Cultura

Hacia el primer centenario del nacimiento del artista plástico peruano Óscar Allain 

Lee la columna de Raúl Allain.

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Dios mediante, el día próximo 19 de septiembre de este año, el pintor nacional Óscar Allain Cottera (Lima, 1922) –considerado el decano de los pintores y patriarca de los criollos del Perú– cumplirá cien años de existencia. 

Me tomo la libertad de comentar hoy sobre la vida y obra de mi abuelo por línea paterna porque es de interés público destacar a un reconocido artista plástico peruanista, quien es también poeta y escritor, tal como se aprecia en sus libretas de apuntes personales donde plasma también su literatura personal que, al igual que su pintura, es expresión profunda de su alma. 

Hoy por hoy, es uno de los peruanos vivos más destacados y en la historia de la plástica peruana su obra representa el alma nacional. El primer centenario de su natalicio debe ser una oportunidad para una larga reflexión sobre la pintura en el Perú y el reto de integrar a todos los pueblos originarios dentro del imaginario colectivo nacional. 

Según el literato Daniel Mathews Carmelino: “Es un lujo tener una larga vida. Uno puede ver mucho en ese transcurrir. Por ejemplo, si queremos saber cómo era la fiesta de Amancaes quizá lo mejor sea buscar a Óscar Allain para que nos la cuente. O simplemente buscar el cuadro en que nos la pintó hace ya varios años”. 

Los cuadros de Óscar Allain nos muestran una cara del Perú profundo, el de los pueblos y pobladores de la costa: paisajes, personajes, picanterías, pescadores artesanales, floristas, vendedoras ambulantes, músicos, jaranas criollas con guitarra y cajón, danzantes de marinera, mercados populares, caminantes… Todo ello con un estilo muy personal, de pinceladas fuertes, delicado cromatismo y estilización de la figura humana. Aquello configura lo que el artista denomina simplemente “pintura peruanista”. 

Fue discípulo del legendario Alejandro González Trujillo, “Apu-Rimak”, quien fuera su maestro en la centenaria Escuela Nacional de Bellas Artes como parte de la llamada “generación dorada”. Su concepción estética revela una ferviente representación del Perú, capturando con su prístino pincel la intensidad cromática y esencia de nuestro sentimiento popular. 

Criollos en busca de aguadito.

El historiador, poeta y periodista Humberto Pinedo escribe sobre el artista plástico: “Óscar Allain es un pintor paradigmático, testimonial y muy expresivo con lo nuestro. Al observar sus cuadros ingresamos a un mundo lleno de colores, semblantes, personajes. Todos conocidos, pero ignorados por un sector considerable de la radiografía nacional. A excepción de Pancho Fierro, Francisco Lazo, José Sabogal, Teodoro Nuñez Ureta, cada uno pinta a estos hombres de los pueblos con sus sinsabores, sus trenzas, sus sombreros y sus sentimientos son particularmente peculiares. Por eso al pergeñar algunas líneas sobre este viejo saurio de la pintura recorremos con originalidad todas estas huellas de nuestras emociones y reacciones sociales, regionales o culturales.” 

Campesinas.

En mi modesta opinión, en eso radica la importancia de la obra plástica de Óscar Allain, quien recibió las Palmas Artísticas en el Grado de Gran Maestro y la Medalla Cívica de la Ciudad de Jesús María por su extraordinario aporte al arte y la cultura. Personalmente opino que el Estado peruano debería concederle la Orden El Sol del Perú. 

Ante la pregunta sobre su obra plástica en el tema peruanista Allain expresa: “Cuando empecé a exponer me incliné especialmente por los temas lambayecanos. Como viví en Chiclayo, allí vi por primera vez las vendedoras de cachemas, que iban con una lapa (una tajada de un mate grande) y allí llevaban panquitas de life, y en la mano llevaban cabrillas, las embadurnaban con arena, como recién salidas del mar. Mi padre me llevaba a las picanterías y a las caletas de Santa Rosa, a Pimentel, San José, y todas esas imágenes se quedaron en mi cabeza. Y leyendo el libro ‘La feria de los romances’, de Nicanor de la Fuente, me inspiré más en esos temas”. (https://tinyurl.com/2c84s8yv)  

Su casa-taller en Jesús María, rodeado de sus cuadros, óleos y pinceles, sus libros y cuadernos, es un universo personal donde el artista se recrea, todavía pintando, escribiendo y leyendo poesía. Hay mucho por hacer para seguir difundiendo su obra, y pienso (me atrevo a soñar) en la creación de la Fundación Óscar Allain y el Museo Óscar Allain para que los peruanos podamos tener mejor conocimiento de su obra pictórica, actualmente en colecciones privadas peruanas y extranjeras. 

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