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La ciudad tomada: Las manos sobre La Ciudad (1963) de Francesco Rosi

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En la ciudad de Nápoles y su crecimiento urbano, la pared de un edificio en un barrio pobre se desploma, una investigación trata de encontrar responsabilidades, los vínculos entre los negocios inmobiliarios y la política. Estas son las premisas sobre las que se asienta Las Manos sobre la Ciudad  (Le mani sulla città, 1963), de Francesco Rosi, película influenciada por el neorrealismo italiano, aunque de fecha muy posterior al conjunto de obras a las que normalmente se asocia este movimiento. Fue una de las pioneras entre los filmes catalogados como específicamente políticos, que el mismo autor había casi inaugurado con Salvatore Giuliano (1961), y que en adelante agrupará a directores como Gillo Pontecorvo, Elio Petri, Bernardo Bertolucci o Carlo Lizzani, durante los sesentas y setentas.

Las Manos sobre la Ciudad, está centrada en la figura del promotor inmobiliario y concejal Edoardo Nottola (Rod Steiger lo interpreta), encargado de todos los proyectos que tienen que ver con la construcción, además de ser asesor del supuesto plan urbano del que en realidad nadie sabe muy bien de qué va. El derrumbe de uno de sus edificios –con muertos y heridos incluidos- y las protestas que esto genera, impulsa la conformación (propuesta por el representante de la izquierda, De Vitta, y apoyada por el partido de centro) de una comisión investigadora que se encargará de revisar los contratos y las licencias que la comuna estuvo otorgando a estas empresas constructoras. A vísperas de las elecciones, esto resulta perjudicial para Nottola, por lo que moverá todas sus influencias tanto para presionar a los dirigentes políticos de la derecha y el centro, como para manipular a grupos vecinales de barrios populares, aprovechando el dolor por la tragedia.

La figura de este constructor y funcionario municipal  propone un reflexión acerca de quiénes son los que manejan los destinos de una comunidad, y cómo los dirigentes políticos, involucrados en los tratos mafiosos, aceptan sin dudas los nuevos términos en los que se basa esta lógica. Quizás por ello, el personaje de Nottola dirá en un momento de reflexión: “En política se es amigo o enemigo según convenga”. Así también, en otra escena, el dirigente del partido del centro (De Angelis), después de haber participado en la investigación, decidirá que ya no es necesario seguir escarbando más y debido a las elecciones, plantea pactar con Nottola. Frente a la negativa del médico reformista Balsamo, le dice, como quien atiende a la rabieta de un chico: “Balsamo en política la indignación moral no hace falta”.

Visto así, el ejercicio político queda reducido a un medio –pero no cualquier medio- para obtener beneficios privados -mayormente económicos- como lo instrumenta Nottola, y a la manera en que las cúpulas de los partidos se sostienen en el poder.

Un personaje al que el autor sigue con cuidado, es el concejal de izquierda, De Vitta, quien es retratado inmerso en un lucha solitaria, que no llegará a ningún lugar, tal como el fin de la comisión investigadora que promovió, que termina contentándose con la imputación de los cargos y responsabilidades a un chivo expiatorio, el hijo del propio Nottola, sacrificado para que el padre pueda volver a ser candidato. De Vitta argumenta, reclama, exige, se convierte en la conciencia del filme: dentro de la reunión del concejo municipal, con el propio Nottola, o en la calle, durante el desalojo de los edificios en ruinas, al discutir con los pobres que son arrojados de sus viviendas, cuando estos le exigen que haga algo, y él, en su impotencia, les enrostra que votaron por la derecha. Aun así, en la última reunión del concejo, mientras eligen al nuevo alcalde, De Vitta denuncia la alianza entre el centro y la derecha, y las nuevas impunidades que eso traerá.

El filme muestra que tras los discursos del progreso y el crecimiento urbano, como sinónimos del auge del ladrillo y el cemento, existe el tráfico del valor de los terrenos, así como también la obtención de beneficios privados dentro de la gestión pública. Debiéramos decir entonces, que es de la corrupción de lo que se trata. Rosi inscribe su relato en los marcos de la denuncia, pero sin intentar sermonearnos, contando con dureza la historia de una ciudad capturada por la especulación y la falta de escrúpulos de sus políticos. La obra contiene un ánimo pedagógico, pero no idealiza las situaciones, ni a los personajes, mantiene una narración clara, austera, a veces documental. La ficción no se resuelve y las secuencias del inicio y el final comparten las mismas características: planos aéreos, filmando la ciudad y sus inmensas construcciones por todas partes, el concreto que lo va devorando todo. (Como si la película hubiera sido producto de un acercamiento). Pero lo más interesante de la cinta de Rosi es sin duda su actualidad, al ver y comparar lo que relata el cuadro del director italiano, con lo que sucede en nuestra propia ciudad desde hace varios años, quizás sea posible mirar con menos optimismo nuestro momento presente, porque las licencias otorgadas indebidamente, el tráfico de influencias, la corrupción, el interés privado sobre el público, no son realidades tan distantes, a pesar del tiempo prolongado que nos separa de la obra de Rosi.

Señalemos, finalmente, que Las Manos sobre la Ciudad, se alzó con el León de Oro del Festival de Venecia de 1963.

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