Javier Ramos Cucho llegó a Lima a los siete años huyendo del terrorismo y la violencia política. Siendo quechua hablante tuvo que enfrentarse a una sociedad también violenta pero a otro nivel, y la fue entendiendo poco a poco, alimentándose de sus imágenes, colores, alegrías y miserias. Este aprendizaje fue madurando con el tiempo y encontró en el arte su mejor forma de expresión. Con diez exposiciones individuales y numerosas colectivas nacionales y extranjeras, este pintor e ilustrador egresado de Bellas Artes, ha conseguido en pocos años hacer visible su obra en el circuito artístico limeño. “Dibujos”, su última individual -que pueden ver en “La tostaduría Bisetti” (Av. Pedro de Osma 116, Barranco)-nos invita a conocer un poco más del artista plástico que tiene un compromiso sólido con lo que más le gusta hacer: pintar.
Artista plástico Javier Ramos Cucho (Foto: Facebook).
¿Cómo nace la idea de exponer esta vez solamente dibujos?
“Dibujos 2014” corresponde a –valga la redundancia –dibujos que hice durante los últimos 3 meses con estilógrafos donde predomina el color rojo en alusión al verano, al fuego, o la emoción que te transmite la energía del color, todas las obras están hechas en tinta china sobre papel algodón.
¿Por qué “Dibujos” y no un título más marketero?
Porque los hice a manera de un diario gráfico, no como una idea conceptualizada y complicándome en enfocar un tema específico. Me gusta dibujar mucho, comparto la idea de que las obras tienen que ser fragmentarias, deber tener sus antagónicos: yo siempre coloco algo pequeño con algo grande, algo hermoso contrapuesto con algo grotesco, me parece que así el cuadro termina de acomodar bien en el espacio. En ese sentido “Dibujos” es una colección de ilustraciones que se fueron sucediendo durante el tiempo en la conciencia. Hay muchas situaciones que se presentan ilustradas que se reflejan en la memoria.
Tienes una paleta interesante, las tonalidades que has conseguido madurar se comunican con lo que quieres decir, hay además un equilibrio en los colores que usas.
Siempre que me preguntan sobre el color, respondo que mi paleta es del Mercado Central. Soy un migrante, he vivido 7 años de mi vida en Ayacucho, en Lucanas, Pampamarca, y el resto en Lima. Tengo el azul intenso del cielo serrano y el gris de Lima, y en Lima he vivido en barrios populosos donde la cultura chicha está presente en ideas. Yo creo que es necesaria la libertad en el mundo del arte. Uno puede hacer un arte “comprometido”, de performance, contestatario, como les guste, pero hacerlo bien. Entonces, en lo que a mí se refiere, en mis colores trato de trabajar muchísimo esa fuerza que puede transmitir el amarillo, el rojo, el azul, colores que encontramos en las sombrillas del Mercado Central, en los afiches de las carreteras.
Cuadro: Ilustración, de Javier Ramos Cucho.
¿Cómo van naciendo las ilustraciones, cómo planteas tus trazos?
Mis trazos no son corregidos, siento que hay mucho que decir y por eso no boceteo nada, porque para mí no funciona, el dibujo pierde frescura, pierde vida. Al no bocetear, los trazos “imperfectos” producen una sensación agradable. En el mundo de la videocracia, donde se tiene todo calculado, mis dibujos no entran. Por eso mis influencias vienen de la literatura, el surrealismo, el absurdo y los noticieros. Es un poco transgredir las figuras. Yo creo que la única forma de generar una imagen remarcada, distinta, es transgrediendo la figura.
No encontramos en tus obras esa reminiscencia de lo andino como motivo.
Yo siempre he tenido esa cuestión de que como vengo de la sierra, “tengo que” reivindicar la cultura andina como regla general, un compromiso de origen, una deuda histórica. Lo hice, pero me fue mal, me quedaba estático: amaba por obligación, quería por imposición. Entonces tuve que reorganizar todo y me di cuenta que me interesa el ser humano como una entidad conflictuada y única. Y esos mecanismos que se ven en mis ilustraciones y mis cuadros, al interior del ser humano, es una forma de demostrar lo complejos que somos y lo distintos que nos vemos. Estos dibujos son en realidad “sistemas” del 2014; yo no soy un pintor o un ilustrador de hace quince años, soy un pintor del presente. El futuro para mí es imaginario. El arte social pierde belleza por el contenido, se subordina a una idea y cuando algo se hace sin pasión, no se hacen cosas buenas. Recuerda a Banski, a pesar de su estética del grafiti, sus mensajes son muy fuertes y directos.
