Grupo Wagner: los mercenarios neonazis rusos de Putin
Junto con la prostitución, el oficio de mercenario es el más antiguo del mundo. Desde Ucrania hasta Siria, de República Centroafricana a Venezuela o Sudán, la presencia de este ejército privado ruso es cada vez más notoria y protagónica en el mapa geoestratégico global a través de guerras híbridas. Sin embargo, su motivación parece ir más allá del dinero.
A diferencia de las fuerzas regulares militares, con los militares no se puede hablar en términos de héroes o villanos.
Hemos oído tantas veces está palabra, mercenario, que cabe una definición histórica más clara, tomo la del curador y erudito Jorge Villacorta, “El mercenario original hacía la guerra en nombre de algún señor foráneo y por dinero, allá por los siglos XV, XVI y XVII. Esta especie de soldado apátrida por sentido práctico, siempre listo a ofrecerse a guerrear a destajo, ha dejado una estela de imágenes que emergen en el habla diaria. Ahora se dice que alguien que cobra exorbitantemente por hacer cierto trabajo, interesado solamente en sacar mayor beneficio personal posible (…) En el campo del sexo, el deseo es mercenario”.
Y precisamente eso es el mercenario contemporáneo ruso. Todo tiene que ver con el sexo. Todo menos el sexo, el sexo nunca tiene que ver con el sexo, el sexo tiene que ver con el poder.
En 2019 Reuters dio la alarma en la región cuando informó del envío de 400 rusos a Venezuela para proteger el régimen de Maduro. Ese cuerpo expedicionario no era una fuerza oficial rusa, sino contratistas privados de una empresa rusa llamada Grupo Wagner. Sus miembros suelen no ser menores de 30 años, sus oficiales son oficiales retirados con experiencia en guerras como Afganistán o Chechenia. Esta claro que la testosterona es lo que menos falta.
Algunos periodistas e investigadores catalogan a este compañía privada de seguridad militar como el “creciente poder suave” de Rusia, sobre todo en espacios fuera del área de influencia del Kremlin o donde podría chocar con los intereses de la OTAN. Cómo fuerza privada sus acciones no pueden ser responsabilidad al Kremlin por más nexos que infieran algo más que un reprecho. Por ejemplo el fundador del Grupo Wagner y líder del mismo fue condecorado en una ceremonia oficial dónde estaba Putin junto a otros veteranos y militares rusos.
Actualmente está fuerza es crucial para llevar la balanza en favor de los intereses rusos como es el caso de Libia, donde su presencia es cada vez más notoria, o en Siria donde su presencia determinó en parte el triunfo del régimen de Bashar después de una década de guerra civil.
En una entrevista a supuestos miembros de Grupo Wagner les preguntaron cómo entrenan. Uno de los entrevistados solo respondió “No hay problema, la guerra enseñará”. Para los novatos sin mayor experiencia en una guerra lo crucial es ser prácticos. “No somos como esos locos ideológicos de primera ola que se lanzan a morir, nosotros somos profesionales”, respondió un mercenario de Wagner sobre la experiencia de la guerra en Ucrania donde fueron cruciales en el apoyo al separatismo proruso de las regiones orientales.
Los mercenarios rusos no son una novedad, ya existieron otras organizaciones desde mucho antes que funcionaban igual, el caso de Wagner es especial, tiene un alcance global y geoestratégico cada vez más grande, y una fama lejos de lo discreto combinada con un aura sexy de fuerza y misterio que lo vuelve más fascinante a la hora de reclutar carne nueva. Pero no todo es color de rosa.
A diferencia de cualquier otro oficio, el del mercenario literalmente se juega la vida y su número de bajas en ocasiones puede ser mayor a la de un cuerpo regular, además de que la condición de mercenario es ilegal internacionalmente así como tampoco está protegida por el pacto de Ginebra. En resumen ser mercenario es pelear muchas veces sin tener quien te cubra las espaldas. Tal vez por eso un mercenario es más efectivo y cruel a la hora de alcanzar resultados. Si gana tiene su paga, si pierde no habrá otra batalla.
