanciamiento propuesto entre la policía y los agentes del SIN. El GEIN claro está, tuvo el acierto de no enfrentar a los izquierdistas extremistas -léase, terroristas- como a los delincuentes comunes, pero hasta ese punto llega el gesto y el reconocimiento.

La verdad es que la supuesta omnisciencia del falaz Puka Inti lo llevó a cometer errores insalvables. En este sentido, hasta ahora a nadie le sorprende que el Cachetón haya estado desarmado. Bastaban un par de metralletas para hacer volar a los “rayitas” que capturaron a Abimael. Como en toda historia, la soberbia termina siendo el peor enemigo de cada individuo porque nos distancia de la realidad.

Esto nos demuestra la poca envergadura personal del líder senderista y lo ridículo y engañado de sus seguidores, pero nos presenta un problema añadido, ¿La verdad es siempre tan unilateral? ¿Habrá tenido Guzmán algún atributo que lo haya catapultado a la posición que ocupó en la izquierda radical? ¿Por qué un escritor tan notable e inteligente como Miguel Gutiérrez lo consideró en la más alta posición de su aprecio intelectual?

En todo caso, es una tragedia que hasta los terroristas peruanos hayan tenido como líder a un individuo endeble y no a un hombre de acción.

III.

Los agentes del GEIN se ven ingenuos, inclusive torpes. Los seguimientos son ridículos. Las detonaciones, los apagones y los toques de queda no sugieren el terror calmo que padecieron los limeños en esa época. Cabe preguntar, ¿Mendoza, en tanto director de la película, debería haber aprehendido esa sensación? Sí, desde luego que sí, a eso se le llama captar el espíritu de una época. Este detalle es muy importante porque si propones la realización de una película en una determinada época debes ser solvente en cuanto a su aprehensión y representación so tenor de considerarte un fracaso como artista.

Otra secuencia vana se sucede en el chifa donde el lema del GEIN parece ser usado por usado por niños en un show de talentos y no por actores maduros. Esto no se debe, esencialmente, a los actores, todos ellos medianamente respetables, sino al mal planteamiento del director y a la ausencia de edición.

La película parece ser muy aceptable en punto de realización y montaje- como casi todas las últimas películas peruanas-, pero a nivel argumentativo y eidético es nulo todo su desarrollo y propuesta.

Casi todas las películas peruanas contemporáneas tienden a caricaturizar la realidad, quizás involuntariamente. Considero que esta tendencia es similar a la cubierta indeseable de ciertas tortas sintéticas, la ominosa masa elástica, es decir un objeto intragable. La elección de los dirigentes del centro federado de La Cantuta es una prueba contundente de lo expuesto, una caricatura edulcorada y ridícula.

IV.

Sybille, en general, es acertado, aunque no ha sido suficientemente explotado como conviene a un actor de su talento. Pese a haberse limitado a caracterizar a un mismo tipo de personaje torvo e intenso, este artista podría haber rendido otros frutos si se hubiera cautelado una concatenación más pulcra de los sucesos que protagoniza, sobre todo los de su relación con Bermejo.

La interpolación de la vida familiar de Zambrano (Sybille) fue un buen intento de otorgar mayor densidad a la trama, pero no llega a sostenerse por propia cuenta. Además, las infidencias paternofiliales son absurdas, son un tiro suelto porque así este padre intenté hacerse admirable ante los ojos de su hijo no puede comprometer ni arriesgar una investigación como, además, ya lo hacía en su relación con su partenaire policial.

La relación de Gabriela con su hermano Fidel es otra prueba de la debilidad argumental que puebla esta cinta. Sin embargo, la eficiencia actoral de Bermejo sostiene varios episodios por demás forzados, aunque tiene una caída, la postdespedida del hermano en el muelle. Esta se tornó inverosímil en la expresividad del personaje y en este punto se debe señalar la responsabilidad del director por no haber realizado otra toma. Desde luego, esto debe ser un descuido o una falta de tino y lo peor es que perjudica la performance de la actriz.

Katerina D’Onofrio tiene un papel muy breve pero su presencia resalta al igual que el denso paseo de una leona en un parque lleno de mascotas tiernísimas.

Percovich, bien en su perfil bajo, faitesco y medianamente chacotero, aunque sea lo de costumbre.

El resto, lamentablemente, brilló por su intrascendencia, excepto Toño Vega.

Toño Vega es prácticamente un símbolo del crudo cine peruano ochentero. Su papel en “En La Boca Del Lobo” lo marcará para siempre en la historia del cine nacional, sobre todo en la secuencia del reto y realización de la ruleta rusa, acto solo comparable con la concreción del mismo juego en La Casa Verde entre Lituma y Shapiro Seminario, episodios, ambos, de un valor ciego memorable y de una jactancia poco concebible en el imaginario del peruano común, afecto más bien a la molicie y a la cobardía ya sea en la huida o en el abuso, nunca en la confrontación de honor.  Cito esta clásica película porque es inevitable no tomar a ese personaje (Vitin)y vincularlo con este Bernales, modoso, cumplidor y ciertamente sabio en su juego y, a su vez, es imposible no vincularlo con el sheriff Benedicto Jiménez, de quien es una representación casi directa, para retomar así la imposibilidad manifiesta hasta por los más nobles de nuestros conciudadanos respecto de su permanencia en los predios del honor ya que en un país tan absorto en su miseria moral, hasta los más escogidos entre nosotros para ser considerados héroes, terminan siendo tan solo nuevos peldaños sin identificación en la descendente espiral de descrédito ético que padecemos. Y todo esto me lleva a reflexionar que para un buen policía debe haber sido un infierno haber vencido al terrorismo izquierdista y no poder hacer nada contra la corrupción y la violencia que encumbraron al fujimorismo como uno de los regímenes más corruptos y violadores de los derechos humanos del mundo.

