Actualidad

Juan Cristóbal: «He vivido en un país lleno de muertos»

Published

on

El ejercicio de la poesía es un sacrificio, sobre todo, en sociedades como la nuestra. El ejercicio de la política, es otra forma de sacrificio, sobre todo, si eres honesto. Habría que estar demente o ser, de verdad, un buen ser humano para intentar cursar estos dos caminos tan difíciles.

Juan Cristóbal es uno de esos individuos temerarios que atraviesan las mareas indómitas y traicioneras de la poesía y la política con singular destreza y dignidad. Sin embargo, o quizás, por eso mismo, él permanece más o menos apartado de las primeras planas de la vida cultural y política del país en su refugio privado en el borde de Magdalena y San Miguel.

Este poeta o es una contradicción en sí mismo o es varios al mismo tiempo dado que entre su poesía, la imagen que proyecta y su carácter hay profundas divisiones. Su poesía es intensa y revulsiva, en sus mejores momentos, él es fama que fue intransigente en su juventud cuando era una especie de comisario de la izquierda y aún mantiene ciertos esquemas endurecidos cuando se trata de marxismo, sin embargo, sus afables y finas maneras, así como su delicada voz no te dejan creer que haya escrito un libro como Los Rostros Ebrios de la Noche hasta que indagas en él y lo conoces.

Siendo que, la literatura -y la política-  está llena de canallas, dixit Bolaño, ejercerla y darle prioridad en casos como el de Juan Cristóbal, es mantener una permanente actitud de denuncia y confrontación.

Conversamos con el poeta a través de Internet, y estas son algunas de las apreciaciones que nos interesa sean de conocimiento del gran público.

Eres un hombre firmemente aferrado a algunos conceptos en franco declive: la militancia comunista, la confrontación pura y dura, el rechazo a toda forma de corrupción y deshonor, pero sobre todo eres muy afecto a la amistad. Ojeda, Teillier, Macera, Luza son los apellidos de algunos de tus grandes amigos. Coméntanos brevemente tu impresión sobre cada uno de ellos.

No creo que estén en declive. Para mí son valores que debemos mantener en alto los que cruzamos esos caminos. La militancia comunista es una meta de la humanidad. El que haya fracasado el socialismo real o los objetivos de Sendero Luminoso y el MRTA no significan la desaparición del comunismo. Sigue estando presente para pensar y soñar en el futuro. Lo anterior son lecciones para no transitar por esos errores, sino construir creativa y heroicamente lo que nos legaron pensadores como Marx, Lenin, el Che, Mariátegui. La confrontación pura y dura como tú llamas al enfrentamiento sin tapujos con la verdad es un valor que aprendí en mi vida a través de ejemplos diversos como el comportamiento siempre digno y sincero de mi hermano Dagoberto, la militancia con los sectores (especialmente) obreros, los amigos que me enseñaron a ser justos aun contra los suyos.

