Connect with us

Opinión

“La generación equivocada”, por Luis Fernando Cueto

Avatar photo

Published

on

Los maltratamos, los humillamos, les dijimos que eran los peores estudiantes del mundo, que ni siquiera podían aprobar una prueba Pisa, que eran irresponsables, unos antisociales que no acataban el confinamiento impuesto por el gobierno, y ahora, ellos, nuestros hijos, nos están demostrando que siempre fueron mejores que nosotros, que son el país al final del túnel.

   La mayoría ha nacido en este nuevo milenio, algunos ni siquiera han votado en unas elecciones; están libres, por tanto, del pánico de la guerra con Sendero Luminoso y del oprobio de la dictadura de Alberto Fujimori, que se aprovechó de ese pánico para hacerse del Poder y saquear el país y destruir sus instituciones. No son como nosotros, los mayores, que vimos pasar el país como un tren en llamas, descarrilado, hacia el fondo de un túnel sin salida, y, pasmados, inmovilizados de espanto, no atinamos a hacer nada para cambiarlo de rumbo.

   No son como nosotros. Pero nos aman. Entienden que nosotros, los mayores, también somos parte de la patria, y nos aman. Pero no quieren repetir nuestra historia. No quieren vivir en un país fallido, en un remedo de democracia donde los corruptos se reciclan, rotan, y vuelven al poder. Se hartaron de nuestra historia; no soportan a esos políticos ignorantes y delincuentes a quienes nosotros nos resignamos a elegir. Tampoco creen en esos señorones rancios, lesbianos, miembros de órdenes secretas, dinosaurios de partidos en extinción, que viven con la mente anclada en la colonia y las manos en el presente, libres, bien ágiles para llenarse los bolsillos de dinero. Ni, mucho menos, en los aventureros, en esos mesiánicos descerebrados que prometen la salvación de la patria y solo traen la destrucción.

   Se cansaron del pasado. Son jóvenes; ya viven en el Perú del mañana. Por eso quieren construir un país a su medida, uno donde puedan forjar sus sueños, encaminarse sin miedo hacia el futuro. Y son valientes. Por eso salen a las calles y protestan, luchan, asumen el rol que les corresponde. Son conscientes que nadie, aparte de ellos, les va a dar el país que quieren, que nadie más les va a procurar los derechos que ellos reclaman. Son diferentes a nosotros. Por eso lo proclaman en sus pancartas: “Se metieron con la generación equivocada”.

   Pero ellos siempre tuvieron razón. Los equivocados fueron los políticos pillos de los últimos gobiernos, y los de los últimos congrezoos, que nunca los entendieron, que se confiaron, que pensaron que los pulpines nunca iban a madurar. Y los periodistas mermeleros, que los ningunearon, que nunca les dieron espacio en sus programas. Y los analistas trasnochados, mononeuronales, que los terruquearon, que creyeron que si no estaban con Merino apoyaban a Vizcarra, que si no eran derecha eran de izquierda, o al revés. Y los intelectuales, que nunca aparecen cuando las papas queman, que se esconden a escribir sobre un país que ya no existe, a soñar con sacar un librito y correr a tomarse fotos con el Nobel peruano, ser taurinos como él, marqueses como él, y tener un cuarto de hora de gloria eterna. Todos estábamos equivocados en este Perú al borde del despeñadero; todos, menos ellos.

   Y vienen con todo, son una fuerza incontenible. Después de 200 años de nuestra cuasi independencia, ellos quieren ser libres de verdad. Y están dispuestos a morir por eso. Y esa demostración de coraje, de pundonor, de amor a la patria, ha estallado en la cara de la clase política, y ahora esos señorones, esos corruptos, esos locos mesiánicos, no saben qué hacer, corren, se esconden en sus madrigueras, espantados al darse cuenta, recién, que esas marchas de protesta representan su ruina, el certificado de defunción que el futuro del país les ha extendido.

   Y vienen por más. No se van a detener con tumbarse al gobierno y al congreso. Van a seguir en sus trece; luego pelearán por una nueva Constitución, por una educación de calidad, por un país más inclusivo, con oportunidades para todos, en una democracia verdadera. Ahora son nuestra única esperanza, la luz al final del túnel. Y ellos lo saben. Y no se asustan. Ya están ofrendando sus vidas por refundar el país, por darnos una nueva patria. Su amor no tiene límites. Su enorme, su generoso corazón, ya nos entregó dos héroes nacionales. Y van por más. Ellos no se van a resignar; no son como nosotros, sus mayores. En medio de las noticias aciagas, de las horas negras, una brisa nueva recorre el Perú, y una voz bronca, ancestral, nos dice que estos nuevos peruanos nunca dejarán de luchar por sus sueños.