Hay muchos detalles imprecisos que perjudican la narración, la verosimilitud y el impacto que la película debería haber captado respecto de la época tan convulsa como la que comprende el proceso de la captura del atroz genocida que es Abimael Guzmán, pero enumerarlos sería describir casi palmo por palmo gran parte de su extensión y por ello pasaremos de tan enojosa actividad.

V.

En verdad, aún no podemos hablar de vencedores y vencidos en esta lucha entre las fuerzas militares-policiacas-estatales y la izquierda radical extrema, si ni siquiera existe la honestidad de asimilar a los “terrucos” a la izquierda sin identificar a aquellos que dentro de la misma izquierda no profesan credos tan dogmáticos y radicales o si ni siquiera se sugiere que todos los involucrados en la gesta que intenta narrar la película en cuestión están presos o procesados o son parte de instituciones políticas abyectas. ** En verdad, era mucho pedir claridad y /o grandeza a cualquier cineasta peruano promedio como sin duda es Eduardo Mendoza de Echave, pero es desagradable ver como se despilfarra tanto dinero en vano.

VI.

La violencia es en última instancia el fundamento del poder. El Estado la usó para reprimir a los izquierdistas terroristas y ellos lo usaron para intentar tomar el poder. Ellos perdieron, los demócratas supuestamente ganamos, pero la verdad es que todos perdimos y hasta la fecha no nos reponemos.

Tanto la dictadura fujimorista como la postdictadura, esta endeble cortina de mentiras y debilidades de mandatarios corruptos que ya lleva 16 años, nos demuestran todos los días, la imposibilidad absoluta de celebrar ningún tipo de victoria.

VII.

Me pregunto si todos los grandes moralistas contemporáneos reclamarían tanto por los derechos humanos si algún comando paramilitar hubiese exterminado a todos los jerarcas senderistas en alguna redada en lugar de juzgarlos como sucedió durante Fujimori. Esto que hubiese sido más honesto de parte del ex dictador -recordemos los casos Barrios Altos y La Cantuta- nos demuestra la falta de grandeza y honestidad en todos los involucrados. En todo caso, el escenario político peruano es tan miserable en ideas que hasta la fecha ningún fujimorista ha tenido la lucidez de proclamar que son “los principales abanderados de la democracia y del debido respeto a todas sus formas”. Una comedia negra sin fin.

VIII.

Me pregunto ¿Si Abimael se hubiese refugiado en Cuba, Fidel Castro le hubiese negado el asilo? ¿Hubiese prevalecido la oposición entre los ejes Moscú-Pekín o se hubiese sobrepuesto la posibilidad de una revolución en el continente?

IX.

Benedicto Jiménez en alguna parte dijo que admiraba a Guzmán. Este era su enemigo, su opositor, su contendor. En la película, completamente unilateral, no se aprecia ningún gesto de reconocimiento a Guzmán excepto el problema que secamente expresa Bernales cuando ve la cara de Guzmán en un muro detrás de una bandera en la que estaba impresa la imagen de Mao: ¿qué piensa un hombre que intenta hacer la revolución en el mundo entero? Y aunque algunos consideramos a Guzmán un pobre diablo, la verdad es que no solo fue eso.

¿Es acaso, una contradicción o una apología al terrorismo que alguien como yo que está abiertamente en contra de él, así como de la corrupción y de la totalidad de políticos en ejercicio en este momento señale todos estos detalles? No, definitivamente, no lo es, pero sí es una aceptación de que la realidad es más compleja de lo que usualmente se cree. Cualquiera que se atreva a pensar de verdad hallará no demasiado distantes estas conclusiones.

Baste señalar, para finalizar, las impresiones de Adriano sobre Bar Kochba en Memorias de Adriano de la inefable Marguerite Yourcenar para no dar lugar a tergiversaciones vulgares como las que sin duda intentarán sindicar los más burdos espíritus de la época.

X.

La distancia entre lo que se desea y lo que se realiza es abismalmente patente en las declaraciones del director de la cinta en cuestión, Eduardo Mendoza: “La idea de la cinta es reflexionar sobre aquellos años de horror, que los jóvenes conozcan al peor genocida de nuestro país para que la historia no se vuelva a repetir”. Desde luego, la caricaturesca e ingenua película, no ha logrado su cometido.

En síntesis, La Hora final es una película llena de buenas intenciones, pero tanto el camino al infierno como el escenario del arte más mediocre de la urbe están repletos de ellas y eso no debe importarnos.

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“La filosofía del terrorista está bien resumida en el grito de Ravachol («Nadie es inocente») Hay una culpa —la injusticia económica, social y política— que la sociedad comparte y que debe ser castigada y corregida mediante la violencia. ¿Por qué mediante la violencia? Porque esta es el único instrumento capaz de pulverizar las apariencias engañosas creadas por las clases dominantes para hacer creer a los explotados que las injusticias sociales pueden ser remediadas por métodos pacíficos y legales y obligarlas a desenmascararse, es decir, a mostrar su naturaleza represora y brutal”.

MVLL sobre la filosofía del terrorismo en La Lógica del Terror, Sables y Utopías.

 

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A 25 años de la captura de Abimael Guzmán.

Percy Vilchez Salvatierra.

13/09/2017

https://www.limagris.com/25-anos-la-captura-abimael-guzman

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