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El Quechua y el Aymara “en los tiempos modernos del Perú”

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¿Qué hacer para evitar que desaparezca el quechua y el aymara? Cinco ideas.

Desde la antigüedad el Perú ha sido un país multicultural, con diferentes expresiones étnicas, las cuales en su oportunidad adoptaron una lengua en común que les permitía comunicarse. Pues sin una lengua una sociedad no puede evolucionar, progresar, manifestarse, y perdurarse de generación en generación. Sin una lengua estándar los Incas no hubiesen podido gobernar gran parte del Tahuantinsuyo, ya sea por la sumisión, coerciendo el aprendizaje de su lengua al pueblo vencido, o la obligación a su inmediato uso, utilizando la fuerza.

Pero tanto el quechua como el aymara no son una sola lengua sino “un conjunto de lenguas emparentas” como lo sostienen los lingüistas. Así, podemos hablar del quechua de Ecuador, el quechua que se usa en Cusco, o el runa simi para todos los demás habitantes; así también el aymara viene a ser la afluencia de diferentes zonas alto-andinas como el Cusco-Puno, gran parte de Bolivia, y un sector del norte de Chile, destacándose la de los Pacasas y Lupacas.

De tal manera que el quechua y el aymara no tuvieron un solo punto de partida sino que eran utilizados en distintas partes; con variaciones, eso sí, pero no impedían la libre comunicación entre diferentes grupos étnicos. Se sabe además que los Incas adoptaron el quechua de lo que ahora pertenece a la región de Andahuaylas, y que a su vez éstos la tomaron de los valles costeños entre Lima e Ica, precisamente de la cultura Chincha, por tratarse de una zona de gran actividad comercial.

Es así que el quechua y el aymara no pertenecen a un solo sector sino que forman parte de toda una red de comunicaciones que abarca el Tahuantinsuyo. En tal sentido la ignorancia, quizá omisión o descuido de los peruanos del presente, con algo de suma importancia como lo fue la lengua de nuestros antepasados, es de carácter urgente, que no se pierda en el olvido, lo que para nosotros viene a ser nuestro pasado; para ello estas cinco ideas estructuradas para evitar que desaparezca:

 

1.- Conocer el pasado.

Sin ella el peruano no tiene autoridad para hablar del presente, si es que antes no conoce los antecedentes de la realidad social. Hacer conocer, estimar y respetar el bagaje cultural del hombre antigüo, su forma de vida, sus ritos y creencias, sus costumbres, y por supuesto su lengua. Hacer recordar que sin esta herramienta el poblador de antaño no hubiese sido capaz de sobrevivir, ya que, observando la misma geografía del Perú, le era necesario intercambiar especias, textiles, o productos ganaderos, los cuales conseguía de otros pisos ecológicos. El idioma, por lo tanto, siempre ha sido el engranaje principal para la evolución del hombre y la sociedad.

2.-Respetar los grupos étnicos.

Suele denigrarse al individuo que habla quechua o aymara, tomándosele, como se suele pensar, como alguien que no está a la par con la modernidad, pues no resulta de utilidad a una sociedad en constante progreso. Mas eso es erróneo, despectivo y autoritario ya que, como ahora predomina una cultura occidentalizada, la presencia de lo que para algunos es “ajeno” a su vida, para muchos “el Perú real” es su forma de vida, su medio de comunicación, su cultura.

Sin la comprensión de lo que siempre ha estado en nosotros no podemos hablar de una nación. El conocimiento de las diferentes manifestaciones culturales es, de por sí, una obligación de todos. No se puede hablar de respeto si sólo unos cuantos la practican.

3.-Rescatar datos, escritos, historias.

