Retablo es
una película dirigida por Álvaro Delgado-Aparicio que se presentó en el
Festival de Cine de Lima 2017 recibiendo el premio a Mejor película peruana. Antes
de su estreno en salas de cine del país (2019) tuvo un recorrido por diferentes
festivales llegando a ser galardonada con 27 premios. A pesar del poco espacio
brindado por nuestra cartelera comercial ha generado la atención del público
limeño llegando a sostenerse por varias semanas en programación.
Retablo
es la historia de una familia que vive en una comunidad quechua de Ayacucho.
Noé (Amiel Cayo), el padre, es maestro artesano dedicado a la elaboración de
retablos que comercializa con éxito en la localidad. Anatolia (Magaly Solier),
la madre, es responsable de la casa y de las labores asociadas a ella. Segundo
(Junior Béjar), es el hijo de ambos, y ayuda al padre en la producción de los
retablos. Noé y Anatolia lo crían con amor, dedicación y energía. En este
aspecto destaca la figura del padre, quien forma a Segundo en la tradición de
su pueblo; asimismo, con el esmero propio de un maestro lo prepara para que sea
un retablista. Segundo siente un gran respeto y admiración por Noé. Es una
familia en la que las cosas parecen ir bien, sin embargo, el padre guarda un
secreto: es bisexual. Al develarse este secreto la desgracia cae sobre la
familia hasta desintegrarla.
Como
telón de fondo para el drama familiar, la vida en la comunidad es presentada
desde diferentes facetas: la agricultura y el pastoreo, la naturaleza
inconmensurable, el mercado y el circuito comercial del Retablo, la fiesta y la
borrachera, la danza y los rituales violentos. Se presentan elementos culturales
muy atractivos para la mirada externa, para el ojo de un espectador que gusta
de las prácticas exóticas. La comunidad de Noé parece estar libre de minería,
contaminación de tierras, pastos y ríos, así como de conflictos
socioambientales y territoriales.
La película puede ser abordada desde diferentes miradas. Como todo filme es una creación particular, pero a la vez tiene la posibilidad de expresar parte del imaginario de la sociedad. En este sentido, estamos ante una historia hilvanada con retazos de la realidad; se trata de una narración posible acerca de los hechos en una comunidad. Este carácter discontinuo del texto permite enfocarlo desde diversas perspectivas. Nos aproximamos al filme a partir de uno de sus aspectos significativos: la manera en que se relacionan la cultura y los sujetos, nos estamos refiriendo a la tensión entre lo colectivo y lo individual en la vida comunal, de manera particular, cuando el sujeto se convierte en el “otro” para su propia cultura. Veamos algunas de las posibilidades que nos brinda el filme en este aspecto.
El eje
temático gira en torno a la figura de Noé. Sujeto híbrido que afirma y
subvierte los valores culturales de su comunidad. Como maestro retablista es el
portador de una tradición que lo vincula a la identidad de su pueblo. Este arte,
de interminables transformaciones y reinterpretaciones en su estructura y
función, está asociado a la historia y memoria colectiva del grupo y es una de
las prácticas culturales más reconocidas en el mundo andino. En la comunidad
Noé tiene un estatus especial y reconocimiento social, que Anatolia manifiesta
enfáticamente cuando le recuerda a Segundo -en su intento por evitar que viaje
a los algodonales- que ellos son una familia de artesanos y no de campesinos.
Sin embargo, la condición de Noé tomará un giro inesperado en medio de una
circunstancia fortuita. Mientras viajaba con su hijo para entregar el cajón
elaborado para una iglesia, Segundo descubre la bisexualidad del padre. A partir
de este momento, la actitud del hijo cambia, se muestra desobediente y rebelde
e intenta alejarse de la familia aceptando la propuesta de su amigo Mardonio
para viajar a Ica y trabajar cultivando algodón. La armonía familiar comienza a
resquebrajarse.
