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«Días de Santiago», 18 años después

La constante búsqueda de orden, balance y armonía en una ciudad caótica es lo que caracteriza a Santiago Román, una lucha por pertenecer a la sociedad civil nuevamente, logrando recuperar su identidad dentro de una ciudad, que lo extravía.

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Por Gerónimo Stoll

Luego de haber participado en la guerra del Cenepa (1995), un joven excombatiente busca su lugar en esa extraña jungla de concreto y a la vez tan familiar que puede ser Lima, una ciudad que lo desorienta. Ser un buen hijo, ser un buen hermano, ser un buen esposo, ser un buen estudiante, ser un buen amigo, ser productivo, ser un héroe, a fin de cuentas: ser alguien. Estas son algunas expectativas frente a las que Santiago, se ve compelido para alcanzar su inserción en una sociedad, que no reconoce su entrega y servicio al país en la lucha antisubversiva, así como en el conflicto armado con el Ecuador. A fin de cuentas, es un marginado como miles de jóvenes peruanos que pugnan contra un sistema que no les provee de las oportunidades para alcanzar su desarrollo, pertenece a una generación perdida.

Una de las necesidades fundamentales del ser humano es la de conformar una identidad grupal, gracias a la cual pueda constituirse como miembro de un grupo y a su vez diferenciarse del mismo, obtener respeto, comprensión, y la noción de que no se encuentra sólo en el mundo (Morales, 2007). El protagonista, encuentra difícil reinsertarse a la sociedad civil, la guerra lo ha cambiado, ya no es el mismo que partió a defender a su patria, ahora vive atormentado por los traumas y recuerdos de la guerra, llevándolo a la inestabilidad y la paranoia, surgiendo así en él, serias dificultades para relacionarse adecuadamente.

Santiago se encuentra marginado de la sociedad debido a su condición socioeconómica, pertenece a una familia dónde se reflejan todas las taras de la sociedad, mediante su servicio militar buscó superar esas adversidades perdiendo varios años de su vida para no recibir nada significativo a cambio. Sin trabajo y sin educación se halla en el limbo social, una situación desesperante ya que

“Ser o sentirse excluido de un grupo es una forma de muerte social” (Morales, 2007).

El protagonista jamás llega a obtener el respeto que cree merecer (como lo refleja la escena en que busca comprar un refrigerador sacando a relucir sus credenciales de comando) lo cual lleva a Santiago, a sentirse más excluido ya que la sociedad no le confiere reconocimiento ni status por haber servido a su patria. A su vez, Santiago no logra encontrar gente que lo comprenda, que comparta su perspectiva sobre el mundo, siendo prueba de ello sus fallidos intentos por salvar a su cuñada y Andrea de aquel mundo contra el que lucha. Lo anterior, lo lleva a sentirse solo al saber que no cuenta con el apoyo de otros miembros de la sociedad como lo son su familia, amigos, compañeros del ejército etc. Prueba de esa lucha por una identidad son los constantes entrenamientos de Santiago en el mar, en la fogata o cuando duerme vestido de comando, buscando mediante esos actos recuperar la identidad de soldado, siendo ahora un lastre para la sociedad civil al igual que sus compañeros de patrulla.

Santiago se caracteriza por una inestabilidad constante, producto de la tensión que le ocasiona la jungla de concreto, busca adaptarse a esta mediante un intento obsesivo de transponer la vida militar a la vida civil. Sólo viviendo como un soldado puede hacer frente a esa hostilidad en la que se ve inmerso y rodeado, prueba de ello es lo que Santiago constantemente se repite “Yo siempre saco mi línea de las cosas”[1] o la famosa escena en que ensaya su monólogo para obtener respeto por parte de su esposa:

«Todo tiene un orden, una razón de ser. Sin orden nada existe».[2]

Santiago y sus compañeros fueron preparados para ser lo máximo y ahora no son nada, tienen que buscar una nueva vida, elaborar un plan para salir de su situación, tal como se observa en la reunión de la “promoción” para atracar un banco, plan del cual Santiago deserta, él ya saco su línea. Él busca su propio camino mediante un taxi en el cual amplia levemente su mundo social, un taxi que representa un camino para lograr aquella meta de insertarse y adaptarse a una sociedad cambiante, para lograr estudiar y salir de fiesta, tener amigos, una enamorada y recuperar su juventud. Mediante ese taxi, busca cumplir con aquellas tareas de crecimiento, supervivencia y apareamiento que menciona la psicología evolucionista, adaptarse al mundo y asegurar su permanencia en este y posiblemente, progenie.