Comentarios

Luis Fernando Cueto, (Chimbote 1964), Estudió Derecho y Literatura e ingresó a la extinta Policía de Investigaciones del Perú, siendo destacado a prestar servicios en Zona de Emergencia –Ayacucho-, en la época de la convulsión interna, circunstancia que más adelante se verá reflejada en algunos de sus libros. Como abogado, ha sido decano del Colegio de Abogados del Santa-Perú, y miembro de la Junta Nacional de Abogados del Perú. En su carrera como literato, iniciada a los veinticinco años, Cueto ha transitado por la mayoría de géneros literarios, como la poesía, el cuento, la novela y el ensayo. En el año 2009 ganó el Premio de Novela Política, por su obra Días de fuego. En el 2011, su novela Ese camino existe, considerada por muchos críticos como el más importante sobre el conflicto interno que sufrió el Perú en la década de los 80´del siglo pasado, ganó el Premio Copé de Oro, el más trascendente de las letras peruanas. Asimismo, su relato La venganza de John Lennon quedó finalista en el Premio Copé de Cuento del año 2018. Actualmente radica entre Alemania y España, donde ha culminado, en la Universidad de Barcelona, la maestría en Estudios Avanzados de Literatura Española e Hispanoamericana, y prepara una nueva novela, realiza investigaciones sobre la obra de José María Arguedas y de Oswaldo Reynoso, dirige el grupo de difusión cultural Harawi y colabora constantemente con revistas y diarios con artículos sobre temas jurídicos y literarios.

Opinión

El ritmo de las Aserejé

Esto es una especie de exorcismo.

Avatar photo

Published

on

Por Hélard Fuentes Pastor

Tenía 11 o 12 años cuando la escuché por primera vez y 17 o 18 cuando la bailé en una fiesta. Era una canción «pegajosa», con el estribillo cacofónico y varios galimatías que cerca de una década permitieron la especulación, la sugestión, sobre todo cuando las chicas la tarareaban hasta quedar roncas en la discoteca: «Aserejé, ja, de jé, dejebe tu de jebere sebiunouba majavi an de bugui an de güididípi…». Entonces, nuestros padres dedicaron largos sermones cuestionando, criminalizando, satanizando esa letra. Los mayores deben recordarlo bien. Se dijo que es satánica, una suerte de quija, o, de forma más enfática, que Diego, el personaje principal del tema musical, representaba al diablo.

En poco tiempo, Aserejé se popularizó en el mundo y a pesar de que sus intérpretes eran españolas, tuvo especial repercusión en países como el nuestro y Latinoamérica. No en vano, Pedro Salinas en su libro: Estamos jodidos (2005), refiere que tanto la Macarena como Aserejé son canciones que se han escuchado hasta el hastío. De allí que haya concentrado la atención de mi generación para el disfrute y la de mis padres para la crítica, la aversión. Los ingenuos, los fanáticos religiosos, los ortodoxos y los conspiracionistas creyeron que era un ritmo satánico, más específicamente un ritual demoníaco, la proclama del hereje por influencia directa de Satanás. ¡Cuánta ignorancia!

El tema musical se puso de moda en Perú durante mi adolescencia tardía. ¡Felizmente fue así! Ya que, para un varoncito de 12 o 14 años, bailarla no era reprochable por cuestiones religiosas, sino motivo de señalamiento y burla, porque en la regla, moverse así, cruzando los brazos o agitando las piernas como las chicas Ketchup, era «rarito». Peor aún en una sociedad pacata, profundamente machista que reprochaba a los homosexuales, tal cual se desprende de la crítica que generó una fiesta del productor teatral Alex Otiniano en su discoteca Le Cage de Trujillo, donde convocó a travestis, streapers y lesbianas —para muchos la escoria de la humanidad— que fueron sorprendidos por los efectivos de la Policía bailando el Aserejé. Por esas épocas, este tipo de espectáculos no eran bien vistos; al margen de la moral, el bullicio y del desorden —que es lo razonable—, sencillamente por la presencia de «patos» o «gais» haciendo el trencito o por ser un local «de ambiente».

