Cultura

El amauta de la artesanía peruana

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Era el año de 1870, y es un Cusco de escasos recursos y  sin poder recuperarse de las guerras independistas, apenas salido de la Confederación Perú Boliviana que propiciaba la mejora del campesinado y la restitución de los límites del Tahuantinsuyo. En ese Cusco apático y de escaso movimiento intelectual, fue creada la Sociedad de Artesanos, debido al empeño de los artesanos Francisco García, Francisco Gonzáles y María Trinidad Enríquez, esta, la primera mujer en el Perú y América, de haber accedido a la universidad en 1875, después de fundar una escuela de enseñanza media para mujeres, en la que ella misma concluyó la secundaria, pues las jóvenes sólo tenían la opción de llegar al tercero de Media. También en 1870, la  Enríquez fundó una nocturna en donde daba clases a los obreros.

Como apunta Tania Gutiérrez Samanez en su libro “Trinidad Enríquez, Primera Universitaria y Precursora Social Peruana”, el carpintero Francisco Gonzáles, fue elegido por vez primera en la historia Republicana como el primer Diputado obrero. Eran los tiempos previos a la Guerra con Chile y fue durante la asumisión al mando presidencial del controvertido militar civilista, Mariano Ignacio Prado Ochoa.

Al estallar el conflicto con Chile,  (5 de abril de 1879) los artesanos de la Sociedad, alentados por Doña Trinidad, integran el heroico Batallón “Zepita” que se hallaba al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres, entontes Prefecto de la ciudad del Cusco. Estos obreros anónimos, merecen un capítulo aparte en la Historia del Perú.

Y ahora el amauta

De la artesanía cusqueña se ha dicho mucho, ese arte popular que fue haciéndose mestizo y con características propias durante el Virreinato, ha pervivido en gran parte gracias al talento de artífices como Hilario Mendívil, Luis Aguayo,Antonio Olave, Edilberto Mérida, Eladio Orcoapaza creador de  la cerámica grotesca que supo influenciar a un Guayasamín, Alberto Cruz, artífice de bellísimos altares bañados en pan de oro y tantos más dedicados a la textilería, alfarería, tallado en madera, imaginería, platería, cerecía.

No todo este bagaje de creatividad permanece intacto, algunos como la Hojalatería o el arte de hacer espejos  adornados con flores o aves o la fabricación de santos y vírgenes  de yeso que reproducían en pequeño las imágenes del Corpus, han desaparecido, lo mismo que dulces tradicionales así la melcocha, jalada, el alfeñique o ese helado artesanal de leche y coco que se elaboraba en baldes.

Sin embargo, hay emprendedores que sorteando el tiempo, han vuelto a reproducir de manera magnífica artículos que ahora nuevamente pueden lucirse en la mejor de las mesas, como la famosa cerámica vidreada, nacida durante la Colonia y que hoy gracias al talento e insistencia del ingeniero Julio Gutiérrez Samanez, ha resurgido y quizá con mayor belleza que la original.

Gutiérrez es ingeniero químico, artista plástico, ceramista y escultor.  No contento con estos atributos, se ha dedicado también a la investigación histórica y literaria, de ahí que encontramos dos títulos en su biblioteca personal: “Oficio del barco” y “Apologético en favor de Clorinda Matto de Turner”, una edición de gran envergadura y belleza que recoge datos inéditos sobre la vida, trayectoria y ediciones de Clorinda Matto de Turner.

Entre los reconocimientos que ha recibido tenemos, en el 2007 fue denominado  como Gran Maestro Regional de la Artesanía Cusqueña, en el 2016, el Mincul lo distinguió como Personalidad Meritoria de la Cultura, ese año también editó  “Rescate de la Cerámica Vidreada Colonial Cusqueña” y en el 2017 el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo lo reconoció como “AMAUTA de la Artesanía Peruana”.

El ingeniero Gutiérrez, estuvo presente reciéntemente en la segunda versión de la Feria del Libro en la provincia de Sicuani, en donde comentó su “Apologético…” además de presentar y comentar el libro de caricaturas de César Aguilar “Chillico”, un excelente caricaturista nativo que difunde sus creaciones en un semanario capitalino.

Lima Gris sostuvo un  diálogo muy ilustrativo con el “Amauta” Julio Gutiérrez Samanez.

Fuiste denominado «Amauta de la Artesanía Peruana» el 2017 por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. ¿Ese título ha facilitado la difusión de tus creaciones, te dio mayores espacios, te ha permitido traspasar fronteras con apoyo estatal?

No. por el contrario, gané ese premio gracias a mi actividad artística y profesional anterior al año 2016, pues obtuve el premio Internacional Tenerife al Fomento y la Investigación de la Artesanía de España y América en el 2006, fui Maestro Regional de la artesanía cusqueña, 2008; realicé una exposición en el Museo del Cantir, en Barcelona España, 2013, recibí la Medalla del Congreso de la República: «Joaquín López Antay», 2015, y el premio «Personalidad Meritoria de la Cultura el año 2016. De modo que, el premio Amauta ya fue al final.

Eres un pionero en el rescate de artesanías tradicionales cusqueñas, si no hubiera sido así se hubiera estancado su producción como ha sucedido con los espejos con marcos elaborados con dibujos de flores y aves, los santitos y muñecas de yeso, la maravillosa hojalatería o en otro aspecto, el famoso helado en balde, que parece ya no se hace y hasta creo que se han perdido ¿Qué políticas se deberían adoptar para rescatarlos?

