No hay dios que buscar, tampoco hay alma, y el amor parece un tormento enviado por algún dios maléfico, un problema sin solución a la vista. La prosperidad material tiene poco que hacer para conjurar la miseria moral y psicológica de seres bloqueados, rotos y mecanizados. La auténtica desesperación y angustia apenas si puede ser expresada. La explosión era solo cuestión de tiempo.
De la vida de las marionetas nos muestra a todo color el momento de la explosión. La estructura que la sucede, que juega magistralmente con puntos de vista y cronología, con los personajes involucrados, con el antes y el después del crimen, trabaja un retrato apasionante pero incompleto. Igual, imaginas que lo visto es más o menos un caso aislado, o que representa muy bien a una sociedad.
En la equívoca superficie (el personaje del psiquiatra) el mal puede ser explicado con el uso de una jerga profesional, de una burocracia de la normalización. La circulación del rompecabezas social de verdades oficiales, por parte de los diferentes personajes, nos es suministrada con frialdad clínica, todos son casos de estudio, el juego de lo que muestran y de lo que esconden no termina jamás.
Las verdades particulares, o más bien, las versiones interesadas, exponen la mentira común, la farsa compartida, el autoengaño cínico o ingenuo, que un crimen hace estallar, o por lo menos entrar en crisis, aunque sea solo de manera relativa y temporal. Esta película no parece una propaganda propicia, interesada en estimular la admiración para con las sociedades del bienestar (así se hacen llamar).
Bergman, a través de su obra, recurre a la inexplicabilidad del mal. Se diría que a la vez cree en una bondad innata. En una sencillez e integridad conmovedoras como pasaporte hacia algún tipo de salvación. Sin el pequeño gran dios castigador, con dudas radicales sobre un amor de pareja viable o una comunidad mínimamente armónica sin engaños de horror, De la vida de las marionetas usa una forma muy clara y racional para evidenciar el fondo de irracionalidades que late en muchas vidas. Es decir, en todo un sistema social.