Las muertes de los mercenarios
Fontanka, un periódico independiente de San Petersburgo, ha publicado una investigación sobre las actividades y muertes de los “contratistas militares privados” (PMC) rusos en Siria y Ucrania. El documento estudió un grupo conocido como ChVK (PMC) Wagner, formado a partir de los restos del “Cuerpo eslavo”, una unidad mercenaria que luchó en Siria en 2013.
En sus investigaciones no pudieron cuantificar el ranking de bajas de estos cuerpos expedicionarios privados rusos en el extranjero. Ni cuál es la cobertura en salud o beneficios para las viudas. Solo se tienen rumores. A veces de una pequeña ciudad industrial rusa reclutan 50 hombres y no vuelven dos, otras veces reclutan 60 hombres y solo vuelven vivos dos. Algunos informes más precisos señalan que de una compañía de 93 hombres enviada a Siria en septiembre del año pasado, solo un tercio regresó ileso en diciembre, esto según testimonio directo de uno de los sobrevivientes. Se mantiene tanto el secreto que muchos combatientes del grupo ni siquiera conocen los nombres, y mucho menos los apellidos de sus compañeros de pelotón. “La curiosidad no es bienvenida”, dice un ex combatiente. Cómo sea es difícil saber mucho, quizás si un poco más de sus orígenes.
Según Fontanka en el centro del grupo está Dmitry Utkin, un teniente coronel de 46 años que terminó su servicio profesional en el 700° Destacamento Independiente Spetsnaz de la 2° Brigada Independiente de la temible GRU (inteligencia militar, mucho más letal y con peor fama que la antigua KGB) en 2013. Utkin luego se fue a trabajar para el Moran Security Group, un PMC turbio con sede en Moscú cuya estructura de propiedad en el extranjero lleva a Belice y las Islas Vírgenes Británicas.
Utkim es un caso curioso. Sobrevivió a la desastrosa misión del Cuerpo Eslavo en Siria en el otoño de 2013 y reapareció en la región ucraniana de Lugansk en 2014. Aficionado, como dice Fontanka, a la estética y la ideología del Tercer Reich. Utkin asumió el nombre de guerra de Wagner en homenaje al compositor favorito de Hitler y se convirtió en el comandante de su propia unidad homónima. En Lugansk, era conocido por evitar un casco de batalla ruso moderno por un tipo de casco de carbón Wehrmacht de la Segunda Guerra Mundial.
Sobre el tamaño de las fuerzas de Grupo Wagner hay todavía más incógnita. La unidad es sorprendentemente grande. Un ex combatiente del grupo respondió cuando Fontanka le preguntó si había alrededor de 250-300 combatientes en la fuerza mercenaria. El mercenario respondió: «¿Estás bromeando? Piénsalo. Tres compañías de reconocimiento y asalto, cada una entre noventa y cien hombres. Tres pelotones con rifles sin retroceso y lanzagranadas automáticos: una compañía de apoyo de fuego. Una compañía de defensa aérea con Iglas. Una empresa de comunicaciones. Compañía de guardias. La unidad médica. Más personal de servicio civil. Sin civiles, seiscientas personas”. Y esto posiblemente solo para un destino militar. Wagner funciona cuando menos entre 3 y 4 países a la vez.
En Siria su actividad se resumía así. Van en la primera ola de ataque. Dirigen los aviones y la artillería, hacen retroceder al enemigo, a veces en luchas cuerpo a cuerpo. Después cuando ya el terreno está limpio, vienen alegremente las fuerzas especiales sirias (o del país anfitrión), y luego Vesti-24 [una estación de televisión estatal rusa] junto con otros equipos de televisión estatales con cámaras listas para entrevistarlos. Los mercenarios por lo general ni siquiera aparecen en la foto después de regar el campo con su sangre.