Es cierto, muchas artes y artesanías se han perdido, pero otras nuevas han aparecido, al tiempo que, como yo, otros van rescatando la pintura popular, la imaginería (elaboración de imágenes religiosas), la platería tradicional, los trabajos en hojalata, en cera, en cuero o las tallas en madera y la mascarería. De la culinaria y los alimentos no opino porque considero que no es mi campo.

Para rescatar y difundir esas artes ya tenemos desde el 2007 la Ley del Artesano, 29073, pero hasta hoy no se ha aplicado en su integridad, no se la ha reglamentado debidamente y se trabaja a paso de tortuga, recién se ha terminado el Clasificador artesanal, se ha implementado el Consejo Nacional de Fomento Artesanal CONAFAR, pero es todavía un organismo consultivo intrascendente, digo esto porque fui representante de mi región en el 2013 y 14. Hay un Plan Estratégico Nacional, que no entra en vigencias y hemos retrocedido, pues ya no hay la Dirección de Artesanías, y ahora somos el furgón de cola de turismo.

Hace falta una política de reactivación, promoción internacional, asociatividad, asistencia a ferias y mucha capacitación para mejorar los productos a niveles de excelencia. El centralismo nos agobia, todo se hace en Lima y para Lima. Para muestra mira quiénes fueron nuestros representantes artesanos en la feria de Dubái en los Emiratos Árabes. Sólo artesanos residentes en Lima, escogidos a dedo.

¿Escogiste la cerámica vidriada de tanta notoriedad en la época virreinal para volver a ponerla en boga, ha sido porque, de alguna manera guarda relación con tu profesión de ingeniero químico?

Me aficioné por la cerámica desde niño, pues mi padre que era artista me enseñó a modelar, dibujar y pintar. Además, me hizo conocer a los maestros artesanos Edilberto Mérida, Hilario Mendívil y Antonio Olave. Después, ya adolescente estudié arte en la escuela de Bellas Artes, con maestros como Hugo Béjar, Juan de la Cruz Machicado, Profesor Santiago Visa, profesor Abraham Cano y, principalmente, el maestro Edgar Torres Calderón, que me llevó a ser integrante de la Asociación de Artistas Plásticos, a mis 17 años en 1972 o 73.

Después de dejar la Escuela de Bellas Artes, estudié Ingeniería Química en la UNSAAC, y, en 1980, hice un viaje a Europa, (Alemania, Francia e Italia) como músico folclórico, tocando la quena y la zampoña, allí hice mi gran aprendizaje, me desengañe del arte europeo, pues era insulso tratar de imitar o superar algo que me era extraño, en cambio me impresionó la cerámica preincaica e incaica que vi en los museos, me di cuenta que ese sí era mi arte milenario propio y que yo debía seguir haciendo «huacos», como mis antepasados chavines, tiahuanacotas, nazcas, chimús e incas. Volví al Cusco a dedicarme a la cerámica, hice mi taller y me gradué de ingeniero químico con una tesis sobre la producción cerámica. Más tarde, entre 1993 y 94, SENATI, me becó al Japón, para estudiar la tecnología y el arte de la cerámica de alta temperatura. Al volver, capacité a cientos de ceramistas en todo el país por casi diez años: Cajamarca, Huaráz, Ayacucho; Vitarte, Puente Piedra y Lurín en Lima, con artesanos ayacuchanos desplazados por la violencia; igualmente, en Puno, Cusco, Arequipa y Apurímac. Fui, también, profesor de la Escuela de Bellas Artes.

Desde 1992, año del descubrimiento o invasión, en actitud autocrítica por mi ultra indianismo, comencé a recuperar la cerámica vidriada de estilo colonial, que tanto había admirado en mi infancia, pues coleccionaba «tiestos» o pedazos de cerámicas antiguas, incas y coloniales. Me di cuenta que, al tiempo de recuperar nuestras raíces indígenas, debíamos recuperar, también, nuestra herencia cultural traída de Europa por los españoles, pero que, en realidad, era una mezcla de las culturas: griega, romana, egipcia y árabe; es decir, era una cultura universal a la que debíamos sumarnos.

Investigué las técnicas, pastas cerámicas, motivos iconográficos, esmaltes y pigmentos y preparé una tesis que ganó el premio Tenerife en el 2006. Luego caminé por el mundo con mis artesanías: Europa, Estados Unidos, hasta Alaska, y casi todo Latinoamérica. Últimamente, desde el 2022, soy miembro de la Academia Internacional de la Cerámica, sólo somos seis peruanos en esa entidad internacional adscrita a la UNESCO.

Pero tu interés en reactivar la artesanía de la cerámica, no se ha limitado a lo privado pues creaste una Escuela Taller. ¿Cuántos años tiene de fundada? ¿Tienes muchos alumnos nacionales y extranjeros? ¿Quiénes son tus discípulos?

El Taller Escuela Inca fue fundado en 1981, pero lo formalicé en 1986, desde entonces, mucha gente pasó por allí, pues dicté muchos cursos, y trabajé con ONGS, municipios, INC, etc.

Muchos de mis discípulos ya ganaron premios de grandes maestros y destacan en sus lugares de origen. Siempre estoy ligado a ellos por las redes sociales y de tiempo en tiempo me visitan en el taller. 

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