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Daniel Peredo: El gol de la eternidad

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Daniel Peredo vivía enamorado del fútbol y jamás pensó que esa pasión lo iba a matar. Un paro cardíaco acabó con su vida el 19 de febrero del 2018. En memoria a su trayectoria esta crónica que aparece en el Nro. 3 de Beppo: “revista de ficción y de no ficción” 

1.

En mi cabeza hay un gol. Al periodista deportivo Daniel Peredo aquello que le dio vida y lo hizo popular, el hermoso oficio del fútbol, también lo mató de un infarto cardíaco fulminante cuando tenía 48 años y se divertía con sus compañeros de trabajo en sus habituales “pichangas” de los lunes. Días antes Peredo había cerrado y abierto una nueva etapa para el fútbol peruano cuando millones de televidentes celebraron y hasta lloraron con él la clasificación al mundial de Rusia. Entonces lo quisieron todos como se quiere a un astro que logra una hazaña y que gracias a ese calor popular disolvió gran parte de su identidad de hombre de prensa y paso a convertirse en el patrimonio más entrañable del corazón del hincha que habita en el planeta de los estadios y de ese pueblo del fútbol.

Nada más lejano a la existencia del fútbol y sus múltiples parafernalias festivas que la muerte. Las estadísticas de defunciones o fallecimientos en los cielos varios del juego son escasos. Cierto que fallecen jugadores  en el capo de juego. En el 2013 murió Yair Clavijo de 18 años, defensa del Sporting Cristal en la localidad de Urcos y tiempo después Danter Espinoza Toledo de 26 años Capitán del Walter Ormeño de Cañete. Pero uno diría que los panteones tienen un déficit de futbolistas en la plenitud de su fama.

En el caso de los periodistas, estos se mueren de viejos cuando no, luego de publicitada agonía. En el Perú recuerdo a Micky Rospigliosi, relativamente joven, un viejo desde niño por haber acompañado a su padre, el gran Pocho. Pero Daniel Peredo no daba la talla para ser un muerto ilustre. Hombre sano, con los pasajes listos para viajar a Rusia y hoy, lástima, espectador de lujo en esa palco celestial donde moran aquellos que se despiden con olor a multitud y querido por el corazón de la gente de la calle.

Curioso, los que amamos el arte de patear una pelota siempre soñamos con ser un crack del fútbol o acaso un buen centro delantero del equipo de la comuna. Peredo no: “Yo, y no como otros, jamás quise ser futbolista. Yo jugaba fútbol como cualquier chico, me gustaba que me regalaran una pelota. Pero más sentía que me apasionaba llegar a la casa y revisar el diario, preocuparme más de lo que decían de los partidos”, le contó Peredo –dos meses antes de su muerte— a Jesús Alzamora en la última entrevista televisiva que le hiciera este para su programa ‘La Banca’. Y así era de especial.

Especial porque cuando lo conocí de muy joven ere de talante diferente y como no ocurría con la mayoría de nosotros, él amaba los deportes y además los practicaba. Una tarde preguntando por Peredo, su amigo Fabricio Torres del Águila me confesó: “Supongo que en dos horas está de vuelta, hoy le toca sus clases de tenis”. Peredo jugaba tenis en las canchas del Campo de Marte y con instructores. Para esto, ya había conocido a Milagros Llamosa, su novia de siempre, del barrio de Pueblo Libre y pensaban casarse. Ella trabajaba en un club de primera división y sabía de la agitada vida del periodista deportivo. Sí, aquel que sabe que sus domingos serán eternamente los lunes porque el domingo es fiesta sagrada para el fútbol y hay que trabajar, amén de los viajes para aquí o para allá. Entonces la idea de la familia ya tenía localía y fíxture adelantado.

Peredo había escrito una suerte de mea culpa para un número especial de la revista Onceel 14 de junio de 1999 cuando tenía 29 años, y que tituló En mi cabeza hay un gol: “El viejo diario. La Prensa llegaba a casa temprano. Y la página deportiva fue mi primer amor: la quería, la cuidaba, la guardaba en un lugar especial. Esa era mi vida futbolística de la infancia feliz y creo que, en el fondo, ya soñaba con ser periodista deportivo. Por eso, cuando pasaron los años, y hubo que tomar una decisión, porque de algún modo había que ganarse la vida, no tuve que pensar dos veces para dedicarme a esta profesión. Todo lo que leía en La Prensa, lo que escuchaba contar a Pocho por la radio, lo que observaba por televisión o –cuando juntaba las propinas– lo que veía en el estadio; todo, lo fui guardando con un cariño especial en mi memoria”.

