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La densa trama de Porcile (1969), de Pier Paolo Pasolini

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Dentro de la obra de Pasolini su película Porcile es considerada un filme “difícil”, Porcile (pocilga o chiquero), es también ubicada en un lugar intermedio entre Teorema (1968) y Salo o le 120 giornate di Sodoma (1975), debido, principalmente, a ciertas continuidades entre los temas que recorren aquellas tres obras de Pasolini. Al mismo tiempo, ha sido una de las películas menos comprendidas por el público –hasta en la actualidad-, quizás confundido por lo extraña de la trama, y la manera en que está contada: dos historias paralelas, un caníbal y un joven burgués –en realidad ambos protagonistas son jóvenes-, dos tiempos y espacios diferentes.

Porcile es por un lado, la historia de un hombre, en un lugar y tiempo no identificados (¿siglos XV o XVI?, yo no estoy seguro), aquejado por el hambre, que decide matar y comer carne humana para sobrevivir. En otro lugar, la Alemania Occidental de 1967, después de la guerra, próspera y desarrollada, (ya semejante al presente) Julian Klotz es el hijo de un rico industrial que guarda dentro sí el secreto de una pasión, inexplicable, o por lo menos innombrada, que lo muestra tal cual es, como le diría a Ida (la joven universitaria, también hija de otro industrial, que es cercana al activismo radical estudiantil) “Si me vieras un solo instante como soy en realidad, escaparías horrorizada a llamar a  un médico, o mejor, a una ambulancia…”.

Las dos historias varían en sus estrategias narrativas. El joven caníbal se desplaza por un paraje yermo, desértico, sin voces –de hecho no hay diálogos, sólo las palabras que él pronuncia al final-, con largos planos panorámicos y algunos acercamientos, los rostros enmarcados en la pantalla, como de costumbre en la obra pasoliniana. Mientras que la historia de Julian está cargada de palabras, de largas explicaciones, de primeros planos que se contraponen uno a otro –y mayor variedad de ángulos-,además transcurre en una gigantesca mansión en el campo, con su riqueza arquitectónica, a la que se suman paseos por la campiña, las casas de los campesinos, y por supuesto, la vista de los chiqueros. Sin embargo las dos historias tratan de la transgresión, o por lo menos, ese parece ser el principal eje narrativo de la película.

El caníbal y Julián están apartados de la sociedad. El primero recorre el páramo, busca a sus víctimas, las mata, y les corta la cabeza y la tira al cráter de un volcán. (O un hoyo en la tierra, del que expelen vapores) Este ritual será enseñado y repetido por los seguidores (primero uno, luego más), que se distinguen del caníbal original. Un par de secuencias nos ilustran las relaciones que existen entre ellos y la postura del joven caníbal: cuando se enfrentan a los soldados que llevan en una carreta a un grupo de mujeres, quizás detenidas, y los matan, lo que inmediatamente hacen los seguidores es tener relaciones sexuales con ellas. No viene al caso si son consentidas o no, lo que importa es la actitud que mantiene el joven caníbal: los mira sin inmutarse, como alejado, distinto de sus compañeros, de pronto sus razones y sus pasiones son otras. Más adelante, aquellos seguidores, mostraran arrepentimiento al ser apresados y enjuiciados por la iglesia (cristiana), pero el joven líder mantendrá su posición –se negará a besar la cruz-, y antes de su pena, de muerte, repetirá “he matado a mi padre, comido carne humana, estoy temblando de alegría”.

Julian por su parte, vive un aislamiento voluntario. Nada le afecta, ni los constantes interrogatorios que Ida le hace sobre de su identidad (sus secretos), ni la frustración de sus padres por no verlo continuar con el legado familiar. Parte de la frustración proviene del fracasado noviazgo con Ida. (Julian expone los verdaderos intereses tras el fallido matrimonio, al decir en tono de burla que casado con la muchacha podría haber sido dueño de la mitad de Alemania). Sin embargo ese desdén hacia todo –se burla también de Ida y de sus compromisos políticos- esconde el celo que lleva para su único objeto y razón de vida, su secreto, los paseos que hace al campo y sus incursiones en las pocilgas. Hay un horror velado en esto, que no se explicita, pero tiene como origen un hecho de su adolescencia, que el personaje de Herdhitze, competidor industrial del señor Klotz(padre de Julian), lo utilizará para obligar la fusión de las empresas.

Las dos historias de Porcile están saturadas de símbolos. En algunos casos, existen relaciones evidentes, como en una cadena, en donde sus significantes parecen remitir a otros. En este sentido la figura del cerdo es representativa, pues en boca de los industriales (Herdhitze y el señor Klotz) con evidentes pasados nazis, aparece en forma de broma antisemita, para conectarse con Julian y su pasión por los chiqueros. Una inclinación, un deseo, conducente al pasado que pretenden ocultar los industriales, y tal como la pasión de Julian, debe ser callado, silenciado, para continuar con el presente, en su caso, la buena marcha de los negocios. Sin embargo, otra interpretación aporta algo más. Si tomamos en cuenta que los padres de Julian citan a Brecht y a Grosz, particularmente a este último, del que comentan sus dibujos y pinturas sobre los burgueses representados con caracteres porcinos, quizás la muerte de Julian, devorado por los cerdos, podría ser la metáfora de una sociedad  antropofágica (burguesa). A pesar de lo excesivo, creo que ambas ideas se mezclan en el filme de Pasolini, de ahí algunas de sus dificultades.

La complejidad no se atenúa en la historia del caníbal. El ritual de las cabezas arrojadas al volcán, sugiere la adopción de un dios diferente al cristiano, y más, si vemos queel protagonista no se reconcilia con la comunidad religiosa, ni siquiera en el momento de la muerte. Desde las primeras escenas se nos indica que algo, un evento (no es gratuito, creo, que haya encontrado la armadura abandonada, cerca de unos restos, ¿humanos?), una batalla, una guerra, lo envió ahí, pero, ¿qué sucedió? En el caso del joven caníbal el origen es difuso, pero no lo es cada acto que lo presenta como una especia de figura rebelde, a un orden, a un padre, como ya vimos al citar sus únicas palabras.

En Porcile el relato se encuentra guiado por sus dos personajes transgresores. Esa misma característica, la transgresión, es utilizada por Pasolini para reflexionar sobre la conversión del pasado en el presente, los nuevos aires de bienestar (europeo) después de las guerras, los movimientos estudiantiles de protesta, la misma religión y otros temas. La sobrecarga simbólica que el filme muestra cuesta un poco asimilar, y de pronto deja mucho por decir a pesar de todo lo que insinúa. Pienso que Pasolini resuelve mejor su estilo en Salo, Il Decameron, Los Cuentos de Canterbury, o la misma Teorema, pero definitivamente Porcile es un documento que nos permite dar una mirada a la poética del autor y encontrar, a pesar de sus excesos, un conjunto de ideas y visiones que atraviesan toda su obra. La película, tomando algunas precauciones, puede ser una experiencia sugestiva y enriquecedora. A eso apuntan estas notas sueltas.

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