Las imágenes de tus cuadros o ilustraciones son bastante bien recibidos por el público ¿has pensado en comercializar tu arte en otros niveles? ¿Crees que funcionaría?
Recuerdo haber visto un artista muy conocido en Lima, abrir una tienda en Cusco y fracasar. Cherman, por ejemplo, tiene toda una iconografía que funciona muy bien en Lima, pero en otros lados fracasa terriblemente ¿cuál es el problema? ¿Educar al público o educar al ojo? El mensaje siempre está en la imagen.
Me refería al ejemplo de que muchos artistas se fueron hacia la estética chicha porque estaba de moda y porque vendía bien.
Mira, yo no puedo ganar ningún concurso. Cuando me preguntan a qué me dedico respondo lo mismo: soy ilustrador, soy pintor, soy un artista plástico. Lo único que tengo en mi vida es mi dibujo, todos los días dibujo, todos los días pinto. Al día siguiente que presentamos en “Tostaduría” me preguntaron si había vendido algo ¡y no lo sabía!, creo que el día en que uno empiece a pensar una muestra en función a las ventas, comenzarán también las decepciones.
El pintor en su taller, durante una entrevista periodística.
¿Vives de tus cuadros?
Yo vivo de la venta de mis cuadros, no vendo muchos ni tan rápido como a veces espero, pero cuando vendo alguno, de vez en cuando y cuando puedo, ahorro hasta el siguiente cuadro. Cuando empecé en Dédalo (su segunda individual) vendí 21 cuadros de 25. Para mí fue lo máximo: recién salido de Bellas Artes y con ese éxito repentino; aunque mis cuadros no son caros, un cuadro de 1 m. x 1 m. cuesta 600 dólares, no es mucho si lo comparas por ejemplo con un cuadro de Llona, que debe estar en 20 mil dólares; yo no vendo mucho, pero me gusta y me encariño con lo que hago y con lo que ofrezco. Tengo muchos cuadros en casa que están ahí, para mí. Pintar me hace feliz pero no en todo, es decir: si me comparo con personas que tienen otros oficios mejor remunerados, no podría medirme: estoy en deuda. Pero si veo mis momentos de realización, sé que puedo tener momentos felices, y soy consciente de que aún debo mejorar más mi técnica, viajar, exponer fuera. Mostrar mi arte. Simone De Beauvoir decía que cómo era posible comparar la felicidad de una madre de casa con la felicidad de una abogada. No hay forma. No me considero un mediocre, sé que estoy yendo por el camino indicado (eso debería hacerme feliz ¿no?).
¿Cómo nacen las ideas para tus cuadros, de dónde nacen las imágenes?
No lo vas a creer pero siempre me preguntan “¿en qué te inspiras?”. Yo no me inspiro en nada, no tengo musas. No puedo pintar cuando estoy triste o demasiado alegre. Tengo que estar muy ensimismado y pleno de mi conciencia. Eso de pintar borracho o fumado te lleva a pintar pachotadas. No soy un genio, tampoco. Me esfuerzo en pintar y dibujar bien, reconozco esas deficiencias y cuando veo que algo me sale mal, siento que he perdido el tiempo y eso sí me fastidia, aunque tampoco me voy a cortar una oreja.
Trabajas con trazo directo ¿no corriges usando tecnología?
Un amigo mío, cada vez que le salía mal algo, lo acomodaba todo escaneando la imagen en la computadora. Yo no puedo hacer eso. Prefiero que haya un collage de papel a que haya una parte que no me guste. Así puedo defender mi trabajo. No soy dueño de lo que entiendan las personas al ver mis imágenes, algunas veces pueden ver cosas que yo no puedo, y eso me retroalimenta.
Y luego de exponer, de ver tus cuadros siendo observados (algunos comprados) ¿qué emoción te embarga? ¿Vas pensando en lo que viene?
Por lo pronto me siento vacío. Es como haber hecho una introspección y haber conseguido dejar el costal vacío. Después te preguntas ¿tanto trabajo para eso?
Javier Ramos Cucho trabajando en su taller.
¿Alguna vez te han dicho que tu pintura se parece a la de José Luis Carranza en el hecho de la desfiguración del rostro?