Inmediatamente, la canción fue asociada a la herejía y se hizo más famosa. Sus detractores la propagaron con su rechazo, siendo anecdótico y hasta chistoso que algunos ciudadanos mexicanos y filipinos desarrollen una interpretación alucinante: «Aserejé» como «ser hereje», «ja» como las siglas de Jehová, «dejebe tu dejebere» como «deja tu ser». Los peruanos se lo creyeron. En realidad, muchos en el mundo pensaron que Las Ketchup eran satánicas. Esa fama escaló hasta la política, una muestra palpitante es la caricatura de Carlín —Carlos Tovar Samanéz (2004)— que hizo sátira del fujimorismo alterando algunas frases de la letra original: «aserejé, ja, jode, tu jefe japoné me dejo, soñé, gamboua, Martachabi an Salgado an de fujidipí».

La composición despertó varias teorías y las iglesias prohibieron a sus feligreses cantarla, incluso varios colegios en el mundo. Pero, tras un inusitado éxito desde el año 2002, sobrevino una cacería de brujas. Lo recuerdo bien. Padres de familia y profesores pegando un grito en el cielo, si escuchaban a un estudiante cantar aquel trabalenguas. Imagínense a las mamás diciendo a sus hijos que esa canción tiene partes satánicas, porque todo lo que no comprendemos, siendo adultos, lo asociamos a un prejuicio doctrinal: «Es de Lúcifer, del Diablo». Los niños, ni idea. No lo pensaron; sin embargo, cuando nuestros papás lo dijeron, quedamos sorprendidos. Yo no lo podía creer. Ahora, no concibo que por tantos años hayan pensado eso, peor aún me dejé convencer, sin criterio alguno, de ese mensaje oculto con alabanzas a Satanás.

Dicen que la realidad supera la ficción. Así fue. Lo que parecía cosa de Lúcifer, en realidad era de las drogas, pues según su compositor, Manuel «Queco» Ruiz, la canción habla de un chico afrogitano rasta de nombre Diego, que, bajo los efectos de un estupefaciente, intentó cantar Rapper’s Delight —un clásico norteamericano—, pero sólo pudo canturrear el estribillo de Aserejé. Lo cierto es que no tenía nada que ver con el diablo y Las Ketchup no habían sido tan satánicas como se pensó. A decir verdad, los de mi generación, es decir, los millennials, además de los X y los baby boomer, les debemos una disculpa por demonizarlas.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

“Chabuca” y “canto de dolor, no repitan la canción”

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

Avatar photo

Published

on

La exhibición de la película “Chabuca” ha desatado severas controversias e inquietudes y un afán de los espectadores/lectores por conocer la verdad. El libro de Álex Brocca (AB) rebota por los WhatsApp y los piratas lo venden en las calles casi al mismo precio con el que fue lanzando en 1999 a 10 soles, convirtiéndose en un best sellers de baja intensidad, cosa curiosa en nuestro medio donde cada día se lee menos o no se lee nada.

En “Chabuca”, Ernesto Pimentel y la productora Tondero se han encargado de convertir a su personaje en un héroe o heroína que vence a la pobreza, acaba con la envidia, y doblega a la enfermedad, hasta logra constituir una familia y tener un hijo. Todo muy funcional a la medida de los coachs de moda y los libros de autoayuda. Mientras la contraparte o el malo de la película, en la realidad, muere en un hospital para pobres, solo y abandonado. Y encima muchos de los reportajes televisivos o impresos hechos sobre sus denuncias, han sido borrados de un brochazo para beneficiar la “verdad” retiniana que nos quieren hacer creer.

Asimismo, en la película “Chabuca”, Brocca es mostrado como un vividor violento que solo sabe pedir plata y aprovecharse del éxito de su pareja. En “Canto de dolor”, Hernán Pretel (Pimentel) es el tipo desaseado, sucio, que se acuesta con todo del mundo sin protección y cuya angurria por él éxito hace que convierta a AB en casi un esclavo o “sirviente”. Y aunque Brocca confiesa que golpeaba a Pimentel, es este último quien le rompe la nariz, hecho que sale en la película, pero esa fue la razón por la que AB le reclama dinero para la operación y no antes. Además, Brocca da a entender que Pimentel es el que tenía más avanzado el VIH.

