Después de más de 50 años ininterrumpidos de dedicación a la escritura poética, el polémico e incansable Juan Cristóbal anuncia su retiro del campo de la poesía. “Desde una aparente serenidad”, su próximo y último libro a publicarse entre febrero y marzo de este año, el poeta peruano pone punto final a una labor plagada de poemarios dignos de todo elogio como “El Osario de los Inocentes”, “Estación de los desamparados”, la trilogía o, como él prefiere llamarla, la saga “Del absurdo y la desesperanza” (compuesto por “Hórridas mañanas”, “Kafka” y “El cuaderno de las desilusiones”), entre otros. Sentado en el sofá de su casa de Magdalena, junto a una tasa de café, con fotos del Che Guevara, una lata de Pilsen y un sinnúmero de cassettes de boleros, se confiesa una vez más el gran poeta Juan Cristóbal desde una serenidad aparente, pero con la lengua afilada por la navaja de la calle.
Viviste con ahínco una década como la de los 60, que estuvo impregnada de convulsiones sociales que marcarían a Latinoamérica hasta la actualidad. Muchos dicen que pensar en esta década ya es algo desfasado, ¿Qué piensas al respecto, ya que militaste en grupos políticos de izquierda?
En general, los momentos históricos nunca son los mismos. Marx decía que algunos casos pueden volver a parecerse. Estaría mal si se quieren volver a repetir. Hay un vals peruano que dice “toda repetición es una ofensa”. Debemos considerar que los actores sociales no son los mismos, ni las circunstancias ni los problemas tampoco. Desde ese punto de vista, no hay una posibilidad de volver a los años 60, no habrá una revolución cubana, no habrá un Vietnam, hay otro tipo de luchas. Ya no hay un campo socialista. Al igual que Benedetti, sigo creyendo en el socialismo, en algún momento tendrá que llegar. Nuestra militancia actual es personal que es distinto a la de los 60 que representaba la alegría, la esperanza, el sueño, el cantico. Creo que hoy representa la desesperanza, estamos en un momento complicado.
¿Qué experiencias crees que nutrieron tu poesía de esa fuerza que muestran tus palabras?
En un inicio iba más por la poesía surrealista, estaba muy influenciado por Lautréamont y los surrealistas franceses. Luego vino la experiencia del periodismo, de salir a la calle, conversar con las personas y ver gente muy pobre. Ser reportero de calle te da una visión distinta. La experiencia política también, conversar y discutir con los obreros, ir a la asambleas, hacer reuniones partidarias; todo eso va dando un caudal de experiencias que van produciendo efectos en la personalidad de uno. Veías un mundo totalmente diferente al que uno podía leer en un libro. Ya después caí preso, la cárcel es otro mundo. Toda esa experiencia ya me fue dando una voz. Aparte sentía que llevaba la voz de los que no tenían voz, de la gente marginal. Fue importante para mí conocerlos.
Más adelante, conocí a un señor que era gasfitero con el que fuimos muy amigos. Un día le digo, “oye, viejo Blas llévame por ahí, a la hora que haya más gente, quiero escuchar las voces, las formas de goce, cómo se expresan, sus esperanzas, sus formas de pensar y sentir, cuáles son sus cosas para mañana”. Luego estuve metido con él, no todo el día, pero sí buenas horas conversando con ellos. Eso me dio pie a escribir “Los rostros ebrios de la noche”. Adquirí una voz que se fue nutriendo por distintas circunstancias hasta que llegué a un poema que creo es la cúspide de todo esto que es “El muerto mea”. Este poema tiene muchas interpretaciones, no es cierto que solo sea un rechazo o enfrentamiento con la poesía, puede ser utilizada como un símbolo de la sociedad, del Estado, del gobierno.
Finalmente, la parte más conceptual de la poesía es en el momento que pasa lo de Fujimori. A mí me produce un efecto devastador. A eso súmale que murieron dos sobrinos míos, efectivamente uno de ellos era senderista y el otro no. Uno desapareció, a otro lo mataron allí, le pusieron una dinamita en el cuerpo y lo destrozaron. A parte de eso, la corrupción. Me daba cuenta que lo de Fujimori también era una cosa que estaba deshaciendo las raíces culturales del país para volvernos insensibles frente a la corrupción. Cuando yo iba pensando todo esto, no veía en la izquierda un discurso que apoyase lo que estaba pensando. Recuerdo una vez que en el canal 5, Mónica Delta le hizo una entrevista a Mario Vargas Llosa tratando de explicar que el fujimorismo era bueno. Curiosamente, Vargas Llosa tenía una idea muy formada de lo que pasaba (reconozco que Mario es una persona muy inteligente, aunque ideológicamente estamos en sendas opuestas.) El discurso que se pegó en esa entrevista, catapultó todo lo que yo tenía dentro de mí. Él me dio la razón a mí o yo le di la razón a él. Lo que él dijo me ayudó a comprender mucho mejor a Fujimori que todo el discurso de la izquierda de ese entonces. De esta experiencia salió la saga “Del absurdo y la desesperanza”.