Sin embargo, la rigidez maniquea de la mente de Santiago lo lleva a guiarse por una serie de sesgos, aquellos marcos restrictivos y simples que se emplean de forma repetitiva (Morales, 2007) y que terminan convirtiéndose en una cognición errónea dentro de su psique.  Se observan los mismos claramente en el film cuando Santiago generaliza que todos son potenciales amenazas en la calle, ya que para él “Nunca se sabe de donde van a venir, uno nunca sabe[3]. De esta manera, Santiago procesa la información social recurriendo cansinamente a la categoría de hostiles (los transgresores) vs población promedio, de modo que pueda diferenciar, mediante estos sesgos y fuertes estereotipos, al amigo del enemigo. Constantemente recurre a información que confirme sus creencias en lugar de contrastarla con información disponible; para él todo tiene y debe tener un orden como la vida militar (sus creencias) sin embargo, no se da cuenta que Lima es una ciudad caótica, tugurizada, llena de ruido, de combis, de informalidad y en donde las oportunidades, no llegan para todos.

Los sesgos bajo los cuales se maneja Santiago tienen como función reducir el esfuerzo cognitivo (son automáticos) permitiendo a los sistemas de procesamiento de la información operar con un mínimo de recursos para interpretar los diferentes estímulos que recibe y en cierta manera, facilitan la supervivencia ya que

“La mente humana no ha evolucionado para ser lógica o alcanzar la verdad, sino para guiar las conductas que ayudan a la supervivencia.” (Morales, 2007)

En el caso de Santiago, estos sesgos producto de los traumas dentro del servicio militar, no le permiten una adecuada ubicación en la sociedad civil. Lo anterior, se refleja en un Santiago que pugna por encontrar ese orden racional a las “cosas”, por darle sentido a un mundo que no comprende, al cual no puede insertarse, por salvar a gente que se ve amenazada a causa de la ciudad como su cuñada; de modo que nos hallamos ante un Santiago, que piensa en blanco y negro tal como lo refleja el contraste de color que hay en el desarrollo de las acciones en la película, un Santiago más frágil, lejos de ser aquel comando que sacaba su línea y luchaba temerariamente contra lo que sea que haya afuera.

Esta suerte de Taxi Driver peruano muestra el intento de un joven de satisfacer las expectativas de su familia, de su esposa y de “sí mismo”, de ser reconocido como un héroe. De manera que, al verse abandonado en su fracaso, le queda como ultima misión salvar a alguien para encontrar algún sustento identitario y así, volver a ser alguien, volver a ser el que salvaba a la gente de los “tucos” y “monos”, volver a ser el héroe; en efecto, es tan intensa esta necesidad de salir del olvido, que Santiago logra crear toda una situación de peligro ficticia en el instituto para salvar a Andrea mediante una pistola, de acuerdo a su ideación de la situación o complejo mesiánico. Un intento de heroísmo.

A diferencia del Travis Bickle de Scorsese, Santiago no logra obtener reivindicación o redención alguna, simplemente descubre al final que, en su familia, se pagan las culpas de la ineptitud de los gobiernos al concentrarse todas las lacras sociales dentro de la misma (alcoholismo, violación, pobreza, desempleo, infidelidad, embarazos no deseados, abuso infantil)

Días de Santiago nos permite observar lo que implica dar tu vida por el país, pierdes la misma así regreses vivo o muerto de la guerra. Observamos una vida que deambula desconcertada, que ha perdido el equilibrio. Toda esa vitalidad que lucha reflejada en el film, tan entrañable por momentos, lleva a conocer el precario equilibrio emocional de Santiago, el cual una vez resquebrajado, se derrumba por completo en un escenario cuya única alternativa para salir del olvido al cual lo condeno su país, viene a ser la muerte.


[1] Méndez, J (2004) Días de Santiago. Chullachaki Producciones. Lima, Perú.

[2] Méndez, J (2004) Días de Santiago. Chullachaki Producciones. Lima, Perú.

[3] Méndez, J (2004) Días de Santiago. Chullachaki Producciones. Lima, Perú.

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