Como el quechua y el aymara son ágrafos, es menester su pronta impresión en textos. Desde los tiempos de la conquista, por suerte, existieron personas avocadas a su recopilación. Cronistas como Juan de Betanzos, Guamán Poma, Garcilazo de la Vega, y en la actualidad historiadores como José Antonio del Busto, Franklin Pease, o María Rostworowski, por mencionar sólo algunos, además de arqueólogos, antropólogos y profesores nativos, es posible el rescate de toda una cultura, de toda una historia que era en su mayoría de transmisión oral, ya por medio de narraciones como los mitos, leyendas, fábulas, o canciones como los yaravíes; o también por medio de la información tangible, como las cerámicas o textiles con sus diseños, los cuales, mediante representaciones iconográficas, nos muestran el tipo de vida de nuestros antecesores. De otra manera los quipus representan una base de datos importante, ya que sin ellos se desconocerían fechas, cálculos de contabilidad censal, o la misma distribución de productos a todo el incario.

A todo esto no es de importancia pues sin eso la lengua del antigüo Perú desaparecería con su cultura. Es, por consiguiente, que pase a las nuevas generaciones el deber de continuar con la labor de investigar, estudiar y difundir la riqueza de una sociedad.

4.-Incentivar una identidad.

Recojo tres puntos importantes del trabajo de Michael D. Powers en su “Estudio sociológico de la oficialización del quechua en el Perú” que necesitan una corrección para lograr una identidad, sin complejos ni prejuicios.

El primero es el “Índice económico”. Se marcan estratos invisibles donde los que usan el castellano vienen a representar una sociedad avanzada, con más oportunidades en la inserción económica, por ello, los quechua-hablantes en su afán de integrarse a ese círculo dejan de lado el uso de su lengua materna, ya cuando están en la calle, en su centro de estudio, o entre amigos. Niegan su origen cultural pues pueden ser motivo de prejuicios o burlas, debido a la occidentalización de la sociedad que obliga, fuerza el uso de un lenguaje estandarizado. Al que no lo use es visto con inferioridad tanto económica como social.

El segundo viene a ser el “Índice ideológico”. El pensamiento moderno se impone a una lengua en desuso, que se representa como poco útil. La formación de un nuevo pensamiento viene a ser la erradicación total de semejante postura, pues es la negación de nuestro propio pasado. Hacer frente a ello no solo basta con un movimiento como lo hizo el Indigenismo, sino que se adecue a la realidad; pues se caería en el error de que se pretenda retomar el pasado. El cambio consiste en la reivindicación de uno mismo, es decir, de todos. Pero eso no se va a dar de la noche a la mañana sino va a ser un proceso generacional, hasta la completa amalgamación de una verdadera identidad.

El último punto es el “Índice cultural”. La mayor difusión, publicación, y traducciones de diversos textos harían posible un mayor aporte para el conocimiento y aprendizaje del quechua y el aymara. Pero más sustancial que eso, y lo que verdaderamente importa, es la historia de los pueblos, su cuentos, aprender a interpretar a través de ellos nuestra propia identidad. Una cultura toma el riesgo de desaparecer si no tiene historia. La voz, de lo que ahora representa una minoría, necesita de libros que atestigüen su existencia.

5.-Educación.

Planteados los cuatro puntos previos ni uno sería posible sin educación, ya que uno no puede conocer el pasado si no tiene gente preparada que sepa inculcarla a las nuevas generaciones.

Aplicado ese primer paso es posible hablar de un reconocimiento, y por lo tanto de respeto hacia otras culturas, tanto expresiones artística, tradiciones, festividades, y el idioma, por supuesto. Luego de eso aparece el interés por preservar lo que siempre fue nuestro. La investigación es en gran medida- con una buena infraestructura- la base, el punto de partida de la comprensión de la ideología del mundo andino,; todo ese legado que nos ha dejado y que muchos desconocen.

El investigador, el estudioso, tiene las herramientas para plasmar nuestra verdadera identidad, sin caer en nacionalismos ni mucho menos entregarnos un pasado que muchos intentan sea mesiánico. Pero para ello, así como en su momento fueron los españoles, para conocer una cultura hay que saber su lengua, desde un principio. Por lo tanto no es solo forzar algo que para la gran mayoría es inútil si es que antes no se le da el valor ideológico. No se puede enseñar algo que se desconoce.

Raul Villavicencio.

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