¿Cómo se puede traducir lo que sucede en las calles bajo formas poéticas que traslucen una invitación hacía la reflexión? ¿Quieres hacer una poesía que se acerque más a la realidad inmediata del lector utilizando un lenguaje más punzante?
Lo que te voy a decir puede sonar muy racional, pero lo que sucedió en mi mundo no lo fue. Cuando estas en el periodismo te encuentras con miles de voces diferentes. En algún momento se me dio por hacer esos testimonios culturales de gente pobre que tenía un oficio. Quería descubrir cómo habían llegado a eso. ¿Cómo un carpintero llegó a serlo? Mi amigo el gasfitero (el viejo Blas), ¿cómo llegó a ese trabajo? En su vida, solo ha tenido un DNI, nunca supo quién fue su padre, nunca tuvo papeles, pero vivió y tomó como un vikingo. Cuando haces trabajo testimonial, debes hacer que la persona hable con alguna ironía, burla, sorna, con algún dejo de popularidad. En el pueblo hay de todo, desde gente poco expresiva hasta gente bastante efusiva que te dicen las cosas, inventan, dicen refranes y anécdotas, y eso para mí fue muy valioso. Descubrí que ahí había un lenguaje que había que rescatar. Entonces yo uní mi experiencia personal con el lenguaje de la gente de abajo, sin perder la posibilidad de hacer una literatura que contenga alguna belleza, de alguna sensibilidad con estas palabras, lo cual no es nada fácil, pero uno va descubriendo secretos interiores, que uno no sabe cómo se va dando, como te digo la poesía es un misterio, todo el arte en general lo es.
¿Qué quiso Juan Cristóbal sacar a la luz con esta exploración de la realidad con un lenguaje tan directo y sin adornos?
Me interesó el mundo de lo oscuro, el que me mostraba a un ser humano que tenía cosas ocultas, perversas, asesinas, malignos, usureras, perjudiciales. Para entenderlo empecé a leer psicología y filosofía. Algunos autores trataban el tema, pero no lo teorizaban como el mismo Sófocles. También este era mi mundo práctico porque era el que yo veía. El malandrín, el choro, la prostituta, todos ellos son gente que tratan a uno como si le fueran a sacar plata y aplican su lado más oscuro. Te cuento una anécdota que me parece pertinente. Estaba un día a la medianoche en La Marina y quería tomarme una cerveza con alguien y dio la casualidad que me encontré una prostituta. No estaba buscando una, solo quería alguien con quien tomar. Se me acercó a ofrecerme sus servicios, pero le dije que no quería relaciones. Le invité un trago y empezamos a conversar. En un momento le dije que si no quería salirse de esto, si no planeaba enamorarse, estar con un esposo e hijos. Me dijo, por supuesto que a todas ellas les gustaría salir de esto. Decía que era muy complicado porque hay muchas presiones que te llevan a esto. Tienen que tener la plata para pagar las cosas de su casa y aparte que tendría que ir un psicólogo que la ayude a salir de esto. Una persona que te razona de ese modo, no hay muchas hermano. Eso me quedó marcado. Para mí ese lado perverso del ser humano, que todos tenemos, me ayudó a desentrañar esto que llevaba dentro, en especial en la saga y “Gritos”.
Dentro de esta línea, ¿Qué le parece la poesía social de Alejandro Romualdo, en especial, en “Edición Extraordinaria”? ¿Podría colindar con lo que usted menciona?
