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DICTADURA PERPETUA O GUERRA CIVIL: LA DISYUNTIVA VENEZOLANA

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Agotados los medios políticos ya solo quedan clara dos opciones a Venezuela: resignación o guerra. Alguien comentaba en una red social venezolana “Si Simón Bolívar estuviese vivo ahora ya se hubiese levantado en armas contra el tirano”.

Mientras la oposición venezolana esta quieta, sigue en la misma actitud sin ganar nada. De nada le ha servido ser mayoría en el congreso. Ni protestas ni sanciones de la ONU detendrán el proceso dictatorial venezolano. La opción política parece por todos lados agotada, ya solo queda para algunos el extremo y cada vez más realista  recurso legítimo del pueblo a la insurrección, es decir, la violencia,  si es que desean recobrar su libertad y no morir en una hambruna generalizada que ya se avista en el horizonte venezolano como inexorable.

Si las elecciones fuesen mañana la oposición arrasaría y se podrían dar los cambios políticos necesarios, no solo en pos de la libertad sino también de la seguridad alimentaria y sanitaria del pueblo venezolano, que a estas horas todos ya conocemos (comida, papel higiénico, medicinas, más comida); pero no habrá elecciones, y ellos lo saben,  en realidad el calendario electoral tanto de las elecciones municipales o de gobernadores y otros han sido postergada indefinidamente por el régimen y por obvias razones, sabe que perdería el control del Estado y esto lo hace mientras  acelera un proceso dictatorial apañado en sentencias judiciales extravagantes (por no decir otra cosa). Aquí lo que hace falta es la urgencia del cambio y políticamente no se va a dar. A buenas no se va a dar jamás.

LA OPCIÓN POLÍTICA AGOTADA

Dieciocho años de chavismo ininterrumpido, escasez con vistas a derivar a crisis humanitaria, persecución política fragante, mega corrupción esa es la panorámica venezolana de un régimen que hace palidecer incluso a nuestro fujimontecinismo. Y la oposición no reacciona a la altura de las exigencias de la realidad, una realidad expresada en detenciones, deportaciones, silenciamientos, abusos y en algunos casos hasta en muerte.

La oposición venezolana es demasiado fresa (pituca) para aun plantearse una opción político militar, no tiene el coraje para encarar la única puerta que tiene antes de que su Venezuela se convierta en otra Cuba, si es que ya no lo es.

El régimen castrista ha aguanto todo, bloqueos globales, crisis humanitarias constantes (el llamado periodo especial de la década de 1990 fue realmente de horror), represión y demás. Ni la evidente crisis de balseros del Mariel pudo despertar a un pueblo tan oprimido como el cubano.

Ninguna sanción o protesta ha doblado una estructura de dictadura policial orwelliana tan perfecta como la castrista. Venezuela está cerca  de llegar al punto de no retorno. El golpe judicial a la Asamblea Nacional venezolana es una prueba de hasta donde es capaz de llegar la dictadura, y las pocas opciones que tiene la oposición de resistencia, porque ni siendo mayoría en el Congreso son capaces de frenar este proceso dictatorial.

En este momento Maduro tiene todo el poder y atribuciones legales para hacer lo que quiera, ya ni respeta las formas democráticas para aparentar que todavía es una democracia, el golpe al congreso es sintomático de sus intenciones reales. Nicolás tiene todo el poder y atribución legal y el congreso opositor ni como apariencia significa nada. Haber, les pregunto ¿a eso como se le llama? Los romanos le llaman dictadura, y cuando esta es indeterminada es tiranía, y la tiranía tarde o temprano amerita tiranicidas.

LA RETORICA DE LA LEGITIMIDAD DE LA LUCHA ARMADA EN EL DISCURSO DE LA IZQUIERDA

Y no es un invento golpista, el derecho a la insurrección estaba contemplado en nuestra anterior constitución de 1979 (esa que tanto reclama aquí tanto caviar vintage), y se inspira en toda una literatura política que la avala, incluido Santo Tomás de Aquino que señalaba que si un príncipe era ilegitimo, sea por origen o por el ejercicio (derivaba por sus abusos de poder en tirano) era derecho y deber de los ciudadanos el rebelarse a él.

En las constituciones políticas de los padres dominicos consagran la necesidad de rebelión si el gobernante en su mal manejo de la economía de la nación lleva a su pueblo al hambre. Posteriormente otros autores han reivindicado este derecho político y no han faltado reivindicaciones políticas a famosos tiranicidas como Harmodios y Aristogitón  o Casio y Bruto.

Quienes más han apelado y defendido este derecho político de insurrección han sido siempre los hombres de izquierda. En la década de 1960 y 1970 su principal bandera política era el de la lucha armada, la liberación de las clases oprimidas, los movimientos de liberación. Lean a Althusser, a Poulantzas, toda la literatura marxista apela a rebelarse y conspirar contra la  así llamada dictadura del Estado Burgués.

Pero el derecho a la insurrección no es un derecho monopolizable por la izquierda, es una opción de liberación de la opresión. Tirano puede ser tanto de izquierda como de derecha, y una dictadura solo se sostiene bajo la legitimidad de la fuerza y la prosperidad de su nación (como el régimen franquista que salvo el caso de los maquis vivió 40 años de manera tranquila por su solvencia social y económica).

