Entrevista Fernando Morote
Fotografías Augusto Rebagliati
Rebagliati descubrió su pasión casi por casualidad, como suceden las mejores cosas en la vida, recuerda bien el primer día que tomó una cámara entre sus manos, desde esa tarde, la forma de ver el mundo había cambiado. Su primera cámara fue una Asahi Pentax negra, desde ese momento entre la timidez y su curiosidad viene documentando lo que le interesa, la playa, arquitectura, desnudos y las calles de Lima.
En noviembre del año pasado, con ocasión de la primera muestra fotográfica de Augusto Rebagliati, llevada a cabo en la galería de Atelier Foto Laser en Miraflores, Patricia Fuentes –curadora de la exhibición- escribió lo siguiente como parte de su reseña:
“En la contemplación encuentra el hombre quizás lo mejor de sí mismo…un instante plasmado en una fotografía es tan sólo un llamado a recordar de qué estamos hechos; contemplar las imágenes de Augusto Rebagliati nos lo hace visible”.
Entiendo que siempre ha existido en ti la tendencia a expresarte a través de lo visual, incluyendo la producción de videos y el ejercicio del diseño gráfico. ¿Desde cuándo y cómo surgió tu pasión por cultivar el arte de la fotografía?
Me pides una entrevista, la acepto y te la agradezco. Es bueno eso de ser un artista conocido, pero no me siento muy cómodo respondiendo; lo hago solo porque tú me lo pides, para que salga la entrevista terminada y me digan como al rey, está desnudo… o quizás se pregunten por qué me he desnudado, eso es lo que siento de las entrevistas y de los analistas y de cualquiera que me pregunte más allá de si hace calor o no. Timidez, que le llaman o inseguridad y de ahí podremos quizás deducir que tomar fotos es un refugio de solitarios, no tienes que interactuar con mucha gente sobre todo si eres un cazador, ya te hablé alguna vez de “The hunter” (y ésa coincidentemente, pero completamente en otro ámbito, es la idea de la carátula que hice para tu libro “Polvos ilegales, agarres malditos”), y si eres un cazador sales a esconderte, solapa detrás de una cámara, tú los ves y es mejor que las presas no te vean (además estas protegido pues no sales en la foto) pero tampoco es tan impersonal, después de todo la foto es tuya, pues tú lo has organizado, lo que se ve en la foto tú lo has puesto ahí… eres un testigo privilegiado de lo que pasa delante tuyo, la foto es tu reacción a eso que pasa, la vida es el combustible que te mueve.
Desde niño me interesó la pintura y las imágenes, dibujaba y pintaba y no era tan malo en ello pero me costaba no digo grandes esfuerzos pero sí algún trabajo, ahora sé, y se aplica a todo, que dominar un arte requiere mucho tiempo y dedicación, así pintaba mis cositas hasta que descubrí el discreto encanto de la fotografía. Mi primera foto: una tarde después de almorzar paseaba con la familia por La Herradura y el momento de la típica foto de recuerdo llegó, yo me ofrecí, allí empezó eso de casi nunca salir en las fotos, cogí la cámara en mis inexpertas manos, los controles de la cámara de casualidad estaban en donde debían estar, yo en la arena, ellos arriba en el malecón mirándome, atrás el cielo azul, pegué mi ojo al visor, encuadré, un poquito más para acá, un poquito para allá, vi sus caras iluminadas y sonrientes, listo el pollo, clic, recuerdo claramente esa tarde (y eso que ha pasado ya más de medio siglo) por supuesto tuve que esperar una semana o más a que revelaran el rollo pero cuando llegaron, hablamos de fotos Kodak, ese mismo instante que yo recordaba, esa imagen que yo había –diré- organizado, encuadrado, estaba impresa y tangible lista para ser vista como la vi una y mil veces, en ese momento sentí que había encontrado un talento propio, algo mío, ahí se despertó mi gran interés en ahondar en esa maravilla, ese día empecé a amar la fotografía.