El director de teatro y amigo Richard Torres, quien también ha dirigido a Pimentel en una obra de teatro, ha recibido la propuesta de filmar la otra versión de “Chabuca”, la que sería la película de AB contada de primera mano. Conozco a Richard y sabemos de su talento y su calidad de persona y creemos que lo correcto sería que “Chabuca” tenga su secuela en una película que sin ambages contará ese tiempo. Ah, por cierto, he dicho públicamente que apoyaría la construcción del guion.

(Columna publicada en Diario UNO)

Comentarios
Continue Reading

Opinión

¿Existe la lucha de clases o es una ficción de sociólogos?

Lee la columna de Tino Santander Joo

Avatar photo

Published

on

Por Tino Santander Joo

En un artículo anterior expliqué que el acierto histórico de Marx fue señalar que: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”; y que estas se habían transformado con la evolución del capitalismo, las revoluciones científicas y tecnológicas que modifican permanentemente las relaciones sociales y las fuerzas productivas en el mundo.

Adán Smith afirmaba: “Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.”. Estas son las ideas que Marx tomó para fundamentar su tesis sobre la lucha de clases.  Los “marxistas revolucionarios” dogmatizaron y mitificaron el concepto de la lucha de clases hasta convertirlo en irrelevante políticamente.

El sociólogo alemán Max Weber, analiza las características de las clases sociales; aceptaba la lucha de clases, pero, señalaba que la división marxista entre oprimidos y opresores basados en criterios económicos era muy simplista, porque, no incorporaba el factor religioso, cultural, ético, y la búsqueda de prestigio y poder de los individuos.

El sociólogo Francés Pierre Bourdieu, señala que la lucha de clases tiene un doble sentido en las relaciones de poder: primero es una lucha económica por recursos y segundo una lucha por el poder simbólico, es decir, las clases sociales buscan la hegemonía de sus formas de pensar, sentir, y actuar. En el capitalismo contemporáneo la lucha de clases es cotidiana y competitiva. Esta competencia se convierte en lucha revolucionaria, porque los sectores populares tratan de apropiarse de los valores y símbolos de la clase dominante y tienen como  estrategia  la educación: “La entrada en la carrera y en la competencia por la titulación académica de fracciones que hasta entonces han utilizado poco la escuela… llegando a ser así la titulación académica y el sistema escolar que la otorga una de las apuestas privilegiadas de una competencia entre las clases que genera un aumento general y continuo de la demanda de educación, y una inflación de las titulaciones académicas”.

El socialdemócrata Tomas Pikkety, señala que el motor de la historia no es la lucha de clases, sino, la lucha ideológica y política, porque cada época tiene una ideología dominante. Pikkety propone que: “…la redistribución moderna, no consiste en transferir las riquezas de los ricos a los pobres… reside, en cambio, en financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, pero sobre todo en el ámbito de la educación, la salud, y las jubilaciones”.

La lucha de clases no es una ficción de sociólogos o ideólogos extraviados, es una realidad cotidiana que moviliza la ansiedad por el estatus y la creación de riqueza. La revolución social, no es una utopía de politicastros; surge como una necesidad de libertad contra la opresión del Estado que representa intereses monopólicos y mafiosos en el Perú. Solo la revolución social podrá instaurar el verdadero Estado de derecho que afirme la libertad y la búsqueda de la felicidad como objetivo individual. 

Comentarios
Continue Reading

Opinión

La poesía asertiva de Luis Díaz Cornejo

Lee la columna de Márlet Ríos

Avatar photo

Published

on

Por Márlet Ríos

Ha aparecido entre nosotros Momentos mágicos (Metanoia Editores, 2024), segundo libro del poeta y docente Luis Díaz. El primero fue Vórtice y salida (2020). En plena época posmoderna, dominada por la desesperanza y la angustia, es necesaria la poesía que enarbola la parresía y la asertividad como virtudes, para acercarnos al otro sin un despliegue de violencia simbólica (o poder). Como señala el gran poeta norteamericano Lawrence Ferlinghetti, en “Manifiesto populista”, es “tiempo de comunicarse con todos los seres sensibles”. Por consiguiente, se trata de poemas muy lejos de la pretenciosidad que domina a la última poesía peruana.

