Opinión

Día del patero

Un fenómeno cultural que se ha convertido en el deporte más practicado.

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¿Por qué no se oficializa el día del patero? tomando en cuenta que esta especie ocupa un número importante de mortales en instancias estatales, corporativas, artísticas y académicas. Dice el diccionario de la lengua y de los deslenguados que, al patero, también se le conoce como lambiscón, sobón, adulón, ayayero, lamebotas, servil, chupamedias, huelepedos, franelero, arrastrado y lameculos.

El patero surgió desde el inicio de la civilización, para subsistir entre los seres más hegemónicos. Supervivieron en los imperios, monarquías y las cortes, hasta encallar en la república. Siempre se arrodillan ante quien tenga una posición de poder, para trepar, ya que su patería no es gratuita. A cambio, piden coexistir en la zona de confort de su caudillo de turno, y ascienden, porque su angurria los corroe y una vez que consiguen todo, quieren más, hasta convertirse en tiranos con quienes menos tienen.

La tribu de pateros ha sabido instaurar en la política peruana una “carrera institucional de lamidas” desde épocas independentistas.

Bolívar y San Martín se valían de sus bufones de turno, para disiparse durante la gesta. Es como una retroalimentación entre amo y vasallo. Esta epidemia de siervos le ha hecho mucho daño a la meritocracia en el aparato estatal, porque para ascender, únicamente recurren a la falsa lisonja y al embuste.

Cómo olvidar a personajes populares de la televisión, como el solemne jefecito, que daba cachetadas a Felpudini; mientras, que el pícaro Manolo escueleaba a Machucao, Alex Valle caía sumiso ante el doctor Chantada.  

Pero, no solamente piquichón le pasaba el pañuelo al cholo de acero inoxidable. El piquichón-PPK hacía lo mismo con Belaunde Terry; mientras que a Fujimori lo protegía una jauría de “perros militares”, con pedigree y con grado de generales. Y qué decir de Toledo, que se embriagaba con sus ayayeros, bajo la protección del escudero mayor, Gustavo Pacheco.

Mientras, que a Ollanta ni siquiera le orinaban los perros, Nadine convocaba a sus lambiscones oficiales, el excongresista Teófilo Gamarra y el actual defensor del Pueblo, Josué Gutiérrez. Entre tanto, Susana Villarán también encubría a sus draculinas impunes: Glave-Susel-Indira-Ugaz-Anel. Y Alan, hasta el último momento, tuvo al incondicional Ricardo Pinedo.      

Tampoco debemos eludir al Lord-Farquaad-Acuña, porque con estatua o sin ella, el chocarrero anda rodeado de sobones, porque tiene plata como cancha…    

(Columna publicada en Diario UNO)

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