Una vida más va a haber. Alberto Beingolea, ex congresista y actual presidente del Partido Popular Cristiano con quien compartió conducción en el recordado programa Goles en Acción, contaba que cuando era director del espacio un día Peredo, que ya era reconocido comentarista, le dijo que quería relatar los partidos de fútbol. “Al principio le dije que no –cuenta Beingolea– que estaba loco, que no tenía voz para relatar, que era un gran comentarista. Él insistió y mira en lo que terminó, siendo el gran relator que fue. Para los periodistas, él era un periodista metido siempre en el tema. Siempre leyendo, siempre escribiendo, siempre preocupándose por la última tecnología. Cierto, Peredo fue uno de los mejores periodistas de nuestra generación”.

Fruto del matrimonio de una pareja que había llegado de Lima desde Chiclayo, Daniel Pero nació el 17 de junio de 1969. Desde esa vez la familia se había radicado en el distrito de Pueblo Libre y el pequeño Daniel siempre recordaba su barrio de la infancia. Cierta vez conversamos de la entrañable cancha de La Remonta, cerca de la Av. Bolívar, un canchón con más sudor que pasto y donde todos los días y a cada hora habían partidos que naturalmente terminaban entre penumbras de la noche. Era potrero para valientes y miles de anécdotas con héroes de leyendas recorrían el terral de su memoria. Peredo aficionado a los mitos del fútbol a la manera de Pocho Rospigliosi, habría de recordar a porteros tuertos o punteros izquierdos cojos que había desfilado por ese teatro con la pátina de aquellos personajes de maravilla que solo tiene el universo del fútbol.

Nadie en su familia había incursionado en el periodismo deportivo y apenas culminó el colegio, escogió dedicarse al periodismo de forma profesional. Peredo de niño había vivido el mejor momento del fútbol peruano. La clasificación para los mundiales de 1970, 1978 y 1982 y la  Copa América de 1975. Entonces tenía fondo y manejaba historia. Su primer trabajo fue en la sección deportiva del diario popular Ojo y posteriormente, junto a Jorge Esteves fundaron El Bocón, un diario deportivo en el que adquirió cierto reconocimiento. Luego en marzo de 1996 ingresa a trabajar en televisión tras la invitación de Alberto Beingolea para ser parte de Goles en acción para posteriormente inaugurar con inusitado éxito, para Cable Mágico Deportes, el compromiso con toda la llave de la  clasificación de para la Copa Mundial del 2010.

Pero Peredo no solo fue hombre del micro y la televisión. También fue un tipo de ingenio y memoria prodigioso que vivía agradecido del fútbol. Así, en una de sus crónicas se le lee: “¿Quién no tiene en su memoria un recuerdo del fútbol? Una alineación inolvidable, un gol imposible de repetirse, una delantera famosa, una fecha histórica, una estadística ¿Quién no comenta de fútbol sin importar el día o el lugar? ¿Quién no se apasiona, y llega incluso a la discusión sacando hasta lo más hondo que lleva dentro de sí? En las calles, en el trabajo, en las combis y en el más recóndito rincón, las gentes se enredan con el encanto especial de cada fiesta. Y en el Perú, al igual que en tantos países en el mundo, no puede vivir sin este deporte que genera alegría, pasión, tristeza, solidaridad; los sentimientos del ser humano mismo. ¿Usted no tiene en la memoria algún recuerdo del fútbol?”.

Cuando no se puede jugando, siempre la pelotita parada es una opción. En el ínterin entre el periodismo de a diario y la televisión de la noche, Peredo viviría una de las etapas más jubilosa y productiva de su vida. Su tarea de cronista en la recordada revista Once.Umberto Jara, el director del semanario escribió recordándolo hace unos días: “Daniel Peredo era un jugador polifuncional: podía escribir, podía comentar en la radio y podía hacer televisión. Como los jugadores polifuncionales tan necesarios, tan útiles en un equipo, así jugaba el Cabezón en la cancha periodística. Además, tenía una enorme virtud: su memoria. En la redacción, entre 1997-2000, nosotros teníamos en él a nuestro propio Google. En el fragor del cierre cuando el artículo que se estaba escribiendo requería un dato, sonaba la voz de cualquiera de nosotros pidiéndole la precisión: “Cabezón ¿cuál fue el resultado de tal partido en tal año? o ¿dónde y cuando debutó tal jugador?”. Y Daniel encendía su motor de búsqueda y respondía al instante con precisión y con lujo de detalles. Había cultivado su memoria desde niño leyendo las secciones deportivas de los diarios”.