En cuanto el rechazo a toda forma de corrupción y deshonor está enlazado con lo anterior y con lo que vemos en la actualidad, donde la corrupción no sólo ha invadido nuestras fronteras, sino las de muchas partes de nuestro continente y el mundo, incluido no sólo a los sectores de la derecha, sino también de la izquierda. Cómo, entonces, no luchar contra ese mal endémico del capitalismo-imperialista, que, cuando más extiende y profundiza sus tentáculos más nos envilece con una de sus formas de actuar, deformar, convencer y deformar o formar a la humanidad. Y respecto a la amistad, es una forma casi sagrada de entender la comprensión con los seres con quienes entramos en empatía y podemos ir construyendo un grado de comprensión donde uno puede jugarse la vida o la muerte. La amistad no es fácil de comprender, se necesita a veces años, aunque a veces, por el grado de transparencia y lealtad que se guarde entre amigos puede demorar menos el tiempo de saber que ya son amigos. Ello no tiene un tiempo definido, se produce cuando uno menos se lo piensa: de repente ya te sientes amigo del otro, aunque aquí vale remarcar que el otro debe sentir lo mismo. La amistad es un momento de misterio (de ida y vuelta) que en el momento menos pensado aparece la magia de “la amistad”. Hay otros factores, pero uno de ellos, importante para mí, es no aprovecharse del otro, ni mentirse, ni sacarse ventajas, por cierto. Ni ser oportunistas con el amigo. Finalmente, para redondear, otro elemento, es el que decía un revolucionario sandinista: al amigo hay que criticarlo de frente y alabarlo a sus espaldas. Decirse la verdad es la clave, al parecer, de todo este misterio. Me citas algunos nombres de supuestos amigos y quieres una apreciación breve de ellos. Sólo Juan Ojeda y Jorge Teillier fueron mis amigos. Ni Pablo Macera, ni Segisfredo Luza fueron amigos míos, sólo conocidos. Hablar de Ojeda y Teillier brevemente no tiene sentido: podría hacer un libro con cada uno de ellos. En el libro de mis Memorias “Mar de mis entrañas”, hay referencias a Ojeda y de allí se puede deducir nuestra amistad. De Jorge Teillier hay dos libros que pueden graficar nuestra amistad. Un libro que publicó el poeta chileno Álvaro Ruiz titulado “Jorge Teillier: correspondencia con Juan Cristóbal” y el libro que publicamos al alimón “La isla del tesoro”, que ya va por la 4ta. Edición. Allí está escrito todo. Con Pablo Macera y Segisfredo Luza nos conocimos en momentos y lugares diferentes. Con el primero en la Universidad de San Marcos y luego en la casa de un amigo donde nos reuníamos todos los sábados, allá por los años del gobierno de Fujimori y al cual Macera criticaba fuertemente, hasta que de pronto se sumergió en el charco del fujimorismo. Le envié una carta pública que salió en el semanario “Liberación” que dirigía César Hildebrandt por entonces. Después ya no lo volví a ver. Y a Luza lo conocía en la cárcel y después fuera de ella. Al final terminamos totalmente enemistados por todas las cosas que sabía hacía en el gobierno, como los psicosociales. Fue el maestro de Montesinos. Con los dos guardábamos cierto grado de acercamiento, pero no había amistad, ya sea, correspondencia mutua de conocimientos, ya revelaciones y secretos personales.

No creo que la generación del sesenta exista mas comparto la idea de que hubo dos periodos importantes en nuestra tradición poética, el tándem de las décadas del 20 y el 30 más el del 60 y el 70, estos lapsos de dos décadas, hasta el momento, irrepetibles, por lo menos sirven para comprender mejor el proceso de nuestra literatura que el facilismo de atribuir a cada década una generación. En este sentido, ¿te sientes cercano al proceso creativo o al proyecto poético de otros contemporáneos tuyos. ¿Indistintamente de si son sesenteros o setenteros?

La poesía es un misterio, un acto de magia, de revelación profunda y personal, por lo tanto, no está atada a ninguna generación. A lo que podría atarse la poesía es al contexto social y moral y psicológico en que se mueve y vive el poeta, y a sus diversas y múltiples experiencias por las que haya pasado y vivido y cómo las ha asumido, de acuerdo a su desarrollo, conocimiento y confrontación personal. No todos reaccionan o piensan de la misma manera frente a un hecho determinado aun siendo de la misma generación. Por ejemplo, Javier Heraud y Rodolfo Hinostroza. Ambos tuvieron actitudes diferentes frente a la Revolución Cubana, frente al deseo de cambiar su país.  Por lo que, si bien el término “generación” ayuda para ciertos momentos de una apreciación o crítica literaria, no sirve para otros momentos. Que cada quien la sepa utilizar de la mejor manera posible, sin tratar de sacar ventajas. En cuanto a mí, yo me siento que pertenezco a la generación del 60 por todo ese contexto social y moral en que se movilizaba: revolución cubana, los movimientos sociales campesinos liderados por Hugo Blanco, las guerrillas del MIR y del ELN, la lucha contra el APRA, los hippies, los beatniks, la revolución argelina, la guerra de Vietnam, la historia de la guerra civil española y sus cantos rebeldes, el feminismo que se abría a pasos agigantados, la revolución sexual y algunos otros hechos históricos que se me escapan de la memoria. Por lo que mi desarrollo literario siempre fue, pensando más en la realidad, en la esperanza o desesperanza, que en una tendencia definitoria. Era lo que yo sentí y vivía en ese momento. Si alguien me encasilla en alguna tendencia o casillero, allá él, felizmente ya no hay carteros, solo carteristas. Yo no me lo podría explicar. Además, quien lo haga, tendría que conocerme, porque lo que no forma parte de mí no está en mi poesía, aunque la poesía siempre este cargada de libertad. Pero de libertad bajo palabra.