No va a pasar mucho tiempo para que la comunidad conozca la conducta de Noé y se activen los mecanismos de control y represión social. Este hecho convierte a Noé en un sujeto descolocado, pierde su lugar de enunciación y es arrojado a un espacio vacío en el cual ya no ES. Se ha convertido en el otro que subvierte los valores comunales, descentra la cultura y desvirtúa su aura. En esta situación su condición de persona se disuelve, deja de ser un runa, por tanto, no tiene derecho a una warmi ni a una familia. En el film, cuando Anatolia conoce la verdad que escondía su esposo, reacciona inmediatamente y, llena de cólera e indignación, destruye el taller arrojando cajas, mesas y figuras. En el tránsito decide abandonarlo llevándose a Segundo (rechaza la petición materna), lo que en la práctica resultaba una condena a muerte para su esposo. Su sufrimiento es doloroso, desgarrador; Anatolia siente ira y repugnancia por la conducta de Noé que la contamina, avergüenza y ensucia.
La
comunidad tiene su propia forma de sancionar las conductas transgresoras. El
caso del ladrón de animales capturado y sancionado públicamente con latigazos
lo ejemplifica. Aquí la película nos muestra el “vacío jurídico” que
caracteriza a algunos lugares de nuestro país y permite interpretaciones
particulares de la ley producto de una compleja interacción entre pautas
culturales, valores morales e ideas religiosas. Estas interpretaciones suelen
desbordar los límites de la ley positiva y del Estado.
La situación de Noé es distinta. No es la
comunidad organizada quien lo castiga en un acto público, sino la acción
particular de una familia que cobra venganza propinándole una tremenda golpiza.
Sin embargo, la comunidad no es pasiva, pues el rechazo a Noé y su familia
resultan letales. La comunidad le aplica una “pena intrínseca”. En este tipo de
sanción el individuo es puesto al margen de la sociedad, se quiebran sus
vínculos con el grupo y se cortan las relaciones de reciprocidad. El silencio,
la indiferencia y la agresión son sus manifestaciones. La muerte de Noé guarda mayor relación con la
“pena intrínseca” aplicada por la comunidad que con la golpiza recibida. La
mecánica colectiva de poder oprime al individuo hasta hacerlo perder el sentido
de su existencia.
Con una
conducta que transita entre la heterosexualidad y la homosexualidad Noé cuestiona
el ideal de masculinidad hegemónico del grupo. Esto resulta imposible de
aceptar para una moral sexual rígida y pudorosa. Así, la película pone sobre el
tapete el tema de la diversidad sexual en el mundo andino. Estudios realizados
entre poblaciones indígenas evidencian que la diversidad sexual es una práctica
difundida, pero también muestran la dificultad que existe para reconocerla y
hablar sobre ella. Esta moral rígida fue tomando forma desde los tiempos
coloniales y se ha recontextualizado a partir de las diferentes experiencias
históricas de las comunidades. En este sentido, resulta interesante la memoria
de Segundo sobre los años de la violencia política manifestada en su sueño
(pesadilla) con las imágenes de un retablo. Es importante recordar que durante
esos años la población LGBTIQ fue víctima de ambos bandos y, en ocasiones, con
la aprobación de la población.
El filme termina con el abandono del pueblo por parte de Segundo luego de la muerte de su padre. Ambos sucesos evidencian la fuerza de la comunidad, el peso de lo colectivo por medio de una estructura de poder que es capaz de oprimir hasta el límite a un individuo vulnerable. Sin embargo, el final también abre la posibilidad de una lectura positiva y es posible interpretar la marcha de Segundo como la afirmación de la tradición familiar y cultural en un nuevo contexto. Incluso en el tema de la identidad sexual, su abandono del pueblo puede representar la búsqueda de identidad y sentido. Es importante considerar que Segundo ha tenido como modelo a un padre en el que convivían heterosexualidad, homosexualidad y fe católica; por otra parte, la influencia del grupo de jóvenes de la comunidad con un discurso patriarcal y violento: el varón debe poseer a la mujer. Segundo no pudo afirmarse en términos de los jóvenes y esto se muestra en la escena en la que invade la habitación de Felícita dispuesto a poseerla, pero se arrepiente y huye del lugar. En esta línea, su marcha también puede estar asociada a la posibilidad de vivenciar una sexualidad con mayor libertad, sin las restricciones que impone una moral colectiva rígida que, en la pretensión de conservar la integridad del grupo, termina disolviendo a la familia, el fundamento de la vida comunal. En ocasiones es necesario seguir caminando para que el mundo pueda reordenarse.