Lo siguiente fue comprarme una cámara pero que fuera reflex; mi primera cámara tenía que serlo, después de mucho buscar conseguí en Foto Larco, la tienda de un chinito palabreador, una Asahi Pentax negra de segunda mano, con un solo lente 50 mm, súper manual y de combate, un fotómetro y unos cuantos rollos Asahi, recargados y baratitos y con eso estaba listo para empezar a disparar y disparar, no sabía muy bien como lo hacía pero sí sabía que para que salieran bien expuestas había que ponerle lo que marcaba el fotómetro, enfocar y practicar y practicar el arte de encuadrar, eso es lo que me parecía que sabía hacer mejor y era lo que me gustaba más que cualquier otra cosa, ésa si era mi propia habilidad. Esa camarita me sirvió sobre todo para investigar y descubrir para qué servían cada uno de esos controles, recuerdo hasta el día en que maravillado averigüé cómo funcionaba el botón para la profundidad de campo: ahí empecé realmente.
¿Seguiste estudios de fotografía o la aprendiste de manera autodidacta?
Terminé el colegio y por cercanía con mis primos, hijos de un destacado arquitecto, y porque me gusta el diseño, (por supuesto que yo hubiera querido aprender directamente fotografía pero me dejé convencer del falaz argumento de que la fotografía era un lujo que no podía permitirme) me presenté a arquitectura en la UNI y cuando la cerraron (eran los tiempos aquellos en que las universidades las cerraban por meses) seguí en la Complutense de Madrid e hice un par de años entre aquí y allá, pero el asunto no me caminó bien y cambié de idea y estudié cine y TV que no era fotografía pero evidentemente era una forma de darle la vuelta al tema y dedicarme a casi lo mismo. En la universidad había cursos de fotografía con maestros como Víctor Chambi y Mario Acha, pero sus clases me parecieron elementales; quien realmente me abrió la puerta al cuarto oscuro y a su magia fue Fernando La Rosa (un experto en blanco y negro, fiel seguidor de la técnicas ideadas por Ansel Adams) a eso agrégale la escuela de interesarse y ver fotos y más fotos de grandes, comerte libros de fotografía y miles de revistas, pero debo advertir que nada de eso sirve si no lo practicas y tomas fotos y más fotos y las revelas y te criticas y qué si hubiera hecho esto y qué si hubiera hecho lo otro, la conclusión: al final lo que prima es el hazlo tú mismo y mejor aun preguntando.
La costa verde
En tus fotos se puede apreciar una variedad de temas, en los que sobresalen paisajes marinos (destaca una especial predilección por la Costa Verde) y la naturaleza en general. También podemos ver desde diferentes ángulos imponentes piezas de arquitectura, así como una magnífica galería de retratos. Se nota en tu obra, sin embargo, la ausencia de desnudos. ¿Qué es lo que te motiva a enfocar en los temas que expones?
Mis fotos son reflejo de mis intereses y, como ves, estos son variados, me encanta la playa, el sol, el mar, los malecones, las calles, la arquitectura, Lima y sus alrededores, retratar a mi mujer Patricia, a mis amigos y al que se ponga delante, siempre quiero capturar su ángulo más expresivo, trato de que en la foto esté patente lo que yo veo y sugerir lo que no se ve, a veces lo logro, a veces me elude, por lo menos trato y si sigo haciéndolo es porque me da una gran satisfacción.
Y a la pregunta de por qué no hay desnudos es porque aún no los he colgado, pero por supuesto ése es otro de mis intereses, una demostración de mis intentos está en las imágenes que ilustran este artículo.
¿Cómo es tu sistema de trabajo, qué método empleas para capturar tus imágenes?