La gran mayoría de los poemas que conforman Momentos mágicos tienen como objeto poético a la mujer deseada e idealizada. No obstante, el principio del placer y el erotismo pleno están esbozados en poemas como “Los amantes” (no le pueden llamar amor al amor) y “Lo nuestro” (nuestras manos en la piel dibujan cartas náuticas). El primero nos remite, inevitablemente, a la pareja de amantes de El último tango en París. Por otra parte, la suprema claridad y el subjetivismo afirmativo van de la mano en “Mañana poética”:

Nadie ama tanto la lluvia como yo,

nadie la espera pacientemente

con fe inquebrantable,

porque sus gotas le resultan a mi corazón

un bálsamo, una medicina, frescura

y a mi ser interior le es

renuevo y purificación.

El libro está soberbiamente editado y tiene el prólogo del gran poeta piurano Marco Martos. Como dijo una vez el inolvidable Antonio Cisneros: “El poema es lo único que puede transmitir lo inefable”. Luis Díaz transita por el difícil camino de la poesía y se aleja de lo pretencioso y fútil. Enhorabuena. Hacemos votos para que el lampo lo acompañe siempre.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

De la Salsa al Reggaetón

Los recordados salsódromos y la degradación en la producción musical.

Avatar photo

Published

on

Ni bien terminé de escuchar “Juana Peña”, me pregunté ¿Qué sucedió con la salsa?

—Hoy que todo es reggaetón, no tengo la más mínima duda de que se viene el fin del mundo—. ¿En qué momento nació esa distorsión diabólica? Tengo entendido que surgió en los barrios pobres de Puerto Rico ¿Cómo entender que la “Isla del encanto”, gran productora de salsa, ¿haya pasado a exportar lo inaudible?  

El sufrimiento que nos genera el reggaetón, ni siquiera se compara al disgusto que sufríamos a finales de los ochentas, cuando surgió la denominada salsa sensual y/o de salón. Los amantes de la salsa dura, antológica y de ‘barrunto’, irrumpíamos en los templos donde retumbaban el mambo, la guajira, la rumba, el boogaloo, el son cubano, el guaguancó y la guaracha.

Los Salsodromos en los 70s y 80s fueron todo un auge y albergaban a los amantes de la salsa, —esa de antaño y que nunca pasará de moda—.

Cómo olvidar a los legendarios: “Palacio de la Salsa”; “El Bertolotto”; La primera “Máquina del Sabor” de la avenida Arriola; “La Máquina 2” de La Herradura, —donde en 1930 funcionaba el Club Palm Beach —; “La Máquina 3” (la más fulera), de la avenida Venezuela.

“El Canta América” de la playa Agua Dulce; “La Sociedad de Cañete” en La Victoria; “La Furia Chalaca” en el Callao; el “Latin Brothers” de Lince; el “Soy Calidad” en el Rímac; “La Isla del Paraíso”; “El Salonazo” en Surquillo; “El Corso Latin Show” del jirón Cañete; “El Palacio Latino”, al costado del cine Tauro; “El Paraíso del Ritmo” de la avenida Alfonso Ugarte y “El Eco Latino” en la cdra. 14 de Manco Cápac.

Luego surgieron “La Descarga en el Barrio” de los hermanos Córdoba, y “Rumba Caliente” de Aldo Alarcón en Breña; “El Timbalero” en La Victoria, clausurado en 2011 debido a las riñas de los ‘faites’ y que dejaron un saldo de dos ‘fríos’. Actualmente, ese lugar se llama “La Casa de la Salsa”.

Posteriormente, “El Cohíba” en la avenida del Ejército, se erigió como un notable templo de salsa cubana y luego surgieron “El Kimbara” en La Victoria, “El Karamba” en Independencia y una chistosada llamada “El Tumbao”, en La Victoria y con sede incluida en Miraflores.

(Columna publicada en Diario UNO)

Comentarios
Continue Reading

Opinión

La ciudad madrastra

Lee la columna de Carlos Rivera

Avatar photo

Published

on

Llegar a Lima (esa Lima de la que alguna vez dijera Salazar Bondy, la horrible) siempre me causa una sensación de desamor. Esa conmoción que despierta esta ciudad es lo más parecido a un trato de indiferencia y que de cariño u odio para sus nativos o migrantes.

