El ingeniero industrial Juan Luis Cipriani Thorne tiene un hábito: desde el púlpito de la catedral de Lima, todos los domingos pega y sermonea de forma estentórea a esos –sobre todo– pecadores que se atreven defender los derechos humanos. Magnánimo, administrativamente para sus fieles, Cipriani debe ser llamado: “Eminentísimo y Reverendísimo Señor Juan Luis Cardenal de la Santa Romana Iglesia, Cipriani Thorne”. Es decir, él y solo él, es único. Representa a Dios en el Perú. En jerarquías, arriba de su sotana solo está el Papa, el vicario de Cristo en la Tierra, el único planeta donde la Iglesia reconoce la vida misma. El Purpurado Cipriani, así se hace temible.
Y Cipriani es mediático hasta sus cachas. Tiene prensa afín –los diarios Correo y Expreso son sus voceros–, utiliza varias agencias de noticias católicas y usa los parlantes de Radio Programas del Perú para sus afiladas sentencias. De esta manera resulta una suerte de Joseph Goebbels de Dios. Hace unos días, aprovechó su homilía en la catedral limeña en la misa en honor a Santa Rosa de Lima para arremeter indirectamente contra la Comisión de la Verdad y Reconciliación que hacía una década había presentado su informe definitivo. Entonces argumentó que los miembros de la CVR más que buscar la reconciliación, confronta a todos los peruanos. “Se habla de reconciliación pero no es verdad, son agravios contra agravios. Y ese no es el Perú, esos no somos los peruanos, son pequeños grupos que se aprovechan de nuestra Patria”. Cipriani pidió a los presentes que lo “perdonen” por usar el púlpito para abrir su alma “por amor a la patria y la Iglesia”, y aseveró que el uso de la justicia no se puede convertir en un arma contra los demás, por lo que pidió “paz social” y “mayor respeto entre nosotros”.
El contenido del Informe Final de la CVR en uno de sus capítulos más dramáticos detalla la labor del hoy cardenal Cipriani y la Iglesia católica –durante los años 80 y 90– y tiene como base los testimonios reales de las víctimas del terrorismo. Ese informe señala que el entonces obispo de Ayacucho mantuvo un silencio cómplice frente a los innumerables abusos contra los derechos humanos. Cierto, no es solo Cipriani sino el protagonismo de otras diócesis en el Perú, como el caso de Huancavelica, una de las zonas más afectadas por la violencia. Cipriani, canchero, respondió que ha perdonado “los agravios” y consideró que no vale la pena polemizar sobre ese tema.
2.
Cipriani es hijo del conocido médico oftalmólogo limeño, el Dr. Enrique Cipriani –fundador de la Democracia Cristiana y del PPC–, y la señora Isabel Thorne –primera mujer supernumeraria del Opus Dei en el Perú (1954)–. Buena cuna. Siendo el cuarto de once hermanos. Estudió en el Colegio Inmaculado Corazón y el Colegio Santa María. Esa vez se hizo fanático y fue admitido por la prelatura Opus Dei en 1962. Ya militante, terminó sus estudios en la Universidad Nacional de Ingeniería y ejerció como ingeniero industrial en la Compañía W. R. Grace, hasta 1968. Es verdad, los designios divinos obligaban a Cipriani a más poder ¿Opus Dei? Sí, es una diócesis personal de la iglesia católica. Una organización que ofrece, “formación cristiana a personas de todas las profesiones (agricultores, enfermeras, arquitectos, amas de casa…), que tienen en común la búsqueda de la santidad en esa vida corriente”.
Me embelesa Cipriani. Es un apasionado hormonal y belicoso. Escribía Mario Vargas Llosa aquel 8 de agosto del 2002 en el diario español “El País”: “Cipriani no pasará a la historia por su vuelo intelectual, del que, a juzgar por sus sermones, está un tanto desprovisto, ni por su tacto, del que adolece por completo, sino por haber sido el primer religioso del Opus Dei en obtener el capelo cardenalicio, y por su complicidad con la dictadura de Montesinos y Fujimori, a la que apoyó de una manera que sonroja a buen número de católicos peruanos, que fueron sus víctimas y la combatieron. La frase que lo ha hecho famoso es haber proclamado, en aquellos tiempos siniestros en que la dictadura asesinaba, torturaba, hacía desaparecer a opositores y robaba como no se ha robado nunca en la historia del Perú, que ‘los derechos humanos son una cojudez”. No es fácil decirle sus verdades a Cipriani. Cierto, te enjuicia. Por ello es bueno tener un Nobel en la familia. Así le revela sus cuatro cosas al cura bravucón.
3.
Escribía hace un tiempo Alberto Valencia Cárdenas, ex diputado aprista por Ayacucho, sobre la actuación de cardenal Cipriani en ese Departamento en los terribles años de la década de 1990: “Cuando monseñor Cipriani llegó a Ayacucho, ese departamento se debatía en la más grave conmoción política de la historia: la guerra contra Sendero. Con mucha habilidad y con el apoyo de Fujimori, Cipriani se hizo dueño del departamento. Son testigos de esta afirmación todos los jefes de las reparticiones públicas de Huamanga. Durante diez años no se nombró a nadie en Ayacucho que no tuviera el visto bueno del arzobispo”.