Cada foto tiene su propia historia, me encanta salir a capturar imágenes, tener una cámara en la mano o mejor dicho en el ojo, para mí es como tu libreta de apuntes, me permite capturar lo que encuentro, y lo que busco, primordialmente, es la belleza, lo hermoso, aunque a veces encuentro su negación. Realmente no tengo un método infalible, hay mil maneras de hacer fotos, premeditadas, espontáneas, la ocasión hace al ladrón (de imágenes), pero todas requieren que salgas con la cámara y que mires y mires hasta que veas, con un poco de paciencia encuentras momentos fotográficos, armonía, belleza, a veces el mar, el sol y el cielo se combinan y se muestran cómo son. Carpe diem, solo es cuestión de estar ahí en ese momento y encuadrarlo, los elementos están a la mano, pero no duran ni un minuto, solo segundos, solo son instantes, después ya se fueron volando, y si no estás listo no capturas nada, una foto descrita no es una foto, es literatura, una buena foto es un instante capturado, una imagen única.
Conozco tu admiración por los libros de Guillermo Cabrera Infante, las canciones de los Beatles y las películas clásicas. ¿Encuentras en estas disciplinas –literatura, música y cine- una influencia directa sobre tu trabajo fotográfico?
Crecí con la estupenda música de los Beatles y en general con el rock en inglés y su mundo alucinado y alucinante, el cine fue una puerta a lo (audio) visual maravilloso y Guillermo Cabrera Infante fue una revelación juvenil, primero me deslumbró con la verborreica oralidad en su libro “Tres Tristes Tigres” en que reconocí mi gusto por el habla cotidiana y por las palabras y sus múltiples sentidos y las infinitas posibilidades de jugar con ellas y luego esa admiración se reafirmó cuando leí “Un oficio del siglo XX” en que la crítica de cine, mezclada con mi gusto por el cine clásico, se manifiesta como una sorprendente manera de acercarse al mundo en todos sus aspectos.
Guillermo Cabrera Infante es mi autor preferido, conozco y he disfrutado casi toda su obra. Y ya que hablamos de amor a la literatura, quiero recordar que ese gusto era compartido con mi buen amigo Óscar Tramontana, a quien reconozco y quiero recordar como el mejor lector y difusor de la literatura que haya conocido, con él muchas veces conversé de la posibilidad de rendirle un homenaje a GCI en sus magistrales conferencias del Británico; escucharlo analizar y divulgar el placer de leerlo hubiera sido asimismo un enorme placer, placer que nos hemos perdido al perder al gran Óscar, ojalá hubieran más apasionados como él, su entrega y su alegría de vivir nos hace una inmensa falta.
Respecto a la pregunta que me haces, sí, supongo que mis eclécticos gustos han influido en mis fotos, pero no podría definir cómo. Tu apellido Rebagliati revela tu conexión familiar con antepasados que son personajes ilustres en la historia del Perú. ¿Puedes contarnos un poco acerca de ello?
La familia Rebagliati tiene orígenes artísticos, mi tatarabuelo italiano Claudio Rebagliati fue un gran músico, mi abuelo Edgardo además de gran periodista y cronista de sus tiempos, trabajó en Mundial como jefe de redacción por más de 10 años y además en fue creador de la seguridad social en el Perú, (el hospital más importante de Lima lleva su nombre) y pongo énfasis en lo de creador. Uno de mis intereses ahora es rescatar sus obras del olvido, y hablo de ambos, y darlas a conocer, lo cual es una ardua tarea. Ya sabemos que en el Perú la preservación y difusión de cualquier obra cultural es una labor personal, y en mi caso ni siquiera digo familiar, pues no cuento más que con la ayuda esporádica de alguno de mis hermanos, parecería que a los demás Rebagliati -sacando cuentas ya somos más de 250 descendientes de Claudio- no les interesa saber y conocer de primera mano qué hicieron quienes nos antecedieron en la familia, pero eso no me detiene, no es por ellos que lo hago; es porque a mí sí me importa.
¿Planeas una próxima muestra, combinada quizás, o complementada, con los poemas que también escribes en otros momentos de creatividad?
Puede ser, aunque como decía al inicio no sé si me anime, las dificultades son las mismas, la desnudez, la timidez, y es que las cosas que yo he escrito son de carácter erótico, todas hechas movido y motivado por una gran pasión, ergo las fotos tendrían que ser de ese mismo tipo, pero no digo no, tal como no dije no a esta entrevista, quizás quién sabe, sería una bonita experiencia…