Es que hay ciudades que despiertan ternura, otras, nostalgia, alegría, ritmo que sé yo. Pero esta Lima huele —como urbe que es— a un individualismo ultra, a un pedazo de tierra sin sabor. Las gentes deambulan perdidas en sus múltiples oficios, sueños, vocaciones. Parecen ser habitada por seres fantasmagóricos salidos de alguna de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino. No miran a nadie, andan con la cabeza firme, el corazón congelado, las manos atentas a sus bolsillos o cartera. La mirada desconfiada es lanzada sin misericordia a cualquiera, así sea a una abuelita (porque en la capital, nunca se sabe).

Lima es una ciudad que no inspira amor maternal, como los provincianos aman su Cuzco, Arequipa, Ayacucho u otro lugar. Este trato de madrastra es solo de intereses mutuos: el ciudadano que la habita hace un pacto tácito entre lo que esta ciudad ofrece y lo que este quiere de ella. Es por eso que muchos sueñan conquistar la capital sabiendo que las posibilidades son mínimas, pero se abalanzan en esta epopeya. La masa de individuos que viene se pierde en los laberintos de sus cerros o pampas desérticas, construyen casas donde no hay  siquiera proyectos de agua ni luz desafiando la más elementales normas de urbanismo. Colorida, huachafa y bullangera.

Son las constantes generaciones de provincianos que traen sus costumbres, folklore y dibujan un nuevo paisaje que se entremezcla con lo virreinal, tradicional; moderno, posmoderno y churrigueresco. La arquitectura que exhibe esta urbe es una mixtura de colores, estilos y estructuras; es como si Gaudí, Oscar Nimeyer y Andy Warhol en una pesadilla de copas la hubieran imaginado y alguien maliciosamente se robara esos bizarros planos y la construyera.

TUS LOCOS Y MIS LOCOS

Hay una singularidad de los locos de la capital: son abismalmente distintos a nuestros locos de Arequipa: sus rasgos, conductas y expresiones faciales son de una aldeana ingenuidad. Los nuestros, parecen más decentes, por así decirlo. Los locos capitalinos exhiben un rostro propio de pesadilla. He visto en La Victoria a unos niños indigentes, caminando con sus costales, comiendo desperdicios y la infancia sepultada bajo los ojos idos. He visto a un hombre que me causó un miedo tétrico: tenía un pedazo de cartulina blanca como máscara cubriéndole el rostro, sentado en la acera, levantando la cara y así “miraba” a todos los paseantes con un aire de arlequín de los submundos.

He visto también a locos comiéndose las heridas o quietos como estatuas con los ojos desorbitados perdidos en las alucinaciones que la urbe de cemento provoca. En mi Arequipa, nuestros locos no pasan de andar desnudos o hacer una que otra travesura o marchar con sus bolsas pidiendo comida o recogiéndola del suelo. Nuestros locos están contados (también desamparados) uno ya los conoce, sabemos en qué calles transitan, cuáles son sus mañas. Nuestros locos no se salen de cuadro, y cuando mueren o desaparece uno al instante como por arte de magia, aparece el relevo que ocupa la atención de los habitantes. Nuestros locos parecen peregrinos de las calles y los locos limeños, astronautas del  desamparo metafísico.

EL RUIDO

Lima es una urbe ruidosa y atosigante, no hay bus, combi o cúster que no encienda a full volumen su radio. El susurro o la modulación de la palabras en las calles no existen; casi nadie habla sosegadamente, hay que gritar porque si no los ruidos de los motores, la bulla musical, los gritos de la gente, las bocinas, el griterío de los cobradores de combi y microbuses, no permiten platicar u oír apaciblemente lo que nuestro interlocutor nos quiere decir. Entonces, uno anda con los ánimos alterados, el ruido te descompagina de las buenas intenciones que hayas tenido para iniciar tu acostumbrado ritual. Quieres pensar, pero no debes, no hay tiempo para ello.

LA BASURITA

La basura es como el barniz que decora esta ciudad, sus calles son abarrotadas con desperdicios, arrojan sin compasión al suelo todo lo que tienen entre bolsas, papeles o residuos de comida. Hay distritos en los que sus esquinas son cubiertas por montones de basura como parte del paisaje que no parecen molestar a nadie. Los cerca de 10 millones de habitantes producen 8 mil  toneladas  de basura al día  y los limeños deambulan sobre ella como si se tratara de un espectáculo habitual y común.