En ese tiempo, el pueblo ayacuchano estaba enterado de que monseñor Cipriani se reunía y discutía todas las semanas con el jefe político militar las tácticas de la guerra en el departamento. Cipriani conocía hasta en sus últimos detalles todo lo que estaba sucediendo. Conocía de las desapariciones, de las torturas, de las matanzas y de las fosas comunes. Yo sé que la Comisión de la Verdad ha llegado a estas mismas conclusiones. Pero aclaremos. Yo no estoy diciendo que el ex arzobispo de Ayacucho haya propiciado la política de tierra arrasada. Estoy afirmando que monseñor Cipriani no podía desconocer las matanzas de Accomarca, Chusqui, Rinconada, Sachabamba, San José de Secce, Lucanamarca y de decenas de pueblos más”.
Son famosas sus conferencia a militares. En enero del 2001, agenciaperu.com propaló un video donde nuestro monseñor derrama tiesura en la Escuela Técnica del Ejército. Ver http://www.youtube.com/watch?v=v0w4oEX5JU4&NR=1. Pero es ‘salado’ en marzo último, estuvo en EE.UU. y visito los entrenamientos del más famoso equipo de la NBA, los Angeles Lakers. Cipriani, que jugó en la selección peruana de básquetbol entre 1961 y 1967, confesó a las estrellas del equipo, Kobe Bryant y Paul Gasol. Luego dijo: “Les ofrezco oraciones para que puedan terminar un buen torneo”. Para variar, los Lekers fueron eliminados de los playoffs.
4.
Conocí al Ciprini basquetbolista. Jugaba en el Club Social Lince, una suerte de Sport Boys pero de clase media. El cardenal era atlético, erguido y de tiro certero. El viejo Koco Cárdenas lo elogiaba. Pero siempre fue un ‘boca sucia’. Mentaba la madre cuando le quitaban la pelota. Yo lo oía al borde del parquet en el inolvidable Coliseo del Puente del Ejército. Cierto, Cipriani debió ser soldado y no cura. No le va, su mirada lo desnuda. Yo lo imagino con casco, camuflaje y borceguís allá en Ayacucho.
Algunos analistas sostienen que la culpa de lo que está ocurriendo la tiene el Opus Dei. Yo creo que no. Monseñor Cipriani es como es a pesar del Opus Dei. Durante más de medio siglo el Opus Dei –a imagen y semejanza del clan en la España de Franco– ha ganado espacio en las esferas políticas. Desde que sus militantes ingresaron a trabajar al diario La Prensa (Chirinos Soto, Arturo Salazar Larraín, Carlos Rizo Patrón etc.) y fundaron la Universidad de Piura en alianza con el poderoso Dionisio Romero y, con personajes como Rafael Rey, lograron fusionarse al aparato fujimontesinista y hasta hoy, que poseen un poder omnímodo. El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, es su producto. El abrazo armado de esa fe. Cipriani, que cuando basquetbolista, impuso “el martillo”, un estilo agresivo para hacer una ‘canasta’ de rebote. Hoy sigue en cruzada. La “católica” es su caza.
Y Cipriani le puso el ojo hace un tiempo a la Pontificia Universidad Católica del Perú. La quería para su bando y bolsillo. Así, la Junta de Presidentes de la FEPUC –los trabajadores de la “Católica”- del 23 de agosto de 2011 respondían: “Rechazamos enfáticamente las pretensiones del arzobispo Cipriani de alterar nuestra institución y convertirla en una difusora de pensamientos retrógrados e intolerantes”. Los profesores también reclamaron que mediante la modificación de los estatutos, se busca alterar los principios democráticos y plurales que caracterizan a esa casa de estudios. Que el cardenal está instrumentalizando su cargo eclesiástico de forma indebida para causar impacto mediático acorde a sus propios intereses políticos, ideológicos y económicos. “Es necesario aclarar que nuestro conflicto es ante el arzobispo Cipriani y no contra la Iglesia como institución. La PUCP fomenta la pluralidad, en concordancia con los ideales católicos de respeto y justicia”, decían en otro comunicado.
Existe todavía un Perú cavernícola de curas, empresarios y cachacos. La conciencia sucia del país. El Purpurado Cipriani, temo escribirlo, pertenece a esa orilla, felizmente en extinción. Él mismo es el abanderado contra el Informe de la CVR porque está condenado por las pruebas. Igual que el desaparecido Julio Favre, el marino Giampietri y los políticos Flores Aráos, Barba & Rey, Martha Chávez entre otros. Yo no olvido al dueto Fujimori-Cipriani. Uno está en la cárcel sentenciado por asesino y ladrón, el otro en los domingueros infiernos del cielo.