Juan Cristóbal es imposible hablar contigo y no tratar el tema político. Este aspecto es tan extremo que salvo por tus poemas de tendencia más teilleriana o surrealista, toda tu obra tiene una carga política importante sobre todo a partir de la Saga de la Desesperanza y el Absurdo con, la que podemos disentir en su forma, pero a la que debemos atender como quizás la única reacción poética que intentó condensar el sentido de época que tuvo el Fujimorismo. Me comentaste en alguna oportunidad, que ese proyecto partió de la caída que significó el viraje fujimorista de Macera. ¿Crees que es tu obra más ambiciosa? Coméntanos lo que gustes al respecto.

Como dije anteriormente, toda mi poesía, incluso esa que tu llama “teilleriana o surrealista”, ambas tan diferentes, siempre partió de la realidad, de un hecho real que me pasara, por lo tanto, toda mi obra puede ser vista también con una carga social que trataba de expresar, más social que políticamente. Incluso la Saga a la que haces mención tiene la misma tendencia, tal vez sea más explícita la desesperanza social (por el momento que pasábamos, en el que podemos incluir el viraje de Macera y tantos más, incluso izquierdistas de la línea guerrillera) que una expresión política como planteamiento exprofeso. Nunca intenté hacer una “poesía política”, pues siempre que intentaba hacerlo me convertía en un panfletario. A lo que más que llegué fue a hacer poemas a líderes que admiraba: al Che, al tío Ho, a Fidel, a Roque Dalton, a Javier Heraud, a Luis de la Puente, a Máximo Velando, Victoria Navarro y otros más, con los cuales armé un libro titulado “Celebraciones de un cazador”, que intentaba rescatar no una posición política, sino sus rasgos humanos y revolucionarios más importantes, es decir, sus subjetividades personales. Con ese libro gané un segundo premio en El Salvador, concurso convocado por “El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional”, cuyo premio era que los mejores poemas serían leídos en las trincheras de combate. Para mí, ese premio, tuvo más importancia que el Premio Nacional de Poesía, 1971, que compartí con Fernando Vidal. El Jurado de ese Concurso eran, entre otros, Luis Emilio Pacheco, Nancy Morejón, Fayad Jamis. Jurado de lujo, como se diría ahora.

Siempre enalteces a Juan Ojeda, quien sin duda fue un gran poeta, y arguyes que ha sido indebidamente desplazado del canon por poetas que fueron menos intensos, por decir lo menos, como Cisneros o Hinostroza ¿cuál es el fundamento de esa crítica? ¿acaso crees que te compete un caso similar?

En términos de gustos y apreciaciones literarias es muy difícil ponerse de acuerdo, pero si tener una opinión. Para mí, como lo he dicho infinidad de veces, Juan Ojeda es el mejor poeta de la generación del 60 hasta la fecha, más allá de Cisneros o Hinostroza. Su poesía llena de una profunda reflexión sobre el ser humano, sobre la sociedad en que vive, me parece que marca un hito importante en nuestra generación y en las futuras. A mí no me compete decir más allá de lo que siento y entiendo. Cada quien tiene y enfrenta el camino que la poesía y la vida le ha trazado. Y uno tiene que respetar ese criterio, aunque no se esté de acuerdo.