No me lo habían dicho, pero mira, somos de la misma promoción. Me han dicho que se parece a lo que hace Angeline Barnadas, que es una escultora que hace cosas parecidas a las mías. Hay cosas que se hacen en Europa que se parecen mucho a las que se hacen acá por artistas que jamás se han visto o conocido de sus obras, es simple coincidencia. Borges decía que había una biblioteca universal donde es totalmente probable que una sola frase se haya hecho por diferentes autores, pero le pertenecerá al que la haga más famosa. En la pintura y en la gráfica pasa lo mismo con algunas escenas, solo que alguien tiene la posibilidad de mostrarla más, lo que finalmente expresa lo que sentimos como seres humanos. Efecto google, le dicen ahora; con las redes sociales todos ponen cosas en los muros, imágenes, cambiamos constantemente y esos cambios tienen siempre lados positivos y negativos. Hay que adaptarse inteligentemente y con capacidad de análisis.
Muchos críticos y curadores están desplazando la pintura por las instalaciones, qué opinión tienes al respecto.
Eso pasó con el grabado y la imprenta. No tengo nada en contra de las instalaciones siempre y cuando estén bien hechas, bien orientadas. Pero lo mío, mi forma de expresión, es la pintura y la ilustración. Mientras más florezca la manera de expresarse del ser humano, todos aprenderemos más, tu abanico de nutrición estética será más amplio. Lo que me parece retrógado es que un par de formas de arte gobiernen sobre el resto, estoy en contra de esos monopolios y de los chauvinismos y la falta de técnica, del arte mecánico que se convierte en un arte por agradar, sin emoción.
La opinión de los críticos es entonces importante.
Nunca las he tenido (ríe), pero claro que importa, seamos francos, es de mediocres no reconocer la opinión de las personas, si alguna vez me dicen algo bueno o malo, lo agradezco, finalmente quiero comunicar algo y quiero saber, por eso mismo, si lo conseguí o no. Antes me afectaba la falta de opinión de los críticos, ahora sobrellevo eso con más dignidad (risas). Una vez hubo una reunión de críticos en Bellas Artes, Búntix dijo que era cierto: las argollas existen, ellos deciden qué les gusta y qué no. Y si alguien está en esas argollas pues bien por ellos. Yo tengo diez individuales, algunas veces me ha favorecido la prensa, otras no. Pero eso no me hace desconocer que soy un artista plástico de Bellas Artes, no dibujo para la prensa, lo hago porque creo que puedo crecer con el arte; no dibujo para ser millonario pero sí para vivir. Dibujo un poco además para mi familia, que no está vinculada para nada al arte, dibujo también por joder, porque nunca me tuvieron fe. Pero si algún día viene un crítico a invitarme a mostrar mi trabajo, lo voy a hacer, pero sin desconocer todo lo que me ha costado esto. Se pueden hacer muchas cosas fuera de las argollas, he expuesto diez individuales: esa es una prueba de que se puede. Son ocho años ya, y poco a poco todo va alcanzando un ritmo natural. Así han pasado las cosas en mi vida, en ese ciclo dinámico.
Debe ser también porque tus imágenes se comunican perfectamente con quienes las ven.
Ocurre que hay historias detrás de cada cuadro. Llega una persona a mi taller, ve un cuadro “X” y sabe que es para cierta persona, a quienes no conozco mayormente. “Ese cuadro lo puede tener mi novia, mi amigo, mi padre”, así pasan las cosas. Sé dónde está la mitad de mis cuadros, la otra mitad no sé. Mis cuadros no son de consumo masivo, eso es lo extraño, pero siempre llegan a su dueño.
«Laberinto», de Javier Ramos Cucho.
Tienes mucha influencia del surrealismo.
Mis referentes son épocas, el surrealismo, el dadaísmo, el abstracto, que es el “antes de”, como si mi vida aún no concebida fuera parte de esas épocas. Me gusta también lo clásico, el manierismo, el expresionismo alemán, con el trazo tan rápido donde el instinto te permitió ponerlo ahí para ver luego si funcionó. El minimalismo también es interesante, a veces esos cuadros son como poemas donde quien ve la imagen pone la última palabra, y entonces lo hacen suyo. Me gustan Gerardo Chávez, Huanchaco (que tiene una técnica espectacular a pesar de que lo critiquen porque utiliza proyectores pero desconocen el trabajo que involucra eso), Mateo Cabrera también es interesante.
Ahora que mencionas a la poesía, tú tienes muchos amigos poetas. ¿Cuáles son tus poetas favoritos?
Eielson, Eguren, Vallejo, Luchito Hernández… son muchos, en realidad. La poesía es el mejor alimento para el alma.