Los combatientes de ChVK Wagner supuestamente reciben unos 240.000 rublos al mes (unos 3.500 dólares estadounidenses). Sin embargo las ganancias varían: algunos estiman que el salario de un Wagner ordinario es de 150 mil rublos al mes, más una bonificación de hasta el 100%, por un viaje de negocios de tres meses puede ganar hasta un millón de rublos. El comandante de la compañía al mismo tiempo puede recibir hasta tres millones. Si antes era posible emitir un poder notarial para familiares que recibieron dinero en tarjetas, desde 2016 comenzaron a emitir solo en efectivo.
A los familiares de los muertos se les paga 3 millones de rublos cada uno, las lesiones se pagan de acuerdo con la cuadrícula: ligera – 30 mil, moderada – 50 mil, pesada – 180 mil rublos por un soldado. En una ocasión uno de los beneficiados del monto mayor se debió a tener todos los intestinos tirados. Pero él permaneció vivo. Por otro lado si alguien cambia de opinión en el proceso y decide no pelear, será trasladado al puerto para «tirar cajas», por 1000 rublos al día.
Según los excombatientes el dinero para el trabajo lo paga la parte siria, digamos el país anfitrión, todos los problemas financieros se resuelven a través de Euro Polis LLC, propiedad de las estructuras de Yevgeny Prigozhin, los salarios se pagan al llegar a Rusia en el mismo campo de entrenamiento de Molkino. Sin demora y honestamente: cumplidos tres meses y tres días. Si sobrevives, claro.
Los wagnerianos no se preocupan por su futuro en esta situación geopolítica: “Hay muchas guerras por delante, pronto estará Libia, y los wagnerianos ya están peleando en Sudán. Además, Putin les explicó a todos que se preparen, muchachos, —dice un combatiente—, refiriéndose al mensaje del presidente a la Asamblea Federal de 2019.
Sin embargo, los wagnerianos no quieren un choque directo con los Estados Unidos, dicen que cualquier país que entre en una guerra a gran escala hoy inevitablemente se quedará atrás en el desarrollo, incluso si gana. Pero «si tenemos que luchar contra Estados Unidos, lucharemos. Ellos no saben cómo luchar. Como dijo Putin, puedes inventar diferentes misiles, pero no puedes inventar personas como la nuestra. Nuestra gente sabe cómo sacrificarse a sí mismos».
Cuando Fontanka preguntó por qué los voluntarios se apuntaban a un cincuenta por ciento de posibilidades de ser heridos o asesinados por ese salario. Un mercenario que regresa respondió: “¿Has estado viajando fuera de San Petersburgo recientemente? Más allá de Moscú y San Petersburgo no hay trabajo en ninguna parte. Si uno tiene suerte -15-20 mil al mes no se considera malo, pero el precio de la comida- es como si viviéramos en la Antártida. Por eso hay cola para mercenario”. Pero quizá esa no sea la razón de semejante sin razón, la clave de los mercenarios, aunque sorprenda nunca ha sido solo por la plata, es más bien una cultura de la guerra que hay detrás, una forma de vida, la forma rusa de vida.
De ahí el éxito de una agencia de contratación militar privada no registrada. Porque nadie es tan pobre como para pelear por dinero o morir por respeto: es el oficio. Cuando San Antonio reprochó en la Italia del siglo XIII a un mercenario por seguir viviendo así, de matar al prójimo, y no dedicarse a otro oficio, el mercenario respondió, es todo cuanto se hacer. No sé cómo se usa una pala pero si una espada. Entonces, es una cuestión de oficio.
Si creciste con la guerra de Afganistán, de Chechenia, de Ucrania, no le pedirán a un mercenario que se ponga a hacer arreglos florales o llevar la contaduría de una empresa. El hombre de guerra es un hombre de guerra. Y sus motivos son algo que fluctúa en la transmutación de la necesidad en deseo y el deseo en costumbre. Porque no olvidemos, el mercenario es junto con el de puta, el oficio más antiguo del mundo.