¿Qué poetas, además de Ojeda, te parece que han sido indebidamente relegados del canon vigente? ¿Chocano?

Chocano tuvo mucha vigencia, pero para mí, pasó ya de lado, no sé en que bosque estará. Creo que hay poetas no lo suficientemente valorados, citaré algunos: Leoncio Bueno, Mario Florián, Manuel Moreno Jimeno, Xavier Abril, Magdalena Chocano, Juan Ojeda, Cesáreo Martínez, Julio Nelson. Y bueno, algunos otros más que han sabido domar a la fiera, pero son unos perfectos desconocidos.

¿Consideras que la literatura peruana no te ha brindado el lugar que te mereces?

Yo tengo el lugar que me merezco: una casita en San Miguel, cerca de la Huaca Huantile donde conocí muchos amigos, especialmente a un gasfitero llamado Blas, al que le decíamos “viejo Blas”, por lo sabio que era. Era como el Apu mayor. Más, no creo merecer. Carmen, mi esposa, es más de lo que puedo meritar. Mis hijos y nietos son también merecimientos que sobrepasan la ya larga existencia de mi vida, tal vez por eso vivo ahora mirando para atrás: películas mudas, el fútbol de Garrincha, Pelé, Guillermo Delgado, Alberto Terry, Tito Drago, los juegos infantiles, todo lo cual no signifique que no me gustan cosas actuales, especialmente en lo deportivo, en los descubrimientos culturales, las películas de Al Capone, las de misterio, la música de Dámaso Pérez Prado, la salsa de Lavoe, de la Sonora Matancera, los valses de Pinglo, Manuel Acosta Ojeda (todos ellos tan vivos y presentes) y algo que descubrí hace poco: que tengo ciertos poderes para conjurar los malos deseos, los poderes del miedo. Creo que me animaré, ahora que ya no escribo, a poner una oficina que diga: “Se ahuyenta el insomnio y los pesares”. Me imagino a muchos hombres de izquierda y poetas vanidosos desfilando por mi futuro consultorio, donde la lluvia y el silencio sean los remedios predilectos, al igual que el eterno fuego del suicidio.

¿Qué opción tiene la izquierda en este país cuando ni siquiera se recurre a los viejos militantes como tú a cuenta de recibir el estímulo de su férrea experiencia?

La izquierda tuvo un momento de auge importante, después de Mariátegui: cuando se formó la IU y el Ari, después todo, por vanidades, egos, orgullos absurdos, se fue al fracaso. En cuanto a mí, yo puedo decir algunas experiencias que viví y las digo en mis Memorias, pero como decía Benedetti: “yo sigo militando en el comunismo desde la desesperanza”. Ojalá que algún día la izquierda sea otra y nos vuelva a la historia, a la verdadera historia. Pues ahora estamos un poquito más abajo que el abismo.

Tras cincuenta años de ejercicio poético ininterrumpido y casi tantos de militancia izquierdista ¿qué conclusiones puedes ofrecer basado en esa experiencia respecto de la poesía y la política?

Ni la historia política ni literaria se puede evaluar en 50 años, más o menos vividos, donde se vivieron tantos errores, traiciones y decepciones, tanto personales como de otros. Si pudiera hacerlo, con la mayor honestidad del caso, tendría que comenzar con los errores, traiciones, indolencias y decepciones que cometí. Y ese balance ya lo hice para mis adentros, y sólo te digo: no salgo bien parado. Por eso es que me gustaría que cuando “cruce la otra orilla” nadie me recuerde, que me olviden en el más absoluto anonimato y silencio. Recuerdo que en una entrevista que hizo la revista y semanario “Cambio”, respecto a nuestro pensamiento sobre la acción de Javier Heraud, yo dije que “era un traidor, pues debí y debíamos (los de mi generación) haber continuado ese gesto heroico de Javier”. Eso está escrito.