Un sector de la crítica deportiva era virulenta contra esa nueva generación de periodistas que encabezaba Peredo. Las más de tres décadas de frustraciones del fútbol peruano radicaba en que había tenido una prensa cómplice y solo sensacionalista. Otros como es el caso del periodista de El Comercio, Miguel Villegas, la cosa era a la inversa. Entonces argumentaba que Peredo fue heredero de ‘El Veco’ y ‘Pocho’ Rospigliosi y, sobre todo, maestro de un par de generaciones de periodistas deportivos que crecieron escuchándolo. “Tenía 48 años pero su influencia llegará hasta que cumpla 100. Ese es el generoso valor que deja en su partida, más allá de un gol, una narración, o una frase popular. Su figura enlaza –nunca lo quiso admitir, por nobleza- los últimos 40 años de periodismo deportivo: heredó de Humberto Martínez Morosini el ritmo para colocar una metáfora, de Pocho Rospligiosi la facilidad para ser de palco y ser popular, es decir, para llenar estadios y de El Veco, la sensibilidad para contar una historia lejos del parte policial. Encima, vio a Eduardo San Román y confirmó que tan importante como decir era enseñar. Y también lo hizo”.

Lo de Daniel Peredo respecto al fútbol más que una pasión fue una filosofía de vida. Por eso cada vez que nos cruzábamos me decía: “poeta, que no se te olviden las metáforas, sobre todo esa, el gol es el orgasmo del pueblo”. Por ello alguna vez escribió: “Previo al Mundial Francia 98, me crucé con esta frase del pensador alemán Walter Jens. Decía así: “Ahlers, Muller, Mohr, Maier y Maaack… cuando ya me haya olvidado hasta el último verso de Goethe, voy a recordar siempre la delantera de del Bayern Munchen”. Gran verdad. La cultura del fútbol se puede sobreponer a la cultura académica. Pero todo esto que para un futbolero es su particular álbum de recuerdos, con figuritas imaginarias de jugadas, goles y festejos, es para este periodista una herramienta de trabajo”.

Muchas veces nos habíamos encontrado en el extranjero. Aún recuerdo una noche en Buenos Aires cuando coincidimos con otros jóvenes periodistas peruanos en una librería de Av. Corrientes para maravillarnos de tantos, pero de tantos libros que los argentinos habían escrito sobre el fútbol. Luego nos fuimos a cenar y después a una casa de licencias. Lo juro, a pesar de los tres escenarios tan distintos y tan alejados de los estadios, el tema fútbol no nos dejó en esa aventura que terminó en un cafetín de cerca al recordado Luna Park cuando seguíamos recordando el gol de Alianza Lima a Boca Juniors, anotación de Pitín Zegarra jugando en La Bombonera por la Libertadores en 1966 y luego los dos triunfos de la “U” en la Copa del siguiente año contra River y Racing en medio de una tempestad infernal y a cinco grados bajo cero de aquel Buenos Aires de tango y mucho vino.

Sin duda, el fútbol argentino nos había mostrado el modelo de la revista El Gráfico donde sus cronistas –Ardizzone, Juvenal, Onasime etc.– tenían las sana costumbre de contarnos cómo había sido un partido a la manera de Homero en el sitio de Troya. Por ello coincidíamos en esa admiración. Por ello, antes que cualquier otro oficio, Peredo era un cronista completo y con brillos del mejor ficcionista. Él se fue construyendo en estilo durante los penosos años del Perú sin Mundiales. Explica Villegas que en El Bocón que bajo la figura de editor, le dio un vuelo altísimo a la información menuda y la hizo trascendental, a tal punto que un rumor de vestuario alcanzaba vigencia a nivel país. El Bocón tenía dato, humor y acidez y fue tan importante su lectura entre estudiantes de periodismo como una separata de universidad. Y que en la revista Once su tarea no concluía con el punto final de su propia nota: aportaba datos, fechas, alineaciones para enriquecer textos de sus compañeros. Para nadie era ajeno que el Wikipedia no le llegaba a los talones de sus chimpunes.

El periodista Arturo León sintetizó la emoción: “El gol de Johan Fano, el triunfo en Quito y la clasificación al Mundial. Son los tres momentos que más recuerdo de Daniel Peredo como narrador. Son los tres relatos que más me movieron. Los seguiré escuchando, siempre. Para emocionarme de nuevo. Para motivarme antes de cada cobertura, antes de cada encuentro de la blanquirroja. Y para recordar al periodista que dejó marcado el corazón de los peruanos” Y es que Peredo era admirado por ser un narrador de primer nivel por sus inolvidables frases, su particular tono de voz, la química que tenía con sus comentaristas (y periodistas de campo) y, sobre todo, por su notable claridad para expresarse. Es que Daniel Peredo fue mucho más que un relator. Era, al mismo tiempo, comentarista. Sus explicaciones daban en el clavo, convencían. Contaba muy bien lo que veía y lo interpretaba mucho mejor.

