Lunes 13, post partido. Mis ojos no pudieron terminar de ver el último penal, algo me decía que el final no iba a ser feliz, y así lo fue. Fue el síntoma de los 120 minutos: una moneda al aire, un pase mal dado, un disparo mal ejecutado, un compás averiado.
No hubo chocolate, ni café cargado en el entretiempo. Perú salió a disputar el encuentro como si ya estuviera ganado, y solamente eso era un trámite. ‘Aladino’, el que tantas alegrías nos dio durante las eliminatorias, se quedó atascado en el tiempo, en arenas movedizas, sin terminar de salir de su lámpara; y la ‘culebra’ Carrillo se quedó buscando el pase extra, pero sus descargas terminaron siendo solamente un amago de lo que fue.
En general todo el equipo se sintió ganador desde antes del pitazo inicial, y ese fue su gran pecado. Todos nos vimos en Qatar antes de haber disputado el partido, todos pensamos que en Australia se hablaba de todo, menos de fútbol, y así, con sus limitaciones, nos llevaron a su modo de juego. Terminamos jugando como ellos lo querían, sin imaginación, sin creatividad.
La experiencia del equipo peruano fue una estadística más; no se sintió el peso de los casi 100 partidos de la era Gareca. Australia nos planteó bien el primer tiempo, y el segundo solamente nos aguantó con lo que pudo. Y no fue necesaria la intervención milagrosa de su portero, Perú nunca terminó las jugadas. Nunca se atrevió a rematar al arco contrario.
Duele, y mucho. Al menos podré decir que vi a Perú en el mundial recientemente, que vi mi bandera, que vi mi camiseta jugando contra la mejor selección del mundo, pero ahora toca tragarme el llanto, secarme las lágrimas y seguir caminando.
En números fríos Perú no merecía llegar al mundial. Duela a quien le duela. Gareca sacó un equipo con los retazos que quedaron de la eliminatoria pasada y terminó ‘parchando’ los grandes agujeros que nos dejaron Guerrero y Farfán. ¿Cómo hubiéramos enfrentado a Francia o Dinamarca si no tenemos más de un delantero? Esta tarde en Perú y noche en Qatar nos demostró que no tenemos más. Nos faltan jugadores, nos faltan laterales.
Pero no puedo reprochar nada, absolutamente nada. Llegamos hasta un segundo repechaje, así con lo que teníamos, con todas esas carencias le dimos una segunda mano a la fachada y la presentamos al público. La función tiene que continuar, el mundo no para por haber quedado eliminados y solamente espero que todo el trabajo hecho no se tire por la borda.
Nos falta muchísimo por mejorar, pero muchísimo. Que esto sirva como lección para no dar ganadas de antemano las batallas. Nunca fuimos más que nadie, y hoy ha quedado demostrado.
Ahora, llore, reniegue, patalee, maldiga, lo que usted guste, pero mañana levante esa cara para que la historia no se repita. Arriba Perú, hoy, mañana y siempre, porque de esta salimos todos.