EL RÍO HABLADOR MUDO

Con sus 145 km de extensión, el Rímac se convierte en un río que llega desde las alturas de la sierra y le convida un poco de su vida a la capital. Rímac en su acepción quechua quiere decir hablador, pero dada la sequedad que sufre se ha quedado sin habla, es más, lo han convertido en un vertedero de residuos. Encima que le han cortado la “lengua” lo han contaminado. Pero sobre este río se ha escrito la historia de la fundación de Lima, fueron esas aguas que cautivaron los ojos de Pizarro, fueron esas aguas reservorio de lágrimas de los enamorados, ese río es la historia de Lima y como fue algún día su fuente de vitalidad, hoy parece señalar su apocalíptica sequedad.

LA CIUDAD DE LOS PENDEJOS

No hay lugar en donde las necesidades y la creatividad no vayan acompasadas día a día de las curiosidades que hacen la mayoría para sobrevivir. En una ciudad de tantas desigualdades y fastuosidades incita a que el limeño se amolde a esta urgencia de cachuelos, a esta dinámica de artilugios ante la ausencia de trabajo estable y con seguro de salud. Los llamadores de combi, los cobradores, los ambulantes en las avenidas. Los malabaristas de los semáforos, los falsos médicos, la inmensa gama de brujos, los restaurantes populares o de cualquier lugar donde te sirven menús para la gastritis con productos descompuestos, las hamburguesas de cartón, los consultorios médicos bamba que practican abortos. Es el lugar donde los congresistas se juntan a hacer sus paparruchadas, se vuelven bestias y cutreros, donde están los demás poderes del Estado. Donde los ministros rompen las reglas de tránsito, donde un maldito chofer atropella con su carro a una policía, es el lugar donde los pandilleros se posicionan en los barrios populares y se agarran a machetazos como si jugaran a la guerrita. Es la ciudad que da el floro más versátil para la sobrevivencia o el laburo. Es la Lima que pare por minuto la mayor cantidad de pendejos del país. Montesinos era arequipeño, pero muy pronto se alimeñó.

ELOGIO A LA MADRASTRA

Pero esta Lima es parte y síntesis de nuestro Perú, es la directriz política y económica del país, es la mejor  evidencia del mestizaje, la muestra eminente de los empresarios emergentes, es la ciudad donde nuestros sueños provincianos descasan para hallar rumbo y prosperidad, es la ciudad de la fe al Señor de los Milagros. Es cucufata aunque digan lo contrario sus noches, sus hostales, y esa juventud que parece ser más desgarbada. Es la Lima que primero tuvo que someter Mario Vargas Llosa para luego domar el mundo con su pluma, es la ciudad de la que nunca salió Martin Adán, pero a la que enamoró desde el ostracismo del manicomio y de algún bar donde saciaba su poética, es la ciudad que contempló a Valdelomar, la que salvó Du Petit Thouars para que los chilenos no la terminasen de destruir.

Lima es  aspiracional. Es una madrastra que de boca para fuera todos decimos detestar, pero en el fondo la queremos, deseamos estar en ella, aunque sea horrible y bullanguera “esta ciudad de los gallinazos”.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

La mediocridad más temida

Lee la columna de Edwin Cavello

Avatar photo

Published

on

El estreno de la película peruana “La piel más temida” del cineasta huancaíno Joel Calero Gamarra, continúa despertando un acalorado debate en redes sociales tras sus primeras críticas por la manera en que aborda el tema del terrorismo. Para algunos, Calero romantiza el terrorismo, para otros, es nuestro Martín Scorsese de los andes —entiéndase el sarcasmo—. En un país sin educación cinematográfica se dice cualquier barbaridad, pero lo cierto es que el director de “Cielo oscuro”, “La última tarde” y “La piel más temida” aún tiene grandes limitaciones como director de cine. Tal vez en su décima película podamos observar algo mejor.

Pero hay un tema mucho más importante que la película de Calero Gamarra, y se trata de lo mencionado por el presentador de Canal N, Francisco de Piérola, me refiero al financiamiento que reciben las películas peruanas por parte del Ministerio de Cultura, un tema importante que poca gente en los medios de comunicación ha problematizado.