Así, en la Copa América de 1995 de Uruguay, Perú había logrado, empatar 1 a 1 ante Colombia y Peredo desde el mismo estadio deRivera, escribía: “El frío ha dejado de ser el protagonista. Los tres grados de temperatura parecen multiplicarse entre ese puñado de peruanos pintados de rojo y blanco que están allí, arriba de la tribuna principal. Los guantes de lana, recuerdo de alguna excursión cusqueña, han encontrado lugar en los bolsillos de los gruesos casacones y ahora las manos tienen libertad y están calientes de tanto aplauso. La selección ha conseguido un resultado que cambia de ambiente, que eleva la temperatura. No sólo aquí, en este pequeño estadio ‘Antonio Paiva Olivera’. Allá, a miles de kilómetros, el país tiene una razón para mostrar los dientes. Este empate 1 a 1 con Colombia tiene la culpa. Un punto que vale un montón, que es sinónimo de esperanza para lo que viene. Basta con ver el abrazo de los muchachos allá abajo. Y porque la noche de Rivera se ha teñido con sus sentimientos, de los nuestros. Esa alegría que ahora le grita al Perú futbolero que la fe era cierta, que hay que hacer del alma un aplauso. Porque hoy todos debemos ser una sonrisa gigante. Este empate no es triunfo, es cierto, pero es como si lo fuera. Es el paso hacia adelante”.

Cuando nos enteramos de la muerte de Daniel Peredo nadie lo podía creer. ¿Por qué él? ¿Por qué ese hombre bueno que amaba a su patria? El técnico de la selección, Ricardo Gareca fue el primero en pronunciarse: ‘Lo de Daniel Peredo creo que es una pérdida terrible para el deporte peruano por lo que representó su trayectoria. El país vibró sus relatos. Es una pérdida difícil de reemplazar. Ojalá los medios deportivos encuentren a esa persona que pueda reemplazarlo. Él hacía esas críticas que siempre dejaban algo”, dijo Gareca. Igual, Mariano Soso, ex entrenador de Sporting Cristal, lo resumió muy bien y con sentida emoción horas después de que se confirmara su muerte: “Era un inquieto por el juego”. Cuando dice “juego” se refiere al fútbol en estado puro. A la pizarra, a la táctica, a las formaciones.

Y como nunca había ocurrido a periodista deportivo alguno, miles de hinchas despidieron a Daniel Peredo en el Estadio Nacional. La carroza que trasladaba los restos del periodista dio dos vueltas a la cancha del mítico escenario deportivo en el paroxismo de una escena conmovedora. Los presentes, quienes lucían la camiseta de la selección peruana, le dieron el último adiós y el féretro también hizo una  breve pausa en la tribuna Norte para recibir el homenaje de parte de los hinchas de Universitario de Deportes del cual Peredo era simpatizante. No había muerto un futbolista sino un personaje que transmitía el brillo o la oscuridad que ofrecía el gran escenario del fútbol y que esa vez ya no era un comunicador sino la noticia misma.

A Daniel Peredo se lo quiso como a ese personaje que ingresaba a nuestras casas para que a partir de sus relatos los sueños de la victoria se hagan realidad. Y el sueño del mundial de Rusia fue su gran triunfo. Hoy el Instituto Peruano del Deporte bautizó oficialmente la cabina número siete del Estadio Nacional en homenaje a Peredo. Hoy en el Diario Oficial El Peruano se lee la resolución ministerial que dice: “Daniel Peredo simbolizó en sus narraciones la recuperación de los valores deportivos en la sociedad peruana” y por ello el Ministerio de Educación (Minedu), ha dispuesto que las próximas competencias se llamen: “Juegos Deportivos Escolares Nacionales 2018: Daniel Kirino Peredo Menchola”. Hoy, hasta Internos del penal de Lurigancho rindieron un póstumo homenaje durante inauguración del campeonato ‘Copa Rusia 2018’ en el que participarán 12 equipos conformados por reclusos de distintos pabellones y donde la esposa de periodista fue la invitada de honor.

Daniel Peredo falleció de muerte súbita mientras jugaba al futbol, su vida y su muerte. Entonces lo recuerdo con estas palabras: La escenas del fútbol es su particular álbum de recuerdos de todo futbolero, con figuritas imaginarias de jugadas, goles y festejos, y que es para este periodista una herramienta de trabajo. El fútbol generoso me ha permitido viajar, conocer, emocionarme y sufrir; y todo eso que he ido recogiendo en mis épocas de hincha y en una década de idas y venidas periodísticas, forma parte no solo de los buenos o malos recuerdos, sino también un archivo invalorable para mis crónicas y la de mis compañeros, colegas y amigos que consultan mi memoria en busca de unos datos. Mi memoria es mi primera aliada y espero que nunca me falle. Siempre escucho decir que en el fútbol, uno no puede vivir de recuerdos. Este periodista lamenta discrepar. Yo sí vivo de los recuerdos. Me permiten escribir. Y así me gano la vida”. Y así lo alcanzó la muerte.

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