Un caso interesante latinoamericano de lucha de liberación contra una tiranía larga y corrupta fue la lucha sandinista contra la dictadura somocista en Nicaragua. Este levantamiento contra la dictadura de una familia (tres Somoza fueron presidentes y ya alistaban al cuarto para la sucesión ¿les recuerda a cierta familia caribeña?) la integró un frente tanto de derecha como de izquierda y que tras largas luchas logró a través de sangrientas luchas en cada pueblo echar a los somocistas del poder.

Sin embargo Nicaragua derivo a un régimen de izquierda, cuando el castrismo enveneno el movimiento de lucha sandinista y la llevo por la deriva revolucionaria socialista. Una consecuencia de esto, el acaparamiento de izquierdistas en el poder y el relego de los derechistas que se rebelaron contra Somoza de la participación oficial política derivo a que casi inmediatamente aparecieran los CONTRAS, ex sandinistas  y contrarrevolucionarios que hundieron a Nicaragua en el desorden político y el desgaste de su sangre. Esa lucha interna, abiertamente guerra civil acabo en 1990 con un acuerdo de paz y elecciones nuevas que gano la derechista y antisomocista Chamorro, primera presidenta mujer de Nicaragua (yo lo recuerdo, siendo niño en Costa Rica veía las noticias junto a mi madre  con curiosidad, era la primera presidenta mujer que conocía).

SALVE NICOLÁS I

Si el sector pacifista de la  oposición venezolana (liderada por Capriles) no tiene la decisión de irse a la lucha, Venezuela derivara en una dictadura abierta donde Nicolás podría perpetuarse en el poder  con atribuciones semejantes al de un zar.

Es curioso, este año es el cien aniversario de la Revolución Rusa que destrono al Zar Nicolás II. Sería bastante irónico que el pueblo venezolano alcanzará semejante hazaña de derribarse a un gobernante absoluto con el mismo nombre (aún están a tiempo, todavía no es Octubre).

La oportunidad es de oro para la oposición, y quizá sea también la última, porque ya existe una división dentro del chavismo. Además de opositores antichavistas existe una cada vez más creciente ala de chavistas no maduristas, así que el régimen de por si no se puede sostener salvo con un aumento de la represión, y eso haría al proceso dictatorial un proceso irreversible.

Agotadas ya las instancias a la oposición solo le queda apelar a la única legitimidad que conoce Nicolás I, y esa es la legitimidad del plebiscito de las armas. Si no lo hacen los abusos que vivirán serán mayores y peores, quienes se exiliaron jamás podrán volver como es el caso de casi la mitad de los cubanos en el mundo. Si quieren la libertad habrán de entender que esta se paga con sangre.

Suena horrible pero es verdad. El padre Santa Cruz, un cura guerrillero carlista al que el mismo Pio Baroja, Azorin, Valle-Inclán  y Unámono llegaron a considerar con común  desprecio, miedo y admiración (este cura hacia matar a todo  alcalde liberal que encontraba) mencionó en una oportunidad que “la paz no se obtiene en una mesa sino pisando el cadáver del enemigo”.

UNA GUERRA CIVIL SERÍA EL INFIERNO LATINOAMERICANO

Si como estimo todas las vías democráticas y políticas están ya agotadas, la opción de una lucha armada es de por si inevitable, salvo la consabida resignación a vivir bajo dictadura de parte del pueblo venezolano. Desde un ángulo puramente militar, de darse un levantamiento este acabaría en guerra civil muy probablemente, y de ser así, lo mejor para ese contexto es una rápida resolución del conflicto en el primer año.

Es decir, si quieren ganar, sea el bando que sea, habrán de  cometer todos los excesos y crímenes de guerra posibles desde el inicio, porque si la guerra civil no termina el primer año con un ganador absoluto, lo que devendrá será un desastre de proporciones sirias que se prolongaría por años, e incluso contagiaría  los países de la región (lo de Paraguay es un ejemplo de alarma) y derivaría en un probable empate técnico donde el vencedor reinaría sobre cenizas y ruinas.

Una guerra así involucraría a países de la región indudablemente además de la crisis humanitaria de millones de desplazados y refugiados e incluso podría despertar conflictos sociales dormidos en los demás países.

Una cosa queda clara, EE. UU. difícilmente intervendrá, su amistad actual con su mejor pinky friend   Rusia la inhibiría de intervención directa aunque podría patrocinar con dinero y asesores militares al bando sublevado como hizo con los contras en Nicaragua (donde su estrategia no era derribar al sandinismo sino desgastar en una sangría a los nicaragüenses, lo cual es peor pues prolonga la guerra).

En ese contexto Venezuela las vería negras, pues el chavismo cuenta con rondas urbanas  afines ideológicamente a su causa, por su parte el Ejercito es muy probable que en su mayoría sea fiel a Maduro, aunque es posible que una parte se pase con los sublevados más apoyos paramilitares de la derecha colombiana que gustosamente se involucraría en el conflicto. De todas formas una guerra civil sería un infierno como el que jamás ha parido el terror latinoamericano.

Y es curioso que todo esto comenzara en 1998 cuando el pueblo venezolano harto de la partidocracia votó a un outsider anti político con la esperanza de más libertad e incluso soñara con la redención del paraíso socialista y  que a estas horas parece más cerca que nunca de estar al borde de una fosa común, un espejo negro del 11 de setiembre chileno de 1973, de la guerra popular de Sendero Luminoso, del Proceso Argentino y todas esas pesadillas que desde siempre nos han acompañado como la sombra de todas nuestras culpas, el osar soñar con un futuro cuando estamos condenados a repetir siempre el pasado.

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