Para que la gente se ubique, hay que ser claros, desde la época de CONACINE, existe una mafia que durante años direccionó el financiamiento para un grupo de amigos, una argolla de cineastas que se acostumbró a mamar del Estado, y por ser amigos de políticos o funcionarios de turno, se les tenía que financiar sus caprichos llamados “proyectos cinematográficos”. Muchos de ellos malgastaron el dinero de la película en compras frívolas, incluso se habla de autos, camionetas y departamentos, entre otras “necesidades” de cineastas independientes. Como resultado de esto, varios directores de cine que han sido financiados por el Ministerio de Cultura, no han entregado su proyecto cinematográfico finalizado.

El problema del uso y abuso del financiamiento no solo es exclusivo del rubro cine, también ha pasado lo mismo con el financiamiento para las editoriales independientes y otras hierbas. Tan grave es el tema, que el área legal del MINCUL envió cartas notariales a todos aquellos que no cumplieron con el buen uso de los recursos públicos.

Actualmente, la Dirección Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del MINCUL, se parece cada vez más al CONACINE. El financiamiento cae repetidas veces en las mismas manos, como si en este país solo un grupo de diez personas fueran los únicos que saben filmar una película. Y lo peor es que son películas mediocres, como la que acabo de ver: y esa es la mediocridad más temida.

(Columna publicada en Diario UNO)

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Madre solo una, de Santiago Risso

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

Avatar photo

Published

on

Libro pequeño, breve que pueda entrar en el bolsillo de la camisa y que sea tamaño del corazón. Es lo que esta vez nos ofrece el vate Santiago Risso. Un ramo de flores o un bonsái para su querida madre que partió al infinito en 2022, pero que se ha quedado para siempre en estos textos de inmensa ternura, nostalgia y sabiduría. Y que uno va leyendo renglón a renglón casi como gota a gota de esta vida que nos deja el ejemplo de la virtud, algo de lo que siempre hablaba Enrique Verástegui, ilustre amigo de Risso.

Un libro dedicado a Elena Bendezú Molinari, la señora de la poesía que nos recibía con los brazos abiertos en Mammalia, el local de San Miguel, donde a inicios de los noventas nos reuníamos los poetas de la generación del noventa. Y creo, sin equivocarme, era la única madre que nos acompañaba en los diversos recitales de esa época; y también viajaba. Y verla compartiendo con los bardos y demás escritores era una fiesta. Su sonrisa era también un verso permanente.

Los grandes poetas le han cantado a la madre, no solo Oquendo de Amat: “Tu nombre viene lento como las músicas humildes / y de tus manos vuelan palomas blancas”; o ese doloroso poema de Allen Ginsberg en Kadish:  “Oh madre / qué cosas he pasado por alto / Oh madre / qué he olvidado / Oh madre / adiós / con adiós de un largo zapato negro”;

o Baudelaire que le dice a su madre: “Mi querida madre, si posees realmente un alma maternal y si todavía no estás harta, ven a París, ven a verme, e incluso ven por mí.”
Pero Santiago siempre tuvo a su madre al lado y por eso dice: “El viento de la paraca / sobrevuela las líneas de tus manos. // Madre querida, / hoy viajas sin mí/ con tu vientre vacío / con tu piel desnuda / de mis cabellos”.

Asimismo, esta pequeña arquitectura nos habla también de la Madre Arenal en Villa el Salvador y de la “Sagrada familia mi tía”, la señora Delia, hermana de Elena y que le tocó suplir y como pergeña Risso: “asumió el papel y la añoranza de mi madre Elena / cuando partió al Cielo. / Se convirtió Delia en abuela de mis hijos, / suegra de mi esposa. / Enlazada mediante el hilo telefónico / asume la responsabilidad / de la hermana ausente, / la sonrisa y el orgullo / de la abuela ausente. / La mea culpa injusta de los inevitables / azahares del destino.”

Con esta publicación, Madre solo una, Santiago (nos) recuerda a la madre abnegada que nos levanta en brazos, nos lleva al colegio o nos aconseja en la adolescencia y nos acompaña en la adultez y que, sin saberlo, su vida es también el poema que necesitamos leer en voz alta y que nos habla del amor.

Comentarios
Continue Reading
Advertisement

LIMA GRIS TV

PUBLICIDAD

PRNEWS

PARTNER

 

CONTACTO

Síguenos en Twitter


LIMA GRIS RADIO

Trending