Durante 50 años has padecido dos obstrucciones gravísimas para un hombre honesto en este país respecto de enriquecerte económicamente porque has sido, eres, comunista y poeta. ¿No crees que has abandonado demasiadas oportunidades de progreso material por haberte trazado esta ruta tan sacrificada? ¿Tus opciones políticas y poéticas tienen alguna justificación común?

No me arrepiento de haber enfrentado y decidido, en varias oportunidades, lo primero que señalas, porque todo fue decidido conscientemente, para tratar de desarrollarme como un ciudadano honesto y dar testimonio de lo que vi y cómo lo vi y sentí. En cuanto a si mis opciones políticas y poéticas tienen alguna justificación común, claro que la tienen, pues poesía y política no están separadas ni tienen objetivos diferentes pues ambas luchan contra un enemigo común: el tiempo, es decir, la muerte. Lo que uno piensa en términos sociales, si es honesto, eso se refleja en la poesía que escribes. Quien no lo hace y trata de meternos “gato por liebre”, no sólo se engaña él mismo, sino que su poesía sale tan llena de baches y mentiras que es mejor ni siquiera leerla, y eso se nota, especialmente en la parte que tiene que ver con la verdad de los sentimientos que tratas de expresar, más que en las ideas, porque en las ideas puedes engañar, pero en la parte subconsciente del escritor, lo que expresa desde esa situación, nadie puede llevarnos a engaño. Y como sabemos, en el medio literario, hay muchos mentirosos.

¿Cuál es tu relación con el país luego de tantos años de lucha política y literaria? Es decir, ¿ qué alternativas de futuro le das a un país que hundió cada uno de las potenciales transformaciones que ofrecieron movimientos como el APRA auroral que fue dejado de lado por el viraje del mismo Haya en un lapso que no excede una década; el MIR y las guerrillas aplacadas abruptamente por Belaunde; Velasco, con todo y sus errores, defenestrado por Morales Bermúdez; la falta de cohesión y de dirección de la izquierda ni bajo la ARI ni bajo la Izquierda Unida y que prosiguió su hundimiento no sólo durante el Fujimorismo sino en el curso de los supuestos gobiernos democráticos que siguieron conforme ha acreditado el Caso Odebrecht ?

R: Lo que me deja el país, en lo político, después de los años que he vivido, que ya van por los 76, es, en su mayor parte, de una gran desesperanza. Me da la impresión de haber vivido en una país lleno de muertos o de alma en pena, que no saben ver su realidad, que no tienen la valentía de autocriticarse, que sus errores son “una vuelta de página” y siguen el camino como si nada hubiese ocurrido (como en el caso de la traición permanente de Haya de la Torre). Creo que hay mucho por hacer. Comenzando por reconocer sus mentiras y falsedades, sus falsos orgullos y vanidades. Si se comenzara por esto, tal vez en el futuro podríamos ver una izquierda diferente. Comenzado por lo dicho y para que esa nueva izquierda se muestre posible es indispensable conocer su realidad, su honda y dramática realidad que es el país en sus múltiples sangres y culturas. En lo literario, hay mucho de lo político, pero tiene una ventaja, que la poesía está cargada de realidad, en si misma está cargada de realidad, y la mayor parte de las veces esa realidad es la infancia, por eso lo importante aquí es entender esa realidad y transmitirla de la manera más profunda posible, sin aceptar sus valores establecidos. De allí que muchos poetas que no quieren enfrentarse a su realidad optan por el camino de la irrealidad o la abstracción. Por eso, al final casi de mi vida, me doy cuenta, que tal vez escribí todo lo que he escrito para no entrar solo al cementerio. Termino diciéndote, lo que afirmaba el gran Antonio Machado: “la poesía sólo es verdadera si tiene algunas palabras y sentimientos verdaderos”. En síntesis: saber que el poeta dice la verdad.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version