Escribe ELOY JÁUREGUI. Desde La Habana, Cuba.Domingo 27 de noviembre del 2016.
1.
En un popular restaurante de la Calle 23, la más trajinada vía comercial y festiva del Vedado, el elegante reparto de La Habana que desemboca en el famoso malecón, a eso de las once de la mañana pedí una cerveza apurado por el calor y mi larga caminata por las zonas más importantes de la capital cubana. La joven que atendía con toda la amabilidad del mundo me expresó que desde esa mañana había una sugerencia para no vender bebidas alcohólicas. Ni modo, pedí un jugo y seguí en lo mío.
Cierto, horas después que los habaneros se enteraron de la muerte de su líder histórico Fidel Castro, uno sintió que un intenso ramalazo de tristeza los había casi paralizado a la mayoría de cubanos que observé por las calles. Todos hablaban con la solemnidad de la media voz y aunque muchos siguieron sus actividades, taxistas, comerciantes y los trabajadores de los hoteles, no obstante, la bullanga, el típico jolgorio y los gritos altisonantes, guardaba un silencio que sobrecogía.
2.
Cerca al mediodía en las famosas escalinatas de la Universidad de La Habana de la calle L, la situación era diferente. En el mismo lugar donde a principio de la década del cincuenta un estudiante de Derecho, enfebrecido y seguido por cientos de compañeros y que a la sazón se llamaba Fidel Castro Ruz, casi a diario, salía en sus largas marchas de protesta contra la dictadura de Fulgencio Batista. Esta vez, un centenar de jóvenes vestidos a la usanza moderna y con una banderola recién preparada donde se leía: “Fidel, Hasta la victoria eterna”, lanzan cantos y arengas. Uno que ha visto las imágenes históricas de aquellas jornadas de los cincuenta se da cuenta que aquella vez los estudiantes mostraban una rabia propia de la impotencia contra la tiranía. Hoy estos chicos, al contrario, lucen igual de valientes y decididos. Pero han llorado desde hace unas horas. Y uno los entrevista y a ellos se les quiebra la voz y hasta sollozan. Cierto, ha muerto su padre histórico y no se puede con esa pena.
En la avenida de Los Presidentes, la vía educativa habanera se encuentra la Casa de las Américas, la gran institución cultural que premiaría desde los setenta a tantos escritores peruanos y que hoy luce cambiada. El último viernes había asistido a una conferencia magistral del gran historiador mexicano Paco Ignacio Taibo II a propósito de la presentación de su libro extenso “Ernesto Guevara, también conocido como El Che”. Fue una fiesta cuando ésta celebra la historia y recuerda a un héroe como El Che.
Desde la mañana la institución era un hervidero lozano y risueño de profesores, instructoras, libreros y donde su director, el poeta Roberto Fernández Retamar, aunque encorvado por su trajín revolucionario, mostraba un humor envidiable. Por la noche todos terminamos extasiados de ese júbilo que dejan las historias dignas que hablan de los tiempos heroicos. Digo que hoy luce cambiada. La bandera a media asta, las cortinas cerradas y un desfile de sombras que no acepta que el líder se ha ido para siempre aunque viva eternamente.
3.
El Consejo de Estado de la República de Cuba es una institución que tiene su propia gramática. A la aparición del presidente Raúl Castro a la medianoche del último viernes anunciando la muerte del líder histórico, su silencio es una constante que apenas se quiebra cuando la Comisión oficial organizadora de los actos fúnebres, de manera escueta, va informando de directivas muy concretas, la suspensión de una serie de actos públicos que ya estaban organizados en toda Cuba como el desfile en la Plaza de la Revolución para celebrar los 60 años de la travesía del mítico Granma, la nave que desembarcó en la isla a los 82 revolucionarios que iniciaron las guerrillas para derrocar tres años después al régimen de Fulgencio Batista.
Aquí no declaran ministros o congresistas de pacotilla. Lo público es una norma de dignidad. Aquí no existe apañadores de la corrupción ni televisión basura. Esta es una sociedad que no padece de una derecha ignorante y cavernícola. En la televisión se leen los mensajes de condolencia del Papa Francisco desde El Vaticano, de presidentes como Francois Hollande de Francia, Vladimir Putin de Rusia o el mismo Barack Obama de los Estados Unidos. Cierto, los envíos de mandatarios como el venezolano Nicolás Maduro o de Evo Morales de Bolivia o el ecuatoriano Rafael Correa se transmiten como amplios videosmensajes casi como reportajes con sentidas declaraciones, historias y fotos.
4.
Conversando con Miguel Barnet, el presidente de la Unión de Escritores y Artistas me contó que estaba muy triste, abatido pero hoy más creativo que nunca porque tiene que seguir con el proceso. “El Comandante era más que un estadista un iluminado. Yo lo vi hace unos días cuando recibió al presidente de Viet Nam. Y a pesar de su edad era ese hombre teórico con una visión crítica desde que fue un abogado joven y hasta que se convirtiera en ese hombre de acción con ese modelo martiano y de la impronta de Maceo. Luego ejerció una actitud amplia y democrática que fue el diseñador de nuestra política cultural, de nuestros principios científicos y todo el desarrollo científico técnico. Yo no creo que haya muerto, está vivo en sus ideas. Si en la tierra fue nuestro guía, ahora que está en el cielo, seguirá siendo el líder”.
Desde el Perú, la televisión oficial cubana propaló un reportaje donde se mostró a un grupo de profesionales peruanos quienes habían llegado hasta la sede de la embajada de Cuba en San Isidro para demostrar su agradecimiento porque gracias a Fidel Castro ellos habían estudiado becados en las universidades cubanas y hoy trabajan en diferentes disciplinas en todo el Perú. Hoy en Cuba, otros cientos de peruanos estudian igual que aquellos y desde el lunes se preparan para asistir a las honras fúnebres que se definen en estos momentos para que los cubanos despidan las cenizas de aquel que la mayoría considera un padre de la dignidad e integración.
Por la tarde llegué a la Plaza de la Revolución. Estaba vacía de tristezas y apenas un grupo de turistas canadienses, ajenos al hecho histórico acababa de ocurrir, sonreía para sus fotos y videos. Yo había asistido en otros días a este recinto donde millones de cubanos desfilaban para saludar a su Comandante en agradecimiento a su Revolución. Fidel desde el estrado principal devolvía los saludos a lo largo de las marchas que demoraban más de veinte horas. Repito, la Plaza de la Revolución lucía vacía. Mañana, los corazones cubanos inundarán con su sangre digna y orgullosa.