Alejandro Romualdo tiene dos aspectos de su poesía social que pueden ser muy nítidas. Una es la de “Edición Extraordinaria” que tiene un carácter nítidamente político. En esa poesía, Romualdo trabajó un aspecto de la vida social del país que comulgaba con las heridas sociales de ese momento, por eso es que tiene una gran receptividad. Si no encajas no llegas a cuajar tu pensamiento, no te llegan a entender. No es que sea malo, sino que simplemente que no te entienden. Justamente eso pasó con la otra parte de su poesía que es más experimental, la del “Canto espacial”, “El Che Guevara”. Es lo mismo que le sucedió a Blanca Varela. Era una poetisa que ya había escrito un libro y fue influenciada por Octavio Paz para escribirlo. Su poesía era muy poco conocida cuando recién salió. Tenía una voz tan profunda que no encajaba aún, no era entendida por la sociedad. Cuando la entienden, aflora la voz de Blanca Varela como la gran poetisa del Perú.
¿Qué tan gravitante fueron en la vida de Juan Cristobal personas como Javier Heraud o Juan Ojeda?
Bueno con Javier Heraud conversé un par de veces, no era mi amigo, pero lo que sí me dejó fue su experiencia histórica, personal, social. Tuvo una gran influencia en los años 60 junto a lo de Cuba. Su poesía es buena, pero creo que su muerte la hizo mejor. En cambio, Juan Ojeda fue muy amigo mío. Tenía una poesía más profunda, más filosófica, muy ligada al pensamiento alemán. A pesar que él era un hombre de callejón que bailaba en las tabernas, con él íbamos a los peores lugares, era un loco de atar, tenía una profundidad personal enorme. Para mí, fue el poeta del 60, tratando de ser lo más objetivo posible. Juan es mejor que Hinostroza, Marco Martos, Cisneros, Luis Hernandez, es el poeta mayor de nuestra generación.
Se habla mucho del tema del canon académico de los 60-70´s que se ha encargado de poner en una cima a unos cuantos y desmerecer el gran trabajo de otros que también deberían tener algún reconocimiento, ¿Usted se siente tranquilo de que su trabajo poético no haya tenido el valor o difusión que se merece en los círculos académicos?
Si tuviera que mencionar por qué ha sucedido esto, podría ser que mi poesía no es tan buena como se piensa o es que tuve muchos problemas con los críticos y con los medios, casi siempre estuve peleado con todos ellos. Me peleé con Thorndike, Raúl Vargas, el “Chema” Salcedo, Gonzales-Vigil, Miguel Gutiérrez, entre otros. En el libro “Mar de mis entrañas” que me quiere publicar Jorge Luis Roncal cuento en una parte todos mis desencuentros con una cantidad de intelectuales como Toño Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Marco Matos (por ser fujimorista). Puede que también este un poco vetado por los medios, de eso me doy cuenta perfectamente, pero yo tampoco quiero hacer nada que esté en contra mía. Para mí es curioso el caso de Juan Ojeda, que no se peleó con nadie y tampoco es considerado. En mi opinión esto sucede en algunos casos porque la cúpula del oficialismo literario son amigos o conocidos de poetas como Luis Hernández, o son amigos de sus parientes. Creo que el tiempo, la historia van a rehacer a Juan y lo va a llevar al lugar que se merece.
¿Algún ideal en particular?
Un ideal mío hubiese sido ser guerrillero. Pude haberlo sido, tal vez no hice lo necesario para serlo, pero me hubiera gustado más que ser poeta, no importa si moría o no en el intento.
¿Es cierto que el Juan Cristóbal de hoy ha bajado las revoluciones y se ha vuelto menos polémico?
Mira, es cierto, he sido bastante polémico, atrevido, no aceptaba otras ideas, era una especie de comisario de la cultura en los circuitos por los que me movía. Quería tener la verdad. Tuve peleas incluso públicas en el Instituto Nacional de Cultura anterior. Pero después, me di cuenta de que las cosas no podían ser así, aprendí a escuchar y discutir las cosas. Ahora me he vuelto más respetuoso, más tranquilo, escucho más, tal vez porque soy abuelo también. Ahora mis nietos son los que me hacen escuchar a la fuerza. No gocé tanto con mis hijos como con mis nietos esa faceta.
¿Por qué esperar más de 40 años para publicar un libro tan visceral y desgarrante como “Gritos” que escribió durante su estancia en la cárcel de Lurigancho en 1968?
No tengo una razón en específico porque en realidad no pensé publicarlo. Jamás. Después de terminarlo en ese momento me di cuenta que el libro no daba, no tenía una estructura, había muchos vacíos, muchas imperfecciones; a pesar de eso, lo fui trabajando poco a poco, cada 5 o 6 años. Iba ajustando algunas cosas, pero no me convencían. A mitad del último libro que publiqué, me di cuenta que era una especie carpintero que podía unir bien las cosas y eso fue lo que me pasó. Es una explicación superficial, pero para mí vale. Creo que supe quitar lo que no servía y replantear lo que me parecía bueno para darles una unidad.
¿Qué tanto influyó un espacio claustrofóbico y solitario como el de una celda de prisión en sus poemas?
Al inicio era una gran celda como si fuese un país lleno de presos, te puedes imaginar eso. Cosas violatorios, amores incestuosos, gente que se mata, gente que quiere matarte, gente que te atormenta. Es una pesadilla. Sabes cómo has entrado, pero no sabes cómo vas a salir. Sabes que todo el mundo quiere arruinarte, pisarte, malograrte, joderte, hacerte la vida imposible, saquearte, violarte, en fin, sabes que todo puede existir. No puedes dormir, tienes que tener cuidado de todas las cosas. En fin, es un mundo muy complejo, muy difícil. Es el mundo ancestral, natural, primitivo. Viví ese mundo durante 4 o 5 meses en la carceleta del Poder Judicial. Ya de ahí me trasladaron a Lurigancho, ese es otro mundo. Si bien es parecido, pero no es tan intenso como ese. Esos 5 primeros meses fueron espantosos. Eso mismo lo veo ahora en las barras bravas, en las calles, la seguridad ciudadana, todo eso me hace recordar la experiencia de la carceleta. Quería escribir lo que me estaba pasando.
¿Qué es la poesía para ti?
La poesía es decir lo que uno ha vivido. Dar testimonio de su vida con respecto a los demás. Tus experiencias, tu forma de vida, todo eso tú puedas contar. Algunas cosas puedes adquirirlas, otras las desechas. Finalmente, es lo que me pasó cuando escribía “Los rostros ebrios de la noche”. Tenía la experiencia de vida de lo que había pasado con las prostitutas, los tabúes, los delincuentes, los saqueadores, los violadores, toda esa gente. En ese momento, ellos no eran eso, eran simplemente la voz que quería escuchar para aprender de su realidad.
¿Qué no puedes hacer en poesía?
Yo creo que es fundamental no mentir. Si tú dices las cosas con mentiras no llegas a la sensibilidad porque finalmente la poesía es el sentimiento. A ti te gusta un poema porque sientes que ha llegado a ti, que te está diciendo cosas que tal vez has sentido, pero no lo has expresado. La única forma de decir bien lo que quieres expresar es diciendo la verdad. Quien te quiera mentir se va al tacho de basura.
¿Tenemos Juan Cristóbal para rato?
No, con la publicación de mi siguiente libro “Desde una aparente serenidad” termino. En este libro vuelvo a pensar en mi infancia, en los muertos que tuve. No tengo nostalgia del pasado, ni del presente, sino del futuro. Quiero cambiar el futuro, ese es mi nostalgia. Es volver al lenguaje de “Poblando los silencios”. Hablo de mi madre, de mis sobrinos, de Juan Gonzalo Rose, mi hermano, pero profundizaré algunas cosas que había dejado de lado. Este libro sí es el último de poesía. Si salen otras cosas en el futuro ya no tendrá nada que ver con poesía. Después del último punto que le puse al libro no he vuelto a escribir hace un año que para mí es bastante tiempo porque yo siempre escribí mucho.
¿Este libro se presentará pronto?
Bueno el muchacho que me va a publicar el libro viene a finales de enero, va a traer diagramado el libro solo para que yo le dé unos retoques. Será dentro de un par de meses.
¿Quiere cerrar un círculo?
Quiero ver con este libro la posibilidad de saber hasta donde uno puede llegar en la poesía. Si tienes techo o no. Cuánto puedes dar más y cuánto no. Siento que con la saga agotó en mí la posibilidad conceptual de lo que podía ser la poesía. Entonces, regresé a una etapa de nostalgia del futuro, que es mi infancia, que es otro tipo de poesía con temas más cálidos y tiernos, con un lenguaje más directo, (digamos popular) pero más lleno de refranes, sabidurías internas y no tan lleno de conceptos. Tiene ficciones que te van suscribiendo posibilidades de pensamiento. Fue como una especie de catarsis lo que me ha pasado. Después de escribir esto, decidí retirarme. Por eso es que el libro tiene un epílogo final que da una explicación de un par de páginas del por qué ya no quiero volver a escribir más. Quiero dedicarme a conversar, a tomarme unas cervezas, a ver partidos de fútbol, ver películas de policías (que me encantan